He leído con fervor el nuevo libro de Ramón Eder. ¿Su título? Palmeras solitarias. Es, cómo no, un volumen de aforismos, el género chico por antonomasia, el género de las menudas agudezas.
La metáfora de dicho rótulo alude a lo milagroso, a lo excepcional. Vamos caminando, cabizbajos o pensativos, sobre una superficie árida. Pongamos por caso. De repente, en ese desierto o erial por el que discurrimos, nos tropezamos con unas insólitas palmeras.
No las esperábamos y menos aún si marchábamos con la cabeza gacha. Ahí están, sí, quién lo diría. Es portento imprevisto, pues han crecido como por ensalmo o por arte de magia o por arte de birlibirloque.
Francamente, uno se pregunta cómo es que se da ese prodigio. No hablo del Palmeral de Elche, por ejemplo, un bosque urbano que es fruto feraz del ingenio, de la domesticación humana.
No. Aludo a ese otro producto extraordinario de la naturaleza que no es cantidad, ni número, sino chiripa. De improviso nos las vemos con un árbol que de manera incongruente se yergue en solitario. El asunto tiene mucho mérito.
La ciencia lo puede explicar sin magia o encantamiento, por supuesto, pero para nosotros, paseantes despistados, esas pocas palmeras tienen algo de prodigio.
El libro de Ramón Eder lo publica la Editorial Renacimiento. Ya anuncio que lo volveré a leer. Ya anuncio que el deleite que procura es tal que me digo: ea, volvamos a sus páginas.
Sus aforismos son sabiduría burlesca y epicúrea, tienen algo de gravedad y un tantico de felicidad y alegría. Todo a un tiempo.
Eder procura deleite, digo, y bienestar: sus páginas encierran en esbozo un gran tratado doctrinal, una enciclopedia de la vida buena. Pero en pequeñas cantidades o en entradas breves, claro.
Lo que puede ser tóxico tomado en grandes buches, incluso muy empachoso o dañino, disfrutado así, en las moderadas dosis que nos suministra el autor, es ricura para el paladar. O para el espíritu.
Tras cada aforismo de Eder hay inteligencia y hay un libro potencial, un ensayo embrionario de ética, un estudio posible de la conducta humana o un manual de supervivencia en situaciones extremas. Lo que es la vida, vaya.
Ustedes querrán, claro, que yo reproduzca aquí varios de esos textos, algunas de esas agudezas de su ingenio. Pues no. Estas cosas cuestan dinero.
Si Eder quiere incluir aquí algunos de sus aforismos, me comprometo a glosar su letra sin arruinarlos (eso espero), pero no me pidan que hurte y regale lo que el autor libra a manos llenas: fórmula breve, periodo económico, brillo expresivo, enseñanza moral y un español recio que, oigan, da gusto.