“Espero tu post sobre el guantazo del momento”, me espeta a última hora de la noche, retándome.
Más que averiguar qué pienso del episodio, creo que quiere saber si soy capaz de decir algo.
Las maldades con las que me desafía Toni Zarza son así. Lo mismo me inquiere sobre Will Smith que sobre Hamlet.

Comparto con Toni esa voluntad gamberra, esa apertura al conocimiento. Cada uno, en su tiempo y en su circunstancia, se ha quitado el corsé.
Hay que preguntarse e investigar (si se puede) sobre la producción de masas o para las masas y sobre el canon de la cultura occidental, pongamos por caso.
Por mi parte, yo aprendí a quitarme cierta rigidez académica leyendo a Umberto Eco, el añorado Professore que lo mismo escribía acerca de Superman que de James Joyce o Santo Tomás.
Quién como él.

La verdad es que el episodio por el que Zarza me pregunta a última hora no me interesa nada o prácticamente nada en ese momento. Eso le digo al amigo, que me interpela o consulta por whatsApp.
Privadamente le doy mi opinión diciéndole y diciéndome que no me voy a pronunciar en público. Y, justo cuando esto prometo, el episodio empieza a tentarme.
Exactamente: al pronunciarme, empiezo a pensar más. Y a razonar (vamos a decirlo así). Tentativamente comienzo escribir sobre el asunto para ordenarme las dos o tres ideas que tengo, para dar respuesta…
Y, al final, para comunicar algo a quienes me hacen la caridad de leerme, de cuando en cuando o con asiduidad.
La verdad es que de todo no tenemos por qué tener idea u opinión. Ni siquiera tenemos por qué tener interés. Pero el acicate de Toni acaba por remover los peros que yo opongo.
Y así, ahora, lo digo parafraseando a un escritor al que aprecio…
No quería saber, pero he sabido de este episodio en el que el actor Will Smith figura como protagonista. Ignoro si como el bueno de Will o como el villano de Smith.
No quería decir, pero estoy diciendo lo que quizá podría haberme ahorrado.
¿Por qué?
Porque, entre otras cosas, me produce un inmenso hastío examinar algo tan trivial, un episodio irrelevante. Pero, justamente, al pensar en dicho suceso, me he respondido: no es asunto tan banal.
Me refiero, claro, a la puesta en escena, a la agresión que tiene lugar en la Gala de los Premios Oscar de 2022 y de la que guardaremos recuerdo.
Hastío. ¿A qué hastío me refiero cuando digo lo que digo?
Isabel Huete lo ha expresado con contundencia.
Lo diré con mi propio e indefendible lenguaje. No tenemos excusa si perdemos el tiempo con estas minucias de ‘señoros’ y ‘celebrities’, justo cuando tantas cosas graves y dramáticas nos conmueven o deberían conmovernos.
No digo que sea así, pero podemos tomar esto que digo ahora como hipótesis: la primera interpretación que cabría hacer del episodio violento de los Oscar es que se trata de una reacción protectora del macho.
En otros términos: en diferido, con demora, el señor Smith habría salido del patio de butacas a defender a su esposa, Jada Pinkett Smith.
¿A defenderla de quién?
De uno de los cómicos y mantenedores de la gala, Chris Rock, que alude en cierto momento a Jada Pinkett Smith, comparándola con la Teniente O’Neill…
Por presentarse con la cabeza rapada.
En principio, Will Smith ríe la gracia sin advertir la mala cara de su esposa. Fuera de campo, el actor es informado o se percata de la situación. O hace como que se percata.
Y así sale hacia el escenario para golpear a Chris Rock por esa broma de mal gusto o grosería. Sale a proteger a uno de los suyos como si de un bien propio se tratara.
Puede interpretarse como un acto de amor y defensa. Pero también puede interpretarse como la reacción de un varón ante la deshonra padecida. Y eso un machote no lo aguanta.
Otra cosa a pensar es propiamente el espectáculo televisivo y mediático de un choque entre varones afroamericanos.
En ese caso, sería una penosa situación que enfrenta a negros, situación que sorprende e impresiona a muchos públicos, entre ellos el que forman los hombres blancos progresistas. Perturba a quienes tienen una buena conciencia liberal.
Pero hay algo más.
¿Y si todo ello no fuera más que una puesta en escena? ¿Y si este derechazo de Will a Chris, este episódico enfrentamiento, no fuera más que un tongo bien pactado?
Por las reacciones posteriores, no parece tal cosa.
¿Por qué? Pues porque no es la primera vez que Rock bromea sobre Jada Pinkett Smith, según nos recuerda el periodista Emilio Doménech.
Admitamos pues, la verdad del acontecimiento.
En ese caso se trataría de un suceso sin representación, sin impostura. Sorprende, no obstante, que Chris Rock mantenga la verticalidad y la compostura tras el golpe.
Admitida la verdad de los hechos, sin embargo, habría que tener en cuenta que los efectos de unos hechos retransmitidos no sólo dependen de los individuos o de los actores. Dependen también de la reacción, credulidad o incredulidad de los espectadores.
Es arriesgado, pero a la vez muy rentable, escenificar una pelea con cachetada, de palo y tentetieso, con reproches públicos entre hombres negros, ricos y educados…
Ah, y con posterior y lacrimógeno arrepentimiento (en vivo, en directo y por escrito) del agresor.

¿No sé qué les parecerá todo esto que digo? ¿Ustedes creen que valía la pena volver a incidir en lo que ya es un suceso revenido y en lo que son interpretaciones previsibles?
Llego tarde, pero creo que merece reflexión.
Sea el acto de un machote o sea la representación del acto de un machote, la verdad es que me parece un episodio lamentable, poco edificante.
No sé si sólo es lo primero.
De ser así, entonces Smith es un machista que protege la honra de su señora esposa, a quien no habría dejado defenderse por sí misma. Will tendría la mano muy larga, siempre dispuesto a meterse en broncas.
Uf, no sigo, que yo, de otra manera, también me estoy metiendo en un lío.
——
Fotografías: REUTERS, EFE, AFP