Uno. Lamento no conocer bien la historia reciente de Benidorm, la de su Ayuntamiento, la de sus crisis municipales. Lamento no saber exactamente qué es lo que ha roto al Partido Popular de esa localidad alicantina. Gema Amor, que ha sido presidenta del PP benidormí, ha abandonado las filas de su formación para fundar con otros conmilitones un nuevo partido o una nueva lista electoral, no sé. Se hacen llamar Centro Democrático Liberal.
Amor acusa a Francisco Camps de imponer «la ley del silencio» y de llevar a cabo «prácticas mafiosas con el fin de atropellar a quienes dentro del partido habíamos sido democráticamente elegidos». Al leer lo anterior me ha dado un respingo. ¿Por qué razón?
Ayer mismo seguí viendo la tercera temporada de Los Soprano y sé de lo que habla Amor. No digo que sea cierto; digo que imagino qué son la ley del silencio y las prácticas mafiosas, algo en lo que Tony Soprano es experto. James Gandolfini encarna maravillosamente ese papel. Con razón le han dado tantos premios.
Insistamos en Los Soprano, en la ficción, de una perfección formal y narrativa sobresaliente. Tony Soprano tiene varias tapaderas legales en Nueva Jersey, su municipìo. Uno de sus trabajos reconocidos es la gestión de desechos: alguien tiene que hacer el trabajo sucio en dicha ciudad. Pero eso no es lo más señalado. Lo más llamativo es la familia: o, mejor dicho, las familias, las relaciones, las redes, la jerarquía, el poder, el enriquecimiento, el intercambio, la redistribución, la influencia, el respeto…
No quiero, no puedo imaginarme a Francisco Camps como émulo de Tony Soprano. No son comparables la enorme presencia de James Gandolfini y el cuerpo filiforme de Francisco Camps. Visten trajes de buen paño, pero Soprano se los paga con el dinero sucio que ingresa por sus actividades delictivas. Tampoco es comparable el malestar moral. Tony acude al psiquiatra: en concreto, a la doctora Melfi. Que yo sepa, Camps no ha manifestado momentos de duda, de desmayo o de autocrítica: no tiene tanta tensión ni crímenes horrendos que expiar. Soprano es un mafioso del que apreciamos su lado humano. En cambio, yo no veo a Camps dedicándose a los desechos. Aunque, eso sí, la hernia de la que ha sido operado lo tenga… deshecho. Le deseo una pronta recuperación. Como deseo que Gema Amor rectifique: que se reintegre a su antigua formación, que pida perdón por sus pecados o sus declaraciones y que Benidorm vuelva a ser la plaza de la que salió el nuevo Partido Popular.
Dos. Advertido por unos amigos cuando todavía no había leído la prensa, reparo en la fotografía que reproduce El País en su edición del 20 de abril de 2011. Es una fotonoticia con el siguiente pie:
Camps sigue la actualidad desde casa
El cuerpo entero de la noticia añade:
«El presidente de la Generalitat, Francisco Camps, empezó ayer a retomar el pulso político, desde su domicilio, tras ser operado la semana pasada de una hernia discal. Pese a estar todavía de baja, Camps despachó con Rita Barberá y firmó varios documentos oficiales«.
¿Qué puede decirse de esa instantánea y de los textos que acompañan? Que retratan un mundo interior… Y, sobre todo, ¿quién es el autor de la fotografía? ¿Un retratista acompaña a Rita Barberá cuando acude a rendir visita a Francisco Camps? ¿El president despacha? ¿Recibe de pie a la alcaldesa de Valencia? Parece una descortesía o una situación algo forzada o incómoda. No vemos la escribanía desde la que el president firma esos documentos de los que informa la noticia. No sabemos si por un lado firma y luego despacha. Ignoramos si esos papeles se los llevó Rita Barberá o la presencia de la alcaldesa en la foto nada tiene que ver con esos documentos.
Vemos a Francisco Camps vestido informalmente. Va arremangado, con un par de dobles: algo preceptivo entre la gente bien cuando no lleva corbata. Los faldones de la camisa están fuera del pantalón. Tiene el rostro algo ceñudo. Habla con energía, valiéndose incluso de su mano derecha: como transmitiendo órdenes o digresiones de mandamás. Se dirige a Rita Barberá, que parece escuchar con cierto arrobo. ¿Estamos en una sala angosta? ¿Quizá el gabinete personal del president? Divisamos una librería de color miel o cerezo con volúmenes bien ordenados. De los lomos, los únicos títulos que puedo leer con claridad pertenecen a dos libros de arte: Historia del arte de España y De El Greco a Picasso. Luego hay otras obras de las que intuimos sus respectivos títulos y colecciones: Aguilar, Espasa, etcétera.
Detrás de Camps se ve parte de un cuadro que hay en dicha pared. Sin duda es un plano de época, una pieza añosa o una reproducción de algún mapa antiguo. Me inclino a pensar que es una pieza histórica y no una mera copia porque está enmarcada con pretensiones: con dorados que resaltan el valor de lo que contienen. En el cristal de dicho cuadro se reflejan los volúmenes de los estantes adjuntos. No diviso ningún libro de bolsillo. Casi todas son obras de gran formato o ediciones de aspecto noble. Reina un gran silencio.
…
A mí el señorito Camps, si acaso llegara a soñar con él, se me manifestaría en dos versiones distintas:
o como un santo de aquellos de las estampitas de mi infancia, con los ojillos vidriosos, alicaidos de tanto mirar hacia el cielo, enfervorizado de su misión en este mundo.
o, como una versión moderna de un drácula. Así él tan transparente, blanquecino, filiforme, como usted dice, pero peligroso. No, no tiene la imponente presencia de un Soprano pero, como dice aquel refrán: del agua mansa…
A saber qué habrá ocurrido con la señora Amor y las confabulaciones del cap i casal.
Pues yo me lo imagino yendo todas las semanitas al confesionario; es más económico que acudir a un psiquiatra. Hay que tener en cuenta, además, que Camps es un político frugal, sin propiedades ni posesiones. No podría permitirse pagar esa clase de servicios. Recordemos que es una persona de vida sencilla:
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/02/23/valencia/1266912779.html
Ay.
1984, la corrupción está extendida, el individuo, controlado por pantallas, ve limitadas sus libertades y su capacidad de intervención en la sociedad. George Orwell. «Todos somos iguales, pero algunos somos más iguales que otros» (Animal Farm).
La màfia espanyola és diferent a la nord-americana. Ací en lloc d’anar al psiquiatra van a missa, es confessen i ja estan lliures de culpa. Ja poden continuar delinquint amb tranquil·litat i la cara ben alta. Tenen el vist i plau de l’Altíssim…
Dos. Advertido por unos amigos cuando todavía no había leído la prensa, reparo en la fotografía que reproduce El País en su edición del 20 de abril de 2011. Es una fotonoticia con el siguiente pie:
Camps sigue la actualidad desde casa
El cuerpo entero de la noticia añade:
¿Qué puede decirse de esa instantánea y de los textos que acompañan? Que retratan un mundo interior… Y, sobre todo, ¿quién es el autor de la fotografía? ¿Un retratista acompaña a Rita Barberá cuando acude a rendir visita a Francisco Camps? ¿El president despacha? ¿Recibe de pie a la alcaldesa de Valencia? Parece una descortesía o una situación algo forzada o incómoda. No vemos la escribanía desde la que el president firma esos documentos de los que informa la noticia. No sabemos si por un lado firma y luego despacha. Ignoramos si esos papeles se los llevó Rita Barberá o la presencia de la alcaldesa en la foto nada tiene que ver con esos documentos.
Vemos a Francisco Camps vestido informalmente. Va arremangado, con un par de dobles: algo preceptivo entre la gente bien cuando no lleva corbata. Los faldones de la camisa están fuera del pantalón. Tiene el rostro algo ceñudo. Habla con energía, valiéndose incluso de su mano derecha: como transmitiendo órdenes o digresiones de mandamás. Se dirige a Rita Barberá, que parece escuchar con cierto arrobo. ¿Estamos en una sala angosta? ¿Quizá el gabinete personal del president? Divisamos una librería de color miel o cerezo con volúmenes bien ordenados. De los lomos, los únicos títulos que puedo leer con claridad pertenecen a dos libros de arte: Historia del arte de España y De El Greco a Picasso. Luego hay otras obras de las que intuimos sus respectivos títulos y colecciones: Aguilar, Espasa, etcétera.
Detrás de Camps se ve parte de un cuadro que hay en dicha pared. Sin duda es un plano de época, una pieza añosa o una reproducción de algún mapa antiguo. Me inclino a pensar que es una pieza histórica y no una mera copia porque está enmarcada con pretensiones: con dorados que resaltan el valor de lo que contienen. En el cristal de dicho cuadro se reflejan los volúmenes de los estantes adjuntos. No diviso ningún libro de bolsillo. Casi todas son obras de gran formato o ediciones de aspecto noble. Reina un gran silencio.
Joan Alcàzar
Deben ser mafias muy distintas, la de los Soprano y la que denuncia doña Gema. Tony Soprano, especialmente desde que sustituye al tío Junior como jefe de la familia, es un industrial del crimen que tiene sus reglas, sus valores, su escala de fidelidades. El jefe de la familia al que alude la señora Amor tiene mucha menor entidad como personaje y, me temo, como persona, que la que recrea James Gandolfini.
Justo Serna
James Gandolfini nos inspira piedad y mucho miedo, sr. Alcàzar.
Ya se sabe que son éstos días de penitencia, pero ¡por Jesús del Gran Poder!, no se me flagelen ustedes con pesadillas en las que aparece el señor-hito Camps, sueñen ustedes con mozos más aparentes y amables y dejen al susodicho con sus rogativas por la salvación de su alma (la de su cuerpo la trae perdida de nacimiento) y con sus maquinaciones para seguir en su cómoda poltrona.
La vida es ya de por sí suficiente pesadilla, cuando tenemos que vivirla bajo la égira de semejantes personajes. Los sueños son para eso, para soñar un mundo mejor, sin paquitos, sin ritas, y hasta -si me apuran- sin amores. Un poquito de por favor…
Yo lo primero que he hecho ha sido lanzarme visualmente a su estantería y al no poder adivinar títulos he llegado a una conclusión:esos libros posando me inquietan…
Una biblioteca personal define al propietario, sin duda. No me gustaría que me vieran los libros. Tengo tal caos que mis enemigos confirmarían mi desorden. Bueno, pues eso: ya lo adelanto. En cambio, observo la estantería de Francisco Camps y envidio su regularidad. Prometo enmendarme.
Por favor, no se enmiende usted, señor Serna. El caos de su biblioteca no puede indicar otra cosa que el trajín al que usted tiene sometidos siempre a sus libros, causa directa de su erudición. Y eso es algo que le agradecemos todos los que disfrutamos con sus comentarios de texto.
Sin embargo, en la «biblioteca» del ínclito Molt H., yo sólo veo una acumulación de lomos (supongo que los libros estarán detrás, aunque los hay de «pega») que el decorador le colocó en su momento para producir el efecto de que su cliente era hombre letrado.
Además, quien critique sus estantes lo hará sólo por pura envidia, por la cantidad y variedad de volúmenes interesantes que se encuentran en ellos.
¡Uy! En ocasiones las bibliotecas se te desordenan y entonces -¡miau!- pasan a ser laberintos sin hilo.
Ayer mismo pasé por una tienda de «interiorismo» donde vendían unos libros maravillosos, ya con la pátina del tiempo y el uso incorporada: Mark Twain, Stevenson, Tolstoi… Eran volúmenes vacíos, pero decoraban un montón, y además no se puede pedir todo. La mayoría de los gobernantes me parecen instalados en la ficción: su misión consiste en hacernos creer que realmente ejercen poder. Me viene a la cabeza algo que leí recientemente a vueltas con los problemas de Obama en USA: que Kennedy había sido el último presidente de Norteamérica con capacidad para ejercer el poder. Esta hipótesis resulta irritante y fantasmagórica, pero si jugásemos a tomárnosla en serio por unos minutos descubriríamos algo respecto al valor de «escena» de toda estas personas que ejercen la política profesional. Como mínimo, veríamos con otros ojos la fotografía que Justo Serna analiza con precisión quirúrgica.
Esta imagen me recuerda a algunas del No-Do, y les aseguro que no lo digo con segundas. El No-Do tranquilizaba a los españoles y al mismo tiempo glosaba el pundonor del Caudillo cuando se recuperaba de una «leve afección renal que ha obligado al Generalísimo a guardar reposo durante unos días». Tranquilos, él no desatendía sus obligaciones y recibía a quien hiciera falta en el Pardo con el batín puesto. Con Camps también podemos relajarnos en estos días de vía crucis, no nos va a dejar desatendidos.
Otro par de maldades. Yo creo que lo que reflejan estos dos personajes es, más que una enorme fe en sí mismos, una enorme fe en que los ciudadanos les creen. En esto casi son como el Julio Iglesias de los mejores tiempos. Le odiaban los intelectuales, le denostaban los críticos… «pero cuando salgo al escenario y veo la felicidad de las gentes, entonces pienso en lo hermoso que es mi trabajo». Un estadista puede tomar como ejemplo, qué sé yo, a Olof Palme, a Mandela, a Churchill incluso si me apuran, pero Camps tiene como referente secreto a Julio Iglesias («Weeea!»), lo cual explica mucho respecto a la Valencia que tenemos. Yo creo, en suma, que el secreto de Camps o Barberá es que han aumentado la autoestima local. Esta es una virtud de la que carecen sus competidores, los cuales no solo no tienen ningún programa de gobierno alternativo, sino que además ni siquiera tienen habilidad para despistar a quienes sospechamos que lo único que pretenden es vivir profesionalmente de este cuento de la política. Mientras el Pp valenciano no dilapide este capital psicológico seguirá en el «Poder» y podrá seguir aumentando el déficit con sus fastos y sus manejos turbios, hasta que las finanzas institucionales quiebren -si no lo han hecho ya-, con el agravante de que, con Rajoy en el Gobierno Central, ya será más difícil echarle la culpa a la gente de Madrid.
Hala, me voy de Procesión, no como ustedes, hombres de poca fe, que no creen ni en la senyera ni en Dios ni en nada…
Pero antes de empezar a darse con el cilicio, leamos un poco a los doctores. Esto de hoy en El País es imprescindible:
http://www.elpais.com/articulo/opinion/mercado/invento
Quiero agradecer al señor Montesinos el enlace al artículo de Inerarity. Lo hubiera leído igualmente, porque esas lecturas no las suelo pasar por alto, menos si vienen en El País.
Pero sobre todo, le agradezco la intencionalidad del enlace y del comentario. Me pregunto -porque hay que preguntarse, siempre- porqué los que nos gobiernan (y los que nos quieren gobernar) no echan mano nunca de consejeros como Inerarity, o como usted, señor Montesinos, que hay que ver qué finos análisis le he leído/oído, o mísmamente el propietario de este blog en el que nos comunicamos, que ha demostrado sobradamente su sabiduría política.
¡Ay! (léase suspiro prolongado y quejumbroso)
Espléndido recuerdo, sr. Montesinos, el de Franco saliendo a recibir en batín en plena convalecencia. Era en el No-Do y en TVE. Querían dar la impresión de normalidad, en efecto. Pero era pura representación a la que se le veía la tramoya.
Leeré hoy el artículo de Innerarity. Promete.
El artículo es extraordinario. Joan Romero, ya apuntó algo en esa línea durante la mesa redonda sobre “Algo va mal”. Siempre he envidiado esa capacidad para hacer esos análisis socio-políticos, pero el Señor no me llamó por esos caminos, qué le vamos a hacer.
La fotografía que nos muestra da un poco de “repelús”, este Camps me ha hecho soportable a Zaplana, jamás lo hubiese pensado. Y sí, yo he tenido el mismo morbo y he querido descubrir los volúmenes de esa biblioteca, pero me da la impresión de ser un despacho frio y rancio, en el que todo está colocado y preparado para exhibir una imagen, los libros son una parte más del decorado.
He empezado a ver Los soprano, todavía tengo pocos elementos de los personajes, de contexto… pero me temo que el Sr. Camps no tiene la entidad ni mafiosa, ni personal de Tony Soprano . Todo es más cutre y patético.
Y cambiando el tema, no sé si han visto “ En un mundo mejor”. Desoladora.
«Ahora sí se subió las mangas efectivamente, con sendos gestos enérgicos como si se aprestara a combatir o a hacerme una demostración física, se las subió hasta por encima de los bíceps como un galán tropical de los años cincuenta, Ricardo Montalbán, Gilbert Roland, uno de aquellos hombres simpáticos ya olvidados por casi todo el mundo».
Javier Marías, Los enamoramientos (2011).
Realmente interesante el artículo de Innerarity. Y muy discutible.
Atribuir a la izquierda el invento del mercado es un reclamo periodístico, pero es sólo eso: un reclamo. Y un anacronismo. El mercado no es un invento de la derecha. Tampoco de la izquierda. El mercado libre –como meta o ideal al que propender– se opone al feudalismo y a los monopolios: por ejemplo, al mercantilismo del Setecientos. La etiqueta o categoría «izquierda» es una referencia política históricamente posterior a la realidad económica del mercado. Lo sabe Innerarity. Por eso sorprende la formulación. Comparto la consecuencia a la que llega, pero no comparto ese artificio retórico.
Yo que acabo insultándoles y va y me dan las gracias… Se les ha apoderado el espíritu de la semana santa, no me digan que no.
Baladronadas mías aparte, Daniel Innerarity escribió su ensayo más valioso para Espasa: «El nuevo espacio público». Sería todo un gurú este caballero para los políticos del laborismo, pero sospecho que sólo lo es para los que todavía creemos en la socialdemocracia, que parece que es una cosa distinta. Marisa sabe bien a qué me refiero. Me gustaría que R. razonara su consejo, si lo tiene a bien…
Es evidente, don Justo, que lo de la invención por la izquierda del mercado es un recurso periodístico, pero no me negará que, en estos momentos, está muy bien traído. Y, sobre todo, que a los que andamos metidos en «refundaciones» nos viene de perlas.
De hecho, un conocido nuestro, cuando esta mañana le puse el enlace al susodicho artículo, me contestó que se lo iba a imprimir y a estudiarlo. Sea como sea, Inerarity es un analista que siempre hay que leer despacio, varias veces tal vez, pero en definitiva, su lectura es siempre enriquecedora.
Abundo en el tema del señor Montesinos: ¿puede R. decirnos el porqué del adjetivo «desoladora»?
Siento disentir de lo que dice Marisa, pero he de decirlo. Que la izquierda asuma el mercado me parece muy bien (que me parezca bien a mí es ciertamente secundario). Pero afirmar que la izquierda inventa el mercado –aunque sólo sea como simple reclamo periodístico– me parece algo que no mejora el conocimiento histórico de la gente. Confunde y mezcla categorías.
Dicho sin ‘acritú’.
Acepto la regañina: reconozco que ha sido un acto de «apropiación indebida». Sólo espero que entienda que mi intención era buena.
Yo no tengo todo el conocimiento histórico que quisiera -ya sabe usted que mi «carrera» se frustró- pero sí se me alcanza que tiene usted razón cuando dice que el concepto de mercado existe desde mucho antes que el de izquierda como posición política. Otra cosa es que ahora queramos asumirlo -ya que no cambiarlo- y adaptarlo a los ideales igualitarios a los que aspiramos.
Y sí, ya lo sé, lo dice usted sin «acritú», pero lo dice. Cosa que yo le agradezco y mucho.
Marisa, por Dios. No se lo tome como una regañina, que no es tal cosa. Además, a santo de qué amonestar. Sencillamente creo que compartimos el fondo.
Un abrazo.
Vamos a ver, así extrapolado es un abuso retórico y puede alentar la confusión, de acuerdo. Pero si se lee el artículo con atención, tal y como ustedes han hecho, la fórmula sirve al menos para cuestionarse algunos hábitos de pensamiento en los que la gente tiende a confortarse. El mercado no fue un invento de la izquierda, pero tampoco de la derecha, apareció en la historia porque hubo gente lo suficientemente emprendedora como para entender que en el riesgo podía encontrarse la virtud, y nada ha otorgado más prosperidad a las sociedades que aquella iniciativa. Es absolutamente esencial que entendamos que «izquierda» no supone sólo proteger ciertos derechos, pues uno de los principios más revolucionarios de la historia, el de la igualdad de oportunidades, procede de la tradición burguesa, sin la cual, como Marx no dejó de explicar, la civilización no habría salido de los viejos regímenes paternalistas de subsistencia. Podemos poner a parir a Zapatero por bajar los sueldos de los funcionarios y las pensiones, pero es una obligación ineludible del gobernante plantearse de qué manera la riqueza -esa que luego exigimos que se redistribuya- puede ser fomentada. Y para eso hay que producir y vender, así de sencillo.
Yo creo que lo que pretende el artículo, más allá de lo provocativo de la consigna que le da título, es desactivar el principio maximalista de que izquierda vs derecha significa Estado contra Mercado, o lo que es lo mismo, el prejuicio que ve la economía como el peor enemigo de lo social. Si nos dejamos atrapar por las consecuencias de este mecanismo simplista perderemos la batalla contra el neoliberalismo, cuyo objetivo no es «liberar» a las sociedades, sino instituir y asegurar privilegios y estructuras de dominación.
La verdad es que me he hecho un lío y ya no sabía muy bien qué es lo que debo razonar, menos mal que se trata de hablar de la película, por que si es de los mercados me borro.
Me fui a ver “En un mundo mejor” sin ninguna referencia previa excepto que había ganado el Oscar a la mejor película extranjera.
Una película desoladora, en la que el sufrimiento, la soledad y la violencia son sus ingredientes.
Transcurre entre Dinamarca y Africa.El contraste entre el Norte más “civilizado” y el sur más “bárbaro” , la violencia en sus diferentes manifestaciones, contenida y expresada de la manera más cruel.
Historias que forman parte de la vida: pérdidas tempranas que provocan catastrofes familiare, separaciones,la huida ante el dolor…
La habilidad de la directora (porque es una mujer) es transmitir, con el silencio de los personajes y sus reflexiones, el sufrimiento y el desconcierto que se produce en esas situaciones. Qué sentimos cuando nos vemos superados por lo que nos ocurre, cada uno reaccionamos de una manera. Eso está muy bien mostrado en la película.
En algunos momentos se te hace un nudo en la garganta. La tragedia que se anuncia, sólo con silencios, parece inevitable. No quiero adelantarles mucho por si no la han visto,creo que vale la pena.
Al final me quedé unos minutos impactada en el asiento por lo que acababa de ver. Está muy bien contada si no fuese así, sería un melodrama insufrible.
Tengo que decir que cuando la vi, recordé a dos contertulios de este blog por motivos diferentes. A uno, por que creo que los chavales de bachiller deberían verla, especialmente por los riesgos del uso de la violencia. A otro, cuando contaba el nudo que se le hizo en la garganta viendo “Más allá de la vida”. Aquí también falta el aire.
Sr. Montesinos, usted acepta que eso de que el mercado es un invento de la izquierda «así extrapolado es un abuso retórico y puede alentar la confusión, de acuerdo. Pero si se lee el artículo con atención…»
Admitamos dos cosas. Los títulos de los artículos y el sentido que dan no son sonajeros que encandilen, sino expresiones ciertas que enuncian algo real. O al menos deberían serlo. Si un título confirma a la gente en sus confusiones, no es un buen título, sino un sonajero. Y el rótulo que Innerarity da a su texto no respeta los mínimos: perturba la expectativa y crea un malentendido. La derecha no crea el mercado, pero la izquierda tampoco.
Compartimos el fondo del artículo: el Estado no es el recurso exclusivo de la izquierda y el mercado no es el recurso exclusivo de la derecha. En realidad, lo que queremos decir –cuando leemos a Innerarity–es que una política progresista no refuerza monopolios ni crea o confirma privilegios. Por tanto, un mercado al que todos pudieran acceder en igualdad de oportunidades materiales sería el óptimo social. No es que todos tengamos lo mismo (yo no quiero tener el patrimonio de París-Hilton), sino que todos tengamos la posibilidad de prosperar por nuestros méritos sin que nos frene el privilegio de los viejos linajes o los monopolios de los nuevos amos. Estamos hablando de la meritocracia en un mercado al que acceden quienes tienen capacidades, no herencias o prerrogativas.
De ahí que Innerarity diga: «Solo una socialdemocracia que tenga el valor de aumentar las oportunidades para todos y contribuir a un sistema fundado sobre una verdadera meritocracia puede decir con razón que lucha por los miembros menos favorecidos de nuestras sociedades. Son los objetivos que han caracterizado a la izquierda europea -como la protección de los más débiles o el combate de las desigualdades y los privilegios- los que deben llevarle a adoptar medidas a favor del mercado. La regulación de los mercados -ese objetivo tan propio de la tradición socialdemócrata- no es una estrategia para anularlos, sino para hacerlos reales y efectivos, es decir, para ponerlos al servicio del bien público y la lucha contra las desigualdades».
Eso mismo, por ejemplo, es lo que sostiene y defiende Tony Judt, como viejo socialdemócrata que era: pero a la vez se oponía a la falta de regulación de los mercados que proponen los discípulos de Hayek. Si hay falta de regulación, triunfan los monopolios…
Entiendo que lo que dice Innerarity (o lo que decía Judt) es una utopía moderada que la socialdemocracia puede hacer suya, desde luego. Pero para que eso pudiera verificarse la producción y el consumo deberían aumentar, cosa que haría que se extendiera y redistribuyera la riqueza. ¿Y cómo se logra todo eso, que no parece fácilmente compatible?
Permítame acabar, sr. Montesinos. Compartimos prácticamente todo en este punto, pero reconózcame el respingo que esos títulos me producen. No son nada didácticos. Si usted o yo tuviéramos que explicar este artículo en clase, deberíamos pasarnos media hora aclarando el anacronismo del título. O quizá no: quizá algunos alumnos aventajados harían por sí mismos una hermenéutica demoledora del rótulo.
Entienda usted que he sido yo quien en su blog ha recomendado el artículo en particular y los demás textos de su autor en general. No discrepo de que el título sea poco afortunado y promueva la confusión, lo cual está mal porque no es una simple afirmación abusiva que uno se encuentra en los intestinos de su contenido: es el título. Y a Innerarity ahí se le ha ido la mano. De acuerdo, pero más allá del «sonajero», como usted le llama, lo que nos encontramos es una exposición bien argumentada y que nos ayuda -creo que de forma didáctica- a desactivar planteamientos simplistas. Llevo años animando a mis alumnos la realidad del mercado y la necesidad de competir. Es en este sentido que el mensaje del texto me parece oportuno.
«… llevo años animando a mis alumnos a asumir la realidad del mercado y la necesidad de competir», esto es lo que quería decir… Mira que critico a mis alumnos por no construir bien las frases, demonios.
Estamos de acuerdo, sr. Montesinos. No hay manera de que discrepemos un rato, ¿eh?
Un abrazo.
Bueno, en algunas cosas sí, sigo pensando que usted no interpreta correctamente el profundo valor poético de la nación zombi de The walking dead, y eso por no recordarle su indiferencia hacia dos placeres sublimes de los que pertinazmente se niega a gozar: la Semana Santa y el fútbol.
Por lo demás me resulta inquietante el que muchas personas jóvenes que conozco tengan la sensación de que las organizaciones tradicionales de la izquierda, léase partidos laboristas o sindicatos, vivan profesionalmente dedicadas a proteger derechos de trabajadores consolidados que, a ojos de esta gente joven, son privilegios más que derechos. Algunas de estas personas, en suburbios como el del centro donde trabajo, coquetean a veces con la ultraderecha. En este sentido temas como el del ascenso de los ultra en Finlandia deberían inquietarnos.
Y, por cierto, hablando de ultras, ya saben que tengo buenas fuentes respecto a la actualidad del cómic o, para ser más exacto, de aquella especialidad del cómic que hoy me interesa, que es la que propiamente llaman «novela». Termino la primera parte de «Amores frágiles», en Rossell comics para España, de Beuriot y Richelle. Hay dos partes más, y fue premio del Festival de Angouleme, sancta santorum del tebeo francófono, al que tanto, para bien o para mal, le debe mi formación moral y la de tanta gente de mi quinta. Excelente. Cuenta la complicada vida sentimental de dos personajes, un hombre y una mujer, a lo largo de los años treinta, entre Francia y Alemania, con el telón de fondo irremediable del ascenso del Partido Nazi al poder, el crecimiento imparable del antisemitismo y los tambores de guerra creciendo entre la gente. Si algún día le pega a usted por escribir algo así como «¿Por qué los historiadores deberían leer tebeos?» le van a crujir a usted en la Academia, señor Serna, pero yo le querré aún más, no tenga duda.
Última confidencia por hoy: recién termino «La traición de los clérigos», de Julien Benda… Uhmm, creo que hay que leerlo, con cuidado, pero hay que leerlo.
Gracias por explicarse, R, lo que nos revela es lo que algunos le pedíamos, a ver cuando puedo verla.
Sigo viendo “Los Soprano”. En todas las películas de la mafia que he visto siempre se muestran sus actividades ilegales, pero creo que uno de los aciertos de esta serie, entre otros, es mostrar las contradicciones que se producen en el ámbito privado cuando intenta ejercer de padres, hijos y esposos “normales”. Me pregunto si el Sr. Camps entra en esas contradicciones o sí por el contrario sus certezas no tienen fisuras.
He terminado “Los enamoramientos” será un placer leer sus reseñas. No ha satisfecho mis expectativas.
Ahora empiezo “ Memorias de un liberal psicodélico” por recomendación de un asiduo lector . Me da la impresión de que es un libro vivo, lleno de experiencias de los años 70. Ya veremos.
De nada Sr. Montesinos, espero que le guste. A mi me pareció una buena película.
[…] de entretiempo, me mondaba. Pensaba en el caso de los trajes, en Francisco Camps, que no sé si es un hombre de posibles. Pues bien de este asunto trata mi columna quincenal en El País. He probado a imaginar Sin […]