Hace un par de días acabé de leer Porque me da la gana (2023), de Alicia Gutiérrez. Lo acabé de leer
porque me da la gana y a la vez con desazón.
Juan Cerdán había tenido la amabilidad de regalarme un ejemplar de esta obra, cosa que agradezco, y casi inmediatamente me puse con ella.

Se trata de un volumen publicado en la colección A Fondo de la editorial Akal. Doy estos datos como aviso para navegantes.
En dicho fondo conviven obras polémicas, libros de circunstancias y material de combate. Entre sus títulos encontramos ciertamente periodismo de contienda.
Akal es un sello editorial que destaca por presentar batalla en las guerras culturales que emprende la derecha más extrema o extremosa en España.
Por su parte, Alicia Gutiérrez es una conocida periodista, vinculada a distintos medios de izquierdas y actualmente en el staff de ‘InfoLibre’.
Con todo ello, quiero decir que este libro manifiesta hostilidad evidente al personaje retratado y a la opción que representa.
En Porque me da la gana, Gutiérrez examina caso a caso los asuntos más polémicos y más o menos turbios que jalonan la trayectoria de Isabel Díaz Ayuso (IDA).
La autora trata de desmontar y desmonta la imagen que Ayuso se ha construido. No sé si esta operacion de desenmascaramiento llegará al gran público.
Gutiérrez presenta la crónica de un ascenso. Realiza un reportaje de investigación. Y, a la vez, el libro es la formulación de un enigma.
¿Por qué Díaz Ayuso ha conseguido ocupar un espacio sobresaliente en la política española?
O, en otros términos, ¿de qué se vale para ascender, para atraer a tantos seguidores, para congregar a tantos oponentes?
¿De qué se sirve para hacerse con el liderazgo personal del Partido Popular y del extremismo ideológico?
Sabemos que ella no es la mandamás oficial del PP, ni tampoco de Vox, pero sabemos que Ayuso dicta la agenda.
Sabemos que impone el temario, que introduce asuntos y polémicas que a ella la alimentan y la proyectan.
No repara en el estrépito que pueda ocasionar; no se detiene ante las heridas que pueda abrir o reabrir. No se reprime.
Aparentemente no se frena a la hora de soltar cualquier ocurrencia que le venga en gana, cualquier cosa que lleve anotadita en su chuleta o que se la soplen por el pinganillo.
Con esa política de comunicación está permanentemente presente y, por tanto, cualquier brutalidad que diga por simple o espantosa que sea, siempre será atendida, escuchada o leída por quienes se adhieren o por quienes la repudian.
Que hablen de mí, aunque hablen bien: ese parece ser el lema de su exposición pública.
Lo importante es centrar la atención y que la maldad y el disparate verbales que tanto sorprenden sean pronto e inmediatamente sustituidos por la nueva idea de IDA. 
Sabemos que mueve el tablero, que lo escora a su beneficio, que tumba a quienes puedan dañarla o que eleva a quienes a su vez puedan auparla. Y si esto lo consigue es gracias a la gran cantidad de seguidores que va ganando.
Alicia Gutiérrez nos advierte: su éxito no se debe sólo a la asesoría o al gran Spin Doctor que la acompaña: Miguel Ángel Rodríguez (MAR).
Sin duda, Rodríguez es un personaje pícaro que sabe manejarse con inteligencia, con una inteligencia dotada para el mal. Pero el éxito de IDA no depende sólo de MAR.
Hay en ella una puesta en escena de la que Ayuso es su productora y directora, cosa que le permite encarnar distintos papeles a la vez.
Es una chica mona, siempre dispuesta al piropo retrechero. Es una muchacha de clase media, una joven siempre abierta al agasajo postinero. A nadie debería nada, que todo habría sabido ganárselo.
Por ello es un personaje de diferentes caras, al ritmo del chotis de Agustín Lara.
Ése es el discurso que de ella misma proclama.
No es la política pija y aristócrata que concretamente podía encarnar Esperanza Aguirre. Pero tiene de la antigua presidenta madrileña tres ingredientes. Eso sí, multiplicados hasta el extremo.
Me refiero a su liberalismo combatiente y subvencionado y a su verbalismo ofensivo y achulapado.
Y me refiero a un madrileñismo castizo y nada compasivo que convierte a Madrid, Madrid, Madrid en un paraíso fiscal del que ella es su chulona.
De Madrid, Madrid, Madrid es su emperatriz, que todo lo promete con lengua verbenera. Es por eso por lo que camina en olor de multitud con el suelo alfombrado de claveles o de cadaveres políticos.
Y es por eso por lo que los espectadores vamos a ver aquello que es canela fina, que va a armar la tremolina cuando llegue a Madrid.
IDA es populismo, tatcherismo, trumpismo y anticomunismo. Puede que todo en ella sea un ‘déjà vu’ anacrónico. Pero tiene un público que le bebe los vientos.
Y ése sigue siendo el enigma, su cifra. En fin, no puedo desentenderme. Tengo amigos en la Villa y Corte que deploran este suceso, este éxito del trumpismo.
Aunque yo no viva en Madrid ni sea natural de allí, debo admitir que el tacticismo de IDA y sus achulapadas propuestas trastornan a sus convecinos y a esa otra España que también es Madrid.