¿Y quién eres tú para juzgar el comportamiento de la gente en situaciones extremas o en circunstancias ordinarias?
¿Quiénes somos nosotros, cómodamente instalados en la Valencia de hoy para enjuiciar a los ciudadanos de la República Democrática Alemana?
De 1978 a 1992, el joven Timothy Garton Ash estuvo en Berlin Occidental y en Berlín Oriental con el propósito de realizar una tesis sobre la resistencia alemana al nazismo.
Él, un recién licenciado en Historia, aspira a doctorarse. Va avalado por Tim Mason, uno de los más reconocidos marxistas británicos. Contará con el auxilio de numerosas personas.
Espera completar sus estudios tanto en la República Federal de Alemania (RFA) como en la República Democrática Alemana (RDA).
Cuando acude a Berlin está a punto de comenzar el principio del fin, el principio del fin de la Guerra Fría. Polonia ya tiembla…
Y Alemania, la Alemania dividida, es símbolo material e inmaterial de esa contienda ideológica y geoestratética, potencialmente nuclear.
En Berlin oriental, Tim Garton Ash tendrá numerosos contactos con personas rectas y afables, con individuos corrientes y con sujetos sobresalientes.
Son individuos que viven en un Estado dictatorial y que a la vez desempeñan sus respectivos trabajos con eficiencia y con puntualidad prusianas.
Ash tiene la oportunidad de residir en una ciudad y en un espacio ideológico de suspicacias, de tensiones. Repito: estamos a comienzos de los años ochenta y el mundo parece ir a la deriva.
Es el signo de los tiempos. En breve, los misiles de crucero norteamericanos y soviéticos,así como los Pershing II y los SS-20, amenazarán la paz mundial y sobre todo amenazarán la existencia misma del planeta.
Tim Garton Ash es un oxoniense, un inglés nacido libre, como dicta y dice la tradición, y padece las restricciones de sus hospitalarios amigos alemanes. Vive en un mundo de suspicacias y de espionaje.
Ash supone, y supone bien, que la Stasi, el Ministerio de seguridad y el Servicio de Inteligencia de la RDA, lo vigila.
Sus numerosos oficiales desplegados no pueden dejar de controlar los movimientos de quienes ingresan en el país y, en este caso, de quien ya era periodista e historiador.
Cuando caiga el Muro de Berlín y se reunifique Alemania, las nuevas autoridades decretarán la apertura de archivos, de los archivos de seguridad de la Stasi.
Con ello, las personas que se supieron vigiladas o que incluso colaboraron vigilando (de modo informal) a sus vecinos y compatriotas podrán acceder a los expedientes.
Se formará una Junta que regulará el acceso a la información estableciendo, de paso, los límites.
Aun así, es una circunstancia excepcional. El caudal de información será enorme y, de paso, se descubrirán o se corroborarán las formas de operar de la Stasi.
Será a comienzos de los noventa del pasado siglo cuando Tim Garton Ash regrese a Berlín y consulte documentación. ¿Qué documentación?
Principalmente, el grueso expediente que la Stasi había formado con las informaciones que sus amigos, vecinos y conocidos alemanes habían acopiado en los ochenta. Los datos que de él se habían reunido.
Ash tratará de entrevistarse con algunas de esas personas que fueron amigas o próximas y que lo espiaron.
Querrá saber, querrá averiguar motivaciones, impresiones; leerá sus versiones, contrastándolas con las entradas de su propio diario, el dietario que el inglés llevaba en los ochenta.
Verá coincidencias y contradicciones. No sólo entre lo que él mismo decía y lo que sus espías decían de él. Verá la quiebra o la inestabilidad de las identidades. El yo no es fijo, la identidad muda, la autopercepción cambia.
El volumen El expediente, de Barlin Libros, que dirige Alberto Haller, apasiona. Es una construcción sabia del periodista e historiador Tim Garton Ash.

Alfons Cervera y yo, con la ayuda de Alberto Haller, presentamos el volumen en la agradabilísima Librería Bartleby, en el barrio de Ruzafa de Valencia. Fue en junio de 2019.

Es una filigrana de documentos y experimentos del yo, una recreación de quien el autor quiso o creyó ser y el tipo que es cuando acomete la redacción de El expediente, ya en los noventa.

Fue un acto entretenido y aleccionador, creo. Con un público entregado y atento. Fue una experiencia muy rica.
El libro me ha cambiado.

Yo he tenido la suerte de descubrirlo recientemente. Me ha hecho preguntarme sobre el yo, sobre la historia, sobre la identidad, sobre Alemania.
Me ha hecho interrogarme sobre la vida, sobre el control, sobre la vigilancia, sobre la dictadura, sobre el marxismo de Estado, sobre la solidaridad, sobre la condición humana.

Es una microhistoria de la que uno aprende muchas cosas, una microhistoria que arroja luz sobre el mundo de nuestros días. Sobre la especie…
Yo aún cavilo.

Fotografías: Jaime Millás, Encarna García Monerris y Mari Carmen Soto.