¿Hay que quemar a los Reyes… en efigie?

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Fotografía: Antonio Barroso


Leo en Abc que, coincidiendo con una visitadel Rey a Gerona el día 13 de septiembre, un grupo de cuatrocientos exaltados que se oponían a dicha presencia se manifestaron con contundencia, llegando a quemar fotos de los monarcas españoles. Tenían una particularidad las fotos incineradas: estaban puestas del revés. Por lo visto en televisión, por las banderas de que eran portadores y por los símbolos de que se rodeaban, se infiere que esos manifestantes eran maulets, se autodenominan maulets, y al invertir el retrato de los reyes repetían lo que la tradición atribuye a los naturales de Xàtiva: los nacidos en esta localidad valenciana tuvieron que padecer el incendio de su población, ordenado por el primer Borbón que se instaló en España (de ahí el sobrenombre con que se les conoce: socarrats). La ciudad de Xàtiva fue quemada como castigo a la resistencia que opuso al linaje Borbón. ¿A qué época nos referimos? Estamos hablando del siglo XVIII, de la guerra de Sucesión que se libró entre las tropas que postulaban al Archiduque Carlos y las que seguían al futuro Felipe V. Las venganzas fueron amplias y reconocidas por la historiografía, características por otra parte de tantos enfrentamientos bélicos. Cuando la guerra es verdaderamente un conflicto entre caballeros, entonces los lances tienen por propósito desarmar al enemigo evitando que sus tropas nos dañen o malogren. La legitimidad asiste a las partes y, por tanto, el adversario es visto como un oponente caballeroso y temible que merece ser tratado dignamente. En cambio, cuando el conflicto  cobra perfiles de guerra civil, entonces al enemigo se le quita toda legitimidad: más aún, se le concibe como un verdadero enemigo interior, rebajándosele incluso su condición humana.

La guerra, esa guerra así concebida, “procede de la enemistad, ya que ésta es una negación óptica de un ser distinto”. Esta aseveración la dejó escrita Carl Schmitt en su obra El concepto de lo político (1932). Por eso, las guerras civiles suelen ser tan crueles: a quien se tiene enfrente no es al inimicus sino al hostes: es decir, se tiene a algo más que un adversario: es nuestra negación o contraparte, aquel con quien no puede negociarse, aquel que nos refuta por el simple hecho de existir. Es posible que nos haya infligido daños reales, objetivos, pero, sobre todo, lo más importante es que los menoscabos materiales o fantaseados los vivieron nuestros antepasados y ahora los seguimos viviendo como insoportables. No se pueden olvidar y el trato que podemos dispensar sólo es el de la venganza. Así lo vive determinada gente.

La guerra de Sucesión tuvo mucho de estas características, pero no porque fuera la imposición de una nación extranjera sobre otra, no porque se implantara una institución extranjera sobre la propia, sino porque las instituciones en conflicto las defendieron unos naturales contra otros y, por tanto, la legitimidad de una sólo podía ser la ilegitimidad de la otra. Pero del resultado de aquella guerra se beneficiaron no sólo las tropas foráneas defensoras de un nuevo orden, sino también tantos y tantos catalanes y valencianos (¿botiflers?) que se valieron de la nueva Monarquía para sus intereses particulares. Los historiadores que han estudiado el Setecientos así lo han mostrado fehacientemente. Un juego de suma cero se libraba, como también se libraban el cese de privilegios y la concesión de nuevas ventajas para los nativos. Al parecer, muchos naturales de  Xàtiva  manifestaron una firme oposición a Felipe V y de ahí vino el incendio de la ciudad, su cambio de nombre (San Phelipe) y otras sevicias menores que los ganadores impusieron. Como contrapartida, como acto de venganza simbólico, aunque tiempo después, el retrato del Rey sería vuelto del revés para su escarnio y oposición.

Ahora, varias centurias después, unos autodenominados maulets han invertido la fotografía de Juan Carlos y Sofía y, con un retraso de siglos, les han hecho pagar a los Borbones la crueldad de aquel incendio principal ocurrido en Xàtiva: les han hecho pagar por ello pegándoles fuego mientras con fervor viril coreaban “los catalanes no tienen Rey”. De dicho acto podemos efectuar varias lecturas: desde la obvia, el infantilismo violento (son adolescentes enrabietados), hasta la refinada y melancólica, el historicismo (las llagas y las fantasías no se curan); desde la impotencia ideológica (sólo cuatrocientos maulets), hasta la exhibición mediática. La violencia resulta muy atractiva en televisión cuando del acto cometido no se sigue sangre o descuartizamiento. Que un emigrante se queme a lo bonzo resulta insoportable para nuestras tiernas retinas, claro. Que a una persona que simboliza algo se la carbonice en efigie para algunos puede resultar hasta entretenido. Ésa es la lógica de los medios… Pero la historia nos muestra que la quema en efigie es muchas veces cobardía achispada. Esos individuos que incineraron las fotografías para que las televisiones las registraran no se creerán cobardicas ni gallinas: se juzgarán machotes y cojonudos, incluso alegres y combativos. Pero su acto no es más que un gesto impotente, el primer paso del progrom, del linchamiento que una colectividad embriagada comete.

Hace mucho tiempo, en los años sesenta, a Joan Fuster  lo quemaron en efigie unos bárbaros que lo repudiaban y, por ello, montaron la ceremonia de un auto de fe. La combustión sucedía el 9 de marzo de 1963 y, como el propio Fuster dijo en Combustible per a Falles, “estas circunstancias solían darse de una manera regular en las antiguas combustiones de heresiarcas, cuando el reo era condenado en  rebeldía o a título póstumo”.

Patética venganza…

38 comentarios

  1. Estupendo análisis de historiador y de psicólogo acerca de las razones cainitas que nos llevan a matar «al otro» que refleja implacable nuestro propio lado oscuro. Hasta ahí, de acuerdo, Justo Serna, a partir de ahí siento disentir. ¿Llegaron los borbones por la vía democrática a España? No, lo hicieron a sangre y fuego, y con crueles y humillantes venganzas de carácter medieval. ¿Se hubieron de marchar por las vías democráticas?. Sí, dejando un rastro de sangre y fuego promovido por sus partidarios inconfesables que se dieron un tiempo de cuarenta años y un millón de muertos y otros treint millones muertos de miedo para que no volviese a crecer la hierba (la mala) tras sembrar la sal y socarrar la tierra. ¿Qué sucedió después? Los llamaron. ¿Por qué vía? Tras crear un clima impelido por el dictador, para lo cual lo proclamó primeramente su sucesor (¡¡¡sucesor de un Cabdiello, de un jefe de forajidos!!!) nombró a su Ministro Secretario General del Movimiento director general de RTV para alentar su figura tras casarlo con la descendiente de otro rey desacreditado y cuyo heredero traicinó a su pueblo entregándolo a los despiadados coroneles griegos.
    ¿Y luego, qué? Llenarían páginas las anécdotas negativas de los resucitados borbones, incluída la comedieta del 28 de febrero de cuyos ocultos flecos cada día se sabe más y que los consolidaron en el poder a partir de 1982. ¿Hommages to Catalonia del rey actual? Ninguno, que yo sepa, salvo el «tranquilo, Jordi tranquilo» del muy seguro monarca en la noche del golpe bufo.
    ¿Hommages to Valencia? ¿To Xátiva la phelipona? Nasti de nasti. Además, ¿para qué? ¿Quién se lo ha exigido? Este atajo de borregos aceptó la rendición sin condiciones a los espadones que pactaban la Constitución debajo de la Mesa de los simpáticos «Padres de la Patria» (Fraga entre ellos)…
    ¿Debe quemarse a los reyes en efigie? No lo sé. Hay quien cree que sí, como se queman banderas norteamericanas cuando incendian y bombardean pueblos y dan golpes como el de Alllende o el de Saigón. Reyes o no reyes, no creo que sea un acto de cobardes, ni un acto negativo, salvo para quien se considera monárquico o crea que las figuras no democráticas no deben ser tocadas en su sacralidad, por muy Jefe del estado que haya sido proclamado en condiciones de inferioridad psicológica de todo un pueblo que creía así salvarse de algo peor… Maulets, pues bueno. Sus ofensas no han sido lavadas todavía. La conquista de España por las tropas borbónicas, también trajo cosas buenas, como los gobiernos del Conde de Aranda bajo Carlos III, a quien Goya, afortunadamente puso en su verdadero sitio con las caricaturas de toda su familia, él incluído, de la que solo se salva el delicioso Infantito que conmovió su corazón de viejo. Pero recordemos los incendios sucesivos de espadones y validos. Recordemos al nefasto Fernando VII ¡Por los clavos de Cristo! ¿Cobardes que se creen machotes? Quizá estemos asistiendo al comienzo de algo.Por de pronto, a la tan socorrida «purificación por el fuego» a la que tan acostumbrados nos tienen a los españoles.

  2. A Joan Fuster, gran ensayista catalán y catalanista, lo quemaron en efigie en 1963 en la entonces Plaza del Caudillo de Valencia. Como él señala en ‘Reflexions d’un ninot de falla’ (crónica recogida en Combustible per a Falles), lo que se montó fue un auto de fe para alguien que no estaba allí: eso muestra impotencia o cobardía. Podían haber ido a buscarlo a casa, a Sueca, encontrarlo y lincharlo directamente. Las autoridades del Régimen y la menguada y triste sociedad civil de la Valencia franquista se conformaron con quemarlo en efigie: con ello le hacían pagar el daño infligido por un catalanista a la definición ortodoxa de lo valenciano. Quemar banderas es impotencia, como lo es incinerar fotografías, pero sobre todo esos actos son un primitivismo de magia simpática (si podemos llamarla así). No sé qué frena linchar al enemigo directamente. ¿Que faltan armas y pertrechos? ¿Que faltan tropas y convencidos? A los cuatrocientos maulets (según la prensa) que festejaban la machada les superaban en número los ochocientos empresarios gerundenses reunidos en torno al monarca. ¿Dónde estaba la sociedad civil? Instar a la violencia (aunque sea indirecta o en efigie) es una irresponsabilidad y es, en fin, el principio del delito.

  3. No estamos hablando de los bárbaros fascistas, maduros con gafas oscuras y bigote que pretendía asustar a mi querido amigo Joan. Lo hubiesen matado si hubiera sido posible, con la impunidad con que sus antecesores desenterraban judíos para quemarlos en la hoguera o purificaban en ella a todos los familiares de Vicente Ferrer. A un antepasado mío, Monntferrat lo hicieron arder en Montpellier. ¿De qué me está hablando? ¿Son términos comparables los que aduce? Hablamos de jóvenes turcos que protestan no en un Régimen de excepción, sino en uno democrático donde sus reivindicaciones no tienen ningún cauce ya, pues el bipartidismo ha ganado la jugada (entre otras cosas gracias a los Fragas de la Transición y la ley d’Hont). ¿Son maulets? ¿Cuatrocientos? Bien, y qué, rodeando al monarca había ochocientos empresarios, botiflers bien instalados en el poder. El económico, claro, por el que apoyaron los suyos de entonces al pretendiente antecesor del actual monarca, contra quien hubiese sin duda respetado lengua, libertades y derechos de catalanes y valencianos. Y quizás sin esa nueva guerra civil no existiría el irrendentismo gibraltareño… por añadidura. ¿Me dice usted estas cosas el día del asesinato de Victor Jara que murió con las manos cortadas en el Estadio Nacional de Chile?. Insisto, esa quema de monarcas en efigie es como la bandera americana que quemé tantas veces en la Universidad. Una festiva pero airada falla donde no se queman tópicos sino reivindicaciones históricas cargadas de razón: Recuperación de la memoria histórica, lo llamo yo. veo que usted no.

  4. Apreciado Miguel, usted sabe que le tengo un enorme respeto, pero no me convencen los argumentos que emplea para desacralizar el auto de fe. Cuando escribo sobre la quema de reyes en efigie lo hago porque he hablado con mi hijo sobre ello: porque le educo y le quito al muchacho adolescente listo e impulsivo que es ese pronto de violencia púber que siempre está a punto de estallar. Hay razones para frenar la violencia. ¿O vamos a ser pacifistas sólo cuando atacan a los nuestros?

  5. Justo, debe usted educar a su hijo como mejor crea en su leal saber y entender. Faltaría más. Creo que los mismos criterios he aplicado a los míos, que sin embargo reaccionan y se movilizan y manifiestan cuando, acorralados, no hallan otro modo de expresarse.
    La quema en efigie es sólo un símbolo. El fuego de ETA o de Al Queda, no. La Kristalnacht, no, la quema de libros por las Juventudes Hitlerianas, no. La masacre de Stormont, no. La guerra de Irak, no.
    Siento que no le convenzan mis argumentos, aunque usted mismo plantea una grave duda en el titular de su post de hoy: ¿Hay que quemar a los reyes… en efigie? En efigie, cuando sea necesario para fundamentar una protesta. Sí. Siempre.En nombre de la libertad de pensamiento. Personalmente, en carne y hueso como en los autos de fe de la Inquisición, o en el cadalso como les ocurrió a borbones y aristócratas en Paris, entre el aplauso del pueblo…No.. No sé, ¿tienen sus propias leyes las situaciones revolucionarias? Otra contradicción: ¿Se puede ser pacifista cuando están masacrando a los suyos? ¿Recuerda usted cómo fueron exterminados los mártires de la Comuna? Aún puede llorarlos ante el «mur des fédérés» en Paris y cantar, si se la sabe, la canción que entonaban al morir: se llamaba «le temps des cerises». No quemaron sus retratos. El poder absoluto no quema retratos. Y si no pudieron linchar de verdad a nuestro Voltaire valenciano, es porque estaba en juego por entonces… que los botiflers entrasen en el Mercado Común (hoy Unión Europea).

  6. A ver, a ver, un momentito que me temo que estamos confundiendo la base del debate.

    Se está dando por buena la afirmación: “Por eso, las guerras civiles suelen ser tan crueles: a quien se tiene enfrente no es al inimicus sino al hostes: es decir, se tiene a algo más que un adversario: es nuestra negación o contraparte, aquel con quien no puede negociarse, aquel que nos refuta por el simple hecho de existir (…) La guerra de Sucesión tuvo mucho de estas características, pero no porque fuera la imposición de una nación extranjera sobre otra, no porque se implantara una institución extranjera sobre la propia, sino porque las instituciones en conflicto las defendieron unos naturales contra otros y (…)”

    Y, a partir de ello, todo el resto deviene una reflexión sobre el conflicto civil que subyace en la incineración de un papel (Por cierto, que es una suerte que no sean uds, mayoritariamente, nacionalistas, porque vaya importancia le dan a unos papeles fotográficos (el retrato), a telas de colorines (la bandera), al sustento legal-racional de la burocracia administrativa (la constitución), la denominación geográfica de un estado (España, la patria), etc. etc.), en fin, decía que, sobre la base antedicha, han venido a plantearse las cosas que hay detrás del hecho. Pero la base no es cierta.

    El 24 de abril de 1707, Valencia aun era un reino. Y un reino que, trasladado a nuestros días, definiríamos como soberano. Esto es, con una legislación propia, con su propio sistema de representación – sí, del Antiguo Régimen, pero propio – sus sistema jurídico, económico, militar, diplomático, monetario, gubernamental, administrativo… propios. Hasta su propia bandera. ¿Exageración?, “facta, non verba”: la Casa de Indias tenía la misma consideración para un alemán que para un valenciano: extranjeros; esto es, los valencianos NO podíamos ir a América, eramos otro país.

    No creo que haga falta recordar que el matrimonio de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón sólo fue una unión dinástica, esto es, que sólo compartíamos, los que hasta ese momento éramos países independientes, el mismo monarca. Punto. En nada más cambió la situación legal entre Castilla y Valencia. Bueno, sí, hubo otra institución que se compartió, el Santo Oficio (la Inquisición) pero eso es otra historia que en nada desdice el hecho: entre 1469 y 1707 los reinos de Castilla y Valencia fueron jurídicamente independientes y así reconocidos tanto en el concierto internacional como en el interior de la monarquía hispánica (¡que se lo pregunten al Conde Duque y su desesperado intento de “Unión de Armas”!).

    El 26 de abril, tras la Batalla de Almansa, Felipe V Borbón, el rey castellano, “por justo derecho de conquista” (sic) decidió “reducir al fuero castellano” (sic) al Reino de Valencia. Y, precisamente, por ser un país conquistado por una potencia foránea (tras un hecho bélico de ocupación militar) y porque se implanta una institución extranjera (las Cortes de Castilla en substitución de les Corts Valencianes), fue un acto de agresión, invasión, derrota y ensañamiento con el derrotado por parte del vencedor… extranjero.

    En 1713 Aragón correría la misma desdichada suerte, en 1714, Cataluña y en 1715, el Reino de Mallorca. La antigua Corona de Aragón se convirtió en española, pues, “manu militari”. Y esos son los hechos.

    Que trescientos años después, cuatrocientos muchachos representaran su papel “maulet” y ochocientos empresarios el suyo de “botiflers”, que unos quemen papeles y otros le regalen yates de recreo al actual jefe del Estado, en fin, es lo que hay. Pero los hechos primarios son incontrovertibles: la Guerra de Sucesión no fue una contienda civil, fue una invasión extranjera.

    En 1707, los valencianos pasamos a ser castellanos por la vía bélica y, de esa herencia, en 1808, pasamos a ser, por primera vez, españoles. Si esto lo tienen claro, mejor si se replantean sus argumentos.

    Yo, vista la intervención de don Jaime, no puedo mas que sumarme a ella: nadie nos ha preguntado por esta monarquía (ni siquiera por esta dinastía) y tampoco soy partidario de quemar nada.

  7. Vea ud, don Paco, lo próximas que están las palabras «discutir» y «discurrir». Los señores Veyrat y Serna, porque discuten, discurren. Aquí no se hunde nada, al revés, se refuerzan las ideas.

  8. Lo que voy a escribir viene del anterior mensaje, en el que no he podido participar, pero enlaza perfectamente con éste.

    Cuando alguna madre, al comprar el material escolar para su hijo y pedir el niño, por ejemplo, folios, le decía a su hijo «No, que esos los trae papá de la oficina», mi padre me decía que aquella señora era una pequeña delincuente, delincuente dentro de sus posibilidades y concluía exagerado: «Se comienza llevándose los folios del trabajo y se acaba siendo Mario Conde». Esto hubiera escrito ayer si la terrible maldición que ha debido caer sobre mí, llevándose en quince meses a veinticinco personas queridas, no se hiciera notar, otra vez en el más próximo de los seres que puede abandonarme, el más próximo y el más dulce que agoniza lentamente sobre mí y que me ha adorado y acompañado sin fisuras durante casi quince años sin tener que decir ni una sola palabra. Ahora duerme. Polka duerme tranquila en mis rodillas y yo les cuento lo que hubiera querido decirle ayer a Veyrat, cuando insinuaba que nuestra nueva y encantadora contertulia podía ser yo (bienvenida y también yo la leo con gusto).

    Sin que esto suponga el menor reproche encubierto, puesto que no tengo ni idea de las condiciones en que nuestra contertulia charla aquí ni soy quién, yo nunca lo haría en el ordenador de mi trabajo (por aquello de los folios :-)), si tuviera la suerte de tener un trabajo y tampoco hubiera podido jamás, pese a lo mayor que soy (ay) haber formado parte del mundo laboral en los años sesenta, a lo sumo del escolar. Nuestra querida Fuca (Francisca para Kant) que estará corrigiendo exámenes como loca, jamás se equivoca en esas cosas. Le debe dar igual el nombre con que firme cada uno; un solo renglón le basta para saber quién lo ha escrito.

    A lo que iba, que me pierdo y les canso tontamente. Nos dice Justo (mirar el horizonte nos lo ha devuelto eminentemente inspirado):

    «Esos individuos que incineraron las fotografías para que las televisiones las registraran no se creerán cobardicas ni gallinas: se juzgarán machotes y cojonudos, incluso alegres y combativos. Pero su acto no es más que un gesto impotente, el primer paso del progrom, del linchamiento que una colectividad embriagada comete.»

    Sí y porque son muy jóvenes y porque están enardecidos es por lo que hay que frenarlos. «Se comienza llevándose unos folios… o quemando trapos y fotos y ¿Cómo puede acabarse? Según aquellos que vivieron los tiempos de ira y de locura del fin de nuestra Segunda República, con la quema de iglesias (más justificada, si es que puede justificarse nunca la barbarie, aun que cualquiera de las que se han mencionado aquí) todos se dieron cuenta de que su amada república había terminado. Porque escribe Veyrat: «¿Debe quemarse a los reyes en efigie? No lo sé.» Incluso después duda de si deben quemarse realmente. Yo sí lo sé y concuerdo con Jaime y con Kant: no se debe quemar nada y menos incitar a los chicos a ello, que viene a ser como echar leña al fuego.

    «Instar a la violencia (aunque sea indirecta o en efigie) es una irresponsabilidad y es, en fin, el principio del delito.» Totalmente de acuerdo, Justo, aunque todos hayamos tenido momentos en que una sonrisa avergonzada se nos escapara ante un acto violento (y recuerdo ahora el salto mortal y por los aires del cómplice asesino Carrero Blanco).

    En respuesta a la pregunta de Veyrat «¿Se puede ser pacifista cuando están masacrando a los suyos?» debo decir que sí, que sí a tumba abierta, con desgarro de uno mismo. Ser pacifista no es sinónimo de indigno, ni de cobarde y sólo cuando a uno le afecta realmente lo que ocurre demuestra lo que es: pacifista, educado, decente o lo contrario y, si le ocurre algo a alguno de los míos y me ciega la ira, pediré que haya alguien que me frene, que me sujete y que me calme y entenderé a quien le corte la cabeza a un tirano, pero es que llevamos muchos siglos tratando de superar precisamente eso.

    Debo añadir que me considero más republicana que el que lo sea más y que no voté la Constitución, pese a mis ansias de ejercer el voto deseado, porque fue el momento en que me preguntaron si quería que España fuera un reino, aunque fuera en un lote demasiado grande y me quedé en casa rezándole a Voltaire para que saliera aprobada esa constitución.

    Mis saludos efusivos a todos, no sólo a Kant, que se palpan unos celos muy tiernos por éstos pagos :-)

  9. Ah, Señor Kant, paleógrafa musical (y de las otras) y haciendo uso de esos simples saberes se doctoró el la remota juventud, es la que suscribe, para lo que guste. Añado que mi abuelastra, mujer leída y «escribida» donde las hubiera, en las hermosas y enormes cartas que escribía, siempre sustituía la palabra más por el signo matemático y ponía sólo una cu para escribir que. La indescriptible forma de escribir sus mensajes de nuestros muchachs, no significa nada, sólo una paga que no llega. Lo otro, lo otro sí que…

  10. Cosas que dijo Joan Fuster a propósito de la Monarquía Hispánica:

    «Felip Vè va derogar els Furs de València. La decisió semablava una venjança o un càstig, com l’incendi de Xàtiva. Probablement, aquell rei hauria fet el mateix sense l’excusa de la rebel·lió -no unànime, altrament- dels valencians. En realitat, resultava absurda la supervivència de les legislacions medievals de la Corona d’Aragó en el si d’una monarquia absoluta«.

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    Dice el señor Kant: «la Guerra de Sucesión no fue una contienda civil, fue una invasión extranjera». La menguada o no unánime «rebel·lió» de la que hablaba Fuster prueba la implicación civil de una parte de la Valencia del Setecientos en aquel experimento absolutista. Desde el principio hubo fidelidad borbónica de algunos de los linajes más distinguidos del reino (Carroz, Castellvi, etcétera) y hubo nuevas incorporaciones a la causa de la nueva monarquía por parte de oligarquías locales: se vieron beneficiadas con empleos gracias a la venta de oficios, a las regidurías vitalicias. Esas nuevas oligarquías, por otra parte, no eran ni siquiera nobles rancios o de viejo título: muchos de sus representantes eran de procedencia estamental poco sólida, como ha demostrado E. García Monerris en su libro dedicado a las oligarquías del Setecientos valenciano: La monarquía absoluta y el municipio borbónico (Madrid, CSIC). La guerra de Sucesión tuvo un trasfondo internacional (qué duda cabe), pero fue también y sobre todo un conflicto civil entre valencianos: unos, partidarios de las «velles arquitectures forals» –en palabras de Fuster–; y otros, partidarios de acabar con el reglamentismo foral que obstaculizaba el ejercicio del poder autocrático y el enriquecimiento de los nuevos grupos sociales. No fue la imposición de un Rey solo frente a un Reino: en principio fue una política absolutista y vengativa apoyada por naturales que estaban dispuestos a beneficiarse de esos cambios institucionales.

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    De todos modos, lo que se discute aquí es el acto entre impotente y cobarde de quemar en efigie a un Borbón que no estuvo en Xàtiva cuando su incendio. Con la lógica de los actuales maulets, los nietos han de cargar con la responsabilidad de lo hecho siglos atrás. O, con otra lógica, quemamos en efigie porque hacemos lo mismo que nuestros antepasados, demostrando con ello escasa originalidad en la protesta. Por otro lado, poner el retrato del revés no es una práctica del Setecientos: es una simpática venganza de los nietos «dels socarrats». Algo inventado siglos después.

  11. Sí, también en «14 de abril» los llaman gilipollas, sin aportar ningún argumento ni pararse a pensar en las peculiaridades históricas que Kant detalla mucho mejor que yo: sólo que a los reyes no hay que quemarlos ni en efigie. Bien, no deja de ser una opinión. Y quiero solamente apostillar algo, ya que todo el mundo parece ser partidario de la paz. Primeramente: yo no he dicho ni diré nunca que sea, personalmente, partidario de que quemar a nadie. Reléanse mis palabras. Mis actuales y veteranas aportaciones a este blog lo pueden confirmar. Segundo: Defenderse de una interpretación falsa, conduce a la melancolía, por lo que no haré tal. Tercero: Con los ejemplos de la lógica de las Revoluciones (francesa, inglesa, rusa, etc. etc.) solamente quería significar que la historia de la humanidad no se ha hecho sin romper huevos: La de España abunda en regicidios. Tengo demasiados años y he visto demasiada sangre y dolor como para desear mal a nadie en particular. Que no me parezca mal que los jóvenes muestren su cólera como les pida el cuerpo, aunque sus padres los hayan educado de modo exquisito, sobre todo si lo hacen quemando símbolos, no quiere decir que esté incitando a la violencia. É basta, carissimi amici miei.

  12. Addenda: «Con la grande polvareda, perdimos a don Beltrane», o sea, el regreso de los borboncitos a estos pagos. ¿Quién los llamó? ¿Fuimos llamados a consulta para la «reinstauración», que así se llamó, de la monarquía? Y no me digan que la votamos junto con la Constitución, porque todos sabemos cómo se pacto y bajo qué amenazas y consecuencias. En otro orden de cosas: En época de Franco se solían colocar los sellos con su simpática sonrisa del revés al frente de las cartas. Avisado el servicio de Correos, las que así mostraban su cariño al dictador, no llegaban jamás a su destino… porque que se acabó el carbón de la protesta.

  13. Addenda bis (y perdón por mi quizás excesiva presencia): ¿Alguien podría explicar a los bienpagados asesores del Monarca que planificar una visita del Rey y Príncipe de Gerona a su antiguo feudo dos días después de la «diada» (que conmemora por cierto la derrota de Cataluña frente a las tropas borbónicas) es —eso sí— una auténtiza gilipollez política? En otros contextos eso se habría llamado pura y llanamente «provocación».

  14. Apreciado Miguel Veyrat, mi abuelo solía preguntarse: ¿Qui prodest?

    Escenas como las de Girona sólo contribuyen a difundir cierto victimismo y a presentar a los republicanos como violentos. Sinceramente, ¿a quién beneficia?, ¿quién saca mayor rédito de esas escenas?, ¿no tenemos otros recursos para expresarnos contra la monarquía?

  15. Por supuesto, apreciado Júcaro, pero contemple usted el contexto de este debate y mi segunda «addenda». No «somos los republicanos» quienes protagonizamos ese acto… sino catalanistas airados… y (ojalá) federalistas. Aunque, mire, por ahora somos muy pocos, muy pocos en manifestarnos públicamente como tales republicanos, y no digamos en emprender acciones a favor de un cambio de régimen que, estoy seguro, se producirá tarde o temprano a medida de que Europa se configure y madure nuestra ciudadanía… Pero ¿Será usted capaz de prever, cuando el momento llegue de dejar los blogs, los editoriales, los argumentos, para pasar a las protestas en la calle? No seremos diez ni cinco mil, entonces, serán cientos de miles en cada pueblo, en cada esquina. ¿Y los tiempos previos a esa «crecida»?¿ Piensa usted que serán pacíficos? ¿Que un cambio de régimen sería posible sin al menos la quema en efigie de algunas fotos (por poner un ejemplo)? ¿Intervendrán los caballos, las furgonetas, las metraletas? ¿Ha contemplado usted el comportamiento asilvestrado e incendiario de los partidarios del PP y todo lo que conlleva de rancias religiones y monarquías visigóticas? No han pasado de las palabras,claro, por ahora. Sólo claman en coro ante su líder: Pujol, enano, habla en castellano.

  16. …Y que conste, a riesgo de resultar plúmbeo, que no defiendo la quema de nada ni nadie. En ningún contexto. En pleno siglo XXI ya corren demasiados llamas y ríos de sangre.

  17. Aceptando eso de «catalanistas airados», añado que también republicanos. Efectivamente, un día habrá que dejar los blogs y otros recursos para salir a la calle. Ese día, ojalá más pronto que tarde, desearía que no portásemos banderas para exhibirlas contra quienes ven pasar la manifestación, ni que gritáramos sino para invitarles a la fiesta; mientras tanto, didáctica, palabras y argumentos.

  18. Júcaro, coincido enteramente con usted: el republicanismo, hoy, no se expresa, no puede expresarse, quemando banderas o efigies reales. El republicanismo es una noble idea –un objetivo digno– que no precisa de violencias radicales. Quemar la imagen del Rey vuelto del revés es una triste y anémica venganza. Contrariamente a lo dicho por Carl Schmitt, yo no creo que la política sólo sea un juego de suma cero con enemigos irreconciliables a los que hay que eliminar. Los radicales de Gerona son una muchachada airada que vive cómodamente en una sociedad rica y bienestante.

  19. ¿Qué seguridad tiene, muy estimado Júcaro, de que ese día será una «fiesta»? Creí haberle dicho que estudiase bien el empleo de la bandera franquista, y hasta de la Constitucional, realizado hasta ahora los partidarios de las monarquías, incluída la de Cristo Rey, quien por cierto fue torturado y ajusticiado por el Emperador, en cuanto se proclamó restaurador de la monarquía davídica, de la que descendía, frente a la dinastía Antipater, en el virreinato que les concedieron en su época los amos de aquél martirizado territorio. Qui prodest, decía su abuelo? Deje que otro abuelo le responda: Por supuesto, a los enemigos de la República, que hacen amalgama de todo lo que no es UNO. Pero qué le vamos a hacer: ¿No existe libertad de expresión y manifestación? ¿Cuáles son sus límites legales? ¿Ha salido herido o dañado algún miembro de la familia de Borbón y Grecia? El Jefe del Estado ya es irresposable fiscalmente, ¿tampoco se le puede decir que no se le quiere? ¿Y que nos gustaría que trabajasen por lo que cobran? O es el precio que pagamos porque se los propusiera como escudo contra el baño de sangre con que amenazaban los espadones de Franco y sus civiles armados en la Transición? Por muy violenta que sea la forma, o muy cutre, como en el caso de El Jueves, nadie está por encima de las libertades y los derechos humanos. Y ya han pasado más de treinta años de aquello, aunque menos delos que me pasé (nací en 1938) sin poder elegirr, manifestarme ni opinar libremente. Adniro su buena educación, paralela a la de los hijos de mi admirado Justo Serna: Didáctica,palabras y argumentos. Vale. Pero todos.

  20. http://larepublica.es/spip.php?article6973
    Si entran en este link hallarán la noticia de que Juan Carlos I ha sido hallado el Tercer monrca más rico de Europa. Es una noticia distribuída nada menos que por la DPA (Deutsche Presse Agentur) una de las más fiables del mundo. Léanla, porque seguro que no la encuentran en ABC u otros… independientes.

  21. La verdad es que no me gusta la violencia aunque sea de símbolos, pero si hay violentos, que sean simbólicos. Creo que es interesante lo que dice J. Serna sobre la venganza simbólica pero se le nota el odio al nacionalismo.

  22. Yo les voy a dejar a ud. con esta diatriba en la que se han enzarzado desde, lo que me parece, que es el mismo bando republicano, sólo que con sensibilidades diferentes. Honradamente, no concibo que ninguno de los que han intervenido hasta el momento esté a favor de la cremación de nadie ni de nada, aunque sí se aprecio un mayor o menor interés en subrayar lo simbólico del hecho, lo que ese símbolo significa y lo adecuado u oportuno que pueda ser.

    Insistiré, pues, sólo en un punto que es la cuestión jurídica que desencadena la noticia. La noticia es la quema de determinadas efigies por parte de unos jóvenes – “maulets” – que consideran conculcados los derechos legales de los antiguos países de la Corona de Aragón (el 11 de septiembre, día de autos, se recuerda la caída de Cataluña) ¿me equivoco? A partir de aquí el señor Serna nos propone dos tipos de conflictos, el interno – la guerra civil – y el externo – la guerra de invasión extranjera – y, desde esa dicotomía opta por considerar la Guerra de Sucesión integrada en el primer grupo. Ya les dije que no. Se lo argumenté con hechos históricos incontrovertibles.

    Y si es que no, considero que la visión de la escena en la que los actuales “maulets” queman efigies del actual jefe de Estado frente a un grupo monárquico – que les doblaba en número – y que se podría definir, como se hizo en este “post”, como “de empresarios” cobra una lectura bien diferente.

    Es diferente porque no estamos hablando de un conflicto devenido de un desacuerdo civil, interno, sino de una imposición extranjera, externa. La tozudez de los hechos así lo indica de forma irrefutable. No obstante, el señor Serna aporta otros datos para tratar de soslayar esto y sustentar su razonamiento inicial. Es muy interesante su aportación. Especialmente, porque refuerza la propia tesis de la que parece discrepar.

    1) Nadie le va quitar la razón al texto de Fuster: aunque la supervivencia de la legislación medieval – que por cierto, ya apunté en mi anterior intervención – es precisamente lo que demuestra que estamos hablando de dos países distintos: los regidos por la legislación castellana y los regidos por la legislación valenciana. O sea, dos países jurídicamente extranjeros entre si, compartiendo el mismo vínculo legal que podían tener, ellos, con Flandes o Nápoles. Y a nadie se le ocurre pensar que los flamencos o los napolitanos eran españoles ¿verdad?

    2) No alcanzo a ver donde apunta el hecho de que la nobleza valenciana y la oligarquía local pactaran con el enemigo exterior. La traición a la propia patria, a su propio pueblo, por parte de los poderosos es un hecho tan universal e intemporal como la propia existencia de la Humanidad. Por ponerles un ejemplo, durante la edad moderna, la nobleza polaca se integró tanto en la rusa que acabó desapareciendo (como la valenciana) y su burguesía se afrancesó tanto que llegó a perder el polaco – en beneficio del francés y del ruso – como lengua (como el valenciano catalán). Sólo el campesinado la mantuvo (como en el País Valenciano). ¿Cabe inferir de ello que Polonia es una parte de Rusia? ¿cabe decir que un conflicto entre polacos y rusos es un conflicto civil? Como la prudencia más elemental les hará responderme que no, por favor, ¿por qué va a valer el argumento para Polonia pero no para València y por extensión para los países de la Corona de Aragón?

    3) Que la finalidad de la guerra fuera una u otra, que Castilla contara con aliados internos o no en València, que existiera un encono civil entre “botiflers” y “maulets” valencianos (o catalanes, mallorquines, aragoneses), que unos fueran más “modernos” que otros, que unos facilitaran el capitalismo y otros lo entorpecieran, no rebate, ni quita, ni niega el elemento jurídico fundamental que se debate en Utrech para determinar el Tratado que daría fin a la guerra: el reino de Castilla había invadido y conquistado militarmente cuatro países que podía retener sometidos a su ley (otros, de igual consideración jurídica, los perdía, caso de Flandes, Nápoles, Sicilia…). Insisto: esos son los hechos. Una invasión extranjera.

    Y los muchachos de Barcelona reclamaban lo consideraban justo: que una guerra sangrienta y rencorosa no sea la base de un estado democrático, el español. No entro en sus medios, eso discútanlos uds, pero no bastardeen su fin.

    No comentaré la alusión a «antepasados», «nietos», “siglos” y demás indirectas a los trescientos años pasados de aquella guerra. Es el mismo tiempo y el mismo Tratado por el cual Gibraltar pasaba a ser un establecimiento británico. Los españoles, con su jefe de Estado a la cabeza y todos sus presidentes de Gobierno, desde hace trescientos años, vienen reclamando su reincorporación a Castilla, primero, y desde 1808 a España. ¿Lo que vale para España no vale para los antiguos países de la Corona de Aragón?, ¿lo que para España es un “derecho irrenunciable” es “agua pasada, antigua y olvidada” para aragoneses, catalanes, mallorquines y valencianos”?…

  23. Hablando de la guerra de Sucesión, ¿es incierto esto que escribí y que ahora reproduzco?

    «… las instituciones en conflicto las defendieron unos naturales contra otros y, por tanto, la legitimidad de una sólo podía ser la ilegitimidad de la otra. Pero del resultado de aquella guerra se beneficiaron no sólo las tropas foráneas defensoras de un nuevo orden, sino también tantos y tantos catalanes y valencianos (¿botiflers?) que se valieron de la nueva Monarquía para sus intereses particulares».

    En cambio, señor Kant, me parece muy condescendiente y suave decir de los vándalos que son unos «muchachos» (me parece una descripción escasa). Más aún: se me antoja una forma de justificar la violencia decir que «los muchachos de Barcelona reclamaban lo que consideraban justo». Si yo puedo emplear la violencia cuando considero justos mis objetivos, apañados estamos. ¿La base del actual Estado de Derecho español es «una guerra sangrienta y rencorosa» de hace tropecientos años? ¿Y los medios de los muchachos? Dice que «no entro en sus medios, eso discútanlos uds, pero no bastardeen su fin». Perdone, señor Kant, pero en democracia los medios son los fines. No hay otra cosa.

  24. Totalmente cierto cuanto afirma. Tan beneficiados resultaron los valencianos – y los otros habitantes de los antiguos países de la Corona de Aragón – que hasta entrado el siglo XIX siguieron sin poder ir a América (y los catalanes, los primeros que lo lograron, sólo lo pudieron hacerlo bien entrado el XVIII y sólo al Caribe). Sí, grandes beneficios hubo… para los de siempre, para los que traicionaron a su país, para los “botiflers”. Tan lejana en el tiempo fue aquella guerra y tan intrascendente en la vida actual que no ha sido hasta el actual Estatuto de Autonomía… ¡¡¡¡del PP!!!!… (año 2006) que se ha recuperado el Derecho Civil Valenciano. Aquella antiquiiiiiiísima guerra que se pierde en la noche de los tiempos es la que hizo que ud., cuando se casó, tuviese obligatoriamente “bienes gananciales” – como estipula la legislación castellana – en vez de “separación de bienes”, como indicaba la norma valenciana antes de la desdichada guerra.

    Y sí, la base del actual Estado español fue aquella guerra y el consiguiente Tratado de Utrech. Partiendo del hecho de que el nacionalismo español atribuye el origen de España al matrimonio de los llamados “Reyes Católicos” – 1469 – hace más de quinientos años, no parece demasiado descabellado pensar que un hecho jurídico del calado y trascendencia de Utrech, hace menos de trescientos años, tenga más visos de solidez que la anterior alternativa.

    Otrosí. Durante todo el siglo XVIII el único corpus jurídico que informa la vida pública del estado, es el castellano, con sus instituciones tradicionales, usos y costumbres. Así que deberá esperar a la Constitución de Cádiz (1812) para comenzar a ver el nombre de España como una realidad jurídica.

    Una pintoresca España aquella, ya que se entendía por español a cualquier nacido “en este y el otro lado del Atlántico”, o sea, que no se limitaba a la península. El XIX no hará falta que lo recordemos, al desastre administrativo (tres dinastías distintas, foralismo, centralismo, federalismo, un república, varias guerras civiles, un intento de unificación ibérica…) trató de paliarlo un romanticismo españolista que suplió con irracionalidad lo que su desastrosa gestión plasmaba. Los viajeros europeos de la época nos lo muestran bien claro. Y Larra también. El fracaso de la articulación interior del Estado no fue causa menor en ello, precisamente, lo inmediato que aportó el reinado de Felipe V: la desarticulación de la Monarquía Hispánica. Con semejantes mimbres, la Guerra del 36 marcaba un punto de inflexión a ese disparatado y largo periodo decimonónico que la II República no pudo paliar y que la II Dictadura palió como palió. Y de esa Dictadura devino esta Monarquía, directamente.

    Respecto a la edad de los autodenominados “maulets”, parece que considera una forma eficaz de definirlos como “adolescentes enrabietados”; en efecto, yo no, prefiero el de “muchachos”. Que me considere “condescendiente y suave” con ellos por eso, bien, es su opinión. Ocurre que da la sensación de que si no hay insulto – aquí los llama “vándalos” – no hay discrepancia posible con ellos. En mi caso, yo discrepo de ellos pero me limito a definirlos como los veo a través de las fotos: unos jóvenes. Sencillamente.

    Hombre, inducir de ahí que eso es justificar la violencia, pienso que es un poco precipitado. No justifico la violencia, la explico, de la misma forma que no los insulto, los describo. Me temo que el juez Garzón y sus colegas, los amigos de aparecer en los medios de comunicación como estrellas mediáticas al amparo de una legislación excepcional, han sembrado un mal ejemplo, pues de expresar un opinión a considerar que hago “apología del terrorismo” hay un paso, un paso muy pequeño. Esto sí me preocupa.

    Respeto, por supuesto, su última idea (como todas las suyas, faltaría más). Opina que, en democracia, los medios son los fines. Contrariamente, yo considero que, en cualquier caso, no se debe confundir medios con fines. Huelga extendernos en ello, conste sólo nuestra discrepancia, tal vez sería motivo de otro “post” suyo en el que todos nos pudiéramos dedicar a ello. Se lo sugiero. Tal vez algún otro contertulio quiera opinar al respecto.

  25. Doña Ana, muchas gracias por su aportación paleográfica y apropiadas palabras. Le ruego traslade a doña Francisca (Fuca para uds) mis respetos y deseos de que no enloquezca en la labor que ahora realiza.

    Don Júcaro, sí, ese es el “quid” de la cuestión: didáctica, palabras y argumentos. Y sí, don Miguel, para todos. Pero para todos.

  26. Fuca ya examinó y evaluó a sus alumnos y no enloqueció. Ahora disfruto de mis últimos días de vacaciones y no puedo participar en este interesante debate sobre esos mozos catalanes que quemaron fotos (símbolos, sólo símbolos, como muy bien resalta Miguel Veyrat) de un monarca impuesto, pero os leo con interés. Espero debatir con vosotros a partir de la próxima semana. Un saludo a todos.

  27. El País, 16 de septiembre de 2007

    «…Hacía 31 años que el Rey no visitaba Girona y el anuncio de su presencia en la ciudad calentó los ánimos de independentistas y republicanos. Algunos de ellos son muy jóvenes, casi adolescentes. Siempre están al acecho de oportunidades para salir a la calle y uno de sus blancos favoritos es el Partido Popular. Aunque comparten un sentimiento antiespañol, el perfil de estos grupos es heterogéneo y en su ideología conviven ciertas dosis de anarquismo, pacifismo y movimiento okupa».

  28. Bienvenida, Fuca, tras el que supongo rico verano en lecturas, sol, mar brava y descanso.
    Y gracias Kant por su, como siempre, bien argumentada, con datos, palabras claras, argumentos, didáctica al fin. No menos valiosas son las aportaciones de Justo, como siempre, pero a mi juicio basadas excesivamente en su (no excesiva, por Zeus) paideia y conocimientos bien probados del comportamiento de la patética burguesía valenciana —culpable históricamente de tantas traiciones y abandonos al pueblo del que vivía. Su afán de apartar a la muchachada de la expresión política del tema y del empleo de los medios que más a mano tienen, ante la provocación de la fecha escogida por los pazguatos dirigentes que pueblan la Zarzuela en un supuesto apoyo al Monarca de España y «Príncipe de Gerona» (y vamos a dejar aquí el tema, pues si hubiese una inflitración republicana importante entre ellos no podría sino aplaudirla), será siempre digno de mejor causa. A los 17 años (año 1955) fui ya detenido por la policía en Barcelona, por contribuir al vuelco de un tranvía, pegar pasquines en la Universidad «Central», gritar Viva la República y quemar banderas. Ya colaboraba con la célula universitaria dirigida en aquellas fechas por mi llorado profesor de Lógica MAtemática, Manuel Sacristán. Los archivos de aquella época, en el ordenador «Gran Berta» de El escorial, custodiado por la Guardia civil y nunca destruídos por Martín Villa, que sí se encargó de blanquear a todos sus camaradas franquistas y falangistas, dan aún buena cuenta de aquello. Cualquier articulista bienpensante de la época —y lo hicieron todos, a fe mía— hubiese condenado con no menos rotundidad y adjetivos los hechos que marcaron aquellas protestas que costaron la vida a un falangista de Madrid y el puesto y la carrera política Ruiz Jiménez.
    Y recojo el guante lanzado por Kant, en espera que nuestro amable y culto anfitrión articule el rito del torneo, acerca de la jesuítica pero también maquiavélica (tanto monta) confusión entre medios y fines. Siempre creí, avanzo, y seguiré creyendo aunque sea la única creencia que mantenga hasta lamuerte, que los fines no justifican jamás los medios. Sobre todo en democracia. Salvo casus belli, en defensa propia.

  29. Quiero pedir excusas por citar mi anécdota personal. Pero las palabras de Justo «Algunos de ellos son muy jóvenes, casi adolescentes. Siempre están al acecho de oportunidades para salir a la calle y uno de sus blancos favoritos es el Partido Popular. Aunque comparten un sentimiento antiespañol, el perfil de estos grupos es heterogéneo y en su ideología conviven ciertas dosis de anarquismo, pacifismo y movimiento okupa”, me han recordado las muchísimo más graves, duras y ofensivas de la prensa de aquellos días, y sobre todo la alusión a la «antiespaña» y la heterogeneidad ideológica, en la que se complacía el Régimen para descalificar lo unitario de todo movimiento de protesta antifranquista… Y repito, que Zeus y todo el Olimpo me libren de atribuir a Justo Serna ningún sentimiento de esa índole. Pero con la juventud, cuidado. La inmensa mayoría piensa bien y por sí misma, toma sus propias decisiones antes de lo que imaginamos. Y, por supuesto, mejor y con más información y criterio de lo que hacíamos nosotros.

  30. Perdón otra vez, quise decir «las palabras publicadas por El País y citadas por Justo». Se ve que no me prueba como antes el madrugar. Me acosté a las cinco y media de la mañana corrigiendo pruebas de imprenta. Ya les contaré.

  31. En girona se destruyo la universidad para construir un cuartel, y se kemo toda prueva de su existencia.
    años despues, su sucesor (asi keda claro en la constitucion) inaugura una expansion de la reconstruida universidad de gerona.
    Un sindicato estudiantil independentista responde con una manifestación donde se quema una foto en señal de protesta contra el hecho antes esmentado y contra la monarquia como institucion ilegitima.

    Pero esto nos e sabe ni en gerona, dificilmente se conocerá en españa

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