Ya tenemos título. Norteamérica existe en nuestra cabeza y Nueva York está en nuestra memoria. A esos lugares podemos acudir: a esa América en parte imaginaria en la que estamos alojados podemos regresar. Mientras preparamos una Exposición para la Universitat de València, Alejandro Lillo y yo accedemos a un espacio imaginario que nunca podremos visitar.
No existe esa Norteamérica que tenemos bien aprendida y de la que podríamos indicar destinos y monumentos. Es un país joven y para jóvenes, para aquellos rockers de los cincuenta que hemos imitado o cuyas indumentarias hemos copiado. Es más: de algún modo, quienes envejecemos seguimos instalados allí, en ese mundo ficticio que nos mostraron el cine y la música. De repente nos miramos y nos vemos como réplicas, gentes que aún se visten con tejanos o que todavía llevan cazadoras de cuero. Nuestros cuerpos son perchas, qué perchas, de modelos remotos. De James Dean, por ejemplo. O eso queremos pensar.
En el nuevo número de Ojos de Papel se habla de este mito trágico, pero sobre todo hablo de los créditos de Rebelde sin causa (1955), de la secuencia de apertura. Ahí está todo. O eso intento plasmar…
¿Qué muchacho no se ha inspirado en él? ¿Qué adolescente no ha calcado consciente o inconscientemente su desazón? En él nos hemos proyectado, de él hemos admirado su belleza o nos hemos compadecido. Pero también nos vemos tarareando canciones de aquellos años gloriosos: de los cincuenta, de los primeros sesenta, precisamente cuando todo estaba cambiando. Las letras decían más de lo que nuestro precario inglés podía entender. Ahora, justamente ahora, descubrimos la poesía de un rock sensual y sexual.
Seleccionamos objetos, leemos y releemos y escribimos para una exposición que será eso: la recreación de un lugar que sólo existe en nuestra fantasía, esa Norteamérica material y consumista de la que creemos saberlo casi todo gracias a las películas y a las canciones, a las novelas y a los discos. Ya tenemos título. Anótenlo:
COVERS (USA, 1951-1964)
Cultura, juventud y rebeldía
En el Centre Cultural de La Nau podrán visitarla. ¿Cuándo? Ah, no se me amontonen, que diría Cantinflas. Pronto les anunciaremos las fechas de inauguración. A partir de marzo vayan haciéndose un hueco en su agenda para acudir a La Nau. Será un viaje a la América de hoy. Sí, a la de hoy: a esa que aún tenemos en nuestra imaginación.
El consumo del rock. La América opulenta y material está en nuestra imaginación y está en los sones que nos llegan de aquella época. Hacia 1955, fecha de estreno de Rebelde sin causa, el rock ‘n’ roll esta naciendo. Poco tiempo después, esa nueva música tiene ya artistas reconocidos, tiene hitos. Se han presentado y han triunfado. En parte, su propia imagen es el espejo en el que se miran los muchachos estadounidenses. El tópico del rocker será el de un tipo con coche o moto, el de un joven peinando su tupé, el de alguien con guitarra…
Avancemos hasta finales de los años cincuenta, apenas ha transcurrido un lustro del estreno de la película que protagoniza James Dean. Un cantante muere pronto. Será un cadáver exquisito del rock, dejando en herencia dos grandes clásicos: Sumertime Blues y C’mon Everybody. Nos referimos a Eddie Cochran. Ambas canciones son el ruido airado de aquella generación y sus ecos sonarán en artistas posteriores: por ejemplo, en The Who o T. Rex (con Marc Bolan).
Elvis Presley era la rebelión del sexo, de la explosión hormonal y de la insinuación explícita. Eddie Cochran era otra cosa. Es la ira, el malestar. Muere pronto y muere en un accidente de coche. Como en el caso de James Dean, también Cochran fallece jovencísimo, pilotando su máquina. Su vida se ha consumido.
Son la generación de la prisa, de los satisfechos materiales y de los descontentos emocionales. Lo quieren todo, con vehemencia, lo quieren sin demoras. Ese hedonismo es una rebelión: pero será también una asimilación. De eso, de rebeldía, juventud y consumo escribe Alejandro Lillo en Ojos de Papel. Fíjense: éstos son esbozos que les presentamos, los breves apuntes de algo que aún no exponemos. Pero les proporcionamos avances. Añadimos reflexiones a la exposición de La Nau. O si prefieren: añadimos exposiciones a la reflexión que mostraremos en la Universitat a partir de marzo.
Como les pasaba a los rockers: esto es un no parar…
¿Volver al pasado? En la exhumación de lo pretérito (de la cultura del rock’n’roll, por ejemplo), hay generalmente melancolía: insólita melancolía. Aunque muchos no hayan vivido en los cincuenta echan en falta aquella forma de vestir, de existir: o de morir joven, incorrupto y temprano. Eso es comprensible.
James Dean murió bellísimo y Eddie Cochran falleció cuando solo contaba veintiún años. En cambio, quienes estamos aquí nos perdemos: perdemos pelo, lozanía, vigor. Envejecemos desmintiendo, además, muchas expectativas, frustrando lo que de nosotros se espera o lo que nosotros mismos deseábamos.
La imagen del joven que consume su existencia apurando hasta el último sorbo es un mito actual que en parte procede aquella cultura. Por eso regresamos. Proponemos examinar esa insólita melancolía, algo perfectamente actual. Nos interesa dicho pasado remoto no porque haya muerto, sino porque sigue vivo en los mitos con los que vivimos.
A pesar de que los primeros rockers murieran pronto o malamente, sus ecos nos llegan. O mejor aún: entonamos sus canciones porque advertimos que sus ritmos nos agitan, nos desentumecen; o porque descubrimos que sus letras son la escritura ficticia de nuestra existencia. No somos así, pero pudimos ser así, creemos.
Hay una frase que los historiadores repetimos: la historia se interesa por lo pretérito. Valiéndonos de documentos, reconstruimos el pasado tal cual fue. Esa idea tiene algo de verdad. Y tiene algo de error: para lo que vale la historia es para saber ver el presente.
Si regresamos a los años cincuenta, no es para hacer arqueología cultural de una época ya concluida. El historiador no traslada los huesos de un cementerio a otro. Si volvemos a aquel tiempo es porque el presente es un depósito vivo de una sociedad que entonces nace. Hoy no es ayer, cierto. Pero la vida de nuestros días está hecha de los restos de aquella época. Hacemos cosas que hicieron aquellos antepasados. Decimos cosas que dijeron en los cincuenta o en los sesenta. Vivimos lo que otros vivieron de otro modo.
De otro modo: ahí está la clave. Los historiadores no desenterramos figuras de otro tiempo por melancolía. De repente comprobamos que somos copias desvaídas de personajes pretéritos: impura refacción, ruinas de aquellos muertos gloriosos.
Años cincuenta, años sesenta. Nos precipitamos.
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Hemeroteca
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Primera entrega:
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Segunda entrega:
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No se pierdan, entre otros artículos de Ojos de Papel, los que firman amigos y comentaristas de este blog:
Miguel Veyrat
Francisco Fuster
Rosario Sánchez Romero
Un lujo.
http://www.facebook.com/justo.serna
James Dean, por supuesto. Uno de los grandes iconos de aquellos años, uno de los grandes mitos del cine. Tendrá un lugar destacado en la exposición, qué duda cabe. Viendo los créditos iniciales de «Rebelde sin causa» se percibe un notable desamparo que luego queda confirmado a lo largo del metraje. Aunque, claro, entonces también descubrimos que la rebeldía de Jim Stark sí que tiene causa: los mayores tienen algo que decir al malestar que aqueja a los tres protagonistas. Los tres, por cierto, fallecidos en trágicas circunstancias.
No me tire de la lengua, sr. Lillo, que algo hay que dejar para la Expo…
Usted sabe que una parte esencial del mito de esta película lo originan las muertes de James Dean, Sal Mineo y Natalie Wood. Eso ‘agiganta’ el film.
Es cierto que hay mucho de construido y reconstruido sobre ese tiempo, sobre aquella Norteamérica rebelde. Es innegable y además forma parte de su atractivo, con tanto icono pop como surgió de allí. Cadáveres bonitos, poses y actitudes originales, ímpetu inconformista y deslumbrante que descollaba frente a lo vetusto
No obstante, también quiero reincidir en un aspecto, espléndidamente recogido en el texto de Alejandro Lillo, la conexión de nuestro tiempo con aquel. Lo hace a través de la publicidad, quizá el medio y el modo más omnipotente en nuestra actual forma de vida, de vivirla y, en especial, de consumirla.
Aunque creo que hay más todavía: en aquella América despuntan los babyboomers, la primera cohorte de la generación nacida a partir de la Segunda Guerra Mundial hasta principios de los 60s, la generación que, hasta hoy en día, ha dominado todos los estratos de poder (político, económico, tecnológico, periodístico, cultural, intelectual, universitario, social…). ¿Será esta Gran Recesión, junto a la natural decadencia vital, el fin de esa hegemonía?
Es una pelíciula que me gusta, Rebelde sin causa de Nicholas Ray. El color, la textura de esa película es inigualable, es muy especial.
Tiene usted toda la razón, Rogelio: asistimos al fin de una época. El problema es que no podemos (al menos yo no lo consigo) imaginar siquiera que vendrá después. ¿Qué futuro aguarda a nuestros hijos, que no han conocido la rebeldía? ¿Cómo lograrán salir de la maldita recesión que les atenaza?
Los que ya hemos vivido, podemos llevarnos al menos aquellos bellos recuerdos, los que nos mostrarán Justo y Alejandro en esa esperadísima exposición. Pero ellos ¿qué se llevarán? ¿la imagen de Lady Gaga cubierta de filetes? ¡Pobrecillos!
En Roma vi una exposición que mostraba los mejores años de Hollywood y de Cinecittá, que son, precisamente, aquellos mismos años que nuestros amigos glosan. Dentro de cincuenta años, no creo que sea posible una exposición así, referida a los tiempos actuales. ¡Pena!
Jueves, 2 de febrero, a las 12:30 horas, se presenta públicamente y con fuerza la candidatura a Decano de la Facultat de Geografia i Història de Valencia que encabeza Francisco Gimeno Blay. Es en el Salón de Grados del Centro. En el equipo figuran Rafael García Mahiques, María José López García, Rafael Narbona y Encarna García Monerris. Espero y deseo el triunfo de esta candidatura. Adivinen por qué. Tienen avales y bemoles. Tienen experiencia y vehemencia. Y tienen un proyecto.
Muchas gracias, doña Marisa. De cómo se salga de esa crisis dependerá mucho el juicio histórico sobre esta generación hegemónica, que es, no lo olvidemos, quien la está gestionando. Y aquí no entro en las coordenadas izquierda-derecha porque los babyboomers están en los dos lados, sino en el todo global de lo relacionado con el Occidente originario: Europa, que es la que decae claramente (de momento). Veremos si los EEUU también. A los demás países en vías de desarrollo parece irles bien, de lo que me felicito, no siempre va a tener que tocarles a ellos la bola negra.
En fin, me pregunto si estas burbujas, estos viajecitos (aquí casi todo el mundo ha estado en todas partes y comprando de todo, desde luego no ahorrando), estos derroches públicos y privados… ¿son la consecuencia de la soberbia generacional y el autohomenaje permanente? (¡ay, que malamente se ha interpretado a Trotsky!).
Saludos y hasta mañana.
Una curiosidad. Corey Allen murió el año pasado a los 75 años. Este nombre no le dirá nada, pero quizá sí les diga más si les recuerdo que fue el actor que interpretó a Buzz, el joven que desafía a Jim en el acantilado al juego del gallina. He archivado en la memoria a largo plazo una escena de la que no se suele hablar mucho en relación a esta película, en cuyo relato para mí es absolutamente decisivo el tramo de la competencia «de machos» que se da entre Buzz y Jim. Juntos se asoman al acantilado y se preguntan uno a otro -de una forma extrañamente amistosa, después de haberse peleado incluso a navaja- si tiene algún sentido jugarse la vida por nada -también «sin causa»-. Es como si la fatalidad, la necesidad impuesta de guardar una jerarquía social les impeliera a ello, y descubrimos en ese momento que es en contra de su voluntad. Después Buzz se enreda al abrir la puerta y…
La muerte de Buzz es el acontecimiento que desencadena todo lo demás, en un sentido yo me atrevería a decir que muy freudiano, pues la historia posterior, con la creación de una especie de familia imposible, encuentra su condición de posibilidad en esa ausencia. A mí me parece un relato trágico en toda la extensión de la palabra, un camino inútil donde los personajes dan vueltas sobre el mismo punto sin llegar nunca a orientarse, manejando solo los pecios de un naufragio. Todo parece gobernado por la fatalidad, como determinado por un oráculo que empezaría por predecir, justamente, que Jim, de alguna extraña manera, causará la muerte de quienes se le acerquen.
Por cierto, el personaje de Sal Minneo se llama «Platón», no parece casual: su alma viaja por paraísos artificiales… y además es homosexual.
Ay, sr. Montesinos, que me destripa un texto que tengo para el catálogo…
El consumo del rock. La América opulenta y material está en nuestra imaginación y está en los sones que nos llegan de aquella época. Hacia 1955, fecha de estreno de Rebelde sin causa, el rock ‘n’ roll esta naciendo. Poco tiempo después, esa nueva música tiene ya artistas reconocidos, tiene hitos. Se han presentado y han triunfado. En parte, su propia imagen es el espejo en el que se miran los muchachos estadounidenses. El tópico del rocker será el de un tipo con coche o moto, el de un joven peinando su tupé, el de alguien con guitarra…
Elvis Presley era la rebelión del sexo, de la explosión hormonal y de la insinuación explícita. Eddie Cochran era otra cosa. Es la ira, el malestar. Muere pronto y muere en un accidente de coche. Como en el caso de James Dean, también Cochran fallece jovencísimo, pilotando su máquina. Su vida se ha consumido.
Son la generación de la prisa, de los satisfechos materiales y de los descontentos emocionales. Lo quieren todo, con vehemencia, lo quieren sin demoras. Ese hedonismo es una rebelión: pero será también una asimilación. De eso, de rebeldía, juventud y consumo escribe Alejandro Lillo en Ojos de Papel. Fíjense: éstos son esbozos que les presentamos, los breves apuntes de algo que aún no exponemos. Pero les proporcionamos avances. Añadimos reflexiones a la exposición de La Nau. O si prefieren: añadimos exposiciones a la reflexión que mostraremos en la Universitat a partir de marzo.
Como les pasaba a los rockers: esto es un no parar…
Hemeroteca
Primera entrega:
Justo Serna, «James Dean y el sueño americano. Los créditos de la rebeldía», Ojos de Papel, 1 de febrero de 2012
Segunda entrega:
Alejandro Lillo, «Rebeldía, juventud y consumo: apuntes para una reflexión», Ojos de Papel, 1 de febrero de 2012
Señor Serna, a Montesinos hay que atarlo en corto.
Por otro lado, el joven Eddie Cochran falleció en un accidente de tráfico en Inglaterra, a punto de regresar de su gira por aquellas tierras. Iba en un taxi, un Ford Consul, con su amigo Gene Vincent y su novia Sharon Sheeley. Una rueda reventó y se estrellaron contra una farola. Sólo falleció él. Tenía 21 años.
En sentido amplio, la Expo COVERS y el debate sobre tu temática, “Cultura, juventud y rebeldía”, nos afecta a todos, como descubre con inteligencia Alejandro Lillo en su artículo, porque incide o alcanza hasta nuestros días. El mundo que se abrió en esta etapa, junto con la corriente contracultural posterior y el 68, a espaldas de la generación de los babyboomers de posguerra, marcan desde la agenda cultural, política, social… hasta las costumbres más personales e íntimas.
La definitiva emancipación femenina, todavía en curso, nace ahí, los movimientos de liberación antirracista y anticolonial se desbordan en esta etapa, la cultura de masas se consagra a partir de aquella época, no digamos la libertad sexual o el consumo masivo de drogas y, sobre todo, el consumismo como instrumento en la autogestión de la identidad individual. Que conste que trato de limitarme a anotar los hechos que creo relevantes y que, de momento, no los valoro.
Hay un imaginario que COVERS aborda, como señala el profesor Serna en su post, pero, siento ponerme pesado, no es sólo un pasado de lo que estamos recibiendo información y tratamos en algunos de estos comentarios, sino, aunque pueda sonar extraño a los más jóvenes, las raíces aún vivas de nuestro (¿decadente?) presente, que es decir tanto como sus valores.
Sr. Lillo, cuando digo «pilotando su máquina» lo hago metafóricamente: gobernando su vida, apurándola. Matarse con un coche (te lleven o lo lleves) tiene una estética inquietante en el rock, ya lo sabe. Por eso digo: «Su vida se ha consumido».
¿Volver al pasado? En la exhumación de lo pretérito (de la cultura del rock’n’roll, por ejemplo), hay generalmente melancolía:
insólita melancolía. Aunque muchos no hayan vivido en los cincuenta echan en falta aquella forma de vestir, de existir: o de morir joven, incorrupto y temprano. Eso es comprensible.
James Dean murió bellísimo y Eddie Cochran falleció cuando solo contaba veintiún años. En cambio, quienes estamos aquí nos perdemos: perdemos pelo, lozanía, vigor. Envejecemos desmintiendo, además, muchas expectativas, frustrando lo que de nosotros se espera o lo que nosotros mismos deseábamos.
La imagen del joven que consume su existencia apurando hasta el último sorbo es un mito actual que en parte procede aquella cultura. Por eso regresamos. Proponemos examinar esa insólita melancolía, algo perfectamente actual. Nos interesa dicho pasado remoto no porque haya muerto, sino porque sigue vivo en los mitos con los que vivimos.
A pesar de que los primeros rockers murieran pronto o malamente, sus ecos nos llegan. O mejor aún: entonamos sus canciones porque advertimos que sus ritmos nos agitan, nos desentumecen; o porque descubrimos que sus letras son la escritura ficticia de nuestra existencia. No somos así, pero pudimos ser así, creemos.
Hay una frase que los historiadores repetimos: la historia se interesa por lo pretérito. Valiéndonos de documentos, reconstruimos el pasado tal cual fue. Esa idea tiene algo de verdad. Y tiene algo de error: para lo que vale la historia es para saber ver el presente.
Si regresamos a los años cincuenta, no es para hacer arqueología cultural de una época ya concluida. El historiador no traslada los huesos de un cementerio a otro. Si volvemos a aquel tiempo es porque el presente es un depósito vivo de una sociedad que entonces nace. Hoy no es ayer, cierto. Pero la vida de nuestros días está hecha de los restos de aquella época. Hacemos cosas que hicieron aquellos antepasados. Decimos cosas que dijeron en los cincuenta o en los sesenta. Vivimos lo que otros vivieron de otro modo.
De otro modo: ahí está la clave. Los historiadores no desenterramos figuras de otro tiempo por melancolía. De repente comprobamos que somos copias desvaídas de personajes pretéritos: impura refacción, ruinas de aquellos muertos gloriosos.
Hemeroteca
Primera entrega:
Justo Serna, «James Dean y el sueño americano. Los créditos de la rebeldía», Ojos de Papel, 1 de febrero de 2012
Segunda entrega:
Alejandro Lillo, «Rebeldía, juventud y consumo: apuntes para una reflexión», Ojos de Papel, 1 de febrero de 2012
Don Alejandro, su sabiduría es inversamente proporcional a sus pocos años. Ha hecho un retrato exacto de la sociedad actual, que evidentemente pierde en la comparación con la de los cincuenta. Sí, ellos lo querían todo porque no tenían nada, Pero hoy, los jóvenes nacidos con el zurrón de la democracia y el progreso, no saben bien qué deben desear, qué deben exigir a su mañana.
Y sus mayores, dedicados como estamos a impedir que la vida y la edad nos atropellen, no dedicamos demasiado tiempo a explicarles la importancia de lo que tienen ni la conveniencia de pedir más, de progresar. Si en vez de vivir como adolescentes de imitación, lo hiciéramos -imbuidos de la pedagogía que la edad otorga- a señalar nuestros fallos con el fín de evitarles alguno de los mil tropiezos que les esperan, tal vez nos divertiríamos menos, pero seríamos más útiles a la sociedad.
Un cariñoso saludo, señor Lillo.
Hoy le han concedido el premio Biblioteca Breve a Javier Calvo (Barcelona, 1973) por su novela “El jardín colgante”. La obra es producto, según el autor, del impacto que le causaron las movilizaciones de los indignados el pasado año, 2011. Esto es lo que le dice Javier Calvo a Rosa Mora, de El País, “Un año indescriptible y extraño; vi cosas que nunca había visto antes, como la plaza de Catalunya llena de gente llamando a la revolución, un fugaz despertar de la consciencia; la magia negra del capitalismo, con agencias de calificación expulsando a políticos de sus cargos… y todo con la sensación de que no había futuro, de que todo se había acabado”.
Por cierto, el premio está dotado con 30.000 euros, que paga el “muy poco capitalista” Grupo Planeta
La periodista prosigue explicando: “A partir de ahí, se preguntó cómo se había llegado a tal situación de catástrofe y llegó a la conclusión de que el inicio estaba en 1977, cuando España despertaba a la democracia. Él no vivió esos días, pero ha leído y se ha documentado, sin exceso —“porque el exceso de documentación perjudica a la novela”— y desde el presente, se plantea si “aquello fue un sueño o lo es ahora, si entonces era realidad y ahora no”.
En La Vanguardia el periodista Josep Massot recoge que en 1977 el autor tenía 4 años pero, afirma “no me ha hecho falta documentarme mucho. La prensa de la época y un libro sobre los servicios secretos”. “Han pasado 34 años y, según Calvo, de la España de la Transición no queda nada”. También declara el autor a ese medio que “lo que cuento en realidad es la historia de una gran mentira, de la mentira oficial”.
En El Mundo, con Matías Néspolo, Calvo es más concreto: “Y la pregunta por el presente, `cómo hemos llegado a esto?´ lo llevó a remontarse a los orígenes de la Transición, `donde comenzó la España que tenemos´, apunta. Pero la sensación de irrealidad se duplicó para Calvo entre esos dos momentos históricos, 1977 y el presente. `No pude encontrar los vínculos´ reconoce, algo había pasado entre ese mundo y el nuestro´.”.
En fin, el que parece un estimable novelista (no puedo juzgar, no le he leído, pero el jurado está formado por gente acreditada) no ha sido un prodigio en su trabajo de documentación para la obra, lo que trae como consecuencia lo que parece una empanada mental de considerable magnitud,y por eso es incapaz de encontrar vínculos. No importa, la posición de Caballero Bonald, miembro del jurado, nos lo explica a quienes no llegamos a entender del todo lo que quiere decir Calvo (aunque lo intuimos): “la Transición le recuerda (a Caballero Bonald) que `el postfranquismo aún está aquí´”.
El titular de El País es “Una visión provocadora de la Transición gana el Biblioteca Breve de novela”.
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/02/01/catalunya/1328099877_573302.html
La clave es “provocadora”: el empleo de la transgresión como efecto publicitario no se acaba de inventar, como es sabido y tratamos en este debate en curso. Lo fundamental, sin embargo, es que el legado de los babyboomers españoles, la Transición, es puesto a revisión (“la mentira oficial”) por otro insolvente que, dice, se ha leído un libro y está convencido de lo malo que es el “exceso de documentación» porque «perjudica la novela”. Pobre Cercas, el trabajo que se hubiera ahorrado con esta metodología de trabajo.
En fin, que unas veces más o menos bien y otras rematadamente mal, rastreamos el pasado en busca de las respuestas a nuestro presente, como aclara el profesor Serna en su último post. Calvo no es un historiador y se nota (mucho), y esto marca la diferencia abismal entre ambos, pero, a mi juicio, lo importante en estas manifestaciones del joven novelista reside en el peso del pasado reciente en nuestro presente y el diferente enfoque, no sólo ideológico, sino principalmente generacional.
Estoy desconcertado con esto que dice Javier Calvo y que tan amablemente reproduce y enlaza Rogelio López Blanco. He de asimilarlo.
Contrariamente a lo que sostiene el director de ‘Ojos de Papel’, me parece interesante la idea de Calvo, la de que la documentación no anule la invención. Es lo que le reprocho al siempre interesante Mario Vargas Llosa. Se documenta en exceso.
Pero, por otro lado, el adanismo no me gusta nada.
Somos historiadores, ¿no?
Luego vuelvo.
Es cierto, señor Serna, el rock, los coches y ese morirse joven forman parte del mito. Es ese “live fast love hard die young and leave a beautiful memory” que tanto ha dado de sí. Tanta vitalidad y tantas capacidades consumidas tan pronto…ya lamento no haberle entendido. Y por cierto, su epígrafe “Volver al pasado” no puede ser más acertado. Aquellos primeros años de rebeldía y rock’n’roll pasaron, pero no están muertos: sus ecos pueden rastrearse hasta el presente, forman parte de nuestra vida cotidiana en mayor grado de lo que en ocasiones creemos. Rastrear su legado puede ayudarnos, como usted dice, a distinguir mejor nuestro presente. No puedo estar más de acuerdo.
Doña Marisa, muchas gracias por su generosidad. En estos momentos de crisis y desconcierto necesitamos gente como usted, comprometida y responsable que contribuya a cambiar esta dinámica tan horrenda. Entre el mensaje de Cochran de 1959 y el anuncio de Orange de 2008 hay otra diferencia importante. Lo que el rockero expresa en su canción “Teenage Heaven” es un deseo. Quiere una casa con piscina, un teléfono en su cuarto, que su padre le pague un coche… pero también que no haya problemas o preocupaciones en casa. Expresa, pues, unas determinadas aspiraciones.
En el anuncio de 2008 la cosa es muy distinta. El anuncio está describiendo la realidad: tú, que vives con tus padres y a la vez tienes tu propia vida, que lo quieres todo y lo quieres ya, tienes que tener este móvil. Si madurar es aceptar la pérdida, comprender que hay que renunciar a cosas para conseguir otras, Orange está describiendo un mundo de adolescentes eternos, con todo lo que eso significa. Ese mensaje de vida, pese que la crisis económica lo está ocultado ahora, sigue presente y claramente es lo que nos ha conducido a ella, entre otras muchas cosas, claro.
Lo que en Cochran es una promesa, un incentivo o un sueño por conseguir, en Oregne es una realidad de corte más bien caprichoso e impaciente. Eso sí, con ese toque alternativo tan estudiado.
Ahora bien, el cantante habla de problemas en casa, ¿a qué se está refiriendo? ¿De qué problemas está hablando? Eso es también lo que queremos abordar en “Covers”: qué sucede entre 1951 y 1964 con una sociedad que parece tenerlo todo, pero que en su seno palpitan profundos malestares. Rockeros como Cochran destaparán algunos, por eso se vuelven personajes incómodos e indeseables. Pero hay otros. ¿Cuáles? Tendrán que esperar un poco, no me sean impacientes…
Lo que apunta el señor López Blanco es muy interesante. Tanto el tema generacional como esa nueva novela premiada. Habrá que leer esas noticias con atención, pues suena todo un poco extraño. Veremos.
Como apunta Rogelio, la novela promete polémica. Con respecto a la documentación, conincido con Justo. Si se trata de una novela, basta con que resulte creíble y que mantenga la coherencia interna. Ahora bien, si se mete en «jardines» como el de la Transición, aunque lo mezcle con temas de ciencia-ficción etc., va a generar problemas.
Con el comentario a los textos de la prensa en los que se recoge la noticia del premio Biblioteca Breve Seix Barral a Javier Calvo no pretendía juzgar su obra, no la he leído, sino, mediante las declaraciones del autor, incidir en algunos aspectos que estamos valorando en este debate sobre “Cultura, juventud y rebeldía”.
A saber, y sólo a partir de sus declaraciones, no de lo que llegue a ser la novela, que no me pienso perder:
(1) El factor de la rebeldía generacional frente a los babyboomers (en este caso españoles), cuestionando las “verdades” sobre la Transición, tan legítimo en su planteamiento como insolvente en su documentación y en un mínimo análisis contextual, pues poca influencia hay de la Transición española en parecidas movilizaciones que se sucedían en otros países de Europa: Grecia, Portugal, Irlanda, Italia y en algunas ciudades británicas…
(2) En el uso del pasado (recuerdos, memoria, historia), también legítimo, parece que casi todos coincidimos, para abordar una novela de ficción, pero voluntariamente mal conocido y, por tanto, distorsionado (se imaginan que el libro leído sobre los servicios secretos fuera el de Perote sufragado por Mario Conde). Y la sorprendente revelación o epifanía de 2011, que confiesa el autor. Pero de dónde se cree una persona culta, leída y traductora, acercándose a los 40, que viene la Constitución que rige la actual convivencia en España, el problema del terrorismo etnicista que nos ha asolado hasta hace bien poco, el asunto de la memoria histórica, las tensiones continuas por la distribución territorial del poder en la configuración del estado de planta federal (autonómico) –aún en construcción (con las permanente pulsiones centrífugas y centrípetas y el uso contumaz del agravio comparativo)–, el conflicto legal en materia linguística, la pugna entre laicismo y religiosidad en el ámbito pública, la construcción del Estado de Bienestar, que ahora ha entrado en crisis, y un largo etcétera de graves cuestiones. Parodiando el anuncio de Orange: “lo pienso ahora, existe ya (pero no antes)”.
(3) El componente promocional de su planteamiento “provocador”, también legítimo, aunque que no tiene nada de innovador, y que es heredero en último término de aquella época que revolucionó el mundo publicitario (lo vemos en la serie Mad Men), si es que no fue promovido por él mismo (Thomas Frank: “La conquista de lo cool. El negocio de la cultura y la contracultura y el nacimiento del consumismo moderno, Alpha Decay, 2011)
No obstante todo esto, para mí lo más interesante es el asunto del meteorito, porque vivo cerca de Barcelona y puede que el escritor no sea una lumbrera con el pasado, pero voy aviado como tenga dotes para la literatura anticipativa. ¡Y con la profecía maya por ahí campando!
Años cincuenta, años sesenta. Nos precipitamos.
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Primera entrega:
Justo Serna, «James Dean y el sueño americano. Los créditos de la rebeldía», Ojos de Papel, 1 de febrero de 2012
Segunda entrega:
Alejandro Lillo, «Rebeldía, juventud y consumo: apuntes para una reflexión», Ojos de Papel, 1 de febrero de 2012
Hola, buenas tardes. Este blog está en obras. Desde el pasado viernes, las tripas de la bitácora están siendo removidas. ¿Por qué? Estamos creando un nuevo menú que permita acceder a las antiguas páginas como entradas. Cada entrada, además, estará debidamente categorizada y etiquetada. Digo «estamos» porque no soy yo el único que está puesto en esta tarea: hay dos personas más que están haciendo la faena principal.
Poco a poco se van completando las tareas.
Estamos trabajando en ello…
Disculpen todas las molestias que esto les haya podido ocasionar.
Seguimos.
Hola!
la juventud y la rebeldía, es algo__que por suerte_- no se lleva el tiempo, ni pertenece a la historia, ni se inmortaliza, ni es guión de una película, mucho menos es un estereotipo o pertenece a alguna generación determinada. Es algo perenne, en continuo progreso, en continuo movimiento, que no se desvanece con el transcurrir del tiempo, que no se aculturiza en el sistema imperante.
Decía Lenin que la juventud es el motor de un pueblo y así es efectivamente. ¿Se imaginan un mundo sin juventud?, condenado a desaparecer, sin futuro. La juventud mueve a la sociedad, la interpela, la incomoda de alguna manera y porque no la transforma, ahí tenemos los ejemplos de la primavera árabe, del movimiento del 15-m para mi un movimiento romántico ademas de contestatario. ¿Que son las modas de los jóvenes? si no manifestaciones culturales de rebeldía, de contestación a un mundo que no les gusta como está formado, así fue siempre y lo será. La juventud siempre estará ahí para decirnos algo, como futuro de nuestra sociedad vieja y caduca y como esperanza de un mundo nuevo_algún día__, y la rebeldía no es patrimonio de nadie: ni de una época, ni de un partido político, ni de movimiento alguno, es el carnet de identidad de la juventud, su propia naturaleza intrínseca a su devenir en la historia.
Yo fui joven,viví la transición. Cuantos de mi generación han acusado a los jóvenes de hoy de apatía y felizmente ¡se han equivocado!. Son otros tiempos, otras formas de lucha, otras formas de ver las cosas donde no falta ni juventud ni rebeldía aunque así lo parezca. Tal vez deberíamos hacernos un examen de auto-critica por que esa juventud rebelde de hoy día, esta absolutamente sola en la lucha, tremendamente sola y así puede quemarse en la pira del desencanto y el olvido. ¿Dónde están los intelectuales comprometidos de antaño?, ¿los cantantes contestatarios y comprometidos políticamente?, por no decir los sindicatos o políticos, los artistas y un elenco etc……todos desaparecidos, aculturizados o soñando en pasados que ya no volverán, en actitudes progresistas y dialectales de cafe de sobremesa . Se ha perdido el rumbo, la conciencia de clase y la solidaridad pero por suerte nos queda aún la juventud y su rebeldía. Demos gracias a los dioses.
Un saludo.
Sr. Carmona Díaz-Crespo, me parece muy animoso su comentario. A pesar de la decepción que le provocan los tiempos actuales, usted parece confiar aún en la juventud. No es mala cosa.
Yo, qué quiere que le diga, no comulgo con esas ideas. Usted me perdonará. Le cuento: cuando fui joven, no era más que un alfeñique. O eso creía yo. No era más que un petimetre. O eso pensaba. Al no ser corpulento, la confianza en que todo lo puedes cambiar es muy escasa. Con tu cuerpo no puedes esperar gran cosa.
En cambio, hoy en día los muchachos suelen ser de tallas grandes, incluso King Size. Con mucho cuerpo, uno puede fantasear con todo. Yo, en cambio, como soy escaso de imaginación no me aventuro: ni entonces ni ahora. Usted me entenderá.
No creo que se haya perdido el rumbo, ni la conciencia de clase, ni la solidaridad: no hubo tiempos mejores que éstos. No hubo una juventud mejor que ésta. Pero tampoco ésta es mejor que la que sobrevivió en tiempos remotos, especialmente grises.
Señor Justo Serna, permítame ,desde la admiración que le profeso el poder discrepar sobre lo que usted dice.
Creo que me ha leído entre líneas; es decir los últimos párrafos de mi escrito. En ningún momento hablo de un tiempo mejor a éste (aunque el actual no me guste), o de otra juventud mejor a la actual o la actual mejor a otra pasada, si no de la rebeldía como un don juvenil y de la juventud como un gran valor de futuro por el que hay que apostar.
En cuanto a la conciencia de clase, es más que evidente, que se ha perdido en gran parte. Me explico:
1º.-Víctor Pérez Díaz (1980) escribía que los obreros industriales españoles mostraban un grado relativamente alto de consentimiento con relación al orden social y económico establecido y que sus sentimientos y actitudes reflejaban una débil conciencia de clase. Poco tiempo después, José Félix Tenazos (1982) afirmaba, basándose en parte en los datos de una encuesta a obreros industriales del área de Madrid, que se está produciendo una crisis importante en la conciencia de clase obrera.
2º.-Han pasado bastantes años desde que podíamos leer estas conclusiones y la situación en cuanto a la adquisición de la conciencia de clase se ha agravado. La clave esta en dos situaciones; por una parte en que el desarrollo de la conciencia de clase entre los trabajadores actualmente no ha alcanzado el tercer nivel del que hablaba Giddens, es decir, que la clase obrera no ha adquirido (o ha perdido) conciencia de clase revolucionaria. En segundo lugar una proporción grande de la clase obrera se ha hecho indistinguible de la clase media en términos de ingresos y posesiones, estilo de vida , valores y actitudes, en pocas palabras se están borrando las líneas de separación entre la clase obrera formada por trabajadores manuales y la clase media formada por trabajadores no manuales, lo que ha llevado a cierto aburguesamiento.
3º.- Con esta pérdida de la conciencia de clase revolucionaria y cierto aburguesamiento, se enfría la conciencia de clase, se debilita la solidaridad de clase,y el radicalismo político de izquierdas cede a formas de expresión política más moderadas y menos combativas.
Pero hay una luz en el horizonte:
1º.-En medida en que las sociedades industriales y post-industriales generen inseguridad económica entre los trabajadores como consecuencia de fenómenos de cierre de fábricas, de empresas, la absolencia ocupacional y la recesión (fenómenos todos ellos que producen desempleo), en esa medida tenderá a aumentar el nivel de conciencia de clase.
2º.-El paro es la situación de mayor privación económica (soy uno de esos cinco millones de parados), más dura e insegura, que uno pueda imaginar y de ahí surge la hipótesis de que el grado de conciencia de clase será más alto entre los trabajadores en paro (y entre los que se sienten amenazados de paro) que entre los trabajadores ocupados ( y aquellos que se sientan seguros en su empleo). Esta hipótesis fue sometida a prueba por Legget (1964) en la ciudad americana de Detroit, con resultados confirmativos.
Para acabar si hay cierta conciencia de clase en algunos (los menos) pero está muy poco desarrollada, es la que simplemente significa «una concepción de la identidad», y por tanto «diferenciación de clase». Se llega a un desarrollo mayor de conciencia de clase cuando ésta implica «una concepción del conflicto», es decir, cuando se reconoce la oposición de los intereses de la propia clase con los intereses de otra u otras clases y el nivel más alto es el de concienciazión de clase revolucionaria, la cual implica la percepción del orden socio-económico existente como ilegítimo.
Gracias por su blog del que soy un asiduo seguidor.
Espero se recupere pronto de su gripe.
Reciba un cordial saludo.
Isidro.
Hay una errata, pido disculpas. Es José Félix Tezanos y no Tenazos.
Gracias.
En la década de los años cincuenta, Alan Freed que era un DJ radiofónico popularizó el término Rock en las ondas radiofónicas.
Empezaba un nuevo estilo que era tan innovador como provocador producto de la fusión de la música negra (blues) y la blanca (country).
En esos primeros años podemos mencionar a Jerry Lee Lewis, Chuck Berry, Little Richard y otros pero el rock sería muy conocido gracias a un muchacho salido de Tupelo (Mississippi) llamado Elvis Aaron Presley.
Por lo que veo en su comentario parece que más bien se habla del rock de los años sesenta, que es un rock que surje de Inglaterra con grupos como Los Beatles o Rolling Stones a los que se sumarían bandas como The Who o The Animals o Van Morrison que fue muy importante. Mientras en los Estados Unidos evolucionaría con Jefferson Airplane o The Band y Jimi Hendrix hasta el rock surf con los Beach Boys sin olvidar a Janis Joplin.
La muestra me parece algo muy interesante, por no decir interesantísima, máxime estando detrás de ella figuras como Justo Serna, Alejandro Lillo y el Vicerrectorado de Cultura.
Imprescindible la asistencia,para los que somos de la generación del rock y también para los que no son, creo que aún debemos aprender mucho y ésta muestra nos acercará y enseñará muchos aspectos desconocidos para nosotros con toda seguridad, ademas de lo entrañable que pueda tener.
Aprenderemos, nos deleitaremos y como diría Miguel Rios: “los viejos rockeros nunca mueren”.
Un saludo.
Isidro Carmona Diaz-Crespo.