…La prosa de Muñoz Molina es enumerativa, vale decir, una prosa cuyo efecto se logra gracias a la adición y a la amplificación.
Pero es rotunda también por darnos sucesivos encadenamientos descriptivos de largo alcance, de tan largo alcance, por ejemplo, que una década, sus celebridades, sus abalorios y sus gadgets, pueden presentarse como una verdad global revelada por enumeración, por condensación.
Pero es rotunda al mismo tiempo, al menos por dos razones: porque en cada frase hay un retazo del mundo y de su significado, un resto de lo real y de su particular sentido, lo que en ocasiones le confiere un cariz incluso sentencioso, al modo de Jorge Luis Borges, a la manera de Juan Carlos Onetti.
La condensación en palabras de Sigmund Freud es una operación sintética que reúne lo que estaba disperso o separado, lo que no formaba parte de la misma relación o representación, de modo que al avecindarse esos elementos cobran un significado que no tenían o parecían no tener.

La condensación freudiana es una función inconsciente, un mecanismo fundamental que permite el trabajo del sueño; la del novelista es, más bien, fruto de la intuición, del olfato, del golpe de vista, vale decir, se da en estado consciente, pero sin ser una tarea propiamente racional y sistemática.
Sería algo así como la comprensión directa o aprehensión inmediata, una suerte de iluminación instantánea que nos hace capaces de captar lo verdadero, lo imprevisto o la filiación o congruencia de cosas que en principio no estaban emparentadas.
Esa cualidad que permite observar con clarividencia, que permite ver más allá de lo que los otros se consienten, es, en efecto, la intuición y ésta es virtud propia del ser humano, pero es sobre todo una virtud del niño, del primitivo, del escritor y del científico.
Es decir, de aquellos que se sienten especialmente amenazados por el mundo externo o de aquellos otros que lo miran para revelar su ser…