Primero.
JS, “¿Quién es el fascista?, ‘El País’, 3 de enero de 2006.
“…El fascista es alguien que tiene un acusado sentimiento de crisis, alguien que cree en el declive imparable de su patria;
-alguien que hace de la nación su hipóstasis y su primacía;
-alguien que se juzga como víctima de una injuria inextinguible;
-alguien que ve enemigos por todas partes, extranjeros llenos de doblez o nacionales que abdican;
-alguien que predica una integración más firme y más estrecha en la comunidad a la que hay que rendir tributo;
-alguien que deplora las formas suaves del gobernante negociador, justamente porque valora la superioridad de un liderazgo fuerte, incluso instintivo;
-alguien que basa su empeño en la voluntad.
Para que el fascista triunfe necesita un partido y hoy, felizmente, no hay organizaciones que tengan la presencia y la fortaleza suficientes como para hacer peligrar el vigor de la democracia liberal.
Pero no nos engañemos, pues ciertas propensiones de la conducta pública entre periodistas y políticos reproducen hábitos del pasado que los fascistas encarnaron como nadie:
-el estrépito verbal, la chulería arrogante, la violencia expresiva, el grito, la descalificación, la deslegitimación, el desgarro y el victimismo, la suspicacia.
¿Hasta cuándo?”
Estas cosas las escribí por primera vez en 2006.
.
Segundo.
‘Quién es fascista’ (2019), de Emilio Gentile.

Leo ahora este libro del historiador italiano Emilio Gentile, que acaba de ser publicado aquí, en España, por Alianza Editorial.
En Italia hay una polémica pública sobre el fascismo, sobre su posible actualidad o sus resabios nunca digeridos del todo. Y la controversia arrastra a distintos historiadores y politólogos.
Emilio Gentile nos previene contra el uso indiscriminado del sustantivo “fascismo” y del adjetivo “fascista”. Si un líder fuerte es sinónimo de fascista, entonces devaluamos el concepto, concluye inmediatamente.
Y nos previene contra cierto ensayo de Umberto Eco, datado en 1995, en donde el intelectual italiano veía un posible rebrote de las brasas del fascismo… En aquel ensayo, que primero fue conferencia, Eco establecía la tipología del fascismo.
El propósito de Gentile va más allá: su meta es enseñarnos qué fue el “fascismo histórico”, encarnado principalmente en la Italia entre 1922 y 1945. Y para ello evita a Eco.
Muchos años después de aquel ensayo de 1995, Gentile nos previene contra la tendencia a adjudicar el calificativo a movimientos o partidos actuales de extrema derecha. Su idea es evitar una abstracción del fenómeno fascista.
Como propósito no está nada mal. Al fin y a la postre, nos obliga a ser rigurosos cuando contemplamos fenómenos que difícilmente se repiten. O cuando empleamos voces o expresiones que tiene historia, que tiene un pasado que no es equivalente al actual.
Sin embargo, esas derechas extremas tienen algunos rasgos directamente heredados del fascismo histórico. Y de ello son conscientes sus propios líderes.
Y, además, esos dirigentes incluso postulan la exhumación de la memoria fascista (como está ocurriendo en Italia con Matteo Salvini). De algún modo, esos vástagos aspiran a encarnar explícita o implícitamente un ‘fascismo eterno’.
En el caso español, Gentile alude a Vox. Por supuesto evita cuidadosamente llamarlo fascista, pues lo ve como un partido nacionalista, unitarista, tradicionalista, católico ultramontano…
Sin duda, podemos seguir las enseñanzas del historiador italiano, las de Emilio Gentile, y admitir que no hay un “fascismo eterno” y menos aún un fascismo español ahora redivivo bajo la fórmula de Vox.
Pero, contrariamente a lo dicho por Gentile, el fascismo vuelve o puede volver —en palabras de Umberto Eco— bajo formas menos estrepitosas, sin uniformes ni escuadrismos, sin revoluciones estatalistas. Sin modernismos reaccionarios.
Puede volver empleando el parlamentarismo —algo meramente instrumental— para someter a los afines.
Para someter a los afines y para aherrojar a las fuerzas parlamentarias que le son cercanas y que, en el colmo de ignorancia histórica, creen poder domesticarlo.
Atentos.
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https://elpais.com/diario/2006/01/03/cvalenciana/1136319483_850215.html