La mañana se ha roto

Alguien ha puesto un CD. De repente irrumpe la voz de Cat Stevens en la habitación. Manola debe de haberse levantado Luztemprano. No hay rastro de ella. Justo se despierta escuchando Morning Has Broken. «La mañana se ha roto», dice jocosamente. Odia esa pieza. Es una canción de la que tontamente disfrutó cuando era adolescente y que ahora tanto detesta.

Justo cumple setenta años, cifra redonda. ¿Quién es el guapo que quiere festejar su aniversario con esa pieza? ¿Hay algo más almibarado? Con esas vocecillas amigables.

Dios, el Sumo Hacedor, recrea el mundo cada mañana. Oh, es un prodigio. Sí, sí, sí. La naturaleza acogedora brota…, con sus pajarillos, con sus plantitas. Todo muy bíblico, propio del renacer cristiano. La canción es antigua pero Justo sólo conoce y reconoce la versión que Stevens incluyó en Teaser and the Firecat, el álbum de 1971.

Se compró el cassette para escucharla sin parar, sin parar hasta morir. O, al menos, hasta que la cinta se quebrara. Alocadamente se decía que Stevens era el Dylan británico. ¿Yusuf Islam? En algún cajón extraviado está dicha posesión. Y ahora sigue sonando.

Los rayos de sol entran por las ranuras de la mallorquina. Deslumbran a Justo. «¿Se puede saber quién ha puesto esa canción?», grita desde la cama. Insiste. Nadie responde. No se oye ruido alguno. Quizá todos estén durmiendo, conjetura. Pero no. Manola no está. No se oyen ronquidos ni resoplidos.

«¿Dónde está todo el mundo?», vuelve a gritar desde la cama. La pereza le impide levantarse. Acepta resignadamente que acabe la canción de una puñetera vez. Para aguardar la espera echa mano de un libro de la mesilla de noche. De repente, comprueba que la pila de volúmenes que lee o le esperan son de la misma obra: Juan Salvador Gaviota. Sí, sí, sí.

Mira al frente y ve un Cristo llagado, lacerado. Le caen restos de piel y las junturas se le abren. Es el Nazareno, piensa. ¿O es un zombi? No pretende profanar las creencias, pero ese ser que observa parece salido de un Apocalipsis zombi.

Recuerda un pasaje de Apocalisis Now, un libro de Vicente Verdú. Se pregunta el autor si los zombis escuchan, si poseen los sentidos del olfato y del gusto. Justo piensa incongruentemente en esto, en Verdú. En todo caso, añade el autor, carecen de razón. No es que no tengan razones para obrar así. Es que no disponen de cerebro, sugiere Verdú.

«¿Pero esto qué es? ¿Qué me ocurre? No sé si es sensato lo que pienso. ¿Por qué pienso esto?», se pregunta. No se resigna. La figura del falso Cristo sigue ahí. «¿Será esto el delirium tremens?»

Corrige a Verdú, siempre tan tajante: ¿cerebro?, claro que los zombis tienen cerebro. «Puedo dar fe», se dice Justo en voz alta. Ese Nazareno (o la cosa que mira ahora) muerde. «Me está enseñando los dientes».

Aunque, bien pensado, más que morder, devoran. ¿Acaso porque no tienen sesos? Nooooo. Devoran porque tienen seso obsesivo. ¿O es que los criminales más mortíferos de la humanidad carecían de lógica, de razón, de discernimiento? La voz de Cat Stevens aún suena. Justo lo admite con rencor.

No sabe qué puñetas está diciendo… Los zombis atacan primeramente porque son intuitivos. En ese momento, el tipo desangrado que mira a Justo, ese Cristo enjuto, lanza un aullido. ¿Es una amenaza? Que chillen no significa que sólo sean enfermos o locos, como parece apostillar Verdú.

La cabeza de Justo rula. Todo es oscuro.

Los zombis no son fuertes ni tampoco especialmente habilidosos, precisa. Eso es lo que les hace tropezar, chocar y enfrentarse a obstáculos que no miden, se repite Justo para tranquilizarse. ¿Acaso los humanos no hacen algo similar?

Los zombis devoran, comen, muerden a los individuos sanos. Los humanos aplastan a sus rivales, los humillan y, si pueden, los matan sin miramientos. Su cabeza arde.

Por fin acaba Morning Has Broken. Por fin. Vuelve la luz.

El Cristo extiende sus manos llagadas y avanza.

2 comentarios

  1. Ja, ja…he llegado a esta página porque estba escuchando esa pieza de Cat Stevens. También la escuchaba hace años.
    Y he preguntado en google qué coños significa eso de «la mañana se ha roto». Pensé que sería que el sol ha despuntado, o que ha roto el día. Pero no, no significa nada. Las mañanas, como las tardes, no se rompen.
    Pero me da igual. Me he pasado un buen rato leyendo esto.

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