Mi adorable Doris Day

De cuando en cuando vivo recuerdos entrañables y falsos. Son sentimientos que experimenté vicariamente de personajes que no existían y, además, interpretados por una dama que nunca conocí.

Por ejemplo me refiero a Doris Day. No es la primera vez que aludo a ella…

De chiquitito, yo la amaba platónicamente, con puros sentimientos filiales. Se me antojaba la madre ideal y pizpireta que yo no tenía, que nadie tenía.

Doris Day era rubia, era monísima y pecosa sin ser explosiva, sin recauchutarse. Era toda simpatía.

Siempre bien vestida, siempre dispuesta para la ocasión. Con un punto de picardía. Con guantes.

Ajá: con trajes de chaqueta que le sentaban increíblemente bien. Eso, como un guante. Con vestidos coloristas de mucho vuelo.

Su mundo fílmico pertenecía a un país inexistente, un país de Jauja, una Arcadia a la que yo quería pertenecer.

Que Sera, Sera’ (Whatever Will Be, Will Be) es una canción maternal-maternal que aún me emociona tontorronamente cada vez que se la escucho. Por eso, de entrada, no pongo aquí enlace alguno, antes de que me ponga melancólico.

En la Expo Covers, de La Nau Centre Cultural, hace diez años, seleccionamos y pusimos la conocidísima secuencia. La proyectamos en una pantalla gigante.

Yo me quedaba absorto cada vez que volvía verla.

Madre e hijo cantan justo cuando el niñito se pone el pijama con ayuda de Doris Day. Se pone el pijama, sí, y a la vez bailan con amorosa dedicación.

El padre, interpretado por James Stewart, escucha con arrobo mientras acaba de acicalarse y de anudarse la corbata. Están a punto de cenar con gente importante…

La secuencia es el intermezzo musical (me permito llamarlo así) más adorable de la historia del cine. Otros dirán que soy un cursi.

James Stewart, Doris Day y su hijito están en Marruecos. En un lujoso hotel. Las peripecias que van a vivir serán angustiosas y la madre se preocupará con amor.

Es el tercer mundo, con parajes inauditos, la noche africana. Y es una película de espías en la que una familia corriente se ve envuelta. Pura fantasía y pura incorrección política.

La madre es madre y bien que cumple su papel y el fondo, Marruecos, es un lugar de riesgos y ensueño: estereotipos de los que sabia y sutilmente se ríe el director del film.

En el exterior hay peligros desconocidos que tendrán que afrontar. El marco africano da al film ese punto de exotismo, de pintoresquismo, que falta en un hogar previsible.

Ya saben: hablo de El hombre que sabía demasiado (1956), de Alfred Hitchcock.

Ay, Doris, Doris. Mi Doris Day, que ya nos dejaste…

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