Tengo serias dificultades para entender a la especie humana, siempre timorata y a la vez siempre tan sobrada para juzgar a los demás.
La confianza que deposito en mis congéneres, en su sensatez, decae en estos momentos. En estas horas y días de transición.
No es arrogancia. Debo decir que jamás he tenido grandes expectativas con respecto a la Humanidad: conociéndome…, no dispenso mucho crédito a mis iguales.
A la vez, y sin saber exactamente por qué, peco de optimismo. Siempre pienso que de situaciones peores hemos salido. Me incorporo al plural indebidamente…
Digo indebidamente porque ninguno de esos momentos gravísimos que la Humanidad ha atravesado me ha tocado padecerlo.
Ni como testigo, ni como protagonista. Ni la Peste Negra, ni el Cólera-Morbo asiático, ni la Gripe Española, ni la Guerra Civil, ni la Segunda Guerra Mundial.
Es decir, que he sido muy afortunado si me comparo con mi padres, con mis abuelos, etcétera.
Esas generaciones y las que las precedieron fueron gente de fuste y de gran resistencia.
No me habría gustado estar en su circunstancia rodeado de tanto quejica actual, pero me hago cargo.
Me hago cargo gracias a la historia. La disciplina histórica te permite examinar y examinarte, comparar lo que de entrada es incomparable.
Quiero decir: no hay nada de nuestra circunstancia actual que pueda cotejarse con lo vivido o padecido por nuestros ancestros.
Vivimos rodeados de seguridades, de garantías, que nuestros antepasados no tuvieron, no pudieron gozar.
Es más…, o peor aún: vivimos rodeados de gentes que obran insensatamente. He estudiado historia, pero a la vez carezco de conocimientos, recursos, saberes suficientes.
Saberes suficientes que me permitan examinar con mucho detalle el comportamiento de los individuos y, por extensión, las acciones de las muchedumbres.
Pero el sentido común siempre ayuda…

He ido a los supermercados locales a los que acostumbro para abastecerme de lo necesario. Ni más ni menos.
Juro que he regresado voluntariamente sin papel higiénico, cosa que quizá sea una temeridad. Nos vamos a cagar… O eso parece.
Yo fui a adquirir lo que semanalmente necesitamos en casa. Es bastante rutinaria la compra, pues la programación la tengo prevista.
Lo que me he encontrado ha sido una devastación demente y un vacío.

La verdad es que quiero estar optimista (pues lo soy por naturaleza), pero el público municipal y espeso del que formo parte acaba siendo patético, terrible y ridículo.
Ya está bien de echar la culpa a las autoridades locales, autonómicas o españolas.
Hay internautas en las redes sociales y hasta algún experto sanitario que se nos están poniendo muy finos.
“Los de arriba”, he oído con desprecio en alguna grabación. El sanitario, éste concretamente, se refería a nuestros dirigentes, que no habrían querido afrontar la gravedad de la situación.
Así, sin más, lo suelta. Lo dice este o aquel. Lo dice este o aquel con ínfulas cuando lo cierto es que debería morderse la lengua.
Mi padre fue ATS, sanitario y un enfermo crónico de los bronquios, y sé que hoy hablaría con extrema prudencia.
Lo primero que habría que pedir a todos, potenciales pacientes o abnegados sanitarios, es que no queramos saber de gestión hospitalaria y epidémica.
No queramos saber como si estuviéramos habituados a circunstancias como éstas. Hay que ser humildes. Esto, en muchos sentidos, es nuevo…

Saben quienes programan y saben quienes calculan las consecuencias materiales y económicas de las decisiones políticas. Saben quienes pueden aventurar los comportamientos de pánico.
Lo contrario, hablar sentando cátedra en una situación extrema, es echarle cómodamente la culpa al otro, que al parecer no habría hecho lo debido.
Si seguimos así, con esta arrogancia de expertos de pacotilla, la lógica es infernal…
Cuando nos pase algo, un resfriado, la responsabilidad será siempre de los políticos, esa gente inescrupulosa que no puso los medios…
“Piove, porco governo”, dice el público municipal y espeso en Italia cuando unos y otros quieren quitarse las pulgas de encima.
Distinguidos humanos, hagámonoslo mirar.
—Fotografías:
JS. En un establecimiento Consum, de Valencia. Viernes 13.
Estanterías de papel higiénico, papel de cocina y leche.