Llevamos un tiempo, ya largo, de convulsión. Desde el punto de vista histórico, éste es un tiempo muy interesante.
Eric Hobsbawm, el gran historiador inglés, tituló sus memorias así: Interesting Times (2002). Desde su publicación han pasado veinte años.
Lo que Hobsbawm hacía era repasar su existencia insertándola en el corto siglo XX, esa centuria que comenzaba de verdad en 1914, con la Gran Guerra, y que acababa en 1989 o 1991, con la caída del Muro de Berlín o con la desaparición de la URSS.
Nacido en 1917 en Alejandría (Egipto), el historiador inglés, de origen judío, tuvo que afrontar una época especialmente convulsa en la que él mismo se vio implicado y a la vez ajeno.
Apasionadamente comunista y, a la vez, crítico del estalinismo, evitó investigar sobre el Novecientos. Sus obras mayores las dedicó al siglo XIX.
Pensó que así podía sortear las contradicciones de la Guerra Fría, pensó que así podía evitar la condena constante de la experiencia socialista en la URSS.
Él mismo fue consciente de que tal cosa no era posible.
Vivió en el mejor de los mundos reales, en el Occidente democrático (no en el Occidente tiránico). Vivió en una Europa con recursos y derechos. Y deploró el curso torcido del bolchevismo.
Vivió, efectivamente, tiempos interesantes.
Por ello, la traducción al español del título de su autobiografía es correcta: Años interesantes.
Ésos son los años de los extremos, de los extremismos políticos, de las guerras mundiales, del Holocausto, del crecimiento, de la amenaza nuclear.
De la democracia.
Hace tiempo que acabó ese mundo. Tras la caída del Muro y la desaparición de la URSS, la realidad y la historia han ido mudando cada tanto provocándonos desconciertos crecientes. Y unos estremecimientos periódicos.
Hace unos días, Sergio del Molino hablaba de los últimos o penúltimos estremecimientos. Lo hacía en El País, en una columna también interesante.
¿Cuál era el asunto que abordaba? Éste era el lema: ¿cuándo volverá la banalidad a nuestras vidas?
Al aludir a nuestras vidas, Del Molino se refería, en primer lugar, a las de los ucranianos y, en segundo lugar, a las de los europeos que asistimos con horror a la guerra.
Vivir polemizando sobre trivialidades, sobrevivir disputando sobre nimiedades y malvivir discutiendo sobre futilidades…
Ésas son las cosas que uno hace normalmente acerca de las cuales no nos interrogamos cuando lo banal discurre. Al perderse estas pequeñeces, es justo cuando nos lamentamos, preguntándonos sobre el sentido de la vida.
¿Cuando volverá la normalidad o la banalidad a nuestras vidas? Llevamos ya años, muchos años, viviendo tiempos interesantes, viviendo una época de cambio acelerado, de marcha desbocada.
2020, 2021, 2022.

La verdad es que uno siente una nostalgia falsa, errónea, de la Guerra Fría, justamente cuando la Destrucción Mutua Asegurada nos permitía vivir en un mundo equívocamente estable.
Fíjense a qué punto hemos llegado.
Esto es el colmo.