No quería volver a tratar este asunto, pero como para algunos analistas estamos en una situación de emergencia la responsabilidad obliga. Las audiencias se disparan como nunca y eso provoca un desconcierto creciente, mayúsculo, entre las elites culturales. Con su falso tupé, Rodolfo Chikilicuatre nos empitona a todos. Es un fenómeno -porque Rodolfo… es un fenómeno-, algo que a todos desconcierta: a los listos y a los tontos, a los cultos y a los ignaros, a los severos y a los caraduras, que no sé si son los mismos. Incluso quienes estamos dispuestos a no culparnos –quienes estamos preparados para divertirnos con la bulla, asumiendo lo kitsch y aceptando el triunfo inevitable del frikismo–, un caso como éste nos pone en un brete. En efecto, Rodolfo and Friends son un aprieto para todos nosotros. Nos obligan a preguntarnos muchas cosas. Piensen: más allá del producto, la circunstancia seguirá. ¿Y cuál es la circunstancia? El Terrat, la productora que inventó a Rodolfo, se ha propuesto disolver la severidad impostada, ha decidido convertir en rentable el choteo universal.
Saben hacer caja promocionando a todos los monstruos, siempre una figura reconocible. ¿Recuerdan al Neng, inspirado en un bakala? ¿Recuerdan a Narcís Reyerta, un Risto Mejide avant la lettre? La verdad es que Buenafuente and Friends dan vértigo. La evaluación de lo aceptable y de lo inaceptable, de lo bello o lo monstruoso, se quiebra si lo kitsch es consciente y sarcástico. Los de El Terrat parecen un grupo de universitarios gamberros de Colegio Mayor, gentes dispuestas a reventar esa severidad del preceptor, del profe, del tutor. Temibles… Es fácil olvidarse de ellos, descartarlos como los que son: unos bromistas pendencieros. Lo difícil es sobrevivir a una guasa que se impone y se universaliza. Como Chiquito de la Calzada, tan amado por Buenafuente y por un público basto, vasto e interclasista. Hay hallazgos verbales en Chiquito, agudos que perforan el tímpano de sus espectadores, deslizamientos corporales propios de un maiquelyacson.
Llevamos un siglo perorando sobre la comunicación de masas, sobre el descrédito del elitismo cultural. Llevamos varias décadas interrogándonos sobre el Festival San Remo su arte canoro; sobre el de Eurovisión y su decadencia; sobre Abba y sus arreglos; sobre Julio Iglesias y el embeleso de su voz, y resulta que es ahora cuando la rebelión plebeya y el mal gusto explícito triunfan sin embozo; es ahora cuando se abre una hendidura difícil de sellar. ¿Por qué razón? Porque la exaltación de lo kitsch –que Buenafuente and Friends perpetran– se hace con mañas deliberadas; porque ese mal gusto no es inocente y sus factores, quienes lo elaboran, se sirven de sobreentendidos inteligentes, de guiños muy rentables.
El lunes 27 de mayo, un periódico tan circunspecto como El Mundo —el diario de la mosca— dedicaba un editorial al Chiki Chiki. Y lo hacía doliéndose también: al editorialista le duele esta España y así lo manifestaba con desgarro, con sentimiento, con escándalo. ¿A quién hay que atribuir este ridículo continental?, se preguntaba. ¿Quién es el responsable de este desaguisado?, insistía. Una sencilla manera de responder a esta cuestión: culpar de todo a Televisión Española y a las instituciones oficiales; decir que esto es un esperpento subvencionado. Días atrás, El País –si, sí, El País de… las Tentaciones— dedicaba dos extensísimas páginas a ello precisamente: a la exaltación y a la subvención del frikismo. Por otro lado, su suplemento juvenil –ese Tentaciones, ahora EP3— se ocupaba de Sébastien Tellier con la excusa de su sofisticación: justamente como el hombre que dignifica Eurovisión. Admito que me sorprende muy agradablemente el cantante francés: con mucho, el más insólito de la noche festivalera. Pero esa transgresión se apropia de valores y de recursos igualmente frikis. Pero dejemos a los jóvenes formales de Tentaciones. Otros periódicos, igualmente severísimos, también han acabado por lamentar el horror estético que encarnaría el payaso fabricado por El Terrat, ese monstruo del crusaíto. La cuestión no es baladí. ¿De verdad, de verdad, que hemos debido esperar a 2008 para preguntarnos sobre el kitsch, sobre la participación de Televisión Española en la cultura hortera de las últimas décadas?
No nos engañemos y no nos ensañemos. ¿Es que acaso la cultura popular del tardofranquismo puede pensarse sin la canción del verano, aquel vulgarísimo certamen que se disputaban Los Diablos, Fórmula V o Tony Ronald? Yo los seguía con fidelidad adolescente, sintiéndome culpable: una culpa solitaria sólo compensada con mi afición simultánea a Lou Reed o David Bowie. ¿O quizá estos cantantes del rock o del glam, del gay power, eran figuras egregias e indiscutibles de la música ligera. Por otra parte, la poesía del pop y del rock: es, con frecuencia, síntoma de deseos toscamente expresados y de desechos menores, sin atisbo de grandeza; es, comúnmente, señal de frustraciones nada trágicas, de aspiraciones incluso colectivas y poco inspiradas; cuando eso ocurre, también es indicio de una empeñosa escritura, virtud demasiado tosca. Pero insistamos ahora en el pasado hortera de TVE.
¿Es que acaso la cultura audiovisual de la transición puede concebirse sin Aplauso (1978-1983), dirigido por José Luis Uribarri? Aquel programa producido por Televisión Española, bien popular a comienzos de los ochenta, tenía un microespacio que se titulaba La juventud baila y del que era responsable José Luis Fradejas: convertían el plató en una provisional sala de baile, simulando una discoteca febril, precisamente: era la de la época de John Travolta, de los Bee Gees, de Grease, de Olivia Newton-John. Allí, en estudio televisivo, numerosos muchachos se esforzaban y se empeñaban demostrando sus habilidades coreográficas: un antecedente, vaya, de los Operación Triunfo, ¡Mira quién baila!, Fama, Tú sí que vales, etcétera. ¿Cuál es la diferencia con Rodolfo? Pues que la celebración de lo cutre que Chikilicuatre ahora emprende es deliberada, sacando el estereotipo a pasear, a bailar, a perrear, parodiándolo con sarcasmo y ternura, con la consciencia de que dinamitamos con guasa impenitente la idea loca de un certamen canoro: eslavo, báltico, mediterráneo, británico, centroeuropeo o de Uribarri. Sólo encuentro un precedente más o menos equiparable: el programa de Chicho Ibáñez Serrador que Televisión Española emitió años atrás, El Semáforo. De todos los virtuosos que allí accedieron para cantar provocando espanto hay uno al que se le recuerda con estupor y cariño: Cañita Brava, se llamaba aquel políglota cantante cuyas piezas aún suenan (¡un saludo!). En un viaje reciente lo vi paseando por la capital coruñesa, con determinación y tímido desparpajo: era una leyenda local, alguien que tenía repertorio, que había hecho galas y bolos y que, para colmo, había participado en Torrente.
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2. El plebeyismo
Hay una conexión estética, sin duda, entre El semáforo… El Terrat o Amiguetes Entertainment, la productora de Santiago Segura. Es más: se dice que el autor de la letra del Chiki Chiki es el director y protagonista de Torrente. Más allá de colaboraciones esporádicas o vinculaciones efectivas (entre Buenafuente y Segura, o entre Rodolfo y Santiago), lo cierto es que todo ese feísmo explícito y esa guasa consciente forman parte del plebeyismo. ¿Una patología? ¿Una novedad? Ya Ortega y Gasset se lamentaba de esta afección en un ensayo de… 1917. ¿Su título? Democracia morbosa.
Estamos a comienzos del siglo XX y las masas parecen imponer su dominio sobre la cultura, sobre la política, sobre la sociedad. Hay indicios que el aristocratismo de Ortega le permite percibir. La descortesía o el dicterio, el grito y el estrépito ganan: como ganan lo bajo y lo ruin, añade. La democracia entendida estricta y exclusivamente como norma del derecho político parece una cosa óptima, precisa Ortega. Pero la democracia como igualitarismo exasperado de la plebe es el triunfo del mínimo común denominador. La ley del número no tiene por qué aplicarse a dominios en los que no juzgan ni pueden juzgar las mayorías. Nació la democracia, añade Ortega, como el noble propósito de salvar a la plebe de su condición: nace para romper la desigualdad jurídica, para elevar al pueblo, para proporcionarle las posibilidades –culturales, entre otras– que la fatalidad histórica no ha concedido. Pero lo que está ocurriendo es que el demócrata ha acabado por simpatizar con la plebe en cuanto plebe: se generalizan sus costumbres, sus hábitos, sus enfoques. ¿Y? Pues, según Ortega, parece toda una venganza de los bajos contra los antiguos privilegiados, parece la consumación del resentimiento que dictaminara Friedrich Nietzsche: se abandona toda excelencia y se impone lo ordinario, de modo que –como una zorra perezosa– el hombre vulgar prefiere lo agraz, las uvas amargas; prefiere abandonarse sin exigirse a sí mismo.
Pero no se piense que lo ordinario es sólo característico de la plebe: la vulgaridad se ha impuesto entre escritores o políticos mediocres, entre gentes cultivadas, entre gentes con posibilidades, que deberían exigirse algo más. No lo hacen y desdeñan cuanto les desmiente y cuanto les contraría: y todo envenena su interior. Es inútil, insiste Ortega, que consigan desempeñar algún papel vistoso en la sociedad. «El aparente triunfo social envenena más su interior, revelándoles el desequilibrio inestable de su vida, a toda hora amenazada de un justiciero derrumbamiento. Aparecen ante sus propios ojos como falsificadores de sí mismos, como monederos falsos de trágica especie, donde la moneda defraudada es la persona defraudadora». ¿Y en qué oficios o tareas se manifiesta más evidentemente?, se pregunta. Ese estado del espíritu se hace presente sobre todo en «aquellos oficios donde la ficción de las cualidades ausentes es menos posible». ¿Hay algo más triste que un escritor, un profesor o un político carentes de talento, sin capacidad sensitiva, sin finura expresiva, doblegados por el fracaso íntimo que les duele? Periodistas, profesores y políticos sin talento son, por tal razón, el Estado Mayor de la envidia, dice Ortega. Literalmente, «la purulenta secreción de esas almas rencorosas».
Si regresamos a 2008, ¿a quiénes podríamos aplicar esos diagnósticos ciertamente apocalípticos? Podría parecer que hablamos de los payasos que hacen reír a las masas en la televisión. En ese caso concluiríamos que son avispados cómicos quienes rebajan el nivel de la plebe: aquellos que serían responsables de la confusión, del desorden. No niego que en ciertas ocasiones algunos de ellos se entreguen a lo fácil, incluso a la procacidad más palmaria; pero en otras ocasiones su humor es un corrosivo de la impostura, un disolvente de la falsa gravedad, de la tiranía del pijo. En ese sentido son biehechores y su labor es benemérira: son cómicos, los de una tradición dignísima de la cultura popular, de aquella que viene del carnaval, de la inversión del mundo, de la critica soez. Hay, sin embargo, otros payasos que pertenecen por derecho propio a la cultura de masas más degradada: a aquella en la que triunfa el charlatán cuyo fin es enredar, ese charlatán sibilino, que opera con cinismo, que se instala en un cinismo encubierto atreviéndose a juzgar desde allí.
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3. La educación
En realidad, las procacidades o las gansadas no son gran cosa ni producen graves consecuencias si aprendemos a ver, si aprendemos a leer, si sabemos discernir, si asistimos con ironía y y distancia a lo soez o lo chocarrero: al espectáculo del horror estético, por ejemplo. Buenafuente es un payaso, ya digo, un payaso plebeyo cuyas bromas son perfectamente digeribles si tenemos estómago para asimilarlas. Desde luego no hay que hacer un curso especial: solamente tener una cultura aceptable, tener inquietudes, tener un puntico de ironía. Es lo que procuramos en casa. Allí, por ejemplo, algunos de los lectores que nos reunimos hemos disfrutado con el último volumen de Buenafuente. Entre nosotros es tradición adquirir los libros del showman. Tenemos ya una Biblioteca Buenafuente. La nueva obra se titula Digo yo y recoge los monólogos de La Sexta. Mi hija, de once años, ha disfrutado con algunos de sus sermones más entretenidos. ¿Le han hecho daño? ¿Le han sentado mal?
Creo que, a poco que les ayudemos, los niños saben distinguir muy pronto cuándo se les toma el pelo, cuándo se les trata con cinismo, cuándo se les toma en serio. El volumen de Buenafuente es no engaña: aparece como autor el cómico catalán y detrás de él aparecen también Jordi Évole, Joan Grau, Xavi Roca y Berto Romero, entre otros: así hasta un docena de firmantes. Exactamente lo contrario de lo que ocurre con el autor más prolífico de la España reciente: César Vidal. ¿Cuántas obras suyas aparecen al mes? Pestañeas y seguro que te pierdes uno de sus libros: firmado por él, sin duda. ¿Escrito por él? Suponemos que, al menos, leído por él…
Buenafuente, en cambio, suele hacernos una entrega anual y, encima, los guionistas también firman. El Terrat nos saca los cuartos, pero aún no les he visto un producto totalmente insolvente o completamente cínico. Digo yo está bien escrito (para lo que es el nivel del periodismo actual), tan bien escrito que es muy recomendable como lectura infantil. No es broma: yo no pasaría cualquier cosa a mis hijos. No puedo consentirme ese cinismo. Procuro recomedarles páginas que les eleven el espíritu, y los monólogos de Digo yo son instrucción moral y guasa, todo ello expresado con prosa resuelta y correctísima. No es necesario estar siempre de acuerdo con Buenafuente and Friends. No es preciso reírse de todas sus gansadas, pero, ah amigos, los gamberros de El Terrat son inteligencia explosiva.
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Nuevo post, vienes 29 de mayo a las 12 horas
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Variedades
-A. El intelectual de guardia. Escribe Àngel Duarte sobre José María Lassalle. Escribe con tino y sutileza, pero creo que falta algo en su dictamen. Lassalle es un intelectual que, frente a otros, no pierde fuelle teórico o analítico por el hecho de ser asesor áulico. Se le nota, quizá, la ambición, pero eso, en política, no es malo. Sólo es erróneo calcular malamente las consecuencias imprevistas de la acción. Y creo que Lassalle, experto conocedor de la tradición liberal, no siempre ha calculado los efectos inintencionales de lo que hace o de lo que escribe. Por ejemplo, meses atrás me decepcionaba una y otra vez cuando se ponía el disfraz de diputado pendenciero, algo que sucedía con alguna frecuencia en la pasada legislatura, la legislatura de la bronca: perdía su brillo, su lozanía reflexiva, para convertirse en ariete de un partido confuso, el suyo. En cambio, cuando escribe sobre el liberalismo o sobre Isaiah Berlin (en Abc recuerdo alguno), generalmente acierta. Se lo dije al propio Lassalle en un correo privado y él tuvo la generosidad de remitirme un artículo más extenso sobre el mismo tema titulado «Hamlet en Oxford», publicado en la revista de la FAES. En FAES, precisamente: ése es el fardo que acarrean los moderados del PP. O, en otros términos, el problema de Lassalle es el problema de Rajoy: han creído que lo liberal, lo sensato o lo moderado pueden finalmente salir adelante en un medio hostil, guerrero, al que ellos no le hicieron ascos en su momento. Han creído que ciertos apoyos y ciertas colusiones eran beneficiosas (sin efectos secundarios). Ahora estamos viendo que no es así. Habrá que volver sobre Lassalle. Hace años, nos rendimos homenajes mutuos a pesar de no ser de la misma cuerda: Anaclet Pons y yo escribimos una reseña de su espléndida tesis doctoral (dedicada a John Locke) y él –en contraprestación y agradecimiento–nos hizo otra de Cómo se escribe la microhistoria. Todo en Ojos de Papel. Ahora, Àngel Duarte nos hace regresar… Qué vueltas da la vida
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-B. Gramsci y Espada. «Tengo prisa. No en el blog. En la vida. Sé que a veces no se me entiende con facilidad. Lo sé. Pero es que tengo prisa. No puedo perder el tiempo con nexos y pedagogías. Léautaud: lo que me importa es que concuerden las ideas y no las frases», nos decía el periodista en Ojos de Papel. No y no. Han de concordar las ideas y también las frases.
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-C. El cuento de Federico. Aquí.
Angel Duarte Says:
Mayo 27, 2008 at 9:41 am
Lo ví, lo ví. Como todo español de bien, y bastantes de los otros. Sentado en el sofá, atónito, estupefacto… ante el espectáculo y ante el despliegue de sarcasmo dolorido de Uribarri. Está en su derecho. Tanto años al servicio de una idea y que acabe como ha acabado.
Sébastien Tellier… el único que me interesó y además consiguió que, mi señora y yo, moviésemos los hombros. Es que somos muy sesenteros. Y algo afrancesados. Sólo un poco, no sea que en el año en que estamos nos reprendan.
De Indy opinaré cuando me acerque a verla. Y sí don Miguel, estoy seguro que algún dia veremos a los soldaditos de Abu Graib en la gran pantalla. ¿o habrán salido ya?
Kant Says:
Mayo 27, 2008 at 1:49 pm
Me perdonarán uds el rollazo que les lancé ayer sobre la aviación y cosmonáutica soviética. Ya les advertí que, a veces, me disperso. Especialmente si les ofrecí una imagen de “experto”. No don Alejandro, no soy experto en esa materia, sólo aficionadillo. Creo que soy aprendiz de mucho y maestro de nada: me puede la curiosidad y no puedo con la tergiversación.
Aprovecho el “mea culpa” para disculparme ante doña Marisa: veo que somos de la misma opinión cinematográfica pero cuando cité a don Justo y a don Alejandro por la misma coincidencia, no la menté a ud. Incomprensiblemente no había leído su aportación pero al leer la del sr. Lillo, en la que la cita, me di cuenta de mi falta. Lo siento, sra. Bou. Si me lo permite, para resarcirme – y de paso, orientar a otros contertulios con ganas de buen cine – le paso una ficha referencial de “Un, dos, tres”: es de 1961, dirigida por Billy Wilder y contó con un extraordinario elenco de actores encabezado por un magnífico James Cagney (por cierto un estadounidense apasionado de la República española) al que le acompañan en papeles estelares las actrices Pamela Tiffin y Arlene Francis y el actor alemán Horst Buchholz. ¡No se la puede perder, don Alejandro! (y, no, tampoco soy experto en cine).
Ya que en esto estamos, don Miguel, preguntaba ud. por la ficha técnica de “El Americano Feo” (¡qué razón tiene en cuanto dice!) y nada me cuesta adjuntársela. La dirigió George Englund en 1963 – sólo cinco años después de la publicación de la novela – con guión de Stewart Stern y una interpretación brutal (cómo no) de Marlon Brandon como protagonista y Eiji Okada, Pat Hingle, Sandra Church y Arthur Hill que en nada le desmerecen.
Desde esa afición – que no afección – es desde donde, coincidiendo con los srs. Izquierdo y Montesinos, a la vez que discrepo, sobre su visión antagónica de los sra. Wilder y Spilberg. Igual se me nota mucho que soy de ciencias pero, por favor, no me comparen uds. peras y manzanas – la ciudadana Botella lo hizo y ya ven uds que lamentable resultado – en fin que el sr. Spilberg hace un determinado tipo de cine y el sr. Wilder hace otro. Ambos impresionantes porque ambos responden al objetivo perseguido. Lo dije para la literatura y se lo digo para el cine (o para la canción… o la frikicanción): los intangibles responden a criterios subjetivos de consumo cultural, su percepción y valoración es individual, personal e intransferible y por ende, son opiniones de todo punto respetables, no son argumentos ni mucho menos, leyes.
Observo una cierta tendencia – general, no me refiero a ninguno de uds en concreto – a determinar la consideración de “buena” para una obra cultural en la medida que puede equiparase a “seria” (y para adultos) y por el contrario se aplica “mala” cuando es “divertida” (y para niños). El razonamiento es peligrosísimo y simplista. Hablando de don Umberto Eco, es una actitud que nos pone en el camino de Jorge de Burgos, el asesino de “El nombre de la rosa”, que temía porque la risa acabara con el orden establecido. A la postre, temía la verdad del bufón. Y ya sabemos que esas son las verdades más certeras, ácidas y descarnadas, las que se dicen cuando todos las callan, las que señalan sin vergüenza, con descaro, los problemas reales, las angustias presentes. Por lo tanto, yo les rogaría un poco de contención a la hora de desacreditar o minusvalorar una obra sólo por el hecho de provocarnos la carcajada y, al revés, no sobrevalorar ni la seriedad de la vaca al pastar ni la solemnidad del asno ramoneando.
Apunta el sr. Gómez un aspecto interesantísimo: el uso del inglés en Eurovisión… todo un tema, todo un tema, don Arnau…
Me sumo a la opinión de la sra. Serrano: sí, es don Emilio Aragón quien ganó.
Por último, don Indefinido, aplaudo también su observación sobre la relación entre Corto e Indiana, aunque si me lo permite, me gustaría añadir algo a lo que don Justo ya le ha indicado. Para mí, independientemente de los marcos geográficos comunes – en tiempo y espacio – de esos héroes, sus puntos de partida para la aventura y los referentes que les mueven al viaje son diametralmente opuestos. El primero es un hombre sin rumbo, un marino mediterráneo que navega en todos los mares (aun cuando atraviese los territorios más inhóspitos y secos) sin más patria que la libertad ni más cultura nacional que la gitano-maltesa… ¿es posible mayor mixtura?… Lo veo como un libertario. El segundo es un asalariado de una universidad que se mueve por una motivación (pseudo)arqueológica arrastrando, con ella, su patriotismo estadounidense y su cultura anglosajona bienpensante. Lo considero un liberal. En ese sentido, sería lo libertario “adversus” lo liberal. Y no por eso ambos dejan de ser héroes, claro, y “buenos”, por supuesto.
Pues… Como que me parece que lo de Rodolfo, el frikis y lo demás… es flor de un día, por lo demás común en estos tiempos. Invito a no negarse a un recuerdo: 90 años despues de la toma del palacio de invierno… Rusia gana eurovisión cantando en ingles y una amiga mia dice, veremos ganar a X cantando en Xino… Lo veremos?
Señor Kant, gracias por recordarme, ya me había yo sentido ignorada por usted. (Ja, ja, ja, es broma). Como no podía ser menos, coincido también con usted (y más amigos de este blog) en que «buena» y «seria» no son, en absoluto, sinónimas, ni en referencia a lecturas ni a ninguna otra cosa. De otra forma, yo tendría que acudir al sofá (en el que Rajoy no se ha sentado) a que me fuera tratado el infantilismo que, felizmente, me aqueja. No es que no ame las lecturas sesudas (ya saben que estoy leyendo a Nietzsche y que acabo de leer a Obama), pero adoro también otras muchas, como la ciencia-ficción (Asimov, Huxley, Wells, Dyke, Card), el terror (Poe, Lovecraft), el humor (español, anglosajón, hispano) e incluso, fíjese usted, ¡tan mayor! y disfruto enormemente con los mundos de fantasía de Tolkien, Lawhead, Kay, Bradler, Rowling… y además me lo paso «pipa» con Mortadelo y Filemón, Rompetechos, 13 rue del Percebe…
Y con el cine me pasa otro tanto, me gustan igualmente unas buenas risas en el cine, que pasar miedo, llorar un poco, pensar mucho, o simplemente entretenerme.
Eso sí, no me pidan fichas técnicas, a lo más que puedo llegar es a una modesta opinión.
Justo, una pregunta: ¿cómo es que salen esas graciosas caritas de tanto en tanto?
Mo olvidé: La audiencia en Xino superara los 800.000
MI VOTO POR CORTO MALTÉS. SIEMPRE. UN LORD JIM MEJORADO.
ALGÚN DÍA HABRÁ QUE REFLEXIONAR SOBRE EL PODER DE LA IMAGEN CUANDO SE HACE DIBUJO, HARTOS YA DEL «VERISMO» DEL CINE, LA TV, LA FOTOGRAFÍA, YOU TUBE… FED UP!, QUE QUIERE DECIR HASTA LAS TESTES…
Ayer por la tarde escuché en «La Ventana» de la Cadena Ser una tertulia – una más – sobre Chikilicuatre y Eurovisión. Entrevistaron a Román Gubern, quien dijo en resumidas cuentas, que el fenómeno obedece a una ley universal y antigua: «lo raro siempre vende». Dijo que es posmodernismo puro, en el sentido de que todo vale, todo está permitido.
No quiero opinar más sobre Rodolfo porque el tema ya cansa una poco, un poco bastante. Si quiero llamar la atención sobre una cosa que muchos de ustedes ya sabrán, pero que la gente de la calle desconoce. Me refiero al uso extendido de la palabra «friki» para referirse a este tipo de personajes. Esta claro que en el contexto en que se usa, ya se ha normalizado esta acepción, pero eso no quita para que sea totalmente incorrecto. Lo «friki» – o «freak» más correctamente dicho – se usa en origen para hablar de algo raro, anormal o incluso deforme; eso si, siempre que sea natural, de nacimiento. No puede ser «friki» alguién que quiere serlo voluntariamente. No es uno mismo, creo yo, quien decide ser «friki». Sólo es una acalaración, aunque si a alguien le interesa el tema de qué es lo «freak», le recomiendo esa célebre película de Tod Browning llamada precisamente: «Freaks. La parada de los monstruos». Allí verán lo que es en verdad ser «freak». También hay un libro muy interesante – escrito por mi amiga Lucía Solaz – sobre la película donde se trata en profundidad el tema.
Aparte de que la burla y la chirigota han estado siempre presentes en nuestra cultura de masas ancestral. He buscado en mi aún desordenada biblioteca sevillana sin encontrar ni siquiera «Las coplas de Mingo Revulgo» o las que les cantaban a los poderosos validos de los Borbones, o a los propios monarcas las gentes del pueblo. Y no me refiero a las firmadas, sino a las coplas villanas. Ustedes perdonarán, pero quizás don Justo o don Ángel Duarte tengan algún ejemplo, como buenos historiadores que consideran como fuente aceptable el verbo libre de las gentes del común.
Sra. Bou, las caritas esas de las que habla salen cuando escribimos puntos suspensivos y paréntesis:
…)
Un emoticono, ya ve.
…
()
Pues no… los emoticonos deben amar especialmente a doña Marisa…
…)
Miguel, hay que poner los puntos y el paréntesis, así: …)
Bueno, yo puse 3 puntos ). El programa parece que sustituye el paréntesis por el emoticono.
Emoticonos. Ya ven: cultura de masas.
En esta página encontraréis un pequeño artículo sobre el «frikismo» actual, interesante.
Entre Cultura y Barbarie hay solo un pequeño espacio imperceptible, al igual que entre la locura y la cordura, el amor y el odio y en casi todo lo humano.
Algunos intentan poner un corsé a la primera para preservarla de la segunda.
http://messageinout.blogspot.com/
Entre Cultura y Barbarie hay un pequéño espacio imperceptible. El mismo que separa cordura de locura, amor y odio y casi todo lo humano.
Unos quieren poner un corsé para separar de manera nítida lo primero de lo segundo; dicen que es necesario para preservar los orígenes de lo primero.
Cuando nos referimos a alguien como primario, queremos decir anterior a la aparición de la llamada Cultura.
Os cuelgo un pequeño artículo sobre el «frikismo» de un amigo en el diario Acratas:
http://messageinout.blogspot.com/
Si no tomas mi consejo,
Mingo, de aquesta vegada
habrás tal pestorejada
que te escueza el pestorejo.
Vete si quieres, hermano, 5
al pastor del cerro fano,
dile toda tu conseja,
espulgarte ha la pelleja,
podrá ser que vuelvas sano.
Don Miguel,
No me ponga usted en estos compromisos que, como debe intuir, tampoco mi biblioteca es que ande muy ordenada. En tres lugares la tengo: /una parte en Barcelona, /otra se está en Gerona /y no son muchos los libros /que en Tomares mantengo.
De todas maneras ahí va una de anticlerical, datada en tiempos del Sexenio Democrático, por Josep Termes, Anarquismo y sindicalismo en España…
Tan de capellá y frare,
tan de bisba y canonja,
son de Espanya la esponja,
que deixan sense such.
Cantán lo gori, gori,
tenen la pancha plena,
y’l Poble passa pena
y al fan serbí de ruch.
Un saludo tomareño
Comparto el razonamiento de Fuster sobre la imposibilidad de autoconstituirse como freaky. Uno es, me temo, freaky a su pesar… otra cosa es que opte por aprovecharlo para lograr algún tipo de éxito, por pírrico que sea, aunque se trata tan solo de salir del anonimato. Es un poco como ganar intentar ganar al poker con un farol, aprender a jugar con cartas malas.
El freaky no es guapo, ni políticamente correcto y su inteligencia tiene toda la pinta de haberle conducido al fracaso porque la ha dirigido por caminos torcidos. No es lo mismo que el flaneur, que es más bien un producto de una modernidad reflexiva, ni siquiera del punk… pero tiene algo que ver con este último en seguir la lógica de la reducción al absurdo. Debo ser guapo y si no hacerme la cirugía estética… y viene el freak y muestra orgulloso sus muñones. Debo ser educado y encantador, pero el freaky hace insolente ostentación de sus malas maneras. Debo ser culto, y ahí tenemos al freaky presumiendo de gustarle las mayores mamarrachadas de la cultura de masas.
Es una ingenuidad fingida, aunque no exactamente una impostura o una pose, pues el freaky se sabe monstruo y a partir de ahí juega su partida. En «No logo», Naomi Klein se refiere al consumo irónico como una estrategia de resistencia, aunque advierte también de sus peligros, creo que recordando al Sloterdijk de «Crítica de la razón cínica», que tiene mucho que decir sobre todo este asunto. Porque, no lo olvidemos, como a los freakys -y todos en consecuencia empezamos a ser un poco freakys- nos gusta Rodolfo precisamente porque no nos gusta, porque nos parece cutre, lo cual no es muy distinto a lo que hace que la gente vea «Torrente, el brazo tonto de la ley». Nadie se ríe del humor grueso salvo porque él mismo se asume como grueso, algo así como ¡qué mala sombra tengo!
Rodolfo, y no solo él, porque se ha visto en la mayoría de «naciones potentes», han decidido llevar Eurovisión al encuentro de su propia verdad histórica: siempre fue una payasada. Se montó hace medio siglo para crear la ficción de una Europa de entendimiento y ha terminado convirtiéndose en la bufonada de un puñado de pueblos condenados a no entenderse… el viejo mundo riéndose de sí mismo porque ya no cree, como demostraron los procesos de referéndum de la constitución europea, que no reflejaron mucho más que la desafección de los ciudadanos hacia la clase política y el miedo a los inmigrantes.
¿Qué les pareció el acuerdo tácito de las naciones vecinas de votarse entre sí? Y puestos a reírse de la democracia catódica, ya que en la línea de los expulsados de Gran Hermano, son las masas y no los «expertos» los que deciden quien nos «representa» en el festival, ¿por qué no hacer lo mismo con la Selección Española en la Eurocopa? El pueblo votaría a Trillo de portero, a Santiago Segura de central y a Milikito en la posición de Fernando Torres. A fin de cuentas, también terminaría perdiendo, sería un éxito de audiencia televisiva y nos íbamos a pegar todos una «jartá» de reír. Yo me ofrezco de lateral derecho, ¿se apunta de extremo, Veyrat?
Con Trillo, querido David, no voy ni a comprar tabaco a la esquina. Me repele.Qué más quisiera que tener algo de Milikito, Segura o Chiqui.Molt bé, professor Duarte, con quien comparto dispersión bibliófila ¿Lo ven ustedes? Eso era cultura de masas, como los cantares de ciego, los cómicos de la legua, (¡Ha llegado Zampanó!) Pantalone, Miles Gloriosus o el Retablo de Maese Pedro…
¡Ah! y gracias don Lázaro por su estupenda copla recuperada1
Señores, les pido disculpas por los problemas de visión en esta plantilla de wordpress. Ha cambiado el formato de la letra y ha dejado espacios enormes. Estamos arreglando el desaguisado.
Gracias por su aplauso, señor Kant.
Por cierto: ¿Recuerda el discurso en el que el señor Zapatero se proclamó: «Socialista», «Liberal» y «Libertario»?
Sobre Eurovisión:
Estoy de acuerdo con David P. Montesinos en que Eurovisión es otro ejemplo más de una Europa que ya no cree en si misma. Solo que en este caso los paises «potentes» (como los denomina el señor Montesinos) se burlan de los paises «recien integrados» o en vias de integración. Recuerden que gran parte de la población inmigrante de los paises potentes procede del Este de Europa que es el público que sigue de manera mas fiel el festival, y que es capaz de mandar sms para que su país de origen gane. La gran cantidad de puntos que otorga, en los últimos años, España a Rumanía es una prueba de ello.
Y la letra de Chiquilicuatre ¿De quien se ríe?¿De todos nosotros o de la audincia de los que escuchan raegeton?¿EL «¿Por qué no te callas?» es una broma cariñosa o, por el contrario, para ponerle los puntos sobre las íes al presidente venezolano? ¿Por qué cuando se ha incluído a personajes españoles en la letra, no se ha hecho ninguna broma sobre ellos?.
Diversa:
No creo, sr. Duarte, que el sr. Uribarri estuviera en su derecho de ser sarcástico. El sarcasmo se lo puede dejar para su libre albedrío – indudablemente – pero cuando estaba retransmitiendo la gala (frikigala o como la quieran llamar) debía haber tenido un comportamiento profesional. Para ir a trabajar – en cualquier trabajo –hay que ir llorado de casa.
Doña Canela, vengo a incidir en lo ya aportado por el sr. Serna y lo apuntado por la sra. Serrano: la canción no será flor de un día, en el mejor de los casos, de un año. Será nuestra cruz de este verano, machacada hasta la extenuación (y quieran los Dioses Inmortales que quede sólo en este estío y no veamos a Papá Noel haciendo el “robocó”); mientras, tanto “El Terrat” (que dispone de los derechos intelectuales de la obra, pues obra es Rodolfo Chikilicuatro y su canción) como “La Sexta”, o sea, don Emilio Aragón (que tienen los derechos de explotación) obtendrán pingues beneficios ya creativos, ya económicos.
Gracias por su generosidad, doña Marisa. Por demás, veo que coincidimos en más fuentes de las que pensaba.
Sr Veyrat, me sumo a su propuesta de reflexión. La historieta ha abierto caminos comunicativos impresionantes entre masas considerables de población que jamás llegarían a cuestionarse las verdades absolutas del Estado de turno si no llega a ser por el tebeo. Quisiera recordar aquí, por ejemplo, a un personaje de Marvel, El Capitán América, que fue fácil pasto de crítica negativa por parte de determinados críticos de arte (la historieta es un arte, no lo duden) que, revestidos de su intrínseca sabiduría “progresista” y, obviamente, sin pasar de la cubierta de las publicaciones de Ediciones Vértice, machacaban un personaje que, en pleno franquismo, ponía a caldo las dictaduras (especialmente, las fascistas), en tela de juicio a los mismos EE.UU. de A. y rompía esquemas con el papel de la mujer en la escena aventurera. Los chavales de aquellos años, “educados” en Hazañas Bélicas y el papel sesgado de estas historietas, aunque no por ello con un menor grado de interés estético y narrativo atribuible al magnífico ilustrador y guionista, Boixcar, quedamos estupefactos ante el nuevo papel ideológico que se le otorgaba a la Segunda Guerra Mundial y comenzamos a mirar con igual sospecha nuestra España franquista y al “amigo americano”.
Gracias por el nexo, sr. Izquierdo, discutible pero no por eso menos interesante lo aportado.
Sr. Indefinido, llevo unos días que no salgo de mi asombro, por no decir espanto. Sí, recuerdo el potaje conceptual del sr. Zapatero (ya les advertí en algún otro “post” que en un tema de especial susceptibilidad, el trato de favor que tiene la Iglesia Católica Romana ante el Estado y todos los españoles, don José Luis insistió en equiparar “estado laico” con “libertad religiosa”, otro de los puntos podridos de la Constitución). Pero mis angustias más profundas llegaron ayer mismo de la mano, o la voz, de la ciudadana Aguirre. Doña Esperanza nos citó, “mutans mutandis”, a don Antonio Gramsci con una naturalidad que me resultó, cuando menos, paranormal en una conservadora (que se empeña en decir que es liberal)para describir la situación del PP. Apreciado contertulio, veo un crecimiento inmoderado del frikismo ideológico en los principales partidos políticos de España y eso, desde luego, ni es bueno para esos mismos partidos ni para el común de los ciudadanos: los frikis también llegan al poder.
Don indefinido: La definición de Zapatero la hubiese suscrito aquél Indalecio Prieto del «Soy socialista a fuer de liberal». O sea que la única contradicción zapaterilia podría ser la de «libertario» si se tomase como adscripción a un movimiento de tinte anarquista, lo que no es evidentemente el caso del PSOE actual (el futuro está escrito en las estrellas según Goethe… y cualquiera sabe…)ni el sentido de la frasecita pronunciada por el actual president’el Gobierno (como diría el pobrecillo de Rajoy, que de tanto almacenar temas de oposición olvidó pronunciar el castellano correctamente).
Don Kant, los cínicos peperos se apuntan a un bombardeo, y la lideresa es una especialista, como buena mixtificadora, en engañar cuando puede, tanto llamándose liberal como citando ahora a mi venerado don Antonio Gramsci. ¿Recuerdan con el desparpajo que Asnar o Ánsar según Bush, revindicaba a Azaña? ¿Y cómo iban en piadosa peregrinación a Cádiz a celebrar el día de la Pepa para hacernos creer que la Constitución de Cádiz era el origen del neoliberalismo neocon y de Milton Friedman? Pinochet era neoliberal también, como ella, pues la Escuela de Chicago trazó los viales económicos para la clase dirigente que le preparó en bandeja (y se nutrió de ella) su sangrienta dictadura.
Don Justo, el Miguel V. Cernuda, que firma la entrada anterior soy yo mismo, pero no sé por qué los duendes de su nuevo taller digital han introducido ese nick en la casilla donde debe figurar sólo mi nombre. Yo no uso apodos, como es sabido. ¿Puede borrarlo?
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Nota: ha sido corregido el nombre, Sr. Veyrat.
No se preocupe, don Miguel.Todos sabemos que no usa apodos, pero igualmente hemos reconocido su intervención, tanto por la exquisitez de su prosa, como por sus particulares opiniones (tómese particulares como propias, sin ninguna otra connotación). El caso es que, la mayoría de los que aquí escribimos, podríamos reconocernos por nuestra forma de expresarnos, aunque las intervenciones no fueran firmadas ¿no cree?
Estoy de acuerdo contigo, Marisa Bou, a los que escribimos aquí habitualmente se nos reconoce por lo que decimos y por cómo lo expresamos; el estilo de nuestro querido Miguel Veyrat es inconfundible, aunque las meigas lo apelliden Cernuda, por algo será.
¿Por qué no participo en estos dos últimos temas que propone nuestro amigo Justo Serna? La verdad es no me interesan ni indianas jones ni supermanes ni cañitas bravas ni chiquilicuatres. ¿Cultura de masas? Es posible, nunca me interesaron las masas, sólo me interesan las personas. Sí podría comentar las variedades, pero ando un poco perdida por esta nueva ubicación, demasiados colores, emoticones, no sé, no me adapto, necesito tiempo. De todas formas, aunque no participe, os leo con interés.
Y sí, Justo, estoy de acuerdo, han de concordar las ideas y las frases, cosa que nunca ocurre en la llamada cultura de masas.
Gracias, Marisa y Fuca. En realidad a mí me interesan bien poco los indianas y demases, pero bueno, El Cantar de Mio Çid pudiera considerarse como cultura de masas en su época, como La Iliada y la Odisea, nacidas para reunir a las gentes al borde de los caminos y en las plazas de pueblos y ciudades. Por eso planteé, diablo siempre provocador el tema de otra manera, para pudiéramos examinar desde ese enfoque los fenómenos que influyen, sí Fuca, en el comportamiento de las personas, sus creencias, los mitos con que alimentan sus sueños, en el caso de Chiquilicuatre, Buenafuente et alii, los de nuestros contemporáneos como los titiriteros, bardos, juglares y recitadores populares lo hicieron con nuestros abuelos. ¿Nace la cultura de masas para serlo? Actualmente me temo que sí es un fenómeno comercial provocado para cear audiencia, con ella publicidad, y generar beneficios, pero.. ¿alimenta también «el comportamiento de las personas, sus creencias, los mitos con que alimentan sus sueños…?» ¿En qué medida? ¿Con qué consecuencias? ¿Son casuales, aleatorias o buscadas esas consecuencias?
Y sí, me honraría llevar el apellido del gran Luis Cernuda, demasiado alejado por desgracia de mis propias aspiraciones de poeta.
Sí, Fuca, son más interesantes las personas, pero lo queramos o no, todos formamos parte de esa gran masa, aunque cada uno de nosotros sea, en cierto modo, especial, o diferente. Creo que la intención de Justo en este post no es, en absoluto, frívola. Lo bien cierto es que todos, en algún momento, hemos disfrutado con lo «ligero», ya se aplique el adjetivo a la literatura, a la música, la pintura, o cualquiera de las Bellas Artes. Hay que dar, de tanto en tanto, un descanso a las meninges. Y también hay que tratar de acercarse a la cultura de los demás, aunque sólo sea por tratar de entenderles. Como dice Veyrat, la cultura de masas influye, en principio, en el comportamiento de las personas, y después, el devenir de la Historia la va situando en terreno menos masficado y más culto, puesto que pasan a formar parte de ella.
Miguel, no se haga de menos: es usted un gran poeta con un honrado apellido…)
Yo tampoco creo, Marisa, que la intención de Justo Serna al escribir este “post” sea frívola, reflexiona sobre una cultura de masas sobre la que no puedo hablar porque no suelo ver películas tipo indianas o torrentes ni escuchar a los iglesias ni a tipos semejantes. No conocía a Cañita Brava y, al ver los videos que aparecen en el “post”, sentí vergüenza ajena; el cañita haciendo el ridículo y el público –las masas- riéndose de él (que no con él, que es muy distinto).
¿Es lo mismo, Miguel, cultura de masas que cultura popular? No lo tengo nada claro.
Yo también veo películas que arrastran masas como “Memorias de África” de Pollack; ya sé que deforma la realidad, que el África que retrata poco tiene que ver con la real, pero me entretiene la historia que cuenta y me gusta Robert Redford, ¡claro está!
Parezco el pupas… Tenía previsto concluir el post ahora: añadir lo que falta. Pero, al igual que ocurrió ayer noche, parece que la plantilla enloquece a esta hora, razón por la cual no quiero editar mi texto para acabarlo. No sea que… Mañana lo concluiré y añadiré ‘Variedades’. Ay, Federico, Federico…
Sí, Fedeguico Fedeguico… Me ha proporcionado una de las satisfacciones mayores de los últimos años al observar en la TV su cara de loco de atar desconcertada al verse abandonado por quienes creía hasta hoy sus aliados.Tan listo que se cree… No pensó que sus amados testigos se le hubiesen entregado atados de pies y manos si le apoyaban a él frente a Gallardón en el tribunal.
El estupor de ese rostro blanduzco y pálido ha sido un bálsamo para mis meninges. Y encima tiene la cara de declarar que en la radio no se puede diferenciar opinión de información… ¡Pero si ese es uno de los principios sacrosantos del periodismo! Claro que sus patronos los beatísimos obispos no pararon mientes en que para hacer lo que hace, no precisaban tener un periodista en nómina, que no lo es, sino un delincuente.Con eso bastaba.
Fuca, has hecho una distinción muy importante. La cultura popular se «masifica» gracias a la difusión planetaria de los medios: Muchos más comparten las mismas emociones. Pero te pregunto, ¿Era cultura la lucha entre gladiadores en el Circo romano? Creo que sí, basada en unos principios éticos fuera por entonces de la moral cristiana. Pero si lo era, era cultura de masas.De masa formada por espectadores ávidos de sangre, de emociones fuertes, de muerte «en directo», próxima, con olor incluso, cosa que «la tele» nos hurta. La pregunta es, y la dejo como elemento de discusión: ¿Qué es, cómo se define, cómo se forma, cómo se comporta una masa?
Perdonen la lata, había cerrado el ordenador para acostarme temprano pues madrugo mucho, como saben bien algunos corresponsales míos, pero vuelvo para asombrarme de lo bien que hace las cosas el azar: ¿No les parece que es maravilloso que este blog termine (o vuelva a empezar en uno nuevo, como suele hacer Justo últimamente) con el nuevo Rey de los Frikies? ¿Hay algo más incomparablemente Friki que Fedeguico? Ya formaba parte de ese universo, al menos para algunos de los míos, pero hoy ha resplandecido ante las masas como un Chikilicuatre,Neg, Risto, como un Torrente, brazo tonto del periodismo (más bien mente malvada). Un ridículo así hace tiempo que no se veía tan claro.
Nada, nada, sr. Veyrat: le agradezco la propuesta del frikismo radiofónico. Lo tenía previsto. Me lo ha puesto en bandeja.
¡Por todos los Dioses, que verdad, don Miguel!… El caso es que miraba la pantalla carcajeándome por el desarrollo del juicio del sr. Gallardón contra el ciudadano (¡liberal!… ja, ja, ja…) Losantos y en ella estaba su cara, la del acusado, un rostro macilento y desencajado; escuchaba su vocecilla chillona, ahora melancolizada, depresiva; observaba su incómoda relación con la altura de los periodistas (tenía que doblar su cuello para mirarlos… aunque no aguantaba ninguna mirada); y me decía… ¿qué pasa con el coloso de la radiodifusión?… Acostumbrado a denominarlo «el cómico Losantos» – por sana influencia de don Ángel Martín – me faltaba algo para entender el conjunto: lo que ahora me descubre, sr. Veyrat.
Naturalmente. Como en «El mago de Oz», cuando la cortina cae, se descubre el origen de la voz tonante: era sólo un tipo ridículo y no por su altura – recuerden que el personaje era un enano – sino por sus ínfulas, su arrogancia mientras estaba escondido y a cubierto, mientras se tapaba lo que era él en realidad: un friki del momento. Ahora todo me cuadra todo. Gracias, don Miguel.
Querido Kant, mi querido científico filosófico, el ejercicio y práctica de la poesía, escrita o leída, tanto da, acostumbra (al igual que algunas ciencias pero en otra dimensión) a descifrar arcanos entre la polisemia de las voces y palabras que componen el artefacto que llamamos poema, tal real al cabo como la vida misma. Sí, la metáfora del Mago de Oz está estupendamente aplicada a ese friki de pacotilla (que ya es decir: casi una tautología). Y esa mirada de roedor asustado, cobarde, buscando un agujero por donde escapar… Aunque me temo que su soberbia infinita, sólo comparable a la de sus colegas purpurados, le hará redoblar los ataques, ahora contra todo lo que se mueva…
Algunas veces, amigo Miguel Veyrat, es difícil distinguir la cultura popular de la cultura de masas. La RAE define “masa”, en su novena acepción, como “muchedumbre o conjunto numeroso de personas” y pone de ejemplo “las masas populares”, con lo cual complica aún más la distinción. Para mí, el pueblo es un conjunto de personas diferenciadas, es decir, cada cual con sus semejanzas y diferencias; la masa se caracteriza por ser seres indiferenciados, todos actúan de la misma forma, ya lo dice el refrán popular, “adonde va Vicente, allá va la gente”, es decir, la masa. Por ello, considero el “Antroido” (los Carnavales) una fiesta popular, cada cual se disfraza de lo que quiere, actúan libremente, como seres diferenciados. Masas serían los componentes de algunas manifestaciones políticas, los forofos de determinados equipos de fútbol, los seguidores de algunos cantantes…, yo tengo bastante clara la distinción aunque no lo sepa expresar.
Cuando leía el interesante comentario de nuestro querido Justo Serna sobre la plebe, siguiendo las palabras de Ortega y Gasset, pensaba en el sistema educativo actual. Se ha democratizado la enseñanza, ahora es obligatoria, todo el mundo tiene derecho a la educación, esto es positivo, pero “la democracia como igualitarismo exasperado de la plebe es el triunfo del mínimo común denominador”. Cada pocos años aparecen nuevas leyes de Educación, cada vez peores, cada vez con menos contenidos, tratando de acabar con el fracaso escolar. Lo que se está consiguiendo es que los alumnos cada vez lean y escriban peor, la mayoría no son capaces de leer y comentar un texto sencillo, estamos a la cola de los países desarrollados, y esto sí es preocupante. ¿Por qué hay que igualar por lo mediocre y no se puede igualar por lo excelso? ¿Será que preferimos masas a personas? ¿Serán las masas más fáciles de manipular?
Estimada Fuca, me parece tan interesante su comentario (en la línea de ciertos correos electrónicos que he recibido sobre la educación), que esta mañana trataré ciertos aspectos de lo abordado por usted. Los trataré, digo, en el nuevo post.
Y yo el primero, y todos, creo nos sumamos a lo manifestado por Justo sobre el comentario de Fuca. Naturalmente que hay doctos tratados sobre las masas (mi favorito «Masa y Poder» de Elías Canetti) e ilustres psicólogos sociales (que han sustituído a los sociólogos en estos temas,dedicados estos a otras labores de su sexo) se han ocupado del apasionante tema. Para mí, como creo que ya dije, aunque no estoy seguro que bien, lo popular se convierte en «masivo» cuando los
elementos culturales de la tradición ahormados por la modernidad, por supuesto, dejan de ser una opción individual, libre, como apunta Fuca, y pasan a ser adoptados obviando cualquier juicio crítico, porque es lo que se lleva, de lo que se habla, lo que hay que hacer, hasta llegar a lo que hay que pensar. De ahí mi ejemplo del populus asistente a las sesiones del Circo en Roma, cuando el olor de la sangre obnubilaba las opciones personales de piedad y compasión ante el gladiador devorado por una fiera o asesinado por su vencedor a un golpe de pulgar del «Jefe». Hitler sabía mucho de ello, y todos los grandes dictadores, no sólo los contemporáneos: basta con lanzar una idea fuerza y repetirla (Goebbels es ya un tópico) «masivamente» y a todas horasm para que sea aceptada como verdad absoluta y seguida por individuos que dejan su propia piel antes de entrar en la colectiva propuesta. Pasa con las Iglesias, con los partidos políticos, con los fans de cantantes y de equipos de fútbol… para qué seguir.El mejor ejemplo de masa es la secta. Es por lo que me parece de perlas la cultura del frikismo grotesco que intenta ridiculizar la masificación de las opiniones y la aceptación «poular» de lo kitsh. Un ejemplo lo han tenido hace poco: es tal el descerebramiento de la masa que ha seguido a la AVT y al PP en su camino ultra presidido por una idea única, la desintegración de España, que han seguido mordiendo la mano de quien les alimentó cuando ésta pretendió cambiar de rumbo. En efecto Fuca, las masas son más fáciles de manipular. Es decir «se crean» para poder manipularlas.Pero se parte siempre de elementos culturales asentados y generalmente aceptados y cultivados.
Pero el aspecto educacional que propone Fuca, es apasionante. ¿Igualitarismo intelectual a la fuerza? Pablo Iglesias, aconsejado por el yerno de Marx, redactó las líneas finales del manifiesto fundacional del PSOE proponiendo que el Partido hiciese, entre otras cosas, a los hombres «más inteligentes»