Cuando concibió la secuencia del twist con Uma Thurman y John Travolta, Quentin Tarantino no sabía bailar o al menos así lo demuestra durante el rodaje de Pulp Fiction (1994)…
Sin duda, la bella coreografía de Uma y John es contagiosa, como contagiosa es la pieza de Chuck Berry.
Tampoco es tan difícil bailar un twist. Basta simular que te estás secando.
Basta simular que te estas frotando el trasero con una toalla.
Basta simular que estás moviendo los pies como si estuvieras apagando una colilla.
Indudablemente, Tarantino no está ni estaba obligado a ser un virtuoso del baile.
Pero sus pasitos y espasmos son de patoso. Me los conozco bien, porque mis movimientos no tienen mayor elegancia.
Eso sí: Tarantino estaba obligado por su fértil y asalvajada fantasía a contar con los mejores y más insólitos actores para consumar un twist que ya era memorable.
Cuando el ser humano haya desaparecido, víctima de sus desmanes ecológicos o bélicos, o simplemente locos, quizá lo único que quede sea una colonia resistente.
Una colonia resistente de cucarachas, inmunes a la radiación o al matarratas. O a qué sé yo.
O quizá quede un resto de humanidad: en un soporte antiguo, un film deteriorado con buena parte de su metraje calcinado.
Salvo, eso sí, un cachito milagrosamente entero: aquel en que dos actores se mueven con ritmo pegadizo a los sones de You Never Can Tell.
Los archivos de Justo Serna 