Cuatro buenas razones para leer a Javier Marías (2006)

 

Desde el veintinueve de junio quería celebrarlo, sumarme a los parabienes. 

He tardado algo pero finalmente lo digo y lo escribo: Javier Marías entra en la Real Academia  Española para ocupar el sillón R, el que quedara vacante al fallecer Fernando Lázaro Carreter

Todos los medios se hicieron eco de la noticia. 

Quien presentó su candidatura, Gregorio Salvador, destacó extrañamente el “prestigio” de su obra como prueba de fuerza, como uno de los avales que harían meritoria su plaza, leo en Levante

Por su parte, los reporteros de El País le reconocían ser “maestro de una prosa sofisticada que ha encandilado a millones de lectores”. 

Otros periódicos, como Abc y El Mundo, dieron igualmente la noticia repitiendo las declaraciones de Gregorio Salvador y lo extraordinario de su creación. 

Yo no creo que el prestigio de una obra sea mérito para entrar en la Academia, pues hay reputaciones literarias muy mal ganadas que no justifican un ascenso. 

Si los medios recogieron bien las palabras de Salvador, entonces habría que matizar ese aval, que es ornamento, pero no fundamento. 

Si es cierto que Marías es dueño de una sintaxis expansiva o, en los términos periodísticos, “maestro de una prosa sofisticada que ha encandilado a millones de lectores”, entonces creo que ése sólo sería un aspecto más, aunque no el principal. 

Las palabras que siguen son el argumento que a mi juicio justifica su ingreso en la Academia: la base de su excelencia literaria.

¿Tiene que ver con la prosa, con su prestigio, con sus lectores que se cuentan por cientos de miles?  

Tiene que ver con la representación de un mundo –extraordinariamente parecido al nuestro aunque no sea, aunque no pueda ser su calco– en el que los personajes y sus narradores operan de manera obsesiva e indiciaria. 

Al actuar de este modo, todo lo visto y contado –con esa prosa sofisticada— se convierte en objeto de pesquisa y, así, hasta el más nimio asunto deviene objeto de una especulación perturbadora.

Los narradores de Javier Marías son impresionables, bravos y pasivos a un tiempo, dotados de una imaginación entre enfermiza y creativa.

Saben mirar los objetos cargados de pasado y densidad, prosopopeyas de los vivos y de los muertos, piezas sueltas de lo real. 

Conjeturan significados, atribuyen sentido a hechos que parecían no tenerlo o incluso a fotografías…, siempre mudas y sugerentes. 

Ah, la muerte, la lenta difuminación del yo, las cosas que nos sobreviven, ese mundo de cachivaches que fueron nuestros y que, al final, son los restos de la identidad. 

Vean, si no, qué le ocurre al relator de Corazón tan blanco

Mira, pero sobre todo habla, habla sin parar para sobrevivir, para detener la descomposición, presuponiendo con detalle, pormenor y circunstancia, dejándose conducir por los hechizos del azar. 

Divaga sobre lo que ve y sobre lo que él mismo es, abandonándose a unos incisos que le llevan a pronunciarse con elocuencia precaria y expansiva, con ese desparpajo o desembarazo… 

En el fondo, muchos individuos nos comportamos así: apreciamos un detalle y, lejos de contenernos, nos entregamos a presunciones e inferencias, rastreando la Negra espalda del tiempo, como dice Marías cuando invoca a Shakespeare. 

Ésa es la manera que tenemos de abordar la realidad indescifrable que se nos presenta día a día: mero vislumbre creativo. O, como dice Elide Pittarello, los personajes de Marías demuestran ”una desbordante capacidad imaginativa”. 

Y añade: “ocultos hasta el punto de asimilar su vida a la evanescente condición del fantasma, de lo impreciso, estos sujetos captan sobre todo el lado en sombra de la realidad”.  

Dos son las palabras clave del dictamen: fantasma y sombra. 

Esos personajes tienen siempre algo de fantasmagóricos: o bien porque son literalmente espectros (Cuando fui mortal), o bien por que se cobijan en la irrealidad que alumbran, sumidos en un espacio que carece de lindes y de asideros. Son sombras, en efecto: pura nube sin espesor, aire que sale por la boca. 

La impresión que uno tiene cuando lee las novelas de Javier Marías es que los narradores y los personajes se expresan, efectivamente, con una locuacidad ilimitada….

Como si nos estuvieran revelando algo inconfesable, un secreto familiar, un oscuro detalle que nos hace copartícipes  de una epifanía o una declaración. 

Saben expresarse, con ese manejo de la sintaxis (¿sofisticada?) que capta, que captura, que subyuga en párrafos inacabables. 

Con esos períodos larguísimos y envolventes, con enumeraciones, amplificaciones y concatenaciones que sirven para persuadir al lector, imaginando el destino potencial de uno mismo a partir de escasos indicios, meros barruntos de lo que la existencia nos da. 

Porque, en efecto, en Marías la novela no es sólo relato: es también autoficción y metaficción, formas de indagar sobre un yo que se despliega y que se dice, maneras de hacer explícitos los límites del propio acto de enunciar.

“A diferencia de otras clases de pensamiento”, dice el novelista, “que sí son formas de conocimiento, el literario es más bien una forma de reconocimiento”. 

En realidad, la literatura (la de Marías, por ejemplo) “no cuenta lo consabido, sino lo sólo sabido y a la vez ignorado. O en menos palabras: sin poder explicarlo, cuenta el misterio”. Como en los viejos relatos ingleses, como en el Oxford espectral de Todas las almas.

Me dirijo especialmente a ustedes, sí, a ustedes, lectores tal vez reacios, que le son hostiles o indiferentes, aun sin haberlo frecuentado.

¿Todavía dudan sobre la virtud narrativa de que se vale nuestro autor? 

Aprovechen ahora que hay un motivo respetable para leerlo: la prosa, la mera prosa que lo lleva a la Academia, según los periódicos; o, mejor, el habla errabunda como acto de supervivencia y perquisición.

“Me gustaría ser el tipo de escritor”, dice el novelista, “como los que me gustan a mí”: “que me dé igual de lo que hablen, quiero sólo que sigan hablando”. Eso, exactamente eso, me sucede a mí como lector de Marías: que siga hablando e investigando…

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https://justoserna.com/2006/07/13/cuatro-buenas-razones-para-leer-a-javier-marias/

Otros enlaces sobre Javier Marías:

http://www.javiermarias.es/

http://sendalibros.blogspot.com/2006/06/el-acadmico-maras.html

http://www.emboscados.com/foro/viewtopic.php?TopicID=1732

http://ellamentodeportnoy.blogspot.com/2006/06/javier-maras-letra-r.html

http://www.uv.es/jserna/Marias.htm

http://www.uv.es/jserna/Pasajesveinte.htm

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