Por lo que él mismo revela, a Sergio del Molino lo identifican con Fernando Savater. Lo asimilan al filófoso donostiarra.
Quien dice esto no lo hace por bien. Lo hace para hacer daño. No es un ditirambo; es un denuesto.

Alguien totalmente desbordado y desnortado cree que Savater y Del Molino son lo mismo. ¿Es así?
Durante años, qué digo años —durante décadas— seguí, seguimos, a Fernando Savater a pies juntillas.
Lo seguíamos con asentimiento y disentimiento, con jovialidad y oposición: lo seguíamos con alegría y peros.
Dicho esto, en sus propios términos: lo seguimos con alegría.
Seguíamos a Fernando Savater en sus diatribas, en sus exaltaciones y en sus denegaciones. En sus revelaciones y en sus debelaciones.
Era un librepensador…, eso sí, con las espaldas cubiertas por Jesús Aguirre, por Jesús de Polanco.
Etcétera.
Y no lo seguimos entonces ni lo seguimos ahora cuando arremetía o arremete con resentimiento.
Hacia 1973 o así, yo lo descubrí en Triunfo,!el de Eduardo Haro Tecglen, el de Manuel Vázquez Montalbán.
Y después me sedujo, como no podía ser de otra manera, con su libro más emocionante: La infancia recuperada (1976).

Por razones varias que hace tiempo he intentado mostrar, a Fernando Savater lo estamos perdiendo. ¿Lo estamos perdiendo?
¿Quiénes? ¿Quienes nos profesamos de izquierdas? No exactamente. O no sólo.
Él siempre se mostró crítico con las tonterías y crímenes de la izquierda, esas derivas juveniles en las que él mismo pudo incurrir. Todos, no, que conste.
Él no niega haber sucumbido con ceguera e insensibilidad ante los compinches o camaradas.
Es verdad que era muy suyo, pero en su momento no dejó de apoyar y de aupar a ácratas moderados y a ciertos aberzales atemperados (vamos a llamarlos así). A veces no tan atemperados. Hablo de 1978, por ejemplo.
Por supuesto me gustaban sus equilibrios y sus equilibrismos, aunque no suscribiera necesariamente sus conclusiones.
Y, por supuesto, admiré el coraje de Savater ante el acoso de los terroristas.
Pero, por hache o por be, Fernando perdió los concordantes, seducido entre otros por la contundencia expresiva de José María Aznar y sus adláteres.
Estoy seguro de que su amigo Javier Pradera, una pieza imprescindible del periodismo y del pensamiento español (como ha mostrado con brillantez Jordi Gracia) no habría aprobado estos bandazos.

Con la cantinela del constitucionalismo, Savater se pensó por encima de las ideologías. Por encima de los bandazos…con un equilibro emocional y con una inteligencia a prueba: a prueba en situaciones extremas.
Lo perdió.
El equilibro.
Lamento decirlo y con ello no me voy a granjear nuevas amistades.
Sus últimos años son una triste deriva. Parece que su mayor dicha es decirse cercano a Vox y, finalmente, al PP.
Por supuesto, esto dice hacerlo para provocar a la izquierda más lerda o perezosa.
Yo no sé qué le ve a la derecha española. La siento lerda, perezosa y levantisca.
No me molestaría que a Sergio del Molino lo confundieran con Fernando Savater.
Me refiero a aquel Savater irredento y alegre, jovial e irónico que ahora ya no es, no puede ser.
Sergio del Molino tiene sus propias valencias. No necesita el hálito de los abuelos.
Good readingg