Bowie y Damon There’s a starman waiting in the sky

Fue hace un año. Acudí a ver ‘Marte’ (2015) muy motivado. Sabía que la historia me iba a gustar. Sabía que iba a escuchar una banda sonora apabullante con presencia y dominio de David Bowie. Según la crítica, el director Ridley Scott había recuperado con este film su mejor cine, sus capacidades para hacer películas entretenidas y con cierto mensaje. Por supuesto, la humanidad de Matt Damon como protagonista absoluto acabó por decantarme.

No he vuelto a ver el film. Por pereza, quizá. Y por miedo: la película tiene referencias y ecos muy explícitos, referencias y ecos audiovisuales a la carrera espacial. Esa disputa o abordaje del espacio exterior fueron mi particular edén infantil y luego mi fantasía juvenil. Entre esos referentes me son muy queridos Stanley Kubrick con su ‘2001. Una odisea del espacio’ y David Bowie con su bella pieza de 1972: ‘Starman’. Un uso irreverente, un mal uso o un uso irrelevante de sus creaciones puede llegar a irritarme.

Pronuncio este último nombre, el de Bowie, y pienso que debería tener la boquita bien cerrada. Aún no he acabado el libro prometido y comprometido con Ediciones Sílex: demasiada paciencia están teniendo conmigo. ¿A volumen me refiero? Al libro dedicado a David Bowie, una obra que yo mismo he anunciado repetida, periódicamente. A mediados de septiembre me quedé paralizado y descontento tras meses de arduo y placentero trabajo.

Además cambié felizmente de género: de la biografía al ensayo, de la vida de David Robert Jones a Bowie como fenómeno cultural. ¿Puedo explicarme? ¿Aún se me puede creer cuando insisto y digo… que confío en completar ese libro. Bowie significa mucho para mí. No rematar dicha obra sería un fracaso. Sin duda no me quitaría la vida o la respiración, pero yo perdería mucho fuelle. Estaría flotando en las nubes, en el espacio exterior o simplemente me volvería marciano o lunático. Pero abandono temporalmente a Bowie para regresar a la película original de Scott y Damon: ‘The Martian’.

¿Cuál fue el resultado, dicho ahora con cierta distancia? Pues el resultado no fue exactamente decepcionante: había momentos en que el film me dejaba indiferente, como una historia ajena en la que no te involucras, con ese gran despliegue cuyas entretelas y producción te son conocidas. También su argumento, el argumento con tics y homenajes a ‘2001’ y a tantas y tantas historias de náufragos, me resulta archisabidos.

Abreviemos. Astronauta perdido en el espacio, en Marte, esperanzado y desesperanzado, emprende una actividad obsesiva para rehacer un refugio, para rehabilitar las condiciones ambientales, para conseguir mayor comodidad, para evitar en fin, la acometida de la Naturaleza, sea ésta en Marte o en la Tierra.

Damon está convincente, porque Matt persuade tanto cuando encarna a un jugador de rugby como cuando hace las veces de un joven apocado. Aquí es un hombre de las Estrellas, un cuerpo protector. Tiene, sí, una anatomía excesiva, aunque a la vez despierta simpatía, compasión, ternura y autenticidad cuando lo vemos sobreponerse a su episodio o rareza espacial. Pero la historia de ‘Marte’ depende sólo de una misión de control eficaz, de unos astronautas que son corazón y determinación, y de un Matt Damon, todo entrañable, un Damon que no puede morir. Y eso lo sabemos. O lo creemos. Como algunos creíamos que Bowie era inmortal.

En la película resuena la promesa de John F. Kennedy, aquella que proclamó al inicio de la legislatura: la de poner hombres en la Luna y traerlos vivos, sanos y a salvo. Pero ahora no es la Luna. Ahora es el Planeta Rojo bajo determinadas circunstancias.. Por eso el propio Scott prefirió ‘Starman’ a ‘Life on Mars?’, del mismo cantante. Son breves minutos pero intensos cuando suena.

Es el hombre solo, el varón que cree haber perdido sus atributos. No es así. Damon se muestra animoso, aunque aquejado periódicamente de inseguridad. De hecho un tipo con sus habilidades e incluso con ciertas capacidades que creía desconocer. Y es una comandante valerosa que capitanea su rescate. Aquí se proyecta la sombra de Ripley, encarnada por Sigourney Weaver.

El final es mágico, tanto que los espectadores se sentirán aliviados: lo contrario de lo que sucedía en ‘Alien’ (1979) o en ‘Blade Runner’ (1982), ambas de Ridley Scott. O en ‘The Man that fell into the Earth’ (1976). Del estreno de estas películas salíamos pensativos y hasta apesadumbrados. De ‘Marte’, salimos extrañamente joviales. ¡Cómo hemos cambiado, eh, Sr.Scott! Quién me lo iba a decir.

Tal vez la cavilación tiene demasiado prestigio.

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