Jorge Alacid, periodista de Las Provincias, ha tenido la inmensa cortesía de dedicar a La ciudad futura (2022, Barlin Libros) un reportaje a doble página. El sábado 22 de octubre de 2022.
¿Imaginan lo que eso significa? Pues un gesto muy cortés para con los autores del libro. Un diario no destina tanto espacio a un volumen insignificante. Eso queremos pensar Anaclet Pons y yo.
Nos enorgullece que el periodista y su medio consideren relevante explicar al gran público el objeto y los contenidos de nuestro libro.
En la fotografía adjunta se reproduce esa doble página del periódico. Si agradan la imagen, podrán leer el reportaje del periodista.
Lo que nos propusimos con La ciudad futura —y Jorge Alacid lo capta muy bien— era reconstruir la Europa del Ochocientos, el mundo de ayer, valiéndonos del dietario o diario de viajes de un burgués valenciano, José Inocencio de Llano y White. Valenciano, sí, pero de origen vasco e irlandés.
Es decir, nos planteamos un reto: servirnos de un único texto que abarca más de cincuenta años y que alcanza casi las mil páginas.
Por supuesto, necesitábamos aprender y saber más, extraer la información de esa fuente y a la vez consultar, tras muchas horas de archivo, una miríada de documentos.
No sólo teníamos que extraer datos. Debíamos describir la peripecia, los logros, los viajes, los destinos y los tropiezos de José Inocencio. Debíamos reconstruir pieza a pieza lo que el burgués ha visto.
En suma, debíamos narrar con sentido, con orden, una vida y un mundo que nos preceden y que sólo en parte se parecen a los nuestros.
¿Es posible hacer tal cosa?
La microhistoria nos enseña a rastrear lo pequeño para reconstruir el pasado y el contexto de los actos humanos concretos. Y debemos hacerlo sin que nuestro relato resulte tedioso.
Lo diré brevemente, pues en el libro nos extendemos.
¿Qué significa recorrer y visitar la Europa de otro tiempo?
En la Europa moderna hay una tradición viajera que se centra y se concreta en lo que se llamará el Grand Tour. En principio, es cosa aristocrática, extendiéndose después a las clases burguesas.
Ese viaje consiste básicamente en el desplazamiento, en el traslado, de los hijos y los mayores de la nobleza europea septentrional.
Esos aristocráticos viajeros se dirigen hacia el sur en busca, principalmente, del arte, del clima benigno, del bienestar que se atribuye a lo meridional.
El Grand Tour es un viaje de formación, de aculturación, de asimilación, de observación, de inspección y de descanso.
Pero el viaje al sur es también la búsqueda de lo exótico, de lo castizo, de lo primitivo, de lo pasional. Los antepasados septentrionales suponen que los meridionales tienen una disposición mucho más sanguínea y emotiva.
Algo de esto aún se piensa hoy.

Además, los europeos del norte saben que el sur alberga restos arqueológicos de la antigüedad clásica, restos que prácticamente afloran y que pueden coleccionarse y transportarse al septentrión.
Los viajes del valenciano José Inocencio de Llano y White no pertenecen al ‘Grand Tour’. Tienen otra dirección, otro sentido. Son a la inversa. Son desplazamientos hacia el norte con el propósito y el fin de aprender del septentrión industrial. El que existe y el que los meridionales imaginan.
También son viajes con el fin de aprender técnicas de negocio, de comercio. Con el fin, asimismo, de disfrutar de las aguas termales, de los espectáculos, de la cultura, de la vida moderna.
En la Valencia del siglo XIX, pero también en todo el arco mediterráneo español, hay núcleos burgueses, formados por negociantes, industriales, propietarios, etcétera, que se informan de lo que pasa en Europa. Y que —insistimos—viajan.
Aspiran a una modernidad, a un progreso, a unas mejores materiales, que en el sur todavía no ven implantadas.
Hay una red pequeña, pero densa de individuos relacionados, vinculados entre sí, que recorren el Continente, que leen, que se forman y que están a la última de los avances europeos. En este punto es esencial tener vínculos con Francia o con Gran Bretaña.
Y, en ese sentido, un apellido clave será el de Trénor, una dinastía afincada en Valencia desde comienzos del siglo XIX. Ese linaje tendrá una importancia decisiva en la política, en la economía y también en la cultura burguesa del Ochocientos.
La familia Trénor es precisamente la familia política de José Inocencio de Llano. Con ellos comparte un origen irlandés, dos apellidos: en un caso, Trenor; en otro caso, White.
Las Provincias, un periódico fundado en 1866, se hizo eco del mundo de ayer. Y sus páginas de hoy, Jorge Alacid mediante, registran y difunden nuestra particular reconstrucción.
Muchas gracias.