Pons. Dirty chic

“¿Cuál fue la causa principal del nacimiento de una tendencia que se puede llamar dirty chic?”, se preguntan en Bella y genial, una publicación sobre moda y tendencias.

El ‘dirty chic’ “es una metáfora de la libertad y la comodidad, una especie de rebeldía”, aclaran.

Y añaden algo más. Figuradamente responden: “me da igual lo que llevo puesto. Trata de amarme no por mi apariencia, sino por mi mundo interior”.

Al menos en apariencia y en principio, el ‘dirty chic’ te hace un ser de interiores o proclama lo que internamente eres, crees ser o quieres dar a entender.

Además, el ‘dirty chic’ puede pregonar una actitud no consumista. Reciclo. Mantengo. Etcétera.

Dicha actitud puede ser una mera pose, pero no es eso lo que ahora quiero subrayar.

Me importa destacar otra cosa: el ‘dirty chic’ incluye también el calzado. De arriba a abajo.

Si son posibles el sostenimiento y el reciclado la ropa, ¿por qué no va a ser posible hacer lo mismo con el calzado, que al fin y al cabo también forma parte de nuestra indumentaria?

Por ejemplo, unos tenis envejecidos, incluso muy envejecidos, rozados y sucios y hasta roñosos, con los cordones mugrientos dicen mucho de ti.

¿Qué dicen? Pues esto que arriba reproducía: “me da igual lo que llevo puesto. Trata de amarme no por mi apariencia, sino por mi mundo interior”.

Y sí: hay un mundo en el interior de unas zapatillas. Por ejemplo, el pestuzo a pies, bacterias causantes del mal olor u hongos como el pie de atleta.

Fotografías promocionales del partido popular.

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