He acabado Tumulto, de Hans Magnus Enzensberger. Es una publicación aparecida en alemán en 2014. Aquí la editó Malpaso al año siguiente.
Hace ya un par de décadas o quizá más que sigo a este escritor. Sé que es un poeta muy respetado, pero yo sólo le he leído algunos (no pocos) de sus ensayos.
En ellos siempre demuestra lucidez, acidez y esplendidez. No es broma cacofónica: se entrega a manos llenas y además lo hace pensando con discernimiento y no poco humor.
A Tumulto llegué por recomendación de Marisa Begué y Mario Pérez. Ambos me aconsejaron su lectura: tal era la calidad de sus páginas. Muchas de esas páginas están dedicadas a Cuba, a la vida bajo el castrismo.

Sin duda —me dije entonces— haré caso a mis amigos. Ellos saben si Enzensberger examina correctamente aquella realidad o si por el contrario es un diletante.
¿Y?
Hans Magnus nunca decepciona. Así que hice bien en seguir esas indicaciones. Ahora, muchos meses después, me he deleitado con Tumulto.
¿Qué es?
Es algo así como una autobiografía. O como unas memorias. A la vez, Tumulto es otra cosa. Es la reproducción de viejos papeles y notas de diario, principalmente de los años sesenta.
El autor desconfía del género confesional: cita, por supuesto, a Rousseau y sus célebres Confesiones, una obra canónica y a la vez abundantemente mentirosa.
Enzensberger no quiere mentir y, por tanto, sus exhumaciones de papeles son una auténtica reproducción (sólo levemente retocada, añade).
Otras partes de su obra son, por el contrario, una recreación, literariamente bien resuelta: el diálogo apócrifo entre el joven y el viejo Hans Magnus Enzensberger. Todo ello, además, apostillado, glosado o anotado…
“Mi interés por la autobiografía deja mucho que desear: no hace falta ser criminólogo ni epistemólogo para saber que los testimonios sobre uno mismo carecen de base fidedigna”, revela Enzensberger.
Sin embargo, el hallazgo en el sótano de la propia casa de “un conjunto olvidado de cartas, libretas con notas, fotografías, recortes de periódico y manuscritos abandonados” le hace considerar la posibilidad de componer este libro.
“En aquel montón regía el azar”, afirma, “pero al menos […] no hallé nada que a posteriori, con gran distancia temporal, hubiese sido inventado”.
Eso le motiva. Eso… y la lucha contra la nostalgia, contra las fantasías melancólicas, contra las idealizaciones.
Enzensberger fue un joven izquierdista, simpatizante de la revolución y un temprano letraherido. Pero fue y aún es un hombre lúcido que no comulga enteramente con las ideas o las ideologías que profesa o dice profesar.
Es decir, fue y aún es un intelectual refractario o renuente, según: un intelectual que dice no, que cambia, que se permite contradicciones e incoherencias, que se acepta en su pequeñez, que se sabe individuo.
Se agradece que alguien así cuente y muestre lo que fue su vida en Cuba o en Rusia, lo que fue su relación amorosa con Masha, una intelectual rusa enérgica y trágica.
No es el cotilleo lo que me interesa, el chisme de alcoba o el chascarrillo sobre la vida de los cubanos o los rusos. Me interesa el retrato parcial y colectivo, personal y completo, de un izquierdista, su descripción del dolor y el ingenio.
Me interesa la prosa reflexiva de quien supo examinarse en aquellos viejos diarios.
Sí, me interesa la escritura de quien supo y sabe sopesar el papel y el peso de la izquierda, de unos insurrectos que justificaron frecuentemente lo injustificable.
Sin duda, el tumulto es la agitación, es el desorden, pero es también la revuelta, la rebeldía: la rebeldía de los sesenta, de los jóvenes del 68, de los tercermundistas europeos que se dejaron seducir o perturbar por Castro, por Mao o incluso por Ho Chi Minh.
¿Y por qué titular Tumulto una obra así?
Les recomiendo vivamente este libro, como recomiendo siempre cualquier página de Hans Magnus. Y agradezco a los amigos que me insistieran.
Esto no es un ajuste de cuentas. Son las cuentas de una vida.