Toma 1
Antonio Barroso es un artista muy cotizado, muy bien considerado. Su obra, conocida en los círculos artísticos y en el mercado ha despertado el interés de estudiosos españoles y de otros países. Recientemente su taller ha sido visitado por universitarios alemanes.
Sus producciones no sólo persuaden o inquietan como piezas artísticas: también sorprenden como elementos del diseño. Su concepción es audaz por la mezcla de materiales, por las técnicas utilizadas, por la combinación de fotografía y pintura.
El maestro del retrato: somete a sus modelos a una intervención directa. Con sogas, con plásticos, con animales, con libros, con símbolos de poder. Intervienes sobre sus epidermis, sobre sus cuerpos, con elementos extraños. Las poses pueden resultar conocidas, pero esa intervención provoca un efecto de desasosiego, de inquietud. De estricta novedad.
Lo religioso, lo pagano, lo cotidiano, lo político, etcétera, son mezclados en perfecta aleación creando un marco nuevo para efigies reconocibles.
Españoles, Franco ha muerto (Madrid, 2015, en prensa) es una obra que estoy concluyendo para Punto de Vista Editores. No es una historia del franquismo; tampoco es un estudio sobre la transición democrática. Pero tiene algo o bastante de esos períodos y tiene mucho de ensayo.
Un ensayo no es el género de la arbitrariedad. Es, por el contrario, la escritura del rigor, justo cuando no contamos con todos los medios para liquidar un objeto.
El franquismo no podemos liquidarlo, si por tal se entiende su olvido o mero entierro. ¿Acaso se trata de ganar una guerra cuarenta años después?
No. Mi ensayo está concebido como una reflexión erudita para lectores interesados o incluso desinteresados. Para quienes ignoran el avatar y su entorno.
Hay que captar la atención para hacer ver el peso del pasado, las rutinas que hemos heredado, los automatismos que la dictadura nos dejó. El Régimen no se perpetúa, como dicen algunos maliciosamente. Pero las inercias del franquismo aún se detectan en comportamientos sociales y culturales. De Franco recibimos muchos una educación calamitosa.
¿Por los contenidos académicos? No me refiero a eso. Aludo al sectarismo, al fanatismo, al cinismo. Etcétera. Sin duda, esos vicios humanos no son obra del dictador, pero la tiranía nos habituó a la incultura, a la falta de modales, a la ausencia de formas corteses y democráticas. Los españoles que vivieron la transición debieron aprender qué es la libertad, qué son los derechos, qué es la tolerancia, qué es el acuerdo, qué es la política.
Por ello, hay que despertar el interés por la transición democrática, por lo que se sabía y por lo que no se sabía. La historia no es fruto de la conspiración, aunque haya todo tipo de confabulaciones. Los seres humanos no predicen con rigor aun cuando tengan planes perfectamente acabados.
Por eso, escribo como observador, como peatón de la historia; escribo exhumando algunos de mis recuerdos, ciertas rememoraciones que no sólo me pertenecen, lo que yo detectaba o apenas vislumbraba y ahora registro.
La memoria no es sólo una facultad individual: recordamos colectivamente, recordamos socialmente. Formamos parte de comunidades humanas que dan sentido a las cosas que nos ocurren y cuya rememoración es experiencia personal y vivencia compartida.
Y escribo, en fin, como historiador, como estudioso que se documenta. El resultado es un libro serio, pero no severo; una obra rigurosa, aunque concebida con toda la ironía de la que he sido capaz. No se trata de aburrir, sino de deleitar enseñando. O, mejor, de aprender con la sonrisa en la boca.
Todo –hasta lo más cruel, lo más sanguinario o lo más triste– puede ser sometido a la chanza o al sarcasmo. En mi caso, la ironía es una defensa contra las ofensas de la vida.
Y Franco fue realmente ofensivo. Me interesa conocer su manera de obrar, de conducirse, de tratar a los demás. Me interesa averiguar cuáles eran sus principales carencias psicológicas, sus astucias más sombrías. Me interesa colocarlo en su contexto.
Que este libro tiene un sentido irónico se aprecia ya en las ilustraciones que Antonio Barroso ha concebido expresamente para este volumen.
La cubierta será sorprendente y su figura o rostro quedarán levemente retocados, fuertemente intervenidos por el artista. ¿Lo apayasa?
No se trata de una mera burla. Se trata de sacarle los colores. De sacarle los colores a Franco, de hacerlo con finura, habilidad, técnica y contención.
Disfrutarán con este libro.