El combustible de Filek
Empecemos con una fantasía. Fantasía al fin, pero probable.
Ignacio Martínez de Pisón tiene una idea. Literalmente le viene a la cabeza una pista de algo grande. Es ésta: ¿es posible escribir y concebir una historia interesante y aleccionadora a partir de una anécdota trivial?
La respuesta que el autor se da y que otros nos damos o suscribimos es afirmativa. Claro que se puede. Ya lo creo que se puede.
Los libros, incluso los libros excelentes, no tienen por qué empezar de manera egregia, solemne. Un dato menor, algo aparentemente banal, puede ser el motivo de una buena historia.
Así, justamente, nace ‘Filek. El estafador que engañó a Franco’ (2018), de Ignacio Martínez de Pisón. Estamos ante una obra de microhistoria.
Estamos ante una obra en la que lo micro, lo pequeño, no es algo irrelevante. Es grieta, grieta por la que ingresar en un mundo grande y desaparecido: el franquismo.
“La primera noticia sobre Filek la encontré en ‘Franco, caudillo de España’, la monumental biografía del dictador escrita por Paul Preston”, admite el escritor.
“Eran apenas diez líneas, y en ellas se hablaba de cómo el austriaco [Filek] se había ganado la confianza de Franco y le había convencido de las bondades de su invento”.
Desde el siglo XVIII en España contamos con una pléyade de genios. Sabemos de muchas ocurrencias. Es cosa de pícaros.
Hay avispados de provincia, eruditos del país, de Ultramar y del extranjero, que conciben planes de fomento o regeneración para un Imperio decaído. Son los arbitristas y los proyectistas.
¿A quiénes me refiero? A gente que en el retiro local o en la soledad de la aldea idea una solución para los problemas del país. Una idea completa y práctica.
Los arbitristas y proyectistas suelen ser esforzados reformadores, tipos empeñosos y con frecuencia avenados.
No les detiene lo quimérico de su obra o el desdén del monarca: están tan persuadidos de su idea, que no se frenan.
Elevan sus proyectos a los superiores, a la espera de que la Monarquía apruebe su ejecución o los reciba. ¿Escasea el líquido? No hay problema, piensan. El soberano aprontará lo preciso para su consecución.
Hay en los archivos nacionales y provinciales una variada muestra de esos legajos, de esos proyectos pensados para el fomento de la prosperidad pública.
Estos atadijos contienen no sólo el texto escrito, la prosa relamida o seca, sino también abundantes grafismos, dibujos trazados o ejecutados con mayor o menor esmero en los que el genio detalla el plan de su invención y de su aplicación.
¿Cuál acaba siendo el destino habitual de esos pliegos? Lo corriente es que la Superioridad desoiga la ocurrencia o archive la petición.
Así, el superior olvida al desprendido corresponsal, un remitente que, con toda probabilidad, seguirá con su vida menuda, absorto en la aldea o en el negociado, ajeno al desdén o al descuido.
Filek, el personaje de Martínez de Pisón, es un digno y pícaro descendiente de estos arbitristas. Su idea es un combustible de genio. En sentido literal y metafórico.
Hablamos de un sustitutivo del crudo. Esto es, “un combustible de calidad superior a la gasolina, obtenido a partir de una mezcla de agua con extractos de plantas y otros ingredientes secretos”.
Un disparate. Un auténtico disparate que interesó a Francisco Franco.
Ése resulta ser el motivo central de una obra, la de Martínez de Pisón, que es investigación histórica. O una novela sin ficción. Con fuentes documentales, con bibliografía consultada, con pesquisas en este y en aquel archivo. Con notas. Etcétera.
“Lo primero que pensé es que ahí había una buena historia: ¡un estafador internacional que tomó el pelo a Franco en la etapa más sanguinaria del régimen!”, dice Martínez de Pisón.
“Aunque Preston hizo bien en no dedicar más de diez líneas a Filek, al fin y al cabo un comparsa en un breve periodo de la vida de su biografiado, eso no quiere decir que sus andanzas no merezcan ser contadas”, apostilla el novelista.
El resultado es una perspicaz obra de microhistoria, un texto letal para el prestigio de un dictador tan receloso, un relato divertido y nada edificante para aquella España. Una filigrana.
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Créditos: Fotografía, Aragón Radio.
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Club de Lectura Gaia.
Lunes 18 de junio, a las 20 horas.
Después, gran despedida de temporada con cerveza y picaeta.
Les esperamos.