La historia monumental… Los muertos y los vivos

Uno. La estatua dedicada a Jaume I sita en la Plaza de Alfonso El Magnánimo, de Valencia, tiene una leyenda en los costados. Como suele ser habitual en este tipo de monumentos. Distinguimos una placa que es descripción y constatación: el Rey Jaime I, leo, nos habría librado del yugo musulmán. Nos habría librado del yugo musulmán. Imagino que debo de sentirme aliviado, ¿no?

Si no llega a recalar por estas tierras, yo ahora sería un fiel del islam. ¿Es esto lo que se quiere decir? Más allá de mis sentimientos o de mis creencias, que son escasas, ecuménicas y más bien ateas, la afirmación es objetable desde todos los puntos de vista. Es decir, es criticable porque a estas alturas no hay quien se la crea.

Ahora bien, la placa, la leyenda, refleja qué pensaban las élites valencianas de finales del Ochocientos. Fue entonces, acabando el siglo XIX, cuando se erigió el conjunto escultórico de Jaume I como un bravo monarca a caballo: justamente según prescribe la tradición. Si se conmemora la gesta de un rey conquistador, no lo vamos a poner en posición sedente o yacente, digo yo, ¿no?

Hay que representarlo, sí, como un guerrero, como un soldado valeroso que nos habria librado, liberado. Por supuesto, esa afirmación es radicalmente incierta: a nosotros, los contemporáneos, no nos ha librado de nada. Ni siquiera por los efectos o consecuencias.

Cuando Jaume I llega a Valencia, a estas tierras, muchos espacios son repoblados. Esto es, estos dominios no los habita una población cristiana esperando ser liberada. No hay cristianos nativos y por doquier que estén ambicionando un poderío usurpado tiempo atrás. Cambiemos de siglo y de estatua. Pero no de ciudad.
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Dos. Pensemos en el conjunto escultórico dedicado al Generalísimo Franco que hasta hace unos años estaba enclavado en la Plaza del Caudillo, de Valencia, actualmente «de l’Ajuntament». Es obra o, mejor, copia del original de José Capuz y data de mediados de los sesenta del siglo XX.

¿Qué tenían en común ambas estatuas, la del General Franco y la de Jaime I? Además de la celebración bélica, además de sus respectivas gestas guerreras, ambos homenajeados se presentan, se muestran, como héroes de la cristiandad. Hemos de suponer que también el Generalísimo nos habría liberado de otro yugo. ¿El liberal, el republicano, el socialista, el comunista, el ateo?

Los monumentos son documentos del tiempo en que se erigen y dicen más de las intenciones de quienes patrocinan dichas obras que de las figuras o hechos homenajeados. La Valencia genuflexa de los años sesenta y la España sometida y dócilmente contenida de aquella década reciben con entusiasmo, con indiferencia o con hostilidad ese recuerdo enfático del Caudillo. Es un tributo más que aquel país paga a su glorioso libertador o conquistador.

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Tres. La historia no es erudición inútil. El conocimiento no es lucimiento. Averiguar qué fue del pasado, qué son esos restos, monumentales o no, que todavía están o estaban junto a nosotros, no es tarea recreativa. Es empresa depurativa. Hay que aligerar el peso del pasado que aún acarreamos. Me explico. No se trata de eliminar o expulsar lo que molesta. Se trata de digerirlo. Y para eso hay que saber cuáles son los restos.

Nosotros no somos nuestros antepasados, pero esos que llamamos antepasados aún los tenemos presentes regurgitando, incluso cloqueando. Como muertos vivos o fantasmas, esos tipos no acaban de irse, no acaban de estar en paz. ¿Y por qué? Porque los removemos o porque nada de ellos sabemos. Lo dicho: no están en paz…

¿Acaso porque continuamos sus guerras con el propósito de ganarlas? No, no se ganan contiendas retrospectivamente. Es más sencillo: como decimos tantas veces con William Faulkner, el pasado no ha pasado y ni siquiera es pasado. Si creemos lo contrario, estaremos en Babia o en las nubes, pero no en el presente, nuestro presente continuo.

Sería fácil decir: dejemos a los muertos en paz. No seremos capaces y ni siquiera es deseable. ¿Por qué? Pues porque los vivos aún estamos digiriendo lo que los muertos hicieron, no hicieron o nos dejaron. Franco, por ejemplo. Ya que no conseguiremos quitárnoslos de encima, al menos mantengámoslos a raya. Por eso hay que conocerlos.


Presentacion de ambos libros

Viernes 14 de octubre, en Llibreria Ramon Llull, de Valencia a las 19:30 horas.

 

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