En defensa del audiolibro

Palabras escritas en 2019

…Como un niño cuando descubre un juguete nuevo y hasta inesperado: así estoy yo con el audiolibro.

Sé que no es un soporte reciente, pero mi uso es, como quien dice, de anteayer. Esta nueva forma de leer me tiene muy entretenido.

Digo nuevo y, claro, debo corregirme: ya tiene años el ingenio y si pensamos a lo grande o en términos más generales la cosa es antigua, muy antigua.

En cierto sentido se remonta al principio de los tiempos, al momento en que alguien contó una historia en voz alta.

Yo, ahora, en cuanto puedo, cuando voy en coche, cuando camino con Teo, mi beaglito, o cuando me abandonó al dolce dar niente, sintonizo el audiolibro.

Lo vivo como si efectivamente me contaran un cuento, con el placer que de niños experimentábamos. Eso no me evita leer, claro. Simplemente utilizo otra parte de mis sentidos.

En fin, llevo ya muchas obras escuchadas y me llenan, me colman. Escuchar una novela no depara placeres inferiores a leerla. La novela, digo.

Insisto: voy en el auto, me desplazo y de inmediato me deleito con la historia que me cuentan.

He de decir, sin embargo, que la mayor parte de lo que llevo escuchado yo ya lo había leído e incluso releído un par de veces o más. Y es por eso por lo que mi experimento sólo es relativo: no me cuentan algo que ignore.

El locutor que con tan entonada voz me relata lo escrito no me descubre algo ignoto, pero eso que me detalla la voz narrativa (nunca mejor dicho) me hace descubrir (ahora sí) aspectos que me habían pasado inadvertidos o cosas a las que no les había prestado suficiente atención.

No hacen falta grandes dramatizaciones ni efectos de sonido; no se precisan distintas voces que conviertan la obra en una radionovela.

Prefiero el timbre limpio —que no neutro— del locutor experto: con inflexiones, con variaciones, y sin aspavientos te persuade, vence tu resistencia o incredulidad.

En cualquier caso, volver sobre una novela que ya conoces o crees conocer te depara sorpresas. Como cuando regresas a aquel film que viste y cuyo impacto y cuyo sentimiento ahora revives de otro modo.

Imaginemos: escuchamos una película sin verla. ¿Qué podemos sentir o experimentar?

———
Estas palabras proceden de un libro que publiqué en 2019, dedicado a analizar la creación de Javier Cercas.

Como allí confieso, la mayor parte de las novelas del autor que por entonces estaban en audiolibro no sólo las había leído varias veces para proceder a mi análisis, sino que también las había escuchado.

La lectura no está reñida con la oralidad. Un buen lector de novelas, al acabar un párrafo resonante, se detiene, respira y vuelve a leerlo en voz alta. Lo mismo que quien disfruta de la poesía, etcétera.

Reitero ahora esa emoción, que en mi libro expreso. Es más, ahora he avanzado: no es raro que primero escuche un libro para después, sí, leerlo.

Justo Serna, Historia y ficción. Conversaciones con Javier Cercas. Madrid, Punto de Vista Editores, 2019.

Deja un comentario