Yo ya no sé qué más se puede decir. No sé cuántas palabras gruesas se pueden proferir. Ignoro cuál es el límite verbal que se puede alcanzar.
Cuando oigo hablar de alta traición, cuando escucho llamar felón al actual presidente del Gobierno, recuerdo acontecimientos parecidos ocurridos doce años atrás.
En aquella ocasión, el acto sucedía justo cuando en la plaza de Colón, de Madrid, Mariano Rajoy reunía a los suyos ante la bandera de España.
Allí, con los militantes congregados, el opositor Rajoy acusaba al entonces presidente Rodríguez Zapatero de traidor y felón.
Puedo entender que un opositor sea duro, incluso extremadamente duro, con el gobernante de turno. Puedo aceptar que el discurso político se rebaje hasta extremos zafios.
Pero lo que no podemos tolerar es que la simplificación de ese discurso nos lleve al enconamiento.
No podemos tolerar sin más la estigmatización del adversario. No podemos aceptar esta retórica.
Esta retórica tiene efectos: convierte al oponente en enemigo y así fundamenta la concepción de la política como puro enfrentamiento.
No podemos tolerar que ésta sea la lógica, la meta de una derecha que queremos democrática, parlamentaria y moderada.
Punto y aparte.
Regreso a 2007. Así, con las palabras que abajo reproduzco, empezaba yo un post del 3 de marzo de aquel año.
Siento que estamos viviendo una regresión:
“¿Qué podemos decir de las movilizaciones alentadas por el Partido Popular y nutridas por personajes de extrema derecha que vociferan con expresiones gárrulas e injuriosas?
“La palabra traición se ha pronunciado una y otra vez. Un aviso para navegantes: cada vez que un actor de la vida pública o de la sociedad civil acusa a otro de traidor, es conveniente ponerse a cubierto. Es probable que estemos llegando a lo peor, al momento más indigno de la política…”
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https://justoserna.com/2007/03/03/la-santa-indignacion/
Fotografia: El País, GORKA LEJARCEGI.