David Bowie [2013]

David Bowie acaba de sacar nuevo disco tras años de silencio… Se titula The Next Day Tiene un sentido futurista, acabado, definitivo. Es lo que nos queda…

Y algo más. David Bowie es objeto de una espectacular exposición en Londres. Se titula David Bowie is. Allí se exponen las prendas que lució y los discos que ideó, con sus portadas…

Algunos de esos vinilos fueron conceptuales, como por ejemplo el de The Rise and Fall Ziggy Stardust and The Spiders from Mars (1972); y otros una suma de canciones afortunadas que ni siquiera eran suyas, como Pin Ups (1973): un disco de versiones que fue mi primer Bowie.

Tengo el catálogo de la Expo en mi poder, como una preciosa posesión. Repasando sus páginas confirmas a Bowie como creador de tendencias estéticas, formales. Su vestuario es como un bólido de Fórmula 1: los arreglos y los excesos después serán copiados; las mejoras y las pifias luego serán imitadas por cientos, por miles de seguidores. E incluso por individuos que no saben que repiten lo que Bowie alguna vez llevó, se calzó o lució.

Es un personaje ambivalente que despierta admiración y rechazo. Por un lado, supo hacerse y rehacerse en fases distintas del rock y del pop, adelantándose a las modas que él mismo instituía.

Por ejemplo, el Glam, también llamado Gay Power, fue una corriente estética que triunfó en los setenta y de la que él fue rey y señor, Marc Bolan aparte.

Hacia 1966, aún David Jones, Bowie era un jovencito con ínfulas de rockero, un tipo que admiraba a Little Richard, Elvis y Dylan; cinco, seis años después era un compositor leído, cultivado, con carencias musicales que sabía suplir rodeándose de excelentes técnicos.

¿El principal? El productor Tony Visconti, el mismo Visconti que varias décadas más tarde ha vuelto para materializar The Next Day.

David Bowie es aún un tipo guapo, incluso bello y elegante. Lo comprobamos hasta cuando rebasa el buen gusto o la edad.

Desde antiguo tiene una pose muy femenina, estudiadamente femenina, teatral. No en vano fue decisiva su relación con Lindsey Kemp. Por un lado, se sabe ‘macho, macho man’. Por otro, tontea con varones muy masculinos y apuestos.

Abrió lo que estaba cerrado, los armarios, los estilos y los sexos… Y supo crearse estéticamente. En las distancias cortas tiene fama de ser un tipo encantador, chistoso, optimista.

La imagen pública que de él se tiene no siempre es así: aparece como un individuo manipulador, engreído. Cometió varias torpezas de notable resonancia, como la de vivir enganchado a la cocaína; o como la de vivir tonteando con la estética y la cultura nazis, con el ocultismo. Luego se disculparía debidamente.

¿A qué se deben esas meteduras de pata, esos abismos? ¿A falta de estudios? ¿A simple y llana provocación? Bowie fue tempranamente un tipo muy cultivado, lector insaciable que no sabía muy bien cuál había de ser la transgresión.

Hay en él la búsqueda sin fin y el deseo de éxito, de gran estrella. De esa mezcla, transgresión y mercantilismo, nacerían discos espléndidos como Heroes (1977) o como Scary Monsters (1980).

A principios de los setenta, yo sólo era un adolescente, un muchacho a medio hacer, y Bowie me imantaba: todo lo que era capaz de crear me interesaba.

¿Acaso porque yo era homosexual? No, no recuerdo haber sido gay en ningún momento. Y no lo digo para salvarme o exculparme. Lo digo porque me complacían su ambigüedad y su vertiente andrógina, su bisexualidad, asunto que sorprendía en un hetero.

Pero yo no soy tal cosa, no sé qué cosa. Soy un ser que ama a su chica y a sus hijos, lo que no le impide admirar la belleza masculina. Y Bowie llegó a componer una figura de extrema elegancia (en parte inspirada en Frank Sinatra), vistiendo trajes anacrónicos, propios de los cuarenta y cincuenta, que siempre le han sentado enormemente bien.

Quien tuvo retuvo: ha envejecido excelentemente y su porte aún resulta envidiable.

Sus letras hablan frecuentemente del espacio, del espacio exterior, de un futuro de plásticos y de destrucción, de amor y de otras drogas, de muchachos desorientados, de héroes momentáneos, imprevistos.

Es uno de los nuestros: somos tipos momentáneos que esperamos lo imprevisto. Poco más.

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