La declaración del autócrata

Declaración de Guerra, Vladímir Putin
Fuente El País, AP, Reuters. Cortesía de Juan Cerdán.

1. El autócrata

Masha Gessen es especialista en Vladímir Putin. He leído dos libros suyos.

Confirmo lo dicho: es especialista en autócratas, palabra que suena inquietantemente próxima a psicópatas, a sociópatas y a falócratas.

Por supuesto, no hay una única etimología que vincule estos vocablos. Mi operación puede parecer simplemente arbitraria: con ello estaría practicando etimología recreativa.

Pero quizá no sea tan caprichosa esta operación que reúne a autócratas, psicópatas, sociopatas y falócratas.

Al menos, si uno se informa, si uno lee, entre otros, los libros de Masha Gessen más accesibles.

Al seguir su argumento se comprende inmediatamente que la autocracia es entre otras cosas una perversión de la democracia.

Esto es algo que sabíamos, por supuesto.

Lo que comprendemos también es que quienes se aúpan a un poder arbitrario o quienes se aúpan al poder institucional para mantenerse arbitrariamente suelen padecer algún tipo de patología.

Padecer algún tipo de patología no incapacita por fuerza para ejercer ese poder. Arbitrario o arbitrariamente.

Sin duda, la falta de empatía y hasta la crueldad más extrema son rasgos repetidos, rasgos que se dan en seres abominables que están al frente de regímenes que, en su tiempo, fueron o aspiraron a ser democráticos.

Que esos tipos acusen un narcisismo extremo y mal construido o que hayan padecido carencias emocionales o que hayan sido educados en la falta de compasión no los hace irresponsables.

Pueden ser individuos anímicamente averiados y a la vez plenamente responsables y culpables de las decisiones que toman.

Pueden ser tipos peligrosos y también responsables de las maldades que infligen, del nepotismo que alimentan, del filibusterismo que aplican para impedir el correcto funcionamiento de las instituciones. Son responsables, en fin, de ideas y prácticas nacionalistas que se imponen de forma agresiva, bélica.

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2. La ideología de Putin

“Una oligarquía que narra la historia de un pasado inocente, quizá con la ayuda de ideas fascistas, ofrece una protección falsa a gente que está sufriendo un dolor genuino.

La fe en que la tecnología está al servicio de la libertad facilita el camino a este espectáculo. A medida que la distracción sustituye a la concentración, el futuro se disuelve en las frustraciones del presente y la eternidad se convierte en vida cotidiana.

Timothy Snyder, El camino hacia la no libertad (2018).

El oligarca pasa a la política real desde un mundo de ficción y gobierna a base de invocar mitos e inventarse crisis…

Rusia llegó antes a la política de la eternidad, y los dirigentes rusos la exportaron para protegerse a sí mismos y su riqueza. El oligarca supremo, Vladímir Putin, escogió como guía al filósofo fascista Iván Ilyin…

La recuperación de Iván Ilyin por parte de la Rusia oficial en la última década del siglo XX y la primera del XXI ha dado nueva vida a su obra; el fascismo se adaptó para hacer posible el ascenso de la oligarquía y se plasmó en las ideas concretas que han ayudado a los líderes a pasar de la inevitabilidad a la eternidad.

El fascismo de los años veinte y treinta del siglo pasado, la época de Ilyin, tenía tres características fundamentales: ensalzaba la voluntad y la violencia por encima de la razón y la ley; proponía a un líder que tenía una relación mística con su pueblo; y consideraba que la globalización era una conspiración, en lugar de una serie de problemas.

Resucitado hoy, en situaciones de desigualdad, como una política de la eternidad, el fascismo les sirve a los oligarcas de catalizador para pasar del debate público a la ficción política, de las votaciones con contenido a la falsa democracia, del principio de legalidad a los regímenes personalistas…

Ilyin es una de ellas. No es el único pensador fascista recuperado en nuestro siglo, pero es el más importante. Sirve de guía en el oscuro camino hacia la no libertad…

Iván Ilyin, nacido en una familia noble en 1883, fue un joven típico de su generación. En los primeros años del siglo, quería que Rusia se convirtiera en un Estado regido por las leyes.

Tras el desastre de la Primera Guerra Mundial y la experiencia de la Revolución bolchevique de 1917, Ilyin se transformó en un contrarrevolucionario, defensor de emplear métodos violentos contra la revolución y, con el tiempo, creador de un fascismo cristiano cuyo objetivo era vencer al bolchevismo.

En 1922, pocos meses antes de que se fundara la Unión Soviética, se exilió de su país. En Berlín elaboró un programa para los adversarios de la nueva Unión Soviética, los denominados rusos blancos, unos hombres que habían luchado contra el Ejército Rojo de los bolcheviques en la larga y sangrienta Guerra Civil rusa y que después habían partido, como Ilyin, a la emigración política y se habían establecido en diversos lugares de Europa.

Posteriormente, Ilyin convirtió sus textos en una guía para los dirigentes rusos que llegaran al poder cuando cayera la Unión Soviética. Murió en 1954. Con el nacimiento de la Federación Rusa a partir de las cenizas de la difunta Unión Soviética en 1991, empezó a circular en nuevas ediciones rusas el librito de Ilyin ‘Nuestras tareas’, se publicaron sus obras completas y sus ideas empezaron a tener cada vez más partidarios.

Había fallecido en Suiza en el olvido; en 2005, Putin organizó un nuevo entierro en Moscú. Sus papeles personales habían acabado en la Universidad Estatal de Míchigan; Putin mandó a un enviado especial a reclamarlos en 2006.

En esa misma época, Putin citaba habitualmente a Ilyin en sus discursos anuales ante la asamblea general del Parlamento ruso, unos discursos importantes, redactados por él mismo.

En 2010 empezó a recurrir a Ilyin como fuente para explicar por qué Rusia tenía que debilitar el poder de la Unión Europea e invadir Ucrania.

Cuando se le pedía a Putin que mencionara a algún historiador, contestaba que Ilyin era la máxima autoridad en cuestiones del pasado…”

Timothy Snyder, El camino hacia la no libertad (2018).

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3. Otro modernismo reaccionario

—Autocracia, plutocracia y cleptocracia e Imperio.

  1. “Creo que hemos subestimado la irracionalidad de Putin y algunos pensamos que este escenario no iba a llegar. Era probable, pero más improbable. Pero Putin nos ha sorprendido y continúa con su objetivo de tener esa esfera de seguridad que ya marcó desde el principio”, dice Eduardo Saldaña, codirector de El Orden Mundial.
  2. Putin se fundamenta, entre otras cosas, en una ideología que justifica la restauración del Imperio, una ideología que mezcla el zarismo con el bolchevismo. Rusia es, según ello, una civilización que iría más allá de la actual Federación Rusa.

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