El cine y el conocimiento. Unamuno y nosotros

Dos prestigiosos profesores universitarios, dos investigadores de primera línea, me han ayudado a analizar y a contrastar sendas películas, casi contemporáneas, que tratan sobre una misma figura: don Miguel de Unamuno.

Mi tarea consistía, en efecto, en analizar y contrastar ambos films en dos sesiones del Cine Club de los Babel de Valencia. Una sesión se realizó en la temporada de 2019. La segunda, el 24 de noviembre de 2020.

¿A qué films me refiero? Pues a Mientras dure la guerra (2019), de Alejandro Amenábar, y Palabras para un fin del mundo (2020), de Manuel Menchón.

Ambas cintas abordan la figura de don Miguel de Unamuno en sus últimos meses. Estamos en 1936.

Concretamente cuando se inicia la Guerra Civil y precisamente cuando el rector de Salamanca es depuesto, repuesto y otra vez depuesto en su condición académica por parte de las autoridades republicanas y, después, sublevadas.

Cuando hablo de estos dos colegas que me han asistido directa o indirectamente para abordar la figura de Unamuno en el cine me refiero a Julián Casanova y a Mariano Esteban de Vega.

Ambos son catedráticos de Historia contemporánea. El primero lo es en la Universidad de Zaragoza; y el segundo desempeña dicho empleo en la Universidad de Salamanca.

Uno y otro han tenido que ver con las películas a las que ahora aludiré con mayor detalle.

Han asesorado directa o indirectamente a los respectivos cineastas.

¿Cómo? Pues como hacen los historiadores en estas circunstancias: informar acerca del contexto histórico, acerca de Unamuno, la figura real, y acerca de lo que fue y significó la Guerra Civil, sus inicios, en la Salamanca de 1936.

Les debo agradecimiento. Todo lo que me dijeron personalmente o por correo o todo el material que me proporcionaron fue utilísimo.

Aparte, ha sido un goce disfrutar de sus reflexiones. De primera. Ambos demostraron gran sensatez analítica y mucho juicio cinematográfico.

Ahora, al contrastar ambas películas, veo los pros y los contras con mayor claridad.

Al film de Amenábar se le pueden cargar peros y se le pueden repartir alabanzas.

Para empezar es una ficción basada en hechos reales.

Por ello mismo, el director opta por aferrarse a la realidad cuando lo considera oportuno; o elige apartarse de la misma cuando lo estima conveniente.

No tiene mucho sentido reprocharle a Amenábar las licencias que se toma para reconstruir los hechos históricos.

Es una película de ficción y, sobre todo, no pocas decisiones argumentales o de rodaje se deben a razones técnicas, no a ignorancia.

Hay algo en Mientras dure la guerra que me cargaba cuando la vi (hasta cinco veces). La figura de Unamuno, encarnada por Karra Elejalde. Me alegro de coincidir en esto con Mariano Esteba de Vega.

El papel, tal como lo representa Elejalde, es el de un intelectual de provincias, gruñón y algo atrabiliario. Resulta casi caricaturesco.

Ese Unamuno gruñón no se debe tanto al guion, cuanto a la puesta en escena de Karra Elejalde, al que adivinamos siempre, siempre, tras la efigie de don Miguel.

Quiero decir, que su histrionismo no es impostado. Es Elejalde en estado natural, actuando y gesticulando como un hombrón.

Por supuesto, el film de Amenábar es una filigrana y su realización está hecha con el mayor esmero. Obliga a reflexionar y en absoluto es equidistante. Nos muestra la complejidad del filósofo y sus torturas morales.

Por su parte, la película de Menchón me ha gustado. Quiero decir, me ha impresionado el uso del blanco y negro, el solapamiento de imágenes, de fundidos, de planos encadenados, esa superposición de efigies y fondos. Demuestra una habilidad envidiable.

Palabras para un fin del mundo es un documental pero, cuidado, es una representación que dramatiza e inevitablemente ficcionaliza la escenificación de la historia.

La palabra “documental” ayuda a entender el género al que se adscribe el film, pero no aclara el uso concreto de la historia que Menchón hace.

La historia tiene un fin, un sentido, y tiene una intriga que la realidad, más banal, no dispone. Las imágenes de archivo no tienen audio, pero en la película la sonorización busca obviamente provocar un efecto.

Las voces en off, el contraste de color (banderas y llamas) con el permanente blanco y negro y la hipótesis de la muerte, del asesinato, la hacen una película de tesis.

Un hallazgo o unas contradicciones documentales parecen abonar la idea del asesinato de Unamuno y esa conjetura no probada suficientemente son, entre otros, parte de su moraleja.

El montaje es siempre la clave del cine. En este caso, el hilo conductor y el énfasis de esos elementos ficcionales sirven para provocar cierto efecto. ¿Cuál?

El efecto de realidad, que diría Roland Barthes.

Menchón sabe qué quiere mostrarnos y tiene habilidades estéticas y cinematográficas innegables.

Pero sobre todo sabe representar la pesquisa historiográfica como si de un auténtico thriller se tratara.

La conclusión a la que él quiere llegar no está sufiencientemente probada y eso y sus artificios hacen que el documental sea una película cercana a la invención.

Para hacernos una idea cabal de lo que piensa o de lo que le ocurre a Unamuno en esas semanas de angustia y derrota, ambas películas son utilísimas. No obstante, yo recomendaría la lectura de algunos textos imprescindibles. Como complemento.

En primer lugar, la edición en Pre-Textos de El resentimiento trágico de la vida. Notas sobre la revolución y la guerra civil españolas. Es el compendio final, de 1936, en el que se recogen las palabras postreras, ahora sí, para un fin del mundo unamuniano.

Recomendaría, por supuesto, la biografía que Colette y Jean-Claude Rabaté han publicado en Galaxia Gutenberg. Excelente, documentada y compasiva, muy superior a la que escribiera Jon Juaristi para Taurus y la Fundación March: Juaristi se pierde en metarreflexiones y en ligazones y referencias forzadas.

Y recomendaría, en fin, el libro de Severiano Delgado titulado Arqueología de un mito Sílex), dedicado a analizar toda la documentación existente sobre el acto del 12 de octubre de 1936 en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca. Es erudición de primera, es investigación sutil y exhaustiva. Es, literalmente, exhumación del pasado.

Punto y aparte.

Mi intervención en los Cines Babel fue en este sentido. Agradezco a Manuel de la Fuente, a Antonio Such, su invitación.

Y agradezco a los amigos o público desconocido que se acercaron a la sala para ver la película de Menchón y para escucharme.

Fue un honor para mí.

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