David Bowie


CaratulasdeBowie

David Bowie acaba de sacar nuevo disco tras años de silencio… Se titula The Next Day. Tiene un sentido futurista, acabado, definitivo. Es lo que nos queda…

Y algo más. David Bowie es objeto de una espectacular exposición en Londres. Se titula David Bowie is. Allí se exponen las prendas que lució y los discos que ideó, con sus portadas… Algunos de esos vinilos fueron conceptuales, como por ejemplo el de The Rise and Fall Ziggy Stardust and The Spiders from Mars (1972); y otros una suma de canciones afortunadas que ni siquiera eran suyas, como Pin Ups (1973): un disco de versiones que fue mi primer Bowie. Tengo el catálogo de la Expo en mi poder, como una preciosa posesión. Repasando sus páginas confirmas a Bowie como creador de tendencias estéticas, formales. Su vestuario es como un bólido de Fórmula 1: los arreglos y los excesos después serán copiados; las mejoras y las pifias luego serán imitadas por cientos, por miles de seguidores. E incluso por individuos que no saben que repiten lo que Bowie alguna vez llevó, se calzó o lució.

Es un personaje ambivalente que despierta admiración y rechazo. Por un lado, supo hacerse y rehacerse en fases distintas del rock y del pop, adelantándose a las modas que él mismo instituía. Por ejemplo, el Gay Power, también llamado el Glam, fue una corriente estética que triunfó en los setenta y de la que él fue rey y señor, Marc Bolan aparte. Hacia 1966, aún David Jones, Bowie era un jovencito con ínfulas de rockero, un tipo que admiraba a Little Richard, Elvis y Dylan; cinco, seis años después era un compositor leído, cultivado, con carencias musicales que sabía suplir rodeándose de excelentes técnicos. ¿El principal? El productor Tony Visconti, el mismo Visconti que varias décadas más tarde ha vuelto para materializar The Next Day.

DavidBowieNextDavid Bowie es aún un tipo guapo, incluso bello y elegante. Lo comprobamos hasta cuando rebasa el buen gusto o la edad. Desde antiguo tiene una pose muy femenina, estudiadamente femenina, teatral. No en vano fue decisiva su relación con Lindsey Kemp. Por un lado, se sabe macho, macho man. Por otro, tontea con varones muy masculinos y apuestos. Abrió lo que estaba cerrado, los armarios, los estilos y los sexos… Y supo crearse estéticamente. En las distancias cortas tiene fama de ser un tipo encantador, chistoso, optimista. La imagen pública que de él se tiene no siempre es así: aparece como un individuo manipulador, engreído. Cometió varias torpezas de notable resonancia, como la de vivir enganchado a la cocaína; o como la de vivir tonteando con la estética y la cultura nazis, con el ocultismo. Luego se disculparía debidamente. ¿A qué se deben esas meteduras de pata, esos abismos? ¿A falta de estudios? ¿A simple y llana provocación? Bowie fue tempranamente un tipo muy cultivado, lector insaciable que no sabía muy bien cuál había de ser la transgresión. Hay en él la búsqueda sin fin y el deseo de éxito, de gran estrella. De esa mezcla, transgresión y mercantilismo, nacerían discos espléndidos como “Heroes” (1977) o como Scary Monsters (1980).

A principios de los setenta, yo sólo era un adolescente, un muchacho a medio hacer, y Bowie me imantaba: todo lo que era capaz de crear me interesaba. ¿Acaso porque yo era homosexual? No, no recuerdo haber sido gay en ningún momento. Y no lo digo para salvarme o exculparme. Lo digo porque me complacían su ambigüedad y su vertiente andrógina, su bisexualidad, asunto que sorprendía en un hetero. Pero yo no soy tal cosa, no sé qué cosa. Soy un ser que ama a su chica y a sus hijos, lo que no le impide admirar la belleza masculina. Y Bowie llegó a componer una figura de extrema elegancia (en parte inspirada en Frank Sinatra), vistiendo trajes anacrónicos, propios de los cuarenta y cincuenta, que siempre le han sentado enormemente bien. Quien tuvo retuvo: ha envejecido excelentemente y su porte aún resulta envidiable.

Sus letras hablan frecuentemente del espacio, del espacio exterior, de un futuro de plásticos y de destrucción, de amor y de otras drogas, de muchachos desorientados, de héroes momentáneos, imprevistos. Es uno de los nuestros: somos tipos momentáneos que esperamos lo imprevisto. Poco más.

3 comentarios

  1. Ground Control to Major Tom/ Ground Control to Major Tom/ Take your protein pills and put your helmet on (ten)
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    Ground Control (nine) to Major Tom/ (Eight, seven, six)/ Commencing countdown (five), engines on (four)/ (Three, two) Check ignition (one) and may God’s/ love be with you/ (Liftoff)
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    This is Ground Control to Major Tom/ You’ve really made the grade/ And the papers want to know whose shirts you wear/ Now it’s time to leave the capsule if you dare
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    «This is Major Tom to Ground Control/ I’m stepping through the door/ And I’m floating in a most peculiar way/ And the stars look very different today
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    For here/ Am I sitting in a tin can/ Far above the world/ Planet Earth is blue/ And there’s nothing I can do
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    Though I’m past one hundred thousand miles/ I’m feeling very still/ And I think my spaceship knows wich way to go/ Tell my wifw I love her very much, she knows»
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    Ground Control to Major Tom/ Your circuit’s dead, there’s something wrong/ Can you hear me Major Tom?
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    Can you hear me Major Tom?/ Can you hear me Major Tom?/ Can you…
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    “Here am I floating round my tin can/ Far above the Moon/ Planet Earth is blue/ And there’s nothing I can do”.

  2. Creo que ha expresado usted con exactitud mi manera de ver la ambigüedad sexual, el juego de los roles, la bisexualidad o lo que demonios sea todo eso. Un compañero gay me dijo que en realidad yo soy un hetero con mentalidad de «medio maricón», pues debe ser eso. Me llamó mucho la atención lo que dijo hace años Francis Montesinos cuando le preguntaron quién era el gran referente de su vida. No dudo un instante, «pues… el Bowie, claro». No nombró a Balenciaga, como hacen últimamente los que aspiran a vivir de la moda, ni a ningún otro modisto. Esto nos da una idea clara de cómo se ha ido configurando la cultura pop en el tiempo.

    Creo poder interpretar la respuesta de Montesinos más allá de lo que es un gusto personal que,por cierto, yo no comparto más que muy de refilón, pues el Bowie no está entre mis grandes referencias. Yo diría que Bowie es por sí mismo lo que los laboratorios del pop han intentado hacer con Madonna. Bowie encarna -y nunca mejor dicho, porque «encarnar» supone instalarse en una cierta política del cuerpo- la imagen contemporánea de la identidad frágil y proteica, el dandismo de la autoinvención del yo, la versión autoconstruida del sujeto que, precisamente porque es autor de su propia condición mutante, se aventura a asimilarse como puro estilo hasta el riesgo de la esquizofrenia. Ese riesgo, y acaso el peligroso hábito de los fans de hacer demasiado caso a lo que dicen nuestros ídolos, explica esas derivas ideológicas un tanto patéticas a las que usted hace referencia.

    Dijo Nietzsche en sus momentos más lúcidos que el superhombre no era tanto un conquistador de territorios o un matador de hombres como un jugador, una fuerza destinada a la farsa y el disfraz, un principio de individuación permanentemente burlado. Quiero pensar que David Bowie, como otros del glam, como otros de, en general, la historia del pop, tiene algo de aquella figura requerida por Nietzsche. Madonna es solo su parodia, un efectismo para modistillas y adolescentes afectadizos.
    Ya ven, aprovecho la mínima para meterme con Madonna, le tengo mucha manía. El compañero gay me lo reprocha a menudo.

  3. Dice usted muy bien, sr. Montesinos, cuando relaciona a David Bowie con la figura del superhombre de Nietzsche. Y ello no porque el artista se pensara como tal (en algún momento de máximo trastorno llegó a concebir tal cosa), sino en el sentido que usted le da: » como un jugador, una fuerza destinada a la farsa y el disfraz, un principio de individuación permanentemente burlado». Exacto.

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