Lo que debo a Carlos Saura

Muchos cinéfilos españoles tenemos un pasado con Carlos Saura: un artista al que tantas horas dedicamos como fieles espectadores.

Fue principalmente en mi primera juventud, con apenas 18, 19 o 20 años cuando me interesé por las historias del cineasta aragonés.

Yo era un muchacho que descubría el mundo, la España que se sacudía el franquismo, y las películas de Saura me daban ciertas pistas de ese ‘pasado sucio’, por decirlo con José Álvarez Junco.

El director nos proporcionaba algunos códigos, pero a la vez sus films eran deliberadamente metafóricos, con ciertas claves herméticas de difícil interpretación.

Esas alegorías procuraban sortear el acoso de la censura, aunque también buscaban a espectadores activos y comprometidos.

Después, al final de aquellos años, los setenta, fui perdiéndole la pista, como si el cine de Saura ya me fuera ajeno.

Por supuesto, creo haberme equivocado. He cometido una falta que poco a poco procuraré remediar.

¿Por qué me desentendí de Saura?

No sabría decir. Quizá me di un atracón, absolutamente desmedido, quizá me atosigué con las producciones de Elías Querejeta (las de Saura y las de otros cineastas). Tal era mi afán que procuraba no dejar escapar ni una.

Y entre esos films, entonces recientes, estaban algunas de las obras más celebradas de Saura: por ejemplo, Ana y los lobos (1972) y La prima Angélica (1973).

Tal vez me sometí a una disciplina muy estricta hasta quedar exhausto.

Fotografía: Carlos Saura y Geraldine Chaplin (1968), Jack Garofalo (Getty Images). Detalle. Interrupción del estreno de Peppermint frappé en el Festival de Cannes…

La Guerra Civil era el tema explícito o implícito de aquellos films, su subtexto. Pero las alegorías de Saura no asfixiaban la trama. O eso pensaba.

Las historias que nos contaba estaban excelentemente concebidas y la dirección de actores sobresalía.

Yo pensaba que Saura nos mostraba el lastre de un pasado de violencias y represión que el franquismo había prolongado de forma cruel.

Pero también pensaba que el dictador había logrado el consenso pasivo de una parte importante de la población, atemorizada y traumatizada por la contienda, o resignadamente adaptada al Régimen.

Por eso aquel cine temprano de Saura me quitaba la venda de los ojos, me mostraba de manera críptica y a veces sarcástica el daño infligido por la dictadura y la forzada parálisis de esa población que formaba parte del franquismo sociológico.

No sé. El director aragonés es mucho más que esto que aquí toscamente digo. Pero lo que digo es lo que buenamente puedo, y eso que puedo es muchísimo menos de lo que Saura merece.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s