1. Gramsci
He estado unos días en Roma. He estado documentándome más y más sobre Antonio Gramsci, un autor extrañamente actual, interesante, clarividente y discutible. He visitado la Via delle Botteghe Oscure, allá en donde estuvo la sede del PCI, allá en donde todavía se conserva la librería Rinascita. Regreso de Italia: mi maleta cargada con textos de y sobre Gramsci, documentos utilísimos para completar la edición y traducción del filósofo italiano que Anaclet Pons y yo tenemos prácticamente aviada (Qué es la cultura popular), textos que han de confirmar o corregir lo que ya tenemos escrito en la introducción. Lo interesante de este pensador comunista no es necesariamente lo que nos dice de su partido (que presenta como solución), sino su diagnóstico: el diagnóstico de una gran crisis histórica en la que el comunismo es un acontecimiento relevante, la manifestación clave de una conmoción universal. Estamos a principios del siglo XX, las masas irrumpen, son movilizadas, cobran protagonismo. El mundo cambia y se trastorna: por una parte, la Revolución de Octubre despierta la esperanza y el miedo; por otra, el capitalismo experimenta un avance mecánico y maquínico en un sociedad civil en la que la democracia es aún un anhelo mal definido. La cultura refinada y elitista del Ochocientos decae: el mundo de ayer concluye dejando paso a una sociedad popular y multitudinaria en la que se mezclan la tradición y la cultura de masas. Gramsci observa con gran perspicacia lo que está sucediendo, esa mixtura de lo viejo y de lo nuevo.
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2. Roman Holiday
Pero también he estado en Roma por razones turísticas, a qué negarlo. No me gusta viajar, ya lo dije. Y como también dije con Claude Lévi-Strauss: “odio los viajes y los exploradores. Y he aquí que me dispongo a relatar mis exploraciones”. Eso me pasa, que me dispongo a relatar mis exploraciones, por otra parte previsibles y turísticas. Mi piace fare il turista…? Unos días en Roma (era la segunda vez) y la verdad es que he disfrutado ‘facendo il turista‘. Buena compañía y arte inevitable. Uno no puede pasear por esa ciudad sin recordar a Audrey Hepburn y a Greogory Peck en Roman Holiday (1953). O, como se tituló en España: Vacaciones en Roma. Estar en esta ciudad-museo es visitar pinacotecas con obras que nos interpelan desde hace siglos. En la Galleria Doria Pamhilij he estado durante cuarenta minutos observando el famoso retrato velazqueño dedicado a Inocencio X, del que ya hablé aquí. He estado apreciando las esculturas de Bernini en la Galleria Borghese, con esos mármoles traslúcidos que el artista convirtió en cuerpos de movimientos perfectos, con torsiones helicoidales: enroscados propiamente (El rapto de Proserpina).
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3. Calendario romano
¿Bellos cuerpos? Roma es, a qué negarlo, algo más que un museo: es una ciudad insólita que siempre sorprende. El ruido y lo contradictorio lo invaden todo. Los romanos, elegantes y vulgares a un tiempo, se exhiben… Los dependientes de tiendas refinadísimas tienen fama de ásperos, incluso de desagradables, cosa que con frecuencia puede comprobarse. Las vespas y las restantes motocicletas –que son una sofisticación del ingenio italiano– petardean sin descanso por sus calles abarrotadas, hasta hacer insoportable la vida urbana, la vida civilizada. Los coches oficiales, con cristales tintados y con señales luminosas de color azul, se adueñan de las calzadas: a bordo viajan grandes y pequeños mandamases, engreídos, ufanos, presurosos. Las masas turísticas ocupan –ocupamos– literalmente el espacio, asfixiándonos unos a otros. Los souvenirs repetitivos se amontonan en quioscos y en expositores: entre ellos, un calendario religioso, exactamente titulado Calendario romano. Cada hoja, cada mes, está precedido por imágenes sensuales: bellos curitas de lasciva o inocente mirada. Observen el cuarto sacerdote que cuya foto reproduzco. ¿Dirían que es un ingenuo clérigo? Nos mira directamente, con un punto de enfado. Tiene los ojos esquinados y la piel satinada (se diría que embreada): con un dirty chic enfático.
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3. Kubrick
Pero Roma es algo más. Es el lugar en el que he visto una de las exposiciones más importantes de mi vida: la muestra sobre Stanley Kubrick, que he visitado morosamente. Estuve una mañana y una tarde casi enteras. He visto el casco original de Dave Bowman y el ojo de HAL 9000 («Dave, what are you doing, Dave?«), los diseños futuristas con los que Vogue vistió a las azafatas de 2001; he visto el hacha y la máquina de escribir de Jack Torrance (Jack Nicholson); he visto… ¿Sigo? No se lo pueden imaginar. Kubrick es para mí algo muy íntimo y personal, infantil y grandilocuente, algo que traté de expresar hace unos años cuando abordaba el análisis de Eyes Wide Shut.
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4. Hemeroteca
-«Memoria desnuda«, Levante-EMV, 15 de octubre de 2007
Artículo de JS sobre la vicisitud de Dionisio Ridruejo…
Supongo que conocerá un lugar delicioso y muy sugerente: el cementerio protestante de Roma. Está al lado o mas bien englobado en la muralla aureliana con la pirámide de Cayo Cesio coo fondo muy cerca de la porta de San Paolo o porta Ostiense. Allí en un remaso de paz en medio de la vorágine del tráfico romano se encuentra este cementerio protestante en el que en un extremo estás la tumba de Gramsci. Aparte de los ratos serenos que he pasado allí, llevé hace relativamente poco a un amigo gran admirador de Gramsci y realmente se emocionó. Si no lo conoce, cuando retorne a Roma vaya, merece la pena.
Mis padres acaban de llegar entusiasmados de su viaje a Roma; supongo que todo depende de la inocencia o el espíritu con el que emprendes un viaje, las ganas de disfrutar de todo lo que veas o y puedas descubrir.
A mí Kubrick siempre me ha suscitado impresiones contradictorias. El caso más claro, aplicable a algunas otras, es “2001. Una odisea en el espacio”: según como la mires puede ser insoportablemente pedante o una obra maestra definitiva. Excluiría mis dos preferidas, “Senderos de gloria” y “Atraco perfecto”, prodigios de depuración y sobriedad, pero su cine es lo que tiene, se nota demasiado la necesidad de hacer películas perfectas que den muestra de su innegable y sobrado talento. Le pasa un poco lo que a Orson Welles en “Ciudadano Kane”: una desmesurada muestra de talento que acaba pareciendo fría.
Pero Serna què tienen que ver los curas con Kubrik y con Roma? Estàs en decadencia!
¡Señor Serna! no nos tenga ud así, con cuatro frentes abiertos y un inquietante «continuará» en cada uno de ellos. Nos hace padecer…
¿Los bellos efeb… esteeee, curitas son curitas «de verdá»?
Un viaje, y más un viaje al extranjero, genera todo tipo de incertidumbres, descentramientos e incomodidades, ahí reside parte de su gracia.Yo intento viajar incluso cuando no me apetece, discrepo de la idea de que todo está en internet o en los libros… Roma, por ejemplo, «huele de cierta manera», el panteón no ha sido hecho para ser visto en fotos… Y lo más importante, la gente suele ser más interesante cuando está en su casa, porque creo que es en la gente en lo que más hay que fijarse cuando uno viaja. Sólo entonces uno empieza a ser algo más que un turista. Tomarse, por ejemplo, la visita a los Museos Vaticanos como experiencia sociológica antes que «turismo cultural» -vaya concepto horrendo-, me parece que cambia para bien las perspectivas.
Tobías: creo que tenemos una discrepancia con Kubrick semejante a la que ya tuvimos con Fellini. Me gusta todo Fellini y todo Kubrick, a pesar de que sí creo que existen fases más crípticas y arriesgadas y otras más «ortodoxas» en sus respectivas filmografías. Las películas que nombras son magníficas, son académicamente ejemplares, pero no hablan todavía el lenguaje de la locura. El absurdo de la vida contemporánea es denunciado todavía desde el lenguaje de la razón y, por tanto, maneja un concepto de justicia todavía «clásico», donde parece estar claro quien es víctima y quien verdugo. (Estoy pensando sobretodo en «Senderos de gloria») La naranja mecánica, El resplandor o La chaqueta metálica y otras que no son para tí de tanto interés constituyen proyectos más osados, menos rigurosos, más destinados a ser incomprendidos. ¿No es eso a fin de cuentas lo que le pasó a Welles con «Citizen Kane»? ´Me pasa un poco lo mismo con Fellini, creo que te quedas demasiado en el neorrealista, ese que se acerca mucho a tu amado Rossellini, yo debo ser un poco decadentista porque adoro «Roma», «Amarcord» o «Casanova» antes que las de la primera época. Por cierto, reivindico la obra casi póstuma de Kubrick, «Eyes wide shout», más magistral me parece en cada nuevo visionado. Creo que este film todavía no ha sido asimilado, creo, acepta mi osadía, que podría marcar toda una línea a seguir en la poética cinematográfica de los próximos años, en un sentido comparable al que suelen suponer los grandes maestros, desde Griffith o Einsenstein hasta Kurosawa.
Eyes Wide Shut, pros y contras.
Los ojos del pecador, JS:
http://www.ojosdepapel.com/show_article.asp?article_id=613
Gracias, señor hemeroteca, fantástico y arriesgado texto.
Queridos blogueros y querido D. Justo: He cambiado de trabajo y a duras penas puedo ahora leerles, pero lo intento. Algún día espero poder hacerlo con la asiduidad que quisiera. Siguen siendo ustedes un regalo para mi intelecto, si ello existe. Hoy entro brevemente para decirles que yo (¡hay!) todavía no he podido satisfacer mi deseo de conocer Roma «in vivo», pero espero hacerlo en las próximas vacaciones de verano (aún tan lejanas). Ya les comunicaré entonces mis impresiones, pero, por favor, sigan contándome ustedes las suyas. Me servirán, seguro, para preparar mi itinerario.
Releo el “post”.
Cáspita, en la relación de actos católicos de «olvido y perdón» cristiano que citaba a vuela pluma más arriba, me dejé en el tintero la beatificación, en una tacada, de 498 individuos. Será la celebración «más numerosa de la historia» según el señor Martínez Camino. Gracias a este caballero, de profesión sacerdote, Secretario General de la Conferencia Episcopal Española… ¡y con ese apropiadísimo segundo apellido! descubrimos que los rojos españoles (y los que no siéndolo, el franquismo metió en el mismo saco represor) son aun más malos que los romanos. No, no, no más que los romanos que fue a visitar el señor Serna o con los que tantos de uds disfrutaron en nuestros días, me refiero a los hijos de Diocleciano, ese gran Cesar.
Del masivo proceso, el mismo señor aseguró en el acto académico que se celebró en Roma – qué intensidad la vida cultural romana, ¿no?, de Kubrick, el discutible director de cine a José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos – que “La Iglesia (se refiere a la suya, claro) no busca culpables cuando beatifica a sus mártires”. Qué curioso argumento – por no llamarlo otra cosa – especialmente si se lee el documento para la beatificación de los mártires de España de 1934, 36 y 37. Del que, por cierto, están excluidos los sacerdotes vascos detenidos, martirizados y fusilados por el bando golpista.
Independientemente de lo absurdo del argumento – si no se encuentra un culpable ¿cómo va a demostrar un martirio? – les adjunto el documento en cuestión ahora que unos católicos – como, por ejemplo, el señor Mayor Oreja – loan el ilegal régimen franquista al tiempo que piden una “desmemoria histórica selectiva”; otros, que no lo hacen, insisten en no apoyar la ley que exculpa de ser considerados delincuentes a los españoles que fueron fieles a su Constitución y al Derecho emanado de aquella; y otros que callan vilmente, avergonzados por los suyos y pusilánimes ante ellos… ¡Qué espléndida demostración de lo que es un católico, voto a Bríos!… Lástima que tenga que delatarse por tan mezquino motivo.
Hala, lean un rato si les apetece y no desmayen cuando vean, negro sobre blanco: “la beatificación que vamos a celebrar contribuirá a que no se olvide (…) el testimonio de los mártires” (sic)… Mirá vos, que dicen allende la mar océana, los fascistas tienen derecho celestial para recordar eternamente a sus muertos, pero los rojos – y adheridos – sólo a olvidarlos…
Haz clic para acceder a dossier.pdf
PS: Doña Marisa, tenga ud buena suerte en su nueva andadura laboral. La esperaremos gustosos con sus aportaciones.
Bueno, pues me comí una frase en el cuarto párrafo. Para no meternos en interpolaciones, les reproduzco el mismo párrafo pero ahora completo:
«Independientemente de lo absurdo del argumento – si no se encuentra un culpable ¿cómo va a demostrar un martirio? – les adjunto el documento en cuestión ahora que unos católicos – como, por ejemplo, el señor Mayor Oreja – loan el ilegal régimen franquista al tiempo que piden una “desmemoria histórica selectiva”; otros, que no lo hacen, insisten en no apoyar la ley que exculpa de ser considerados delincuentes a los españoles que fueron fieles a su Constitución y al Derecho emanado de aquella; y otros que callan vilmente, avergonzados por los suyos y pusilánimes ante ellos, tratan de devolver a la vida el nacional catolicismo… Católicos… ¡Qué espléndida demostración de lo que es un católico, voto a Bríos!»
Perdón, pues.
Analizado en este blog a la altura de junio…: «Lo que me sorprende no es lo que [Mayor Oreja] dice del terrorismo (asunto sobre el que no tengo competencia, fuera de mi condena), sino lo que sostiene de las creencias. Repito: no es una tesis o un razonamiento aquello que me inquieta. Lo que, de verdad, me preocupa es lo que el ex ministro señala a propósito de las confesiones. Al ser creyente fervoroso desde joven, un creyente de Misa diaria, Mayor Oreja juzga la militancia religiosa como el antídoto de la barbarie o como la cura del relativismo. Cuando niño creyó haber vivido en un paraíso (donostiarra) que después se fracturó: por eso, juzga la restauración de la gran nación española como el remedio de esa pérdida. Es decir, confunde el paraíso de la infancia –algo que siempre acaba por desaparecer– con un País Vasco sin problema, un País Vasco que, en todo caso, era el de su niñez bajo el franquismo: el de 1958, por ejemplo».
Más…:
http://blogs.epi.es/jserna/2007/06/18/no-soy-creyente/
Hace ya unas cuantas semanas veía en video grabado de un pase televisivo en el Canal Plus la película testamental de Stanley Kubrick «Eyes wide shut» y antes de que su recuerdo se diluya en mi mente cual droga de diseño decido emprender esta mañana fria de domingo una crítica improvisada a partir de la impresión que me dio.
Antes de nada confieso que Kubrick como autor asentado en la industria cinematográfica me merece todos los respetos. Hay obras suyas que me parecen excepcionales como Senderos de gloria, Atraco Perfecto que es serie B, es decir, artesanía funcional, bien narrada con pocos medios, Espartaco (maravillosa e incluso superior a Senderos… en cuanto a temática histórica en torno a las tiranias políticas e insurreciones rebeldes, y poco más. Lolita empieza la racha de compromisos fallidos, salidas de tono y errores garrafales coincidiendo con el nacimiento de una megalomanía atroz acrecentada con el paso de los años y que confirmarian para mal al autor como uno de los más personales del momento. (Hubo un Kubrick primerizo, sencillo, documental a principios de los 50 siguiendo la estela de maestros como Grierson, Jennings o Ivens que sería conveniente rescatar ).
Recuerdos de preadolescencia, imborrables en mi me traen ahora a colacción la penosa «El Resplandor». Su estreno en mi ciudad, mayores de 18 años , venía acompañado de una campaña publicitaria fuerte, con un reclamo muy atrayente en forma de pasquín. Mientras se proyectó en el fenecido Cine Avenida yo pasaba todos los dias despues de clase delante del cartel en la calle del Paseo subyugado por la terrorífica foto de la cara de un Nicholson overacting amenazando tras la puerta a Veronica Forqué, perdón, a Shelley Duvall. El hacha, la claustrofilia, el terror de cine ya tenía forma para un chaval como yo fascinado por el gore y el «mal por el mal» (un poco a la manera de Andre Gide). Ese fue mi primer contacto con Kubrick y la novelística de Stephen King. Vista ahora con la perspectiva que dan los años e inmune, dentro de lo que cabe, a las trampas de la nostalgia afirmo que «El Resplandor» es un aburrimiento supino perpetrado por un señor tendiente a la pereza narrativa y encima con ínfulas de profundidad. Cualquier modesto artesano, con un mínimo presupuesto hubiera llegado mejor al espíritu de tan estimable novela. Pienso ahora en el «fantástico» John Carpenter y el miedo que nos había metido con cuatro perras y en ochenta minutos en aquel Halloween admirable, y sólo dos años antes. Hubiera sido el director ideal.
Respeto a Kubrick como a cualquier autor que tenga 1 obra maestra, aunque después haga 15 bodrios maestros. Y Kubrick tiene más de una obra maestra. Pero su personalidad, su actitud ante determinados temas, su decadencia final debe ser censurada sin reservas. A la larga y si no estás predispuesto, resulta un autor irritante. Esa postura suya de espaciarse en el tiempo antes de emprender un nuevo proyecto , que por supuesto tenía que constituir la cota más elevada del Arte cinematográfica/decir la última palabra en el género tal o cual, resultando al final fiascos me hizo en mi edad más rabiosa (cuando pagué por ver La Chaqueta Metálica) abominar de él en forma de cagarruta en el váter del Xesteira Theater. Ahora , con la visión de EYES WIDE SHUT solamente estuve a punto de quedarme dormido, y nada más. Otro apunte. «La Chaqueta Metálica», como «The Clockwork Orange» – otra película tan mitificable en mi ambiente-me parece un filme muy ambiguo que pretendiendo ser una feroz crítica al estamento militar caía en los tópicos más repulsivos del patrioterismo (el Eastwood militroncho no andaba muy lejos ). En «La Naranja…» se buscaba hacer una crítica contra la violencia y terminó siendo la mejor apología de aquella que jamás se vio en una pantalla de cine. La venenosa crítica Pauline Kael señaló sardónica en su momento: » He aquí un director que permaneció aislado de la vida americana durante más de dos décadas y ahora se propone definir una de las grandes crisis americanas de este siglo», en evidente alusión al autoexilio británico de Kubrick. El Vietnam ambiguo del autor era sublimación de nuevo de la violencia trufado de chistes cuarteleros concentrados en la parte de la instrucción en la escuela militar. Y aún por encima sin escenas de duchas que llevarse a la polla. Buff.
Diez años después de esta visión personal de la guerra del Vietnam el directorazo vuelve a ponerse frente a una cámara dispuesto a desmenuzar al milímetro los interiores desolados y complejos de una relación matrimonial haciendo especial hincapie en los celos., tema manido donde los haya desde que el cine es cine. Sin embargo ahí estaba el viejo diseñador Stanley presto a darle una vuelta de tuerca que, al final, resultó una pasada de rosca. Partiendo de un guión endeble, la trama se va complicando de un modo innecesario hasta el punto de parecer haberse incrustado una historia dentro de otra. Lo único que provoca en el espectador no concienciado tamaño desbarajuste es primero confusión, después aturdimiento y al terminar profundo sopor .
Los prolegómenos del rodaje que se sucedió en la más estricta privacidad resultaron sin duda un buen lanzamiento publicitario, ésto unido a la aparición del rumor de que se iban a airear detalles escabrosos del matrimonio antinatural Cruise/Kidman (un mal menor como el formado por el estrangulable Pedro Zerolo y señora) lograría causar a la larga gran expectación. Y, claro, es que volvía Kubrick, señores .La propuesta resultó pólvora mojada.
Recubierta de un envoltorio muy elegante, cercano al diseño (pero no genial como el de Fellini ni objetual como el de Antonioni) presenta partes con secuencias largas en espacios cerrados, en las que presenciamos la discusión bastante elemental de la pareja motivada por los celos de él en la que es lícito apreciar la influencia bergmaniana. Y llegados a este punto veo completamente necesario recomendaros el visionado de «Secretos de uin matrimonio » del maestro sueco (a ser posible la versión reducida pues la íntegra puede ser una ejemplar tortura), con su perspectivamás inteligente y enriquecedora, por no hablar de las grandes interpretaciones tan opuestas a la ridícula caricatura que hacen aquí Cruise y Kidman de sus papeles. En este sentido la Kidman está para tirarle de los pelos. Histérica hasta decir basta y fatal cuando va fumada. No quiero imaginar qué sucedería si algún dia tiene que hacer la Nora de Ibsen ( que la hará, con el Amenabar, o el Ivory, o la madre que los pario a todos ellos ), le saldría la niña del Exorcista como poco. Entiendo que el pésimo doblaje, uno de los puntos más pintorescos del cine de Kubrick (¿responsabilidad tambien esta vez de Molina Foix?) favorece un comentario negativo en este sentido. En cuanto a Cruise, lo he visto tantas veces sobreactuado, cuando no autoparódico o idiota tout court que ya no me sorprendió en absoluto.
Queda claro que la parte más controvertida del filme corresponde a esa historia de corte erótico/fantástico/policial en la que habría que pararse un poco. Es un gran bloque que atufa a cortometraje y que ocupa la parte central . Desde luego que hubiera podido constituir un corto. Pero no lo fue, y se convirtió en inserto. Algo nada original si lo pensamos bien ya que en «Lolita» Peter Sellers era otra película que nada tenía que ver con Nabokov. Sí quería reseñar la secuencia de la fiesta de disfraces. De corte onírico, es la partre más kubrickiana que tiene EYES WIDE SHUT. Tomando como pretexto argumental un carnaval privado se destapa toda una trama donde lo orgiástico y un ritual sectario iniciático (con los illuminati nos hemos topado, o asi) adquieren una dimensión sobrenatural. Por lo menos eso es lo que me sugiere el arranque de la misma. En efecto, el movimiento de la cámara pausado, casi sonambúlico enfatiza un desfile de personajes decididamente fantasmales. Como si los protagonistas de la escena del bar en «El Resplandor» retornaran del más allá con una clara intención de pervertir moral y fisicamente al estulto Tom. Sin embargo pese a los abundantes aciertos directoriales que posee esta parte(y que afectan a mi capacidad de sugestión) pienso que sucumbe en algunos detalles eróticos propios de viejo verde. Hay una estética del Playboy algo hortera, misógina y pasada de moda (que no fuori moda, ojo) que deja los polvos malignos en machadita insufrible. Y quien haya visto la película convendrá conmigo que no hubiera quedado perfecto un momento de sodomización de Cruise en primer plano con un totem por parte de un maestro de ceremonias , con el beneplácito de alguna beldad del reino PRIVATE. Así, lo que pudo haber sido un cuento perverso con homérico aventurero que se introduce en la boca de un infierno lleno de fascinantes belcebús y proserpinas, queda al final en un raro despendole de fin de semana entre salidos plutócratas dentro de una mansión plagadita de putas de lujo. Excelentemente filmado, eso si. La fotografia es espléndida. Nunca salió Cruise tan hermoso como cuando va en el taxi, de noche, impecablemente abrigado. Un momento de gran clase alejado de otros de humor vulgar, que los tiene. Un terreno que no escasea en la película. Desde las bombas de Dr.Strangelove hasta la secuencia del alquiler de disfraces en esta podemos encontrar abundantes licencias de humor grueso y chocarrero en toda la filmografia de Stanley Kubrick.
Unicamente añadir, para terminar, que el final de la película es ridículo, cutre e infantil. Esa moraleja tan ramplona que suelta la meliflua Kidman a su marido (esto iba de celos maritales, ¿recuerdas?) de que «nuestra relación falla por que no hay sexo» debe ser salida de director con altzeimer porque sino no se explica.. Con lo intelectual que fue y nos sale con este epitafio tan simplón. Triste testamento en definitiva de un autor otrora excelente ( los años cincuenta son de una brillantez impecable) y que no consiguió trascender con el último trabajo emprendido (como le pasó a Fellini, a Visconti, a Chaplin, a Ford…) . Sólo nos queda una cosa, que Woody Allen, experto en temática de pareja, conserve por mucho tiempo su lucidez para que los pobres sufrientes del corazón que amamos este tipo de cine de historias sencillas podamos seguir disfrutándolo. Con Allen follando o hablando o haciendo ambas cosas a la vez a lo mejor concluiremos que qué chungo es enamorarse y convivir con el otro o la otra, pero al final todos saldremos ganando, porque todos diremos… I Love You (un mal menor en un filme menor).