Un amigo me ha remitido esta misma mañana del sábado la columna que Fernando Savater publica en El País.
No sé qué intenciones tenía. Me refiero a mi amigo. ¿Quizá quería zaherirme? No. Conociéndolo, sé que tenía y tiene la mejor intención, la mejor disposición hacia mi persona.
Un malvado o malpensado podría creer que mi amigo quería infligirme un dolor, una maldad.
Vuelvo a repetir: no.
Hoy, imagino, lo que quería es compartir una tristeza: nuestro antiguo interés, y en mi caso antigua devoción, por Fernando Savater decae irremisiblemente.
El amigo sabe que esta columna me hace daño y sencillamente confirma lo que con tristeza hemos corroborado tantas y tantas veces.
¿Qué cosa? Que Fernando Savater perdió el norte, el centro y el horizonte… tiempo atrás.
Yo espero envejecer aceptablemente. Eso significa no desmentir las posiciones que, a lo largo de los años, he ido manteniendo de manera más o menos congruente.
No hace falta mantenerse idéntico a uno mismo a lo largo de los años, por Dios. Hay que cambiar.
Pero lo que resulta patético es dar un giro completo a tu pensamiento y a tu discernimiento.
Y eso significa también que debemos ser conscientes y lúcidos para no confundir los avances o retrocesos personales con los avances o retrocesos de la Humanidad.
Creo que Fernando Savater es marcadamente ególatra. Siempre lo ha sido. Eso, pues, no sería una novedad ni sería malo o dañino… siempre que supiera ser autocrítico o autodeprecatorio.
Sin embargo, al cabo de los años cualquier lector fiel de Fernando Savater descubre que el filósofo donostiarra
tiene tres predisposiciones incorregibles: la de la arrogancia, la de perderse y la de creerse el centro del mundo.
Tiene tendencia a pensar que sus avances o atascos son equiparables o idénticos a los que la Humanidad desea y precisa.
Savater siempre ha sido una persona lúcida y sutil, de verbo incendiario y de pensamiento temerario.
Lo que uno no podía esperar es que acabara haciendo suyo un ideal reaccionario. Constato que avanza elásticamente en esa dirección.
Punto y aparte.
A mi amigo se lo perdono todo. Él sabe de mi antigua querencia por Fernando Savater. Él sabe de los libros y libros que del filósofo donostiarra he ido comprando, reuniendo, leyendo.
Él sabe de mi decepción, de mi estupefacción, ante la deriva triste, tristísima, de quien fue sutil pensador y ahora es cheerleader de Isabel Díaz Ayuso.
El pensador donostiarra ha pasado de filósofo incómodo y contrario al Todo a hincha de ese mismo Sistema.
Desde hace décadas sigo a Fernando Savater y confirmo sus giros, sus volantazos.
Mayday, mayday, mayday. Lo estamos perdiendo.
——-
Foto: Javier García | MILENIO.
Comparto palabra con palabra tu comentario….. Una pena…