Holden Caulfield y nosotros

Elvira Lindo y Nueva York. Aunque no hayamos visitado Manhattan, tenemos una idea cabal de lo que allí podemos encontrar.
O eso pensamos. Son tantas las informaciones que tenemos, que no hay manera de descubrir lo que de antemano ya sabemos. O eso pensamos.

Como turistas utilizamos guías, manuales del viajero y prospectos. Como espectadores nos servimos de imágenes atesoradas, hechos que hemos visto en numerosas películas y series televisivas. Como lectores nos valemos de novelas, de cuentos, de relatos en los que el espacio y el marco son estadounidenses.

¿Es posible descubrir ahora esa metrópoli? Con las películas, con las guías, con los libros nos hemos hecho una información abundante. Una visita a Norteamérica nos obliga a acarrear con un saco de noticias, aunque sean imprecisas.

Es una manera cómoda de viajar, de corroborarnos. Son datos muchas veces estereotipados,  datos enciclopédicos sobre los destinos a los que llegaremos.  Con frecuencia, desplazarse es verificar lo que ya se sabe, confirmar lo que se ha aprendido. Es raro que el viaje sea una sorpresa.

Hay, quizá, otra manera de desplazarse. ¿Cuál es? La de viajar como turistas inquisitivos: escrutar lo común, lo repetido, haciendo evidentes los tópicos con los que cargamos.  No se trata de ponerse en peligro o de adentrarse por donde no es recomendable. Se trata de ver lo sabido de otro modo.

En vez de llegar para reconocer, hay que marchar para conocer (como tantas veces digo). Hay que visitar un mundo del que creemos saber cosas, unos lugares que creemos recordar y que en parte nos desmienten. ¿Cuál es el resultado? Que lo insólito está en cada rincón, que lo inesperado te sorprende. 

Elvira Lindo ha escrito una guía de viajes: Lugares que no quiero compartir con nadie (Seix Barral, 2011). Es una memoria emocional de Nueva York, es un homenaje a la Norteamérica real y es un cuaderno de campo, las notas que ella toma mientras disfruta o padece. 

Al modo de los antropólogos ha hecho observación participante:  vivir durante varios meses entre los neoyorquinos, sacando de esa experiencia lecciones de vida, contrastes, nuevas sabidurías. Desde hace años hace eso: reside en la gran ciudad durante un semestre. Allí participa de sus ritos, de sus valores, de sus normas. Aprende y desmiente parte de lo que creía saber.

Les recomiendo vivamente Lugares que no quiero compartir con nadie. La autora hace de cicerone: nos guía con mano firme por el Nueva York realmente existente. Pero también por la ciudad imaginada gracias a la literatura, el cine, la música. Y a la vez nos revela intimidades, datos de su existencia más particular. No se trata de cotilleos, sino de sentimientos y angustias, confesiones alegrías. Resultan envidiables esa emoción y desparpajo que le pone a las cosas.

Involuntariamente, Elvira Lindo me ayuda en un momento en que trastabillo, ay. O nos auxilia: por ejemplo, a Alejandro Lillo y a mí, mientras preparamos para el Centre Cultural La Nau la Exposición Covers (USA, 1951-1964). La lectura de su libro es providencial. ¿Por qué?

Elvira Lindo habla de sí misma, de sus soledades y de sus ansiedades. Como a un servidor le gustaría saber hacer. Habla de restaurantes, de tabernas, de clubs musicales, de tipos comunes o extravagantes: con la soltura de quien ha perdido los reparos. Y habla de Nueva York, esa ciudad que está esbozada en El guardián entre el centeno (1951), de J. D. Salinger: justamente la fecha con la que empezamos Covers. Gracias a ella, regreso a Salinger y a Holden CaulfieldAlejandro y yo hablamos de ese adolescente problemático. Ay, los adolescentes problemáticos.

Holden Caulfield. «La primera vez que pensé en esta ciudad como escenario real», confiesa Elvira Lindo, «fue al leer en el instituto El guardián entre el centeno. Mi experiencia no es extraordinaria». ¿Por qué razón? Porque han sido muchas las personas adolescentes que se han acercado a esta novela de púberes en sazón.

«El guardián entre el centeno nos enrocaba aún más tozudamente en la adolescencia, como si provocara un orgullo de pertenecer a esa primera juventud en la que la vida, según Salinger, está a punto de ser corrompida para siempre y sin remedio». Eso admite, con razón Elvira Lindo.

Un tipo sarcástico, observador, analítico y algo demente, que se expresa con sutileza y que es un genio en composición tiene que provocar el interés de jóvenes insolentes. Pero en Holden Caulfield y en otros caracteres de Salinger la rebeldía también tiene algo de reaccionario y puro: «en el sentido de que no es el progreso lo que desean sus personajes sino que no se cansan de reivindicar al hombre inocente, primitivo», añade la escritora.

El joven Caulfield arremete contra las incongruencias de la civilización, de la gran ciudad. Y, como otros salvajes, desea una sociedad sin corrupción. Se imagina a unos padres y adultos menos decepcionantes. Pero no sólo los mayores. También sus colegas son tipos de muy bajo perfil: egoístas y zafios, gentes que en público siempre están cortándose las uñas o reventándose granos. La suya, la de Holden, es una voz literaria potente, creíble: «la voz de un ser humano contrariado, irritado, descontento, asocial».

¿Hasta qué punto se parece a J. D. Salinger? Por lo que se sabe de él, el escritor era un tipo de agravio creciente, de repudio también asocial, algo que le venía del éxito, pero también de su carácter y del estrés postraumático que padeció tras participar en la Segunda Guerra Mundial. Nos lo recuerda oportunamente Elvira Lindo no para que salvemos al rarísimo Salinger, sino para que leamos sus obras sabiendo cuáles eran sus terrores.

La escritora española ha vuelto a releer El guardián entre el centeno y admite ahora, con el paso de los años, lo bien que se acomodaba el sarcasmo de Caulfield a su modesta rebeldía, femenina y adolescente: en parte, Salinger fue uno de los modeladores de su discurso, de su «incipiente sentido del humor o de  un sentimiento trágico amateur».  

Sentimiento trágico amateur. No sé si los jóvenes sabrán a qué se está refiriendo. Probablemente sí: el sarcasmo es una lucidez adolescente de la que luego, generalmente, nos quitamos. Para bien y para mal.

El mundo según Caulfield,  por Alejandro Lillo. Aunque convertida en un clásico de la literatura juvenil, El guardián entre el centeno no fue una novela escrita para un público adolescente. J. D. Salinger se dirigía a lectores adultos. Quería mostrar la actitud y los pensamientos de un chico problemático en los Estados Unidos de la posguerra. Sin embargo, los jóvenes se identificaron con muchos de los elementos de la trama y convirtieron a Holden Caulfield en la personificación de sus propios malestares, de sus propias insatisfacciones.

Es algo que sucede con frecuencia en la época. Escritores y cineastas se interrogan sobre temas que les preocupan, como la aparición de esos rebeldes que comienzan a dar la nota, y reflexionan sobre ellos. Sus mensajes van dirigidos a los adultos, pero son los adolescentes quienes finalmente se los apropian. Rescatan lo que les interesa, con lo que se identifican, y lo difunden a conciencia: lo reproducen, lo imitan, lo elevan a categoría de icono, de mito, de referente.

 Holden Caulfield es un chaval de 17 años con problemas de adaptación al que todo le da asco: desde sus compañeros de colegio hasta sus profesores; desde sus eventuales ligues hasta las estrellas de cine del momento. Expulsado del colegio en el que estaba internado, acaba vagando por la ciudad de Nueva York, aguardando a que sus padres se enteren de la noticia: bebe, fuma, se va a bailar, e incluso paga por los servicios de una joven prostituta. Los adultos le parecen unos falsos que viven en un mundo hipócrita y falaz, y el detesta la falsedad y la hipocresía. Eso dice. Vive rodeado de falsos, de mentirosos, de gente que le provoca arcadas. ¿Capta Caulfield el espíritu adolescente de su tiempo?

 Estamos en los 50, en una época en la que no se habla de sexo, pero en la que nace la exitosa revista Playboy; en un país que se vanagloria de su libertad pero en donde los negros deben ceder al asiento a los blancos en los autobuses; son años en donde el televisor llega a todos los hogares, tiempos de bienestar y prosperidad, de audiencias multimillonarias, pero también del escándalo del Quiz Show, una serie de programas basados en preguntas y respuestas que resultaban estar amañadas por las cadenas televisivas. ¿Tienen los jóvenes, entonces, motivos para rebelarse? ¿Tienen cosas que echarles en cara a sus mayores? Hablaremos, hablaremos largo y tendido de lo que algunos de ellos les reprochan a sus padres, de lo que les acusan y ante lo que se sublevan.

 De lo que no cabe duda de que Holden Caulfield aparece en el lugar oportuno y en el momento preciso, aunque lo cierto es que la novela de J. D. Salinger  no ha dejado de editarse y de leerse desde entonces. Su herencia y la fuerza de sus postulados sigue viva hoy en día, incluso a través de la música. ¿Cómo es que una novela escrita hace más sesenta años nos sigue apelando, sigue captando el interés de jóvenes y adolescentes? ¿Qué tipo de sociedad describe? ¿Y qué pintamos nosotros en todo eso?

Hemeroteca:  

 

Justo Serna, «James Dean y el sueño americano. Los créditos de la rebeldía», Ojos de Papel, 1 de febrero de 2012

Alejandro Lillo, «Rebeldía, juventud y consumo: apuntes para una reflexión», Ojos de Papel, 1 de febrero de 2012

Hemeroteca del día:  


.

Justo Serna, «La maleta con ruedas», El País Comunidad Valenciana, 8 de febrero de 2012

30 comentarios

  1. Alexandre, muchas gracias. Nos emociona el final de la reseña.

    «Hasta aquí mis observaciones. Para acabar: les debemos a los dos autores de esta antología, Justo Serna y Anaclet Pons, a su perseverancia y a su nadar contra corriente, a su inteligencia y a su saber hondo y fuera de modas, el regalo de esta hermosísima y bien elaborada antología sobre Gramsci. El lector potencial, el curioso, el estudioso de las humanidades, el que posea preocupaciones políticas y sociales, hará bien en dejarse tentar por su lectura y en avisar luego a otros amigos sobre el interés extraordinario de este libro».

  2. Holden Caulfield. «La primera vez que pensé en esta ciudad como escenario real», confiesa Elvira Lindo, «fue al leer en el instituto El guardián entre el centeno. Mi experiencia no es extraordinaria». ¿Por qué razón? Porque han sido muchas las personas adolescentes que se han acercado a esta novela de púberes en sazón.

    «El guardián entre el centeno nos enrocaba aún más tozudamente en la adolescencia, como si provocara un orgullo de pertenecer a esa primera juventud en la que la vida, según Salinger, está a punto de ser corrompida para siempre y sin remedio». Eso admite, con razón Elvira Lindo.

    Un tipo sarcástico, observador, analítico y algo demente, que se expresa con sutileza y que es un genio en composición tiene que provocar el interés de jóvenes insolentes. Pero en Holden Caulfield y en otros caracteres de Salinger la rebeldía también tiene algo de reaccionario y puro: «en el sentido de que no es el progreso lo que desean sus personajes sino que no se cansan de reivindicar al hombre inocente, primitivo», añade la escritora.

    El joven Caulfield arremete contra las incongruencias de la civilización, de la gran ciudad. Y, como otros salvajes, desea una sociedad sin corrupción. Se imagina a unos padres y adultos menos decepcionantes. Pero no sólo los mayores. También sus colegas son tipos de muy bajo perfil: egoístas y zafios, gentes que en público siempre están cortándose las uñas o reventándose granos. La suya, la de Holden, es una voz literaria potente, creíble: «la voz de un ser humano contrariado, irritado, descontento, asocial».

    ¿Hasta qué punto se parece a J. D. Salinger? Por lo que se sabe de él, el escritor era un tipo de agravio creciente, de repudio también asocial, algo que le venía del éxito, pero también de su carácter y del estrés postraumático que padeció tras participar en la Segunda Guerra Mundial. Nos lo recuerda oportunamente Elvira Lindo no para que salvemos al rarísimo Salinger, sino para que leamos sus obras sabiendo cuáles eran sus terrores.

    La escritora española ha vuelto a releer El guardián entre el centeno y admite ahora, con el paso de los años, lo bien que se acomodaba el sarcasmo de Caulfield a su modesta rebeldía, femenina y adolescente: en parte, Salinger fue uno de los modeladores de su discurso, de su «incipiente sentido del humor o de  un sentimiento trágico amateur».  

    Sentimiento trágico amateur. No sé si los jóvenes sabrán a qué se está refiriendo. Probablemente sí: el sarcasmo es una lucidez adolescente de la que luego, generalmente, nos quitamos. Para bien y para mal. 

    Continuará…

    Hemeroteca:  

     

    Justo Serna, «James Dean y el sueño americano. Los créditos de la rebeldía», Ojos de Papel, 1 de febrero de 2012

    Alejandro Lillo, «Rebeldía, juventud y consumo: apuntes para una reflexión», Ojos de Papel, 1 de febrero de 2012

  3. En relación con lo afirmado por el profesor Serna sobre el vínculo entre el personaje Caufield y el efecto del estrés postraumático que padeció Salinger tras participar en la Segunda Guerra Mundial, no hace mucho publicamos en Ojosdepapel una sabrosa reseña del fino investigador José Miguel González Soriano sobre la última biografía del escritor traducida al castellano, obra de Kenneth Slawenski, “J. D. Salinger. Una vida oculta” (Galaxia Gutenberg, 2011). En ella se ahonda sobre esta traumática experiencia militar durante la guerra: Normandía, pérdida de la mayoría de sus compañeros, las Ardenas, Dachau –Salinger era de origen judío–, sus interrogatorios a los alemanes detenidos –sabía alemán, claro- y otras experiencias muy crudas.

    El reseñista señala que: “A Salinger hubo de hacérsele muy difícil, en su retorno a la vida civil, encontrar encaje en una sociedad que ignoraba las crueldades que él había conocido, el mal del que puede ser capaz el ser humano”.

    Esto, entre otras cuestiones, se puede leer en http://www.ojosdepapel.com/Index.aspx?article=4164

    Saludos

  4. Efectivamente he evitado mencionar dicha biografía, que es un libro que cita Elvira Lindo en su guía de Nueva York. Lo cita, justamente, con unción. Qué vida, la de Salinger…

    Efectivamente. Conocía el libro. Y he evitado mencionarlo para dar todo el relieve a la obra de E. Lindo. Hay que citar lo que los demás hacen bien. Y la autora de ‘Lugares…’, lo hace muy bien. Es una espléndida recreación del Nueva York imaginado.

  5. En realidad, si miramos con suficiente atención, todo resulta extraño. Una mirada acerada sobre lo cotidiano desvela más cosas sobre una sociedad que el análisis de lo extraordinario. Ahora bien, hay que educar esa mirada, y hay que conservarla. Elvira Lindo sin duda la tiene, como ya demostró en su última novela, con pasajes verdaderamente hermosos y emocionantes, así que imagino que el nivel de «Lugares que no quiero compartir con nadie» seguirá siendo muy alto.

    Con respecto a la novela de Salinger, admite tantas lecturas.. por algo es un clásico. Caulfield critica con razón, pero también debería mirarse a sí mismo. Y sin embargo, es tan atrayente…

  6. El mundo según Caulfield, por Alejandro Lillo. Aunque convertida en un clásico de la literatura juvenil, El guardián entre el centeno no fue una novela escrita para un público adolescente. J. D. Salinger se dirigía a lectores adultos. Quería mostrar la actitud y los pensamientos de un chico problemático en los Estados Unidos de la posguerra. Sin embargo, los jóvenes se identificaron con muchos de los elementos de la trama y convirtieron a Holden Caulfield en la personificación de sus propios malestares, de sus propias insatisfacciones.

    Es algo que sucede con frecuencia en la época. Escritores y cineastas se interrogan sobre temas que les preocupan, como la aparición de esos rebeldes que comienzan a dar la nota, y reflexionan sobre ellos. Sus mensajes van dirigidos a los adultos, pero son los adolescentes quienes finalmente se los apropian. Rescatan lo que les interesa, con lo que se identifican, y lo difunden a conciencia: lo reproducen, lo imitan, lo elevan a categoría de icono, de mito, de referente.

    Holden Caulfield es un chaval de 17 años con problemas de adaptación al que todo le da asco: desde sus compañeros de colegio hasta sus profesores; desde sus eventuales ligues hasta las estrellas de cine del momento. Expulsado del colegio en el que estaba internado, acaba vagando por la ciudad de Nueva York, aguardando a que sus padres se enteren de la noticia: bebe, fuma, se va a bailar, e incluso paga por los servicios de una joven prostituta. Los adultos le parecen unos falsos que viven en un mundo hipócrita y falaz, y el detesta la falsedad y la hipocresía. Eso dice. Vive rodeado de falsos, de mentirosos, de gente que le provoca arcadas. ¿Capta Caulfield el espíritu adolescente de su tiempo?

    Estamos en los 50, en una época en la que no se habla de sexo, pero en la que nace la exitosa revista Playboy; en un país que se vanagloria de su libertad pero en donde los negros deben ceder al asiento a los blancos en los autobuses; son años en donde el televisor llega a todos los hogares, tiempos de bienestar y prosperidad, de audiencias multimillonarias, pero también del escándalo del Quiz Show, una serie de programas basados en preguntas y respuestas que resultaban estar amañadas por las cadenas televisivas. ¿Tienen los jóvenes, entonces, motivos para rebelarse? ¿Tienen cosas que echarles en cara a sus mayores? Hablaremos, hablaremos largo y tendido de lo que algunos de ellos les reprochan a sus padres, de lo que les acusan y ante lo que se sublevan.

    De lo que no cabe duda de que Holden Caulfield aparece en el lugar oportuno y en el momento preciso, aunque lo cierto es que la novela de J. D. Salinger no ha dejado de editarse y de leerse desde entonces. Su herencia y la fuerza de sus postulados sigue viva hoy en día, incluso a través de la música. ¿Cómo es que una novela escrita hace más sesenta años nos sigue apelando, sigue captando el interés de jóvenes y adolescentes? ¿Qué tipo de sociedad describe? ¿Y qué pintamos nosotros en todo eso?

    Continuará…

  7. En breve, presentaciones de dos libros. Este mismo mes. El volumen de Antonio Gramsci y la obra titulada ‘Los triunfos del burgués’. Lo dicho: en breve les anuncio los actos.

  8. Entre 2007 y 2009 el historiador Francisco Fuster configuró, a través del género de la crítica de libro, una suerte de “desplazamiento intelectual”, en palabras del profesor Serna, en el que de forma impresionista, mediante un medido collage de pedazos de literatura, observaciones sociológicas, claves del pensamiento de la acción política, cartografía la vida americana que va de la posguerra (los 1950s) hasta la primera etapa de Obama, la del estrellato y las grandes expectativas. El resultado de su trabajo acabó reorganizado de modo muy atinado y penetrante en forma de libro: “América para los no americanos” (Idea, 2010).

    Como señala en el prólogo Justo Serna, el mundo se americaniza después de la Segunda Guerra Mundial, y “Norteamérica sería el espejo de nuestra sociedad y de nuestra cultura, el Occidente figurado y real, condensado y depurado en el que reconocernos, en el que mirarnos”. Parte importante de los elementos constructivos de la obra de Fuster, pues, pertenecen a la etapa que, en parte, y poco antes y poco después, cubrirá la Exposición COVERS. Me refiero a las reseñas dedicadas a los libros de Kerouac (“En la carretera”), Hunter S. Thompson (“Los Ángeles del Infierno: una extraña y terrible saga”), Betty Friedan (“La mística de la feminidad”), Richard Yates (“Vía revolucionaria”), sin olvidar el de Joe Bageant (“Crónicas de la América profunda”), quien, pese a que realiza un notable análisis del estilo de vida de las clases pobres blancas americanas de la época reciente, mantiene un enfoque de izquierda, tributario de su experiencia vital como antiguo marine que luchó en Vietnam y luego se hizo hippie, acercándose al mundo de la contracultura.

    Todos estos autores ponen en evidencia algunos de los elementos que componen el humus del que nacerán las condiciones de insatisfacción y rebeldía de las que estamos hablando, y que conectan directamente con el hilo social que en parte subyace, si no me equivoco, en el proyecto de la exposición COVERS: lo que ha venido a ser el manual cimero del rebelde americano (Kerouac); la emancipación femenina fruto de la insatisfacción radical frente al modelo convencional del ama de casa blanca de clase media (Friedan); la rebeldía de los jóvenes carentes de cultura y educación” que no tienen nada que perder, incapaces de integrarse en “una economía tecnificada” y que se rebelan contra la ley y el orden con un estilo de vida dominado por el sexo, las drogas y la velocidad (Thompson); y el malestar, la alienación y la frustración de las clases medias que sustentan el modelo fordista de producción y consumo de los 50 y que viven en las “paradisiácas” urbanizaciones de los extrarradios de las grandes ciudades (Yates).

    No quiero acabar ese comentario sin dejar animar, a todos aquellos que les pueda interesar, a que lean la reseña de este libro de Paco Fuster elaborada por el profesor Ángel Duarte en Ojosdepapel:
    http://www.ojosdepapel.com/Index.aspx?article=3875

  9. Magnífica aproximación, Rogelio. Mucho hay que comentar tras sus palabras. Francisco Fuster tiene cosas que decir sobre el período que nos ocupa, y vaya si las dirá. Sólo hay que esperar un poco más para disfrutar de sus amplios conocimientos y sus atinados análisis.

    Por otro lado quisiera comentar alguna cosa al respecto del magnífico artículo de Serna hoy en El País. Ha conseguido, con una imagen nítida y sencilla, plasmar una realidad inquietante a más no poder. El Partido Popular, por mucho que lo niege, está trabando las ruedas al Estado del Bienestar, posiblemente el logro colectivo más importante de los últimos doscientos años. Y eso no podemos permitirlo, y hace bien Justo Serna en poner el tema sobre la mesa de manera clara y directa. Con la excusa de la crisis desmantelan de manera (in)directa el sistema de protección social o dificultan su funcionamiento, y luego reparar estas cosas resulta muy difícil: siempre es más sencillo destruir que edificar.

    Enhorabuena

  10. Yo también querría felicitar a Justo Serna por su magnífico artículo publicado hoy en ‘El País’. El Estado del bienestar se tambalea, y pensar que la sanidad o la educación pública se encuentran en peligro me produce vértigo. No sé hacia dónde nos encaminamos. Me preocupa el futuro de nuestros hijos. En fin…

  11. Rogelio y Alejandro, muchas gracias por vuestra palabras. Como sabéis, el tema americano me interesa mucho, como también me interesa mucho esa exposición. Estudiar una época a través de su música y de su literatura, de sus bandas sonoras, es un ejercicio de historia cultural de los que, por desgracia, escasean en España. Aquí la cultura pop(ular) sufre una injusta postergación con respecto a la llamada «alta cultura», a la fuentes tradicionales y al canon de lo ortodoxo. Es una tendencia que está cambiando, como diría Dylan, pero todavía queda mucho prejuicio por derribar.

    Aunque me pilla un poco a contrapié, inmerso en mis asuntos barojianos y cambianos, me alegra mucho ver que algo de lo que dije en aquel libro vuelve de alguna forma a la actualidad.

  12. Hola, gracias por sus palabras. Vamos, por los elogios que dedican a mi columna. La verdad es que ojalá no hiciera falta escribir sobre el desmantelamiento del Estado y sus servicios, sobre derechos sociales que se evaporan.

    En cuanto al libro de Francisco Fuster, puedo decir que es una excelente obra para introducirse en la cultura norteamericana: precisamente para no americanos.

    Perdonen que sea tan lacónico pero voy de cráneo, que dice el castizo.

  13. El juez Baltasar Garzón.

    Empiezo aclarando algo, poca cosa: nunca fui seguidor del juez Baltasar Garzón. Lo digo en el sentido de los fans. Hay algo en su porfía que me incomoda: seguramente por mi corbardía. No me vanaglorio de ello: simplemente uno no llega a todo. Sé que tiene admiradores. Probablemente por merecimientos bien ganados. Pero yo no sé, ignoro, si lo que él hace es absolutamente correcto desde el punto de vista procedimental. No sé si el protocolo que aplica es el que debería seguirse en cualquier caso. No sé si las causas en las que se involucra son de su competencia. No tengo conocimientos de Derecho suficientes para juzgar, evaluar o sopesar eso. O para juzgar, evaluar y sopesar su condena por el Supremo. He de decir, sin embargo, que me enoja lo que ha dictado el Tribunal. Sé que con esto no voy a ninguna parte y que mi impresión no tiene valor alguno, pero he de decirlo. No gano nada afirmándolo. Tampoco lo pretendo, pero estoy irritado. Algo va mal.

    Fdo.: Justo Serna.

  14. Yo sí simpatizo profundamente con la labor que a lo largo de las dos últimas décadas ha llevado a cabo el Juez Garzón, y puedo explicarlo refiriéndome a una larga serie de asuntos de enorme trascendencia, asuntos en los cuales no es difícil inferir que Garzón ha ido ganándose enemigos enormemente poderosos, por ejemplo en la política -entre tirios y troyanos- y por ejemplo en la judicatura. Ahora bien, mis simpatías son tan poco relevantes como si los sentimientos fueran contrarios, y tampoco es el tema lo que Garzón haya hecho en el pasado en favor de la justicia.

    Se acaba de juzgar un procedimiento concreto que el tribunal que acaba de dictar sentencia considera que vulnera derechos fundamentales. Yo prefiero vivir en un país donde se inhabilita a jueces prevaricadores, se llamen como se llamen. Me informa exhaustivamente un experto en Derecho, el cual considera que las escuchas ordenadas por el instructor pueden atentar a derechos fundamentales protegidos por la Carta Magna. Si se han ordenado escuchas sin los suficientes indicios de delito, si se han intervenido conversaciones de forma sistemática y global, sin diferenciar suficientemente entre las que estaban fundamentadas por los indicios de comisión de delito -concretamente blanqueo de capitales-, entonces se conculcan derechos básicos a sabiendas y, por tanto, se prevarica. Si se entiende que de esta manera, el juez instructor, y a partir de él la Fiscalía, están desactivando la estrategia de la defensa por medios ilícitos, entonces estamos ante un procedimiento perverso y, por tanto, prevaricador.

    No estoy diciendo que esto sea así, lo que intento es analizar los argumentos de la acusación al juez, argumentos que el tribunal competente ha considerado plausibles, pues su decisión ha sido tan grave como es acabar con la carrera de un magistrado, lo cual no es cosa como para tomarse a broma.

    A partir de ahí, lanzo algunas preguntas para quien quiera contestarlas.

    1. Expertos de la judicatura y la abogacía (ver El País de hoy mismo) insisten en que situaciones de este tipo se han dado antes con otros jueces y otros procesos. En estos casos se ha invalidado una instrucción, pero no se ha juzgado y condenado al juez correspondiente. ¿Por qué sí a Garzón?

    2.Hay indicios de enemistad evidentes hacia el acusado en algunos de los jueces que han sentenciado, ¿por qué no se ha aceptado la propuesta de recusación de la defensa?

    3. ¿Cómo es posible que lo que las escuchas que la acusación considera una «monstruosidad», y que el tribunal compara con procedimientos de sistemas totalitarios, fueran refrendadas por la fiscalía anticorrupción y por el juez que tomó el caso, una vez Garzón se inhibió del mismo? ¿Les convierte esto también en prevaricadores?

    Sólo son preguntas de un ciudadano preocupado entre otras cosas por la imagen internacional que hoy está proyectando este país. Soy tan lego en cuestiones técnicas de este tipo como usted, por eso, al contrario que otros que hoy están apareciendo -alguno de ellos aprovechando para lanzar injurias contra el hombre que hoy ha caído-, voy a abstenerme de dar una opinión definitiva en relación a la justicia de la sentencia dictada y la honestidad de los juzgadores. No lo hice en el caso Camps y no lo haré ahora. Pero sí me encuentro en condiciones de establecer algunas conclusiones como ciudadano, son conclusiones provisionales y de carácter no técnico. Helas:

    1. El Juez Garzón tiene enemigos encarnizados en instancias muy poderosas desde hace años. Llevan años intentando destruirle. Quien crea que la justicia no debe entrar a juzgar casos de terrorismo de estado, de narcotráfico, corrupción, colaboración y financiación de bandas terroristas, crímenes contra la humanidad, etc, tiene hoy razones para descorchar el champán. «Se debe hacer, pero no como lo hace Garzón». Discrepo, pero comprendo, mi pregunta entonces es si todo ese mundo delincuencial está siendo adecuadamente perseguido por la justicia con la intensidad, el coraje y la nobleza con la que lo ha hecho Garzón durante años.

    2. La alarma social es evidente en este caso. La ciudadanía tiene razones, teniendo en cuenta cómo proceden los enemigos de Garzón, para sospechar que hay en los altas esferas políticas y jurídicas una gran resistencia respecto a la investigación de la corrupción. Es razonable sospechar que la persecución sistemática a este juez tiene una función disuasoria e intimidatoria, y el éxito de la misma parece más propio de una lógica oligárquica que de una democrática.

    Por estas razones, y siempre según mi opinión, considero que hay indicios para considerar que este asunto no debe acabar aquí. No, salvo que olvidemos que el papel de los tribunales de justicia es proteger a la ciudadanía, garantizar la convivencia en libertad y defender los derechos constitucionales, en especial los de los más débiles. Tiene usted razón, algo va mal.

  15. Cada día nos despertamos con una noticia que supera si cabe la del día anterior, no sé cuando va a parar esto. Los ataques a la ciudadanía van a una velocidad de vértigo de manera que es difícil reaccionar. Si analizamos los hechos en su conjunto uno sabe que algo va mal, esta sociedad está enferma.

    No se pierdan hoy la voz de Iñaki, ni este artículo que les dejo.

    http://politica.elpais.com/politica/2012/02/08/actualidad/1328724750_551614.html

  16. Sí, realmente algo va mal. Muy mal. Las convulsiones que están afectando al mundo -tanto en su estructura física como en la social- parecen ser el anuncio de una catástrofe global, que inevitablemente nos trae la imagen de ese mundo de ciencia-ficción donde todo empieza de cero. Yo diría que mucho más abajo del cero. Con el agravante de que, una vez que se han probado las mieles del estado del bienestar, resulta poco menos que imposible aceptar su total desaparición, esa que ya se viene anunciando y que no queremos ver. Si fué difícil para el homo sapiens adaptarse al mundo que descubría en sus migraciones, imaginen lo que será para el » homo actualis» vivir privado de todo aquello que le costó tanto esfuerzo conseguir.

    En un mundo donde todo está del revés, la Justicia en el banquillo, la honradez perseguida y la corrupción premiada, el ciudadano de a pié se ve obligado constantemente a probar su buena fe, que ya no se le supone, como antes el valor. Mientras que los vencedores de siempre siguen haciendo muescas en las cachas de sus revólveres: una por cada millar de ciudadanos pisoteado.

  17. Al hilo de lo escrito por doña Marisa Bou, ¿estamos asistiendo a la decadencia de la hegemonía del mundo occidental (léase EEUU y Europa) y sus valores (estado de bienestar, libertad, minimización del riesgo,hiperconsumo, democracia, encauzamiento de los conflicto de forma pacífica, tenerlo todo pagado…? ¿Presenciamos -en estas mismas coordenadas geográficas– el fin de una época modélica construida por los babyboomers? Orgullo y «perjucio».

  18. En efecto, don Rogelio: asistimos al fin de una época modélica, como usted bien dice. Pero la pregunta es: ¿hacia donde vamos?

    Visto lo visto, yo no tengo otra que decir aquello de «paren el mundo, que yo me bajo».

    Y es que ya no tengo edad, energía ni voluntad para empezar de cero, después de toda una vida de trabajo y de empeño en mis ideales solidarios. Rien ne va plus.

  19. Se plantea doña Marisa Bou hacia dónde vamos. Parece que hacia el desmantelamiento de parte importante de lo que se ha construido tras la Segunda Guerra Mundial y aquí, es España, a partir de la Transición o Transacción (a elegir), que, dicho sea de paso, para los tiempos que corren y el futuro que se avecina, en mi opinión no ha estado tan mal.

    La literatura de la decadencia del Imperio Austrohúngaro resuena al fondo con Stefan Zweig y «El mundo de ayer» a la cabeza. Soy consciente de que rozo, por no decir que directamente incurro, en un anacronismo, pero por alguna razón estos autores han sido tan recuperados y admirados en la última década y media.

    El mundo ya no es el que era, este mundo americanizado (que lo fue a la carta para los europeos) del que hablamos estos días con COVERS de fondo, es ahora tan efectivamente global en lo que nos afecta que los recursos (materias primas y posibilidad de contaminación) ya no son «nuestros». Asia y Latinoamérica, para empezar, pronto algunas partes de África, han entrado plenamente en el juego y a nosotros, a nuestro mundo, nos ha pillado el reflujo de un ciclo alcista, con una demografía a la baja, con una pirámide de edad catastrófica y una voluntad de competir e innovar muy baja, por no decir nula. ¿Vamos a ser pasto de la historia?

    No quiero desaprovechar la ocasión para dar mi enhorabuena a los que se aburrían y les gustan las emociones fuertes. Se van a hartar.

  20. Los tiempos siempre están a punto de acabar

    Hola, buenas tardes. No se me entristezcan con la crisis. Remontaremos… Hay energías suficientes. Y hay una voluntad palpable de emprender nuevas iniciativas. No quiero que todo se vea tan negativamente. Por supuesto, estamos en un tris de que todo se vaya al garete. ¿Pero cuándo no? Como leemos en un pasaje de ‘El nombre de la rosa’: «…concluyeron que los tiempos siempre están a punto de acabar».

    Pues eso: los tiempos siempre están a punto de acabar. ¿Saben cuál es la ventaja de los ateos? Que no debemos esperar a un futuro reparador; que no va a haber vida de recambio; que no hay reino de los cielos. Les recomiendo con entusiasmo el libro de Terry Eagleton sobre Dios (acaba de ser publicado). Un gran marxista este Eagleton: marxista inglés, claro.

    No se me depriman. Entiendo que cuando no hay, no hay. Entiendo que es fácil hacer profesión de fe optimista cuando tienes el riñon cubierto. Entiendo que las carencias no son sólo relativas: también son absolutas e insuperables.

    Pero les pido que piensen y les pido que pensemos como si esto que pensamos y decimos fuera lo último que quedara de nosotros. No para ponerse graves, sino para disfrutar con lo poco o mucho que tengamos.

    Les pido que piensen en Antonio Gramsci. Él vivió en un ‘mondo terribile’ (según reconocía) y pasó los últimos años de su vida en prisión o en una libertad ya cancelada. Permítanme sacar las energías de Antonio Gramsci: el optimismo de la voluntad, que se opone al pesimismo de la razón. Cito a un marxista que murió en 1937 para insuflar energías. Por cierto murió tempranamente: siempre se muere temparanamente…

    ¿Hay una generación perdida de gente joven? Mi hijo mayor, que está acabando la carrera, tiene un empleo dignísimo en el que gana un poquito de dinero. Tiene suerte y yo estoy muy contento: trabaja en algo que tiene que ver con lo que él está estudiando. ¿Puede quedarse como becario para siempre? Vamos a ver: la economía es algo material. Algo tan contundente como si hay entradas o las hay. Algo tan obvio como si hay recursos o no los hay. Pero la economía es también un estado de ánimo.

    China avanza y los chinos repartidos por el mundo se imponen. Hay que analizar esto y hay que impedir que nuestra sociedad regrese a la época de Charles Dickens. Una vez dicho esto, hay que manifestarse, hablar, protestar y auparse. Y hay que confiar en lo que uno hace bien. Nada más: que cada uno haga lo que hace bien. Eso no es garantía. Pero oigan: si nos vamos a morir que la Parca nos pille disfrutando.

    Por cierto, el miércoles próximo presentamos el libro de Antonio Gramsci. Está muy vivo.

    Les mantendré informados.

    De momento:

    http://www.facebook.com/events/251774731563644/

    http://www.facebook.com/events/186167921482901/

  21. Hemos estado debatiendo sobre cómo empezó la americanización del mundo, de los estilo de vida, de nuestra época (la de algunos en su mayor parte), de cómo y a través de qué influyó en nuestras vidas (¿las de todos?) y acabamos entrando en el asunto de la decadencia de este modelo y de la generación que lo encarnó, declive que está por ver hasta dónde llegará y en qué forma le haremos frente.

    En el libro de Francisco Fuster, “América para lo no americanos”, ya citado anteriormente, figura una reseña del libro de Fareed Zakaria, “El mundo después de USA” (Espasa, 2009). Con mucha inteligencia, y es que los buenos autores a veces facilitan mucho las cosas, Fuster cita una frase del autor que lo resume todo, todito: “Este libro – dice Zakaria – no trata del declive del América, sino del ascenso de todos los demás”. Y no se refiere sólo a la geopolítica internacional y las potencias emergentes, sino “a todo”. Pues en esas estamos.

  22. Unos minutos de propaganda

    Quiero que consideren un azar menor. O no tanto: la candidatura de Francisco Gimeno Blay al decanato de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Valencia. En esta candidatura nos sentimos cómodos personas de muy distintos talante e ideología. Hay personas queridas y otras a las que voy conociendo.

    Y además es la candidatura que apoyan amigos, muy amigos, que son el colmo de la eficacia y de la seriedad. ¿Ustedes creen que yo voy a apoyar algo distinto?

    Continuará…

  23. Rogelio, le anuncio una buena noticia. A usted y a los restantes lectores.

    En el libro que acompaña a COVERS, con muchas ilustraciones y textos varios que le darán agilidad e información sin pesadeces, hay colaboraciones de Francisco Fuster.

    Hemos de felicitarnos por el fichaje. Nos ha costado, pero está resuelto. Y además los textos ya están escritos. Con calidad y precisión.

  24. ¡Cuánto me alegro! Por COVERS, por el catálogo, por los que disfrutamos con el trabajo inteligente y bien organizado de Fuster. ¡Enhorabuena de la buena!

    Y ya que estamos con la rebeldía. Sigo como un sabueso atolondrado, porque no olfateo nada, la pista de qué papel jugaron en los movimientos de rebeldía juvenil los soldados desmovilizados (muchos traumatizados o desubicados) procedentes de la II Guerra Mundial y de la de Corea.

    Un buen ejemplo, ya muy citado aquí y fuera, es el propio Salinger. Y de sobra sabemos qué pasó con los de Vitnam, pero no encuentro apenas noticias del influjo de las anteriores. ¿Alguien sabe algo del tema?

  25. Yo también me alegro, Rogelio. Es un placer para mí poder colaborar en el catálogo de Covers; no solo por el tema el de la exposición, sino también – y sobre todo – por la grata compañía que encontrarán mis textos. Estoy seguro de que saldrá un libro que, como todo buen catálogo, sobrevivirá a la exposición y le dará sentido con el paso del tiempo.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s