‘Doctor Faustus’. Algo que decir

Doktor Faustus. Das Leben des deutschen Tonsetzers Adrian Leverkühn, erzählt von einem Freunde.

Éste es el título completo de la célebre novela de Thomas Mann. Es decir, Doctor Faustus. La vida del compositor alemán Adrian Leverkühn, contada por un amigo. También: Doktor Faustus.

¿Qué podemos decir de nuevo sobre una novela tan compleja, tan examinada, tan interpretada… desde su publicación en 1947?

No es una obra sencilla y rápida de leer, no es una obra que aborde temas superficiales. Es prolija, no premiosa. Es una ficción que no trata asuntos banales o ligerezas. En todo caso, lo manifestado nos concierne.

Hace treinta años abordé esta novela por primera vez. En aquel momento tenía yo treinta y tantos. Por entonces tomaba anotaciones sintéticas en libretitas. ¿Para qué hacía tal cosa? Para así recordar aspectos importantes de los volúmenes que iba disfrutando.

La edición que leí fue en la traducción de Eugenio (o Eugeni) Xammar. Una belleza de prosa… Xammar fue un destacado intelectual, escritor y periodista catalán del siglo XX. Tiene una obra muy notable.

Su versión de Doctor Faustus es la misma que después he releído y ahora también.

En las brevísimas anotaciones de mi cuadernito de los noventa mencionaba lo obvio: que esta novela es una gran obra del siglo XX; que es un compendio implícito de historia, ética y estética, así como una reflexión sobre los límites del arte y las responsabilidades del genio… musical.

Anoté que la novela también adopta un expediente metanarrativo, pues se presenta bajo la forma de una biografía cuyo autor, Serenus Zeitblom, no se oculta. Doctor Faustus es total, grandiosa y enfática en su enfoque, en sus ambiciones y en sus logros.

Eso me dije. Aunque entonces y ahora hay mucho más que decir, que yo no sé decir.

Quedé deslumbrado por esta presunta biografía: quedé debidamente impresionado por las artes del biógrafo…, más que por las cuitas del artista que protagoniza la ficción.

El narrador de Doctor Faustus es un tipo erudito, detallista, digresivo, esforzado… con el que frecuentemente me sentí y aún me siento solidario.

Es un hombre moderado y racional que debe afrontar lo inaprensible del genio. Serenus Zeitblom nos revela sus emociones, mientras narra la vida del amigo precisamente genial: el compositor y protagonista del escrito, Adrian Leverkühn.

Leverkühn encarna el genio trágico. Es un compositor de música dodecafónica, técnica innovadora, radical, que quiebra las formas tradicionales. Su genialidad es incuestionable, pero su camino está marcado por la enfermedad (sífilis), la soledad…

El biógrafo no se oculta tras su relato; al contrario, comparte sus impresiones sobre lo que descubre acerca de Leverkühn durante el transcurso de la narración.

La biografía está escrita durante la Segunda Guerra Mundial (entre 1943 y 1945) y quien narra deplora desde el principio el futuro sombrío, de mucho patetismo y culpa, que espera a Alemania, similar al destino trágico del propio Adrian Leverkühn.

Serenus es un narrador entrometido, intrusivo, que se hace presente en el relato al tiempo que detalla minuciosamente lo pasado.

Es un humanista de sólida formación, experto en latines. Su mente es ordenada, su lenguaje es preciso y su cosmovisión se funda en el discernimiento y los valores morales burgueses.

Zeitblom confiesa lo que sabe y lo que no sabe o no ha podido averiguar. Confiesa sus propias ignorancias en relación con los sentimientos del protagonista.

Esto le permite a Mann subrayar la distancia infranqueable que el hombre corriente tiene frente al genio, figura que es, a la postre, incomprensible.

Por supuesto, el título de la novela (y de la biografía que simula ser), Doctor Faustus, hace referencia al mito de Fausto. Alude al pacto entre Mefistófeles y el artista: la ambición fáustica de alcanzar la originalidad absoluta mediante sacrificios personales extremos.

Este pacto implica por parte del artista, del compositor, vender su alma al diablo a cambio de metas inalcanzables, humanamente hablando. Implica autodestrucción, irresponsabilidad y éxito sin moral.

La dodecafonía de Adrián Leverkühn, que se inspira en Arnold Schönberg, simboliza aquí la frialdad y la deshumanización que el novelista percibe en el curso torcido de la modernidad.

El narrador que idea Thomas Mann sabe, conoce bien, lo que ello implica: sabe el camino de perdición al que está abocado Adrian.

Es la locura extrema a causa del genio creador exigido por el pacto: veinticuatro años sin amor son parte del precio pagado para así alcanzar ese nivel artístico superior.

Quien narra reflexiona sobre esto e introduce elementos autobiográficos en los que identificamos a Thomas Mann, tanto en Adrian como en Serenus.

Representa dos caras distintas.

Por una parte, el creador exaltado, extremo, que es capaz de sacrificar todo atisbo de bondad. Por otra el burgués racional, morigerado, que busca el equilibrio y la armonía sin caer en extremos destructivos.

El arte, la creación, la decadencia, la muerte, la enfermedad, el genio… Todo ello y más está en esta obra.

Si recordamos Los Buddenbrook (1901), el final de Los Buddenbrook, algo de esto ya hay. En otra novela corta suya, Tonio Kröger (1903), algo (o mucho) de esto hay también. Si recordamos La muerte en Venecia (1914), prácticamente todo esto está.

Etcétera.

Insisto y repito: Doctor Faustus no es ni más ni menos que una novela bajo la forma o el expediente de la biografía. Es decir, hay un narrador que evoca e investiga. Hay un biógrafo que es experto en filología y ducho en música.

Por tanto, es especialista en unas artes o, si se quiere, en unos conocimientos próximos a los que practica el protagonista de la historia.

Estamos ante una biografía en la que —como apuntaba yo en mi libretita— el biógrafo no se cancela, no se oculta.

En una biografía corriente o convencional, el biógrafo no aparece. Aquí, por el contrario y de una manera periódica y constante, Serenus no se serena.

Al contrario: se expresa, se manifiesta…, diciéndonos cosas acerca del impacto que le provoca lo que va descubriendo, lo que va conociendo de Adrian Leverkühn.

Y nos va descubriendo también los recuerdos que todo eso le genera. Vislumbra que aquello no va a acabar bien: el futuro más inmediato de Alemania va a ser aciago y que el porvenir colectivo de la nación va a ser semejante a lo que ocurre u ocurra a su amigo, Adrian Leverkühn.

Ya digo: Serenus es un narrador entrometido, un narrador que sabe muchas cosas y que por ello mismo nos las detalla con minuciosidad, con mucha precisión.

Pero es un narrador que confiesa sus ignorancias. De cuando en cuando nos dice: “No sé qué sentía Adrian”. Y luego, en un capítulo que es fundamental, que es precisamente cuando se sella el pacto fáustico, en ese capítulo, él dice: no, no voy a recrear el episodio con mis palabras.

Lo que voy a hacer —añade— es reproducir el documento de Adrian sin saber si eso que confiesa o revela el músico es una ensoñación, un delirio o algo realmente sucedido.

Una de las concepciones que trae el romanticismo es la convicción de que para crear hay que ser original. No puede ser pura reiteración de lo practicado, hecho, ideado o compuesto con anterioridad.

Por tanto, el creador, si se juzga genial, si cree tener capacidad, se someterá a una tortura absolutamente inhumana. Para ello, precisará el auxilio (la ayuda, en realidad, el chantaje) de alguien que lo va a elevar.

Ese ente será quien destape las capacidades del creador, pero a cambio de una contraprestación. En este caso: esos veinticuatro años sin conocer, sin experimentar amor, humanidad, sensibilidad. Empatía, diríamos hoy.

El pacto fáustico es eso: vender tu alma al diablo a cambio de alcanzar unas metas que humanamente son casi inaccesibles. Por supuesto, el narrador sabe lo que nos está contando y sabe qué ha sido de Adrian Leverkühn.

El narrador sabe que el genio le ha llevado a la locura, al máximo de la tortura, a la mayor autoexplotación, sacando de sí todo lo que buenamente podía. Serenus Zeitblom encarna la vieja Alemania culta y humanista que asiste con espanto a la barbarie.

Por eso, esta novela, entre otras muchas cosas, es pura metáfora. Es una novela alegórica donde se habla de Alemania.

Es decir, Alemania ha vendido su alma al diablo para alcanzar el dominio del mundo, perdiendo todo resto, gesto o rastro de humanidad. Y esa pérdida de humanidad ha llevado al desastre.

Este post es largo, larguísimo: poca cosa si sabemos todo lo que Doctor Faustus, contiene; todo lo que Thomas Mann puede ofrecernos con dispendiosa generosidad.

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