He visto Mientras dure la guerra (2019), de Alejandro Amenábar.
En los próximos diez días la veré tres veces más. En total, pues, cuatro pases de un mismo film en un plazo muy breve. No descarto una quinta vez, mientras dure octubre.
Ustedes pensarán que he enloquecido, que padezco algún tipo de vesania, que como un neurótico obsesivo tiendo a repetir compulsivamente actos o conductas.
Ustedes pueden pensar eso o incluso algo peor, mucho peor. Ustedes pueden pensar cualquier cosa, que están en su derecho. Faltaría.
Pero no, no he perdido el juicio. Al menos, no del todo. Tengo razones bien fundadas para desarrollar esta conducta.
De entrada, parece un comportamiento algo demente, injustificado. Yo creo que no. Les iré informando en pocos días del motivo de esta reiteración.
Alguien me puede decir… “Muy bien, amigo, nos cuenta el número de veces que va a acudir al cine, a la sala de cine”.
Y puede añadir… “Eso es cosa que a nadie interesa, pues como mucho revela alguna patología, obligación o extravagancia. Pero no nos revela su juicio, la opinión que el film le merece”.
“Usted es historiador”, me dirá mi crítico. “Pronúnciese, ya que la película trata, entre otras cosas, del episodio ocurrido en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca”.
¿Episodio? ¿Qué acto? El sucedido el 12 de octubre de 1936: el enfrentamiento entre Miguel de Unamuno y José Millán-Astray.
Trata de ese episodio, responderé. Pero no sólo de ese hecho, convertido en un mito.
Un mito…, por emplear las palabras de Severiano Delgado Cruz. Así titula su documentadísima e interesante pesquisa: Arqueología de un mito (2019).
“¿Qué tiene que comentar, amigo historiador?”, insistirá quien me lea. Mi respuesta, de momento, es: vayan a ver el film. Al menos, una vez.
Yo acudiré, ya digo, hasta tres o cuatro veces más… Y luego me pronunciaré.
Fíjense, por supuesto, en las interpretaciones de Karra Elejalde y Eduard Fernández. Fíjense en la producción bien generosa, en la fidelidad histórica y en la asesoría militar.
Reparen en la banda sonora, en la dirección artística, en la dirección de actores, en el montaje. Reparen en ciertos énfasis…
Piensen en Miguel de Unamuno, un individuo sutil, un intelectual arrojado y siempre lleno de dudas.
Piensen en un hombre que llega a esa fecha vencido por la edad, por los achaques, por su desconcierto, por sus errores y por una tragedia que él no puede detener.
Conserva, sin embargo, pundonor y discernimiento.
Piensen en José Millán-Astray, el Glorioso Mutilado, fundador de la Legión, jefe de propaganda y un africanista de larga experiencia, de voluntad acérrima.
Él es el novio de la muerte, como reza el himno de la Legión, y es una suma desigual de coraje, perspicacia y fanatismo.
Y piensen en Francisco Franco…
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Fotografía de José Millán-Astray por Alfonso.