Uno. Francisco Camps y Rafael Betoret compartieron Gobierno, ideología y sensibilidad en la Comunidad Valenciana. Eran días de vino y rosas. Eran momentos de gran esplendor y desembolsos.
Almuerzos inacabables, licores de mucha graduación, querencias bien viriles. Pertenecieron al sector audaz del Partido Popular de Valencia. Compartieron un modo de hacer, de vivir, de sentir. Con profundidad y ardor. Sabían que serían recordados.
El primero (‘El Tío Paco’ para la simpática comunidad gitana) logró escaparse de la causa de los trajes de Milano, marca de enorme prestigio en el ramo de la sastrería fina. ¿Y cómo fue? Pues gracias a un letrado avispadísimo y gracias a un Jurado superchévere.
El segundo, por el contrario, admitió en sede judicial haber sido agraciado por la trama Gürtel con ropa de cierto estánding. Creo que alguno de los ternos tenía raya diplomática, el motivo que prefieren los señores de orden.
Betoret devolvió los trajes. Según un empleado de la sastrería, encargado por el Sr. juez para comprobar la autenticidad de las prendas, dicha ropa desprendía un penetrante olor a Varón Dandy. Tampoco podemos fiarnos de ese dictamen porque el mozo de Milano no es perito en colonias.
Después, el magistrado ordenó que se empleara dicha indumentaria con fines benéficos. Es un alivio que la Justicia establezca ese objeto para la ropa «usada». Ése fue el adjetivo que empleó el juez.
La imagino rozada, con cerco de sudor en el cuello de la camisa, con lamparones y restos de caspa en las solapas de las americanas, con bolsas en los pantalones. No hay constancia de que trajes y americanas se llevarán a limpiar a la tintorería, hecho que quizá avale la conjetura del empleado de la sastrería: ese olor mefítico de colonia añeja.
Si es así, resulta extraña la elección de Varón Dandy. Más propio habría sido por parte de Betoret elegir una botella de 500 de Brummell. ¿Por qué? Porque durante años y por su elegancia, a Betoret y a Camps se les conocía como herederos de Beau Brummell.
Dos. En las fotografías que adjunto vemos a dos personas aparentemente irreconocibles. Un amigo se empeña en decirme que no son Camps y Betoret. Yo, si quieren que les diga la verdad, creo que son ellos, aunque de entrada no se les identifique fácilmente.
Pero no por la indumentaria con la que presuntamente se camuflan (esos trajes…), sino por las gafas que usan. Claramente se parapetan tras lentes de aumento. Se nota que pertenecen al mundo de las ‘celebrities’.
Quiero decir: dado el tamaño de las gafas, la montura y los cristales ahumados les tapan una parte importante de sus rostros. Menudos rostros.
Por la alegría que manifiesta el señor de la parte supe rigor yo diría que dicho individuo podría pasar por El Fari (que en paz descanse). En cambio, el señor de la parte inferior me recuerda a un extraterrestre. Yo diría que parece salido de Star Trek.
¿Ustedes creen que yo puedo reconocer a Camps y Betoret en esas instantáneas? Ya digo que me cuesta. Pero por sus adminículos de gran lujo se infiere fácilmente que la ropa liviana, de entretiempo, y las gafas de Gucci formaban parte de la uniformidad popular valenciana.
Seguiremos investigando…