El historiador, como el periodista, es un profesional que pone en orden un conjunto de datos y que jerarquiza las informaciones que reúne.
Husmea en los archivos, pero rastrea también en el presente: busca y observa los numerosos vestigios materiales e inmateriales en los que se manifiesta lo que queda del tiempo pretérito.
¿Pero por qué ese interés por el pasado? ¿Por exhumar algo distante que nos es completamente ajeno? No exactamente: en realidad, el historiador busca huellas o testimonios de otro tiempo para explicarse por qué somos distintos…, ahora; para explicarse qué es lo que nos distancia de nuestros antepasados.
¿Qué conceptos son esos de Historia, mundo y actualidad, puestos en relación? Convenimos en que la historia es rastreo del pasado, la exhumación de sus fuentes con el fin de documentar hechos que perduran y que aún nos intrigan o conmueven, que todavía nos afectan o influyen.
Porque la historia bien fundada, en efecto, no es el seco interés erudito por un mundo cronológicamente desaparecido o geográficamente distante, algo lejano por lo que ya no tendríamos interés.
En realidad, los historiadores tratan sus objetos con el mayor interés, con la mayor cercanía. Es una estupidez pensar que abordamos el pasado desinteresadamente. Es necesario tratarlo con rigor, con esfuerzo documental, valiéndonos, sí, de un noble ideal, del ideal de la imparcialidad.
Pero el mundo que estudian los historiadores es el entorno propiamente humano, intersubjetivo, ese espacio de relaciones, percepciones e intervenciones en el que los individuos nacen, crecen y maduran: esas relaciones, percepciones e intervenciones se dan en un espacio local o universal cuyos límites no siempre están claros.
¿Cuál es el contexto de las acciones humanas? Pensamos que lo cercano es la circunstancia, pero lo universal o lo distante influyen de modo diverso sobre lo local. Ahora, en el tiempo de la globalización, pero también en épocas anteriores.
La actualidad, en términos aristotélicos, es aún una realidad que se materializa, que se convierte en acto. Aquello que estaba como posible, como probable, como meramente eventual, se consuma adoptando una forma que estaba por definir. Pero lo actual suele tomarse también como lo que está sucediendo o teniendo efectos.
Roma es actual, la Revolución francesa es actual. O como decía aquel mandatario de la China comunista al que le preguntaron sobre 1789: la toma de la Bastilla está demasiado cerca para hacer un balance definitivo de sus efectos.
Más aún, no hay balances definitivos: cada generación, cada grupo humano, debe saldar cuentas con lo pasado porque esos efectos varían y lo presuntamente muerto regresa en acto para afectarnos nuevamente.
Lean libros de Historia, libros entretenidos, nuestros entretenidos libros: los de José Antonio Vidal Castaño y los míos, qué demonios. El saber no nos hará más felices, pero sí más prudentes.
Descartaremos la pena negra. Descartaremos la fatalidad.
Gracias.