Pablo Iglesias tiene derecho a replicar al candidato socialista con energía y contundencia, la energía y la contundencia de las que sea capaz. Como un opositor cortés o como un rival malasombra.
En Las Cortes se escuchan y se han escuchado tiempo atrás cosas tremendas…, no vaya a pensar el líder de Podemos que es con él con quien entra el parlamentarismo bronco. De siempre ha habido malotes.
En sus intervenciones, Pablo Iglesias pecó de un narcisismo mal construido. Intentaba ‘épater le bourgeois’, pero fue flojito. Como un leninista domado. Por ello, algo de lo que dijo o hizo quedó como una sobreactuación infantil o como una rabieta del púber que se opone al Sistema.
Podría parecer esto, pero el beso en los morros, los insultos al partido afín, la cal viva y la leche en polvo fueron representaciones calculadas. No había infantilismo.
Había tacticismo, un desgarro nada creíble pero mediáticamente eficaz. Las teles y las redes premian el histrionismo, un acto o un suceso menor que imanta a los espectadores desprevenidos.
Informarse cuesta. Cuesta dinero y esfuerzo intelectivo. No se engañen: vamos a tener este ‘postureo’ hasta la victoria final. ¿Por qué? Iglesias aspira a rebasar al PSOE, cosa perfectamente legítima. Pero, de darse ese ‘sorpasso’, ello no le permitiría gobernar en solitario. Es decir, en unas futuras elecciones necesitaría el apoyo poselectoral del Partido Socialista. Me gustará ver la respuesta de unos y otros.
En fin, en todo esto lo que más echo en falta es el lirismo y el luddismo de Juan Carlos Monedero. Él mira. Miraba desde la tribuna de invitados. Miraba desde la barrera. Pero él es una pira ardiente: permanece incontaminado, como un intelectual que se compromete con el ceño fruncido, como un verso libre, como un cerebro al que no le roban el alma.
Ay, si todas esas virtudes estuvieran representadas en el Parlamento, si Monedero pudiera dar rienda suelta a su verbo…, estaríamos en los cielos. Pero entonces Iglesias no podría negociar con los paganos, los gentiles o los humanos. Y Errejón sería lo que parece ser: el enemigo de Monedero y un estratega del montón.
Felizmente, las Cortes no tienen nada de eclesial ni de celestial: a la postre, los contratantes y los atacantes ya están condenados. Por el amor de Dios: condenados a entenderse o a devorarse. El sábado comienzan los oficios.