Ramón Tamames. Abajo a la izquierda

La fotografía que abajo reproduzco es la de un lienzo datado en 1996. Lleva la firma de Álvaro Toledo.

Se titula La tertulia de Antonio Herrero. Tiene evocaciones literarias muy obvias: La tertulia del Café de Pombo (1920), de José Gutiérrez Solana.

En fin, qué lejos queda todo… Qué lejos les queda Ramón Gómez de la Serna.

¿Pero quién era El nuevo Ramón, dueño de un verbo apocalíptico y acerado? No me refiero a otro Ramón (Tamames).

Me refiero a Antonio Herrero, que por entonces era, a comienzos de los noventa, un afamado periodista radiofónico.

Cada mañana, durante horas y horas, arremetía contra la izquierda, contra las formaciones progresistas y contra la supuesta dictadura en que la democracia española se habría convertido.

Tenía colaboradores y compañeros de mucho aspaviento que luego han tenido gran recorrido, como Luis Herrero o Federico Jiménez Losantos.

Desde el punto de vista artístico, la obra de Álvaro Toledo carece de grandes virtudes. Simplemente reúne a distintos personajes bien conocidos entonces.

Reproduce las fotografías de promoción de cada uno de ellos. Vamos, las imágenes que de éstos se difundían en Abc, El Mundo, etcétera.

Si nos fijamos, los personajes aquí agrupados, eran casi exclusivamente periodistas: radiofónicos o del medio escrito.

Y eran a sobre todo tertulianos de la COPE y de otros medios conservadores que alentaban una crítica furibunda contra el gobierno socialista de entonces y, especialmente, contra su presidente.

La tertulia de Antonio Herrero, ése es el rótulo que le dio el autor y, con esta pieza inmarcesible, el pintor quería homenajear a los principales actores intelectuales de aquella campaña.

Me refiero a la campaña contra Felipe González, el entonces presidente del Gobierno.

El cuadro bien podría haberse titulado el Sindicato del Crimen, que es justamente lo que nos recuerda Enric Juliana, en su artículo de hoy mismo en La Vanguardia.

Se les llamó el Sindicato del Crimen por sus enemigos, por su oponentes más hostiles de aquel momento.

Aludo principalmente a Juan Luis Cebrián, gran amigo de Felipe González (al menos por aquellas fechas). Escribían juntos incluso libros de circunstancias, auténticos panfletos contra sus adversarios.

Al margen de las críticas que González pudiera merecerse por los casos de corrupción escandalosos que aquejaban a su Gabinete, la campaña de Herrero y amigos fue de una agresividad desmedida.

Alguno de ellos, como Luis María Anson, reconoció después que aquella confabulación hizo estremecerse las bases del sistema democrático.

Creo que se equivoca. Sin duda, fueron hostiles y faltones, incluso mentirosos, pero fueron sobre todo unos narcisistas patológicos.

Pensaban que podían abatir gabinetes y ministerios. Pero el Gobierno de entonces sólo fue derribado gracias a Jordi Pujol: por la aritmética parlamentaria.

Concretamente por la suma de votos del Partido Popular con Convergència i Unió (lo que se llamó el Pacto del Majèstic).

Entre los figurines y los figurantes del cuadro de Álvaro Toledo aparece un señor esquinado, casi desubicado.

Aparece, sí, un Ramón Tamames como convidado voluntario a aquellas tertulias altisonantes, tertulias aquejadas de mucho egotismo.

Está ahí abajo a la izquierda, casi se sale de campo, como un ‘tonto util’ de aquella campaña. O, a lo mejor, él creía ser su cerebro.

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