Contra el matonismo

Querido Javier,

Encarna García Monerris y yo nos hemos enterado de la agresión que ciertos individuos, o cientos de individuos, están desarrollando contra ti en las redes.

Tu crítica de las emociones políticas les llevaría inevitablemente a esto, al acoso. En realidad, son fanáticos que no toleran lo que no pueden oír, aquello que los contraría.

Insistimos: nos hemos enterado con estupor de la agresión de que estás siendo objeto.

Sabemos que defiendes los cosas y las causas con vehemencia y racionalidad. Es tu estilo y es la manera en que desarrollas de tu discernimiento.

Javier Cercas. Foto: Arduino Vannucchi, El Cultural

Si lo pensamos bien y lo pensamos contigo, es mejor reservar las emociones y la revoluciones para la vida privada. ¿Acaso por conservadurismo? No, por cierto.

Las auténticas revoluciones se dan cuando los individuos asumen personalmente los principios de un cambio profundo, cuando no se amparan en la corriente por la que se dejan arrastrar.

Las revoluciones por las que vale la pena batirse comienzan en la esfera particular y se inician en la forma de pensar y de percibir el mundo.

Es entonces cuando los sujetos se proponen desarrollar coherentemente, en la vida privada, aquello que predican en lo público. Es entonces, en la esfera particular, cuando de verdad comienzan las mejoras a las que aspiramos.

Hemos confirmado la noticia del bulo que te denigra en la Cadena SER, en El País, en La Vanguardia, en El Periódico, etc. Todos estos medios de prensa coinciden en la valoración y muestran la bajeza de quienes se te oponen con malas artes.

En efecto, es un bulo repugnante. Se ha difundido para vejarte, un bulo según el cual habrías pedido la intervención del ejército en Cataluña. Repitamos: Javier Cercas habría pedido la intervención del ejército en Cataluña.

Por supuesto, es una frase mentirosa y, además, está sacada de contexto. A lo que tú te referías en su momento era a la desastrosa política sentimental que se extiende por doquier y especialmente en Cataluña: a ese sentimentalismo político al que más arriba hacíamos mención.

Bien mirado, el sentimentalismo político no deja campo posible para la práctica racional. Impide el cálculo sensato en las decisiones, decisiones atemperadas.

En política, lo atemperado no es necesariamente la prudencia cobarde. Ni mucho menos. Atemperarse es sofrenarse para evitar desastres. Es tener como meta no agravar el estado del mundo. No incendiarlo.

Y, si de incendios o catástrofes hablamos, la UME, el cuerpo de Bomberos y Protección Civil son lo que queda para apagar fuegos, para sofocar sentimientos muy encendidos.

Atribuirte una solución pretoriana para Cataluña es una falsedad; es, otra vez, un bulo y es, sobre todo, un ejercicio de matonismo.

¿Qué es el matonismo? Es la práctica de la amenaza, de la agresiva advertencia: la amenaza de ejercer la fuerza bruta, la violencia.

El matón es un chulo que se ampara en el miedo que a pocos o a muchos provoca. Lo que se propone es atemorizar, precisamente para que la persona intimidada calle o cambie su conducta.

En ocasiones, el matón no es sólo el tipo amenazante, sino aquel que finalmente acaba cometiendo un acto de violencia física.

Es repugnante que se utilice el matonismo para arremeter contra las personas, contra la libertad de expresión. Y, sobre todo, es deplorable que algunos se valgan del matonismo para destruir al individuo público, su buena fama y su dignidad.

Escribimos en la redes este post urgente para solidarizarnos contigo públicamente, Javier. No podemos callar ante la persecución de que estás siendo objeto.

Recibe todo nuestro apoyo, todo nuestro ánimo.

Abrazos y besos,

Encarna y Justo

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