Releo con placer la obra testimonial de Pío Baroja Familia, infancia y juventud (1944) ahora en elegante edición de Cátedra al cuidado de Pío Caro-Baroja.
Agudeza, ingenio, ternura, humor, moral, estampas, severidad y, sí, ojo clínico. Prosa precisa, expansiva.

Es feliz el resultado. Tenemos en nuestras manos un volumen nuevo pero viejo, prístino, sin la fatiga de las décadas transcurridas ni las inquinas o el desdén que aún despierta. Se conserva con el vigor expresivo de su primera aparición, desde la última vuelta del camino.
La tierra y la tradición. ¿Qué tradición aúna a los vascos? ¿Acaso hay una sola que pueda hermanarlos? ¿Acaso la familia y sus integrantes son distintivos o distintos? Escribe un guipuzcoano que se siente individuo y humano, solo y en comandita, mancomunado, que no aherrojado.
Me esperan horas de emoción lectora. Viajo a hombros de un experto observador, que me dice al oído su fraseo lacónico y torrencial. Aprendo y vuelvo a aprender. Ahí me veo: otra vez con Baroja, de vuelta a su camino, de regreso a su España natal.
https://twitter.com/justoserna/status/1597159145995919365?s=46&t=iURsbD7J-yVdo9fbpEF3kQ