Lo que queda de Freud

0. ¿El psicoanálisis aplicado a mi hijo? Hago una prueba. Pongo en Google el siguiente enunciado: «El psicoanálisis explicado a mi hijo». Suelo hacerlo habitualmente. Es un modo de averiguar los miles de internautas que se me han adelantado con un rótulo, con un epígrafe, con una frase hecha. Escribo: «El psicoanálisis explicado a mi hijo». Lo pongo entrecomillado, por supuesto. La respuesta no es la que me esperaba. No se ha encontrado ningún resultado para «El psicoanálisis explicado a mi hijo», dice el robot. Sorprendente. Habiendo como hay colecciones con títulos semejantes (El siglo XX explicado a los jóvenes, etcétera) pruebo a cambiar levemente ese enunciado. Los resultados son idénticos. Nada. En ambos casos, la máquina de Google se me dirige con corrección y prudencia, y sin tutearme me sugiere: quizás quiso decir: «El psicoanálisis aplicado a mi hijo» o quizás quiso decir: «El psicoanálisis aplicado a los jóvenes». En rojo. Me saca los colores, pues.  Pues no, yo no quiero aplicar el psicoanálisis a mi hijo ni a ningún otro joven de los que frecuento. Desde luego sería una tentación poder examinar esas conductas que no siempre comprendo, pero mi intención es otra y está provocada por la coincidencia de tres hechos. 

Por un lado, me he propuesto explicar –que no aplicar– las enseñanzas de Freud a mi hijo: básicamente porque en algunas de las asignaturas que cursa el referente psicoanalítico está bien presente. Le hablan de cine expresionista, por ejemplo, y lo siniestro reaparece; también el inconsciente… Sé que él puede  recurrir a la Wikipedia o a algunos de los diccionarios especializados que hay en casa. No osbtante, quiero abreviar y condensar lo que le puedo transmitir. O, al menos, quiero decírselo de manera distinta.

Por otro lado, esa circunstancia coincide con la lectura de una novedad editorial que me reclama: El psicoanálisis, de Daniel Lagache, publicado por Ediciones La Lucerna. ¿Una novedad? Sin duda lo es en su edición española. No en su original francés, aparecido en 1955. ¿Qué tiene ese volumen para que un editor español se arriesgue ahora a publicarlo, a rescatarlo? Desde luego, algo debe de quedar de su enseñanza. Veremos.

Pero hay un tercer hecho que me justifica: en esta casa (me refiero al blog), hay pendiente una discusión abierta sobre el psicoanálisis. Ustedes han polemizado indirectamente sobre ello y, como dice el castizo, yo me debía a mi público. O sea, que marchemos y yo el primero por la senda de la discusión. No sé, a lo mejor ustedes se desinteresan y me dejan solo aquí, perorando. Desde luego, éste no es un post inmediato, sino una sesión in progress…, quizá un largo tratamiento del tema que en algún momento deberemos interrumpir. Como sucede en el propio psicoanálisis.

1. Por ejemplo, Freud en 1885. «He destruido todas las notas correspondientes a los últimos catorce años, así como la correspondencia, los resúmenes científicos y los manuscritos de los artículos. De las cartas, sólo he conservado las de mi familia. Las tuyas, mi vida, nunca corrieron peligro. Al obrar así, todas las antiguas amistades y mis parientes comparecieron ante mí efímeramente para recibir silenciosos el tiro de gracia (mi imaginación se aferra aún a la historia rusa); todos mis pensamientos y sentimientos sobre el mundo en general y sobre mí mismo en particular no merecen la pena pervivir. Tendré que pensarlo todo de nuevo, había muchísimos papeles que romper. Era preciso que los destruyera. Se iba acumulando a mi alrededor como dunas en derredor de la Esfinge, y, dentro de poco, sólo mis narices hubieran emergido por encima de los papeles. No podría haber entrado en la madurez ni podría haber muerto sin preocuparme pensando en qué manos caerían. Además, todo lo que no está relacionado directamente con el punto culminante de la existencia que he vivido hasta ahora, con nuestro amor y mi elección de carrera, murió hace tiempo y no debía verse privado de un funeral decente. En cuanto a los biógrafos, allá ellos. No tenemos por qué darles todo hecho. Todos acertarán al expresar su opinión sobre `la vida del gran hombre´, y ya me hace reír el pensar en sus errores». 

Sigmund Freud escribe estas palabras el 28 de abril de 1885. Las dirige a su novia, Martha Bernays. ¿Qué expresan? ¿Modestia o presunción? ¿Reconocimiento de la contingencia o deseo de eternidad? El remitente tiene 28 años: acaba de terminar su formación académica –medicina– y no cuenta con ninguna obra verdaderamente importante aunque se sabe llamado a grandes gestas. ¿Cuáles? Ha realizado un primer gran expurgo de su obra, de sus escritos. Si hemos de creer lo que le confiesa a su novia, los sabe perecederos, insuficiente, provisionales. «Tendré que pensarlo todo de nuevo, había muchísimos papeles que romper», dice expresamente. No parece haber malicia o arrogancia en esa revelación de Freud. Como mucho, demuestra una consideración altísima de sí mismo: ve el potencial sobre el que se asienta su pensamiento, y sus obras, sus obritas efímeras, no dan suficiente cuenta de esa potencia: dan cuenta, sí, de la penosa lucha por configurar un objeto que iluminar, un objeto sobre el que arrojar luz. Sabe lo que aspira a descubrir: sabe que es algo que sus colegas ignoran por inercia o por pereza, algo que, simplemente, repudian. Su potencial ha de expresarse: en ello consiste su principal rebeldía. Una realidad se manifiesta nueva o extraña y falta el lenguaje que la designe. Los malestares psíquicos que llamamos neurosis son tan recientes que no hay palabras de los nombren. Hay que detectar esa desazón psíquica y cómo abordarla. Él esperaba hacer ciencia de lo que después acabaría llamándose psicoanálisis. Como Marx había esperado hacerlo cuando examinaba el funcionamiento de la sociedad. En realidad, el logro mayor de Freud y de Marx es crear un modo nuevo de ver las cosas: a las cosas que carecían de nombre o de sistema les identificaron la totalidad a la que pertenecían.

2. Ser intempestivo. Como dije tiempo atrás en este blog y ahora es pertinente insistir, no es fácil ser intempestivo: reconocerse como ser de otro tiempo, ir contra el tiempo, oponerse al curso de las corrientes. Quien obra así se siente a disgusto con su época, incluso ajeno a sus contemporáneos. Hay en él algo que le distancia, que le incomoda y, por eso, se resiste a ser arrastrado, a ser identificado como uno más. En la imagen que Freud cultiva de sí mismo tiene ya 65 años. Está en la cúspide de su madurez y de su logro intelectual, pero él se sigue ofreciendo al mundo como un intelectual huraño que reta con la mirada; como un investigador que se sabe dueño de su pose de señor distinguido.

 Cada época nos impone unas claves de percepción y de actuación, modos de atisbar y de obrar. Si captamos esos códigos, los marcos de un tiempo que son en parte herencia y en parte logro contemporáneo, entonces vivimos aceptablemente, instalados en una sociedad que no nos expulsa y de la que nos sentimos copartícipes, aun cuando esa integración pasable no nos procure toda la felicidad o todo el bienestar que ambicionamos. Somos la mayoría quienes actuamos así: no desmentimos lo que hemos recibido y la cultura que nos ha formado la actualizamos, la ponemos en práctica. Cuando esto hacemos, decimos que obramos con sentido común. Actuar así es respetar las evidencias de tu tiempo, gracias a la socialización en la que has madurado. El sentido común es eso precisamente: un repertorio de evidencias que no se cuestionan porque han funcionado. Uno no se levanta cada mañana intentando desmentir lo aprendido o lo heredado. Lo normal, lo frecuente, es aceptar esos códigos que han probado su eficacia pragmática. ¿Para qué mostrar una rebeldía individual que sólo lleva a la incomodidad, al malestar personal? Hay un pago narcisista, sin duda. Una recompensa no sólo material que agiganta el placer.  Freud cultivó distintos saberes, fue competente en diferentes disciplinas. Pero esos conocimientos en los que se educó –básicamente la medicina– no le bastó. Por eso rebasó los límites académicos hasta instituir un nuevo saber que es lenguaje y que él quiso ciencia.

Pensó de otro modo al ser humano, pero sobre todo arriesgó teorías más o menos fundamentadas, con base documental… o no. Eran tesis que se expresaban, además, con un nuevo lenguaje artificial, sofisticado. Es decir, no sólo repensaba lo obvio, sino que, además, proponían nuevo objetos, temas inauditos que invalidaban explicaciones comúnmente aceptadas. Nuevos objetos, sí, pero también –como insisto— nuevo lenguaje: formas expresivas diferentes en forma de ensayo preferentemente, prosas que describían el mundo de otro modo. Así, Freud y Marx, por ejemplo, entre otros, se supieron genios. El genio es, desde luego, alguien que atisba mejor lo que hay o que creer ver mejor. Pero es también alguien que se atreve como visionario, como analista que profetiza el curso de las cosas, la marcha de ese mundo, el cambio de la especie humana. Nada menos. No sólo ve lo que tiene delante –eso que el sentido común no deja ver–, sino que, además, predice lo que acabará ocurriendo en el comportamiento humano. El genio no tiene miedo a equivocarse y, con un alto grado de autoconciencia y de narcisismo se descubre revolucionario y enajenado, sutil y destructor, alguien que crea adeptos y herejes, alguien que cultiva una imagen de sí mismo, que adopta poses fotográficas.

3. Daniel Lagache. «La aversión al psicoanálisis se expresa en ocasiones con ironías respecto a su lenguaje. En realidad, los psicoanalistas no buscan el empleo abusivo o intempestivo de palabras técnicas que oculten la confusión del pensamiento. Pero, como cualquier otra profesión o ciencia, el psicoanálisis precisa disponer de términos propios. Siendo un método de investigación y de tratamiento, una teoría del funcionamiento normal y patológico del aparato psíquico, ¿cómo habría podido formularse la novedad de sus descubrimientos y concepciones sin recurrir a palabras nuevas? Es más, puede decirse que todo descubrimiento científico se forma, no amoldándose al sentido común, sino a pesar o en contra del sentido común; el escándalo provocado por el psicoanálisis se debe menos a la importancia que atribuyó a la sexualidad, que a la introducción de la fantasía inconsciente en la teoría del funcionamiento mental hombre en sus relaciones con el mundo y consigo mismo; el lenguaje usual carece de palabras para designar las estructuras y movimientos psíquicos que, a la luz del sentido común, no existen: ha sido, pues, necesario inventar palabras…»

Daniel Lagache, «Razones e historia de esta obra», Diccionario de psicoanálisis (Vocabulaire de la Psychanalyse) de Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis. Barcelona, Labor, 1983 (Segunda edición revisada, 1968).

 4. Wittgenstein y Popper

Permítanme esta pequeña manipulación gráfica. No son imágenes de una sola situación, pero yo he hecho que aquí coincidan. Ludwig Wittgenstein y Karl Popper parecen mirarse con suspicacia, con prevención. Parece que se miran, pero no lo hacen, pues sus ojos no coinciden: a uno le hago mirar la frente o el principio de la cabellera, y al otro le hago mirar la punta de la nariz. ¿Una metáfora visual? Wittgenstein y Popper fueron  dos observadores acostumbrados a examinar lo real y su designación. Pero sobre todo fueron dos filósofos habituados a reflexionar sobre la capacidad del lenguaje y de la ciencia para designar lo que existe. Ambos parecen vigilarse… Una vez, una sola vez, se encontraron y, por lo que leí en El atizador de Wittgenstein y en la biografía de Ray Monk, ambos se trataron con gran violencia verbal, con gran desdén. Pero ambos compartían un recelo explícito por las teorías de Sigmund Freud: no eran ciencia, sino pseudociencia, precisaba Popper en su autobiografía intelectual (Búsqueda sin término); no eran ciencia, señalaba Wittgenstein en sus Lecciones y conversaciones sobre estética, psicología y creencia religiosa, sino una mitología poderosa. Bien, admitamos que eso sea así. Leyendo a Wittgenstein y leyendo a Popper, también deberíamos admitir que ambos precisaban un tratamiento psicológico, un examen minucioso de sus incapcidades para vivir con satisfacción, para disfrutar sin dolor suplementario: el que ellos mismos se infligieron. No lo digo como agresión. Lo digo descriptivamente. Por ejemplo, Wittgenstein se empeñó en la búsqueda mística del sentido, sabiendo que el sentido es algo inexpresable, algo que puede alcanzarse con la religión, pero no con el quehacer propiamente humano. O, por ejemplo, Popper, que estuvo obligado a repetir comportamientos dañinos –para sí mismo– como consecuencia de una herida de amor propio: de una laceración intelectual también, úlceras  psicológicas que no pudo restañar a lo largo de su vida. Qué curioso y qué entrañable: Freud, aquel que ambos acusaron de místico y de especulador, aquel que había tenido una infancia algo infeliz, carente y fantasiosa, acabó llevando una vida bastante razonable y racional. Como un buen burgués…

5. ¿Sea breve?  «El psicoanálisis es un arte que se esfuerza en comprender y modificar fenómenos irracionales, pero es un arte racional, fundado en conocimientos positivos. Un psicoanálisis es siempre una investigación, pero el descubrimiento no surge ex nihilo o de las tinieblas del inconsciente. La interpretación se conforma a menudo por tanteos progresivos, y aunque tenga la apariencia espontánea de la intuición, en realidad es la aplicacíón de un saber general a una situación particular y concreta. El psicoanalista no es ni un adivino ni un hechicero».

Así se expresa Daniel Lagache El psicoanálisis, el volumen publicado por Ediciones La Lucerna que empecé citando (y ahora recomiendo). En este libro, el profano podrá acceder a conocimientos que parecen abstrusos; y el experto podrá comprobar cómo hacer accesible un saber especial. El volumen de Lagache es un inventario de lo que queda de Freud. No es un homenaje acrítico, sino un un examen minucioso de una teoría y de una práctica que fueron concebidas para aliviar el malestar psíquico, para atemperar los dolores internos. ¿Como la religión? Dice Lagache al final de su libro que el psicoanalista no es ni un adivino ni un hechicero: necesita una formación, teórica, clínica, técnica, aplicada.

Freud aspiraba a constituir un saber científico: era un determinista, hijo del Ochocientos, como Marx, por ejemplo. Pero al igual que Marx sabía del empeño humano, de la voluntad humana: los individuos queremos conocernos, queremos examinarnos, queremos ser dueños de nuestros actos para así gobernarnos mejor. Si hubiera vivido hoy, no sé si Freud habría insistido en calificar de ciencia el psicoanálisis: a lo que no habría renunciando es a instituir un saber riguroso y práctico, quizá un pelín abstruso, pero riguroso y práctico. Ahora bien, como nos recuerda Lagache, el psicoanálisis también tiene algo de arte. Es una techné: hay reglas que seguir, aunque, eso sí,  el practicante ha de poner su genio particular, su capacidad de observación, su olfato incluso. ¿Como los oficiantes de una Iglesia? ¿Como el sacerdote que administra los sacramentos? No. No es un confesor que imponga una penitencia. Se presenta, en todo caso, como un interlocutor benévolo que tampoco suscribe todo lo que el otro dice. Pero tiene algo de arte, insisto. Como precisa Lagache, «la formación científica, si bien necesaria, no basta para hacer un psicoanalista».

El arte del que habla Lagache es escuchar sin premuras, es saber amoldarse al material, saber sacar algo que el propio paciente ignoraba poseer o conocer. ¿Cómo? Siguiendo a Freud, el psicoanalista ha de mostrar «una actitud receptiva», ha de provocar «una atmósfera que no sea desfavorable», ha de tener «paciencia hasta que se desprenda la plena significación» de lo que se le cuenta. ¿Son éstas actitudes mágicas? En realidad, son virtudes humanas que deberíamos practicar en nuestras relaciones, siempre tan apresuradas. Freud decía que el psicoanalista debería tener una disposición especial: la llamaba atención flotante. Es la disposición para escuchar con sentido participativo y distante a la vez, con sentido crítico y amistoso: nuevamente, sin prisas. No sé si de ahí se deriva la ciencia. Lo que sí sé es que resulta un buen programa de vida. O no. Fin. ¿Fin?

Hemeroteca:

JS, Ensayos sobre Historia y psicoanálisis

74 comentarios

  1. Creo que el título de tu post explica divinamente las razones por las que un editor español publica ahora este casi «manual» del ya fallecido catedrático de psicología de Sorbona Daniel Lagache.

    Es un libro serio, bien estructurado, que no olvida ninguno de los aspectos de la condición mental humana establecida por Freud y sus discípulos. Imprescindible no sólo «para explicar a tu hijo» el psicoanálisis, sino a todos aquellos cuyas ideas andan esparcidas, confundidas y alborotadas por repiques de campanas de todas las sectas, capillas y santuarios surgidas desde el carisma de su Fundador.

    No es irrelevante que la profesión de este editor vocacional sea precisamente la de psicoanalista. Y muy bueno, por cierto. Pienso que tan sólo ha querido aclarar el ambiente aportando la transparencia necesaria a su difícil oficio.

  2. No es la primera vez que os leo. Es la primera que escribo aquí. Creo que le voy a tomar gusto con Freud. No se cómo podeis perder el tiempo con Freud. Creer en el es una pérdida de tiempo. La psicología actual no tiene nada qué ver con sus teorias y el filósofo Popper lo machacó, no es cierto? No es ciencia!

  3. Soy Sara. El año pasado en las clases Justo dedicó muchas horas a Freud y tambien nos hablaba de las criticas de Popper. Creo que es util.

  4. Yo buscaría «El psicoanálisis explicado a los lectores de Justo Serna». Yo sería uno de esos (lectores).

    Por cierto, amigo Veyrat, ya no se pasa por mi isla? Bueno, bueno, no presiono, no presiono. abrazos

  5. Me apunto a la petición del señor Laporte. Los lectores de Justo Serna estamos muy necesitados (evidentemente, unos más que otros) no sólo de que nos expliquen el psicoanálisis, sino de que nos psicoanalicen.

    Como bien indica Veyrat, hay en este blog un buen número de personas (entre las que me incluyo) «cuyas ideas andan esparcidas, confundidas y alborotadas por repiques de campanas de todas las sectas, capillas y santuarios».

    Yo he leído muy poco sobre el tema, lo reconozco. Y me gustaría subsanar esa falta. Para eso sería necesario leer mucho, a lo que yo estoy dispuesta, pero eo representa una tarea ingente que no sé si soy capaz de llevar adelante.

    Por lo tanto -o entre tanto- voy a leer con fruición sus intervenciones, que anticipo sabrosísimas. Adelante con el debate, señores. Les espero.

  6. Cuando Fran (bienvenido al blog) dice que no cree en Freud, supongo que quiere decir que no acepta la validez o vigencia de sus plantemamientos. Eso no tiene nada que ver con el hecho de que se pueda leer a Freud con interés, teniendo en cuenta el contexto en el cual escribió, cosa que no hace todo el mundo. Algunos de los mejores libros que yo he leído son de autores que hoy en día están totalmente desfasados y obsoletos, de autores tomados en su día por visionarios que luego han resultado totalmente equivocados.

    Eso, amigo Fran, me lo explicaron a mi en primero de carrera (recuerdo un profesor de prehistoria que nos dijo que leyéramos por placer a V.Gordon Childe, autor fundamental con unas teorias hoy totalmente abandonadas). Por esa regla de tres que tu aplicas, yo no habría leído nunca a Gobineau o a Tocqueville. Se puede leer a Gobineau sin ser nazi y se puede leer a Tocqueville porque, a pesar de los millones de libros escritos después sobre los Estados Unidos, ninguno lo supera para mi gusto.

    Yo, que me precio -o desprecio- de ser un completo ignorante de Freud (habré leídos dos libros), descubrí este verano y gracias a buen amigo, la carta que escribió Sigmund cuando terminó el bachillerato en su Viena natal, antes de entrar en la universidad. Es una carta -me decía este amigo- impensable para un alumno de bachillerato actual. Cuando la leí lo comprobé: dudo mucho que yo hubiera podido escribir así a los 17 años.

    Les recomiendo la lectura de esa carta, a Fran y a los demás que no la conozcan:
    http://www.robertexto.com/archivo18/freud_bachillerato.htm

  7. Hola Paco Fuster. No entiendo lo que me cuentas. Me comparas autores incomparables. Gobineau y Tocqueville? Pero tu has leido a Popper? Si lo has leido no puedes decir lo mismo de Freud. Paco: lee a Freud y a Popper y luego verás y no me saques cartas escritas con 17años.

  8. ¡Por Hércules! Sí estaban uds deseosos de entrar en los temas paranormales, sí. No ha acabdo don Justo de exponer sus ideas cuando ya les veo abocados a la charla apasionada.

    Me permitirán, que espere a más adelante, para cuando el sr, Serna despliegue su discurso completo, adentrarme en su texto. No obstante, sí hay algunos aspectos de otras participaciones que me gustaría matizar, si me fuera posible.

    Discreparé con la sra. Bou en su afirmación de que nosotros, los contertulios, estemos necesitados (“sic”) de terapia psicoanalítica. Que una cosa es lo que afirma el sr. Veyrat – y yo, por cierto subscribo, hay que aclarar temas – y otra depositar en el psicoanálisis esperanza alguna más allá de lo que puede aportar la carta astral natalicia de cada uno de nosotros (y que tampoco es poco). Tengámonos serenos, pues. Aquí, lo que se va a dirimir es si podemos aplicar sobre seres humanos o sobre sus obras, opiniones mágicas como criterio de definición de la persona o la obra. No es cuestión baladí.

    La utilidad de Freud, doña Sara, la veo limitada a cuanto aporta el sr. Fuster: todo muy literario. El problema viene del hecho de que hoy, ahora, en el mundo que se lo puede permitir – pocos psicoanalistas abren consulta en el Tercer Mundo, por cierto – hay un colectivo, y no menor, de licenciados en psicología que actúan sobre las personas como algunos arqueólogos convencidos de la vigencia del sr. Gordon Childe sobre los yacimientos, directamente. O sea, sin la supervisión médica que requeriría una presunta afección mental ni el criterio científico que merecería el presunto afectado. El sr. Freud no hace ciencia, especula.

    Don Paco – don Paco Fuster – que la carta del joven don Sigmund esté escrita de tal guisa que ni ud, ni yo hubiéramos podido escribir algo así con diecisiete años, en fin, no es un argumento muy de peso. Que el vienés redacta como lo hace… en 1873… sólo señala la imparable infantilización que ha padecido Occidente desde el fin de la Primera Guerra Mundial. Su texto, comparado con cartas semejantes de otros jóvenes europeos de su clase y formación, coetáneos al caballero no presentan diferencias substanciales con él. No queramos ver lo que no hay pues, precisamente, ese es uno de sus pilares especulativos: afirmaciones carentes de base empírica.

    Seguiremos…

  9. No creo que sea una pérdida de tiempo, sino todo lo contrario.
    Mi reencuentro con Freud fue durante las clases del sr. Serna del pasado año y me pareció tan interesante como cuando lo estudié veinte años atrás.
    Cuando Freud entró en escena, los europeos de finales del XIX pensaron que el enfermo debía de ser él en lugar del médico, pero hoy en día sus teorías siguen siendo válidas. Por algo será.
    Coincido en la opinión del sr. Fuster en que para leer a Freud hay que hacerlo teniendo en cuenta el contexto en el cual escribió, situación que se hace extensible a cualquier otro autor.
    Un saludo,

  10. No señora Peris, científicamente no es válido precisamente, porque sus teorías nunca pasaron de eso, de la teoría.

    Al revés, lo que los hechos – hechos y no palabras, hechos y no ideología – han demostrado es lo contrario. Ni uno solo de sus postulados teóricos ha sido corroborado por su praxis. El sr. Freud goza de una estupenda vitalidad en la planta literaria, no en la científica.

  11. Señor Kant, nunca he creído en el psicoanálisis ni en la astrología. Como tampoco creo en las meigas, pero nuestra buena amiga Fuca le dirá que, haberlas, hailas.

    Pero la increencia no es motivo para la ignorancia. Así que no me agüe usted la fiesta, deje que cada cual se explaye con el tema, que me interesa mucho leer las opiniones al respecto del resto de los blogueros.

    De momento, el post de don Justo es súmamente interesante. Y mucho más la sección de hemeroteca a la que nos remite. La entrevista a Castilla del Pino es una verdadera joya.

  12. como paciente psicoanalizado durante dos años me permitireis que comience con un gran interrogante sobre la terapia freudiana fundamental. Como diria Borges y sin ironía, Freud es un magnifico escritor de ciencia ficcion

  13. ¡Lejos de mi el intento de silenciar a nadie! Mucho menos de aguarle la fiesta a ud, sra. Bou. Me limito a señalar que la obra del sr. Freud se basa en un principio indemostrable y, por ende, que no es científica. Eso es todo.

    No creo que ello sea motivo para interpretar que llamo a la ignorancia. Justo al revés. Quiero que se sepa y que se sepa bien, que estamos hablando de una persona concreta – don Sigmund – y una práctica concreta – el psicoanálisis – o sea, que no estamos enjuiciando la generalidad de la psicología ni de las mil sectas de los psicólogos. Eso correspondería a otro asunto que mejor es no mezclar con el asunto que nos ocupa. Así que lo dicho más arriba: sosiéguense, lean a don Justo y a la Hemertoteca que nos regala (a mí el sr. Castilla del Pino me parece una persona interesantísima en sus observaciones) y disfruten con lo que aprendan que ya llegará el momento de blandir los argumentos.

  14. Esto no va bien. Kant y yo somos los únicos que criticamos a Freud y los demas saltan. Teneis que leer a Popper. Bueno y la carta esa de 1885 que ha copiado Serna.

  15. Fran, cuando Paco Fuster te menta a Gobineau y Tocqueville no los pone en el mismo rasero. Simplemente cita a dos autores con los que no está de acuerdo ideológicamente pero que leyó por el interés que despertaron en su tiempo. Popper. Lo estudié en COU y me encantó su talante, pero no sé si éste, precisamente, se podría comparar mucho con mr. Freud…

  16. Les ruego me disculpen: pensaba que el miércoles podría continuar y acabar el post. Indudablemente no ha sido así. Causas de fuerza mayor (¿se dice así?) me lo han impedido.

    El post se desarrollorá y concluirá a lo largo del jueves 23 de octubre.

  17. Don Paco (Fuster), le doy las gracias yo también por colgar la carta que Freud escribió con 17 años. Tampoco la conocía. Y no, puede que no hubiera podido escribir así a los 17 años, pero a cuántos les gustaría escribir como Vd. lo hace a su edad.
    Sr. Kant, ¿qué trauma tiene Vd. con Don Sigmundo? . ¡Cómo va a disfrutar en este post!, además seguro que conoce más la disciplina que muchos psicoanalistas. No soy estudiosa ni conocedora del psicoanálisis, pero no me negará la importancia que dicha teoría ha tenido en el mundo (no en el subdesarrollado, como tan acertadamente ha apuntado): está presente en la literatura, en el periodismo, en el cine… Y desde luego, el hecho de “descubrir” la existencia del inconsciente, dar sentido a lo irracional en el ser humano, supuso una auténtica revolución. Así pues, de la corriente psicoanalítica se pueden extraer cosas interesantes y útiles; lo que no creo es que sea, ni mucho menos, la única disciplina o “terapia” capaz de analizar la sociedad o solucionar las dolencias espirituales; pensar así me parece un poco sectario. Tampoco me parece una terapia muy accesible a la sociedad, pues tengo entendido que las sesiones son bastante caras.
    Don Justo, haga el favor de informarnos cuándo volverá a dar a Freud en la facultad, pues, si Vd. me da permiso, me cuelo como oyente en su clase 

  18. “Me he propuesto explicar el psicoanálisis a mi hijo”. Qué frase tan sugerente, tan llena de significados, de amor y de cariño, también de responsabilidad. Un padre explicando el psicoanálisis a su hijo, abriéndole las puertas a un mundo vastísimo, el del propio autoconocimiento, con todo lo bueno y malo que eso conlleva. Un paso más hacia la madurez, hacia la comprensión de sí mismo. Ojalá algún día también pudiera explicarle el psicoánálisis a mi hijo.

    Coincido esencialmente con Justo en su apreciación del psicoanálisis y en las opiniones que expresa sobre Freud. Sin duda Freud y Marx tiene muchas cosas en común, más de las que pueden parecer a simple vista. Como dije en otra ocasión ambos son pioneros y detecto en ellos, dentro de sus brillantísimos análisis, cierta indecisión, cierta desorientación, como no podría ser de otro modo dada la ambición de sus proyectos. Ambos han sido corregidos y mejorados por sus discípulos y/o seguidores, más o menos radicales, más o menos fanáticos, muchos han interpretado barbaridades de lo que ellos dijeron pero, veamos, ¿es que Jesucristo tiene la culpa de que sus seguidores quemaran a mujeres en la plaza pública? Freud y Marx erraron en algunas cosas pero también acertaron en otras muchas. Ambos fracasaron en su intento por construir sendas ciencias de sus disciplinas, pero eso no quiere decir que no haya verdad en sus palabras. Creo que a Freud se le debe considerar entre los más grandes pensadores de todos los tiempos, no solo por su “descubrimiento” del insconsciente (otros autotes como nuestro utópico Fourier habían hablado de él con anterioridad pero no fue estudiado sistemáticamente hasta la irrupción en escena del médico vienés) y el subsiguiente impacto que dicho descubrimiento tuvo en el pensamiento ilustrado – confiado en la absoluta racionalidad de los seres humanos y en el progreso ilimitado -, sino por su desarrollo de ciertas teorías sociales impresicindibles para entener la crisis de la modernidad y la irrupción de las masas en la vida pública. Pero bueno no me quiero extender demasiado, imagino que cuando Justo acabe el post podremos concretar más nuestras intervenciones. Sin embargo, me gustaría matizar ciertos aspectos surgidos ya en el interesante diálogo de los contertulios.

    Bueno Fran, es cierto que la psicología actual apenas tiene en cuenta a Freud. Ante esta situación de hecho caben dos reflexiones. La primera sería la que usted ha realizado: Freud está pasado de moda y sus ideas superadas, por lo que lo más inteligente es olvidarlo y estudiar a otros autores. La otra opción sería (y no digo que sea la correcta necesariamente), pero sería analizar el estado en el que se encuentra la psicología actual, o algunas ramas de ella, y relacionarla con la deriva que está tomando la sociedad capitalista. El psicoanálisis, por sus características y ambiciones intelectuales (algunas de ellas, como ya he dicho, compartidas con la teoría marxiana), es muy exigente. Exige una profunda reflexión sobre uno mismo y el cuestionamiento constante de lo dado, de lo recibido, de lo heredado. Esa es una posición muy incómoda para el conjunto de la sociedad capitalista (ya lo hablábamos en el anterior post), en la que se premia y prima la velocidad, la irreflexión, meter lo problemas debajo de la alfombra para que así, al no verse, parezca que han desaparecido. En ese sentido el psiconanálisis también es revolucionario, pues pocas de las instituciones que nos son dadas soportarían una crítica constante y tan contundente. No se si me ha entendido correctamente… ya me dirá.

    Bueno, señor Kant, ya ve que acepto el envite, aunque no se muy bien cómo voy a salir de él…je, je. Bueno, lo primero decirle que es usted muy malo. Para no querer entrar en el tema hasta que Justo acabara el post ha soltado unas cuantas andanadas, ¿eh? Sin duda lleva razón con que el psiconaálisis no es una ciencia, nunca podrá serlo en la medida en que el cada paciente es único, posee experiencias e interpretaciones de esas experiencias particulares, pero con lo del psicoanálisis en el Tercer Mundo… que travieso es usted, cómo disfruta provocando :-) Lo que de verdad se echa de menos en el Tercer Mundo – y se que usted estará de acuerdo conmigo – son matemáticos, ingenieros, médicos y demás profesionales que puedan ayudar al desarrollo técnico (ni siquiera diré tecnológico), de aquellos pueblos explotados y olvidados de la mano de Dios (esta vez el de los cristianos). Sabe que aquí en España el psicoanálisis no cuenta, por ejemplo, con el mismo reconocimiento académico que en otros países como Francia (la sempiterna dictadura franquista), pero que existen muchos médicos que poseen esos conocimientos y los aplican a sus pacientes allá donde vayan, bien sea a través de médicos sin fronteras, bien en el hospital en el que trabajan. Lo cierto es que desgraciadamente los problemas del Tercer Mundo son más de índole material, quedando los psicológicos relegados cuando no tienes un mendrugo de pan que llevarte a la boca y con una asistencia sanitaria nula. Dicho esto debo decirle que si la crítica va orientada a que el psiconanálisis es una disciplina eminentemente burguesa, le diré que puede ser cierto en algunos o en muchos casos, pero qie también es cierto que la tradición psicoanalítica se ha ocupado tradicionalmente de los sectores sociales más desfavorecidos, curiosamente los más desatendidos, rechazados y marginados por el conjunto de la sociedad. Spitz trató a los niños que eran abandonados en horfanatos desde su nacimiento, Mahler, estudió a niños psicóticos, Sullivan atendió a los enfermos mentales más denostados por todos, los esquizofrénicos etc…

    Sin duda, como apunta doña Ana Peris, el corpus principal de las teorías de Freud siguen siendo útiles, aunque muchos de sus conceptos hayan sido matizados, enriquecidos y en bastantes casos tergiversados por sus seguidores. No puede ser de otro modo, pues como he dicho anteriormente y Justo Serna explica perfectamente en el post, Freud fue un pionero, intempestivo, incómodo y genial, pero un pionero al fin y al cabo. En cualquier caso, como dice don Paco Fuster, la lectura de Freud sigue enseñándonos cosas, estemos o no de acuerdo con sus opiniones.

    Imagino que esto también continuará…

  19. Releyendo mi intervención querria aclarar que en el primer párrafo no es mi intención comparar las doctrinas de Freud y Marx con la religión católica, con todo lo que eso significa. El ejemplo solo quería ilustrar con sencillez algunas de las injustas críticas que estos dos pensadores han recibido a lo largo de la historia.

  20. Responderé algunas cuestiones por alusión y seguiré con el “post” de don Justo, si les parece bien.

    Sr/Sra. Fran – discúlpeme pero desconozco su género – la cosa no va mal, va como va. La razón no responde a criterios cualitativos ni de moda y las teorías freudianas, lamentablemente para aquella, atienden a ambas circunstancias. Freud, sin duda, fue sagaz: supo crear moda. Otorgó al pensamiento agnóstico la posibilidad de seguir creyendo en algo intangible – un trasunto de trascendencia – con verosimilitud “materialista”. Algo capaz de operar prodigios – la magia, vamos – sin haber de recurrir a un dios aunque siguiese recurriendo a una clase sacerdotal – la de los psicoanalistas – una “Verdad Revelada” – el psicoanálisis – y un profeta iluminado, él mismo. Establecida la moda y por ende, el mercado de consumo, sólo cabía incrementar sus consumidores, conquistar mercado. Hoy por hoy lo normal, el sentido común, la lógica del pensamiento occidental y, por lo tanto, el mayor número de individuos, lo encontrará en posiciones acríticas con el psicoanálisis, así que ni espere “conversiones” tras nuestras intervenciones ni contarse entre las mayorías, conténtese con sembrar dudas razonables y que el tiempo y la prudencia haga que quienes hoy creen, mañana razonen.

    Sr. Laporte, permítame que interfiera en lo que le dice a don/doña Fran, pero es que no creo que se trate de cuestión de talantes. Para mi, por ejemplo, el sr. Popper no es precisamente autor de mi gusto, sin embargo, me trataría a mi mismo de idiota si le negara a él – o a cualquier otro – razón allá donde considero que la tiene. No soy persona de libro, me considero persona de libros. En este caso, el sr. Popper – entre otros, que tampoco es el único – incide de forma contundente contra el argumento mayor sobre el que descansa toda la teoría psicoanalítica, y en ello creo que no se engaña. El sr. Popper plantea hechos, el sr. Freud, hipótesis.

    Doña Isabel, le parecerá paradójico pero me lo estoy pasando muy bien en este “post”… ¿y ud?… Observo que, amparándose en un planteamiento muy freudiano, me considera enfermo por no comulgar con “su” sentido común. ¿O acaso existe “el” sentido común? ¿El sentido común con el que suele vapulear el sr. Rajoy? ¿O tenemos sentidos comunes según los casos?… Ya ve, no estoy traumatizado con don Sigmund; en todo caso, alarmado por la trascendencia que se le ha dado a una obra desacreditada actualmente por mil escuelas dentro del propio mundo de la psicología, irritado por el impacto de un planteamiento paranormal sobre el ámbito intelectual de Occidente y profundamente dolido por las personas que confiaron sus procesos depresivos a desaprensivos de la charlatanería y tras años de terapias absurdas y exorbitantes minutas quedaban peor que habían entrado, como cualquier secta monoteísta.

    La cuestión central, sra. Zarzuela, es que don Sigmund no “descubrió” nada. Y eso es lo que cuesta digerir cuando cientos de cátedras, miles de publicaciones, cientos de miles de consultas y millones de “pacientes” se han dejado embaucar por pura palabrería. El “inconsciente” es una fórmula verbal tan útil como la del “alma” y, como ella, es inubicable, inmesurable e indetectable, o sea, palabras, no hechos. El sr. Freud se limitó a cambiarle el nombre, en ello consistió su “descubrimiento”.

    ¿Sr. Lillo, a ud no le resulta paradójico que con “lo revolucionario” que es el psicoanálisis se fundara dentro de “la mejor sociedad” centroeuropea, creciera a la sombra de “la mejor sociedad” americana (EE.UU.dA y Argentina), y hoy habite en “la mejor sociedad” mundializada? Caramba, me parece que tiene el mismo poder crítico que esas demoledoras películas de Hollywood sobre la realidad social, bélica o laboral estadounidense: mientras dura la sesión (o la terapia, o la conferencia, o la lectura del artículo), ¡cáspita, qué fuerrrrte!, luego, al salir a la calle, nada, “fuese y nada hubo”. Con cien años de psicoanálisis ninguna estructura social se ha conmovido por la “revolución freudiana”. Claro, que en cien años, nadie ha demostrado que el psicoanálisis fuera algo más que brindis al sol.

    Por otra parte, en su alusión directa a mi humilde persona… don Alejandro, pedí que no confundiéramos, que no metiéramos todo en el mismo saco: una cosa es el psicoanálisis tal como lo plantea el sr. Freud y otra la atención psicológica y psiquiátrica. No entramos en éstos, sólo en aquel.

    Y no, ya rebatí a la sra. Perís y le insisto: el corpus central del psicoanálisis, como le decía a la sra. Zarzuela, descansa sobre la presunta existencia del “inconsciente” de donde emana “todo” (sexo, sueños, represiones…). Su validez es, pues, la misma que el “alma”. Y eso no le quita valor, sencillamente, lo limita al campo metafísico, literario, incluso filosófico si mucho se empaña, pero en cualquier caso fuera del mundo material, fuera de la ciencia. ¿Le ha sido útil a alguien? ¡por supuesto! desde Demócrito – que no desde Marx – sabemos que la religión es el opio del pueblo… ¡imagínese si lleva tiempo siendo útil a personas!… sólo, que dudo que la utilidad fuera para los “pacientes”. Otro día le doy cifras sobre los “éxitos” de las terapias aplicadas.

    Lo siento, don Justo, he de salir. Regreso en otro momento. Discúlpenme.

  21. Lo que, fundamentalmente, se echa de menos en el tercer mundo es comida y, cuando falta algo tan esencial, todo lo demás pasa a último término, pero achacarle al psicoanálisis que no es una ciencia me parece… raro ¿Todo lo que sea digno de consideración ha de ser ciencia?

    Dice mi tocaya: «está presente en la literatura, en el periodismo, en el cine…» Y está presente hasta en el lenguaje más común. Mi asistenta, que escribe con dificultad, me dice preocupada que su hijo parece tener un trauma; que tiene una sobrina con complejos y que ella, en ocasiones, se bloquea :-) Negarle a Don Sigmundo el cambio colosal que produjo en la visión del hombre sobre sí mismo me parece también raro. Se esté de acuerdo con él o no, se lo valore o no, todos los que lo denigran provienen de él y le deben algo así como el pan y la sal; sí, Popper, en absoluto santo de mi devoción, ha escrito miles de páginas gracias a Don Sigmund.

    Muy tontos debemos ser cuando, incluso hoy y aquí, seguimos perorando, acaloradamente, sobre las teorías de alguien que murió en 1939 y que sólo era un charlatán. Que mis problemas no pueden provenir de que yo sea un hombre sin falo es evidente (creo, que es muy poco científico no dudar), pero negar la evidencia, por ejemplo, de lo psicosomático… pues bueno.

    ¿Cifras sobre los «éxitos» de las terapias aplicadas? Yo, yo estoy viva gracias a la terapia, vayapordios. (Va por usted, Doña Marisa, que me gusta que hagamos risas juntas).

    Y perdón por el apresuramiento patochero de mi intervención, pero no me da el tiempo para más.

    Feliz día a todos.

  22. Sr. Kant no se me enfade, por Freud, perdón, por dios, quería decir.
    Espero que no se haya molestado con la pregunta del trauma con Freud, pues era una broma. De hecho, el cuadradito que aparece al final de la misma es en teoría una sonrisa, lo que pasa es que como no tengo internet en casa, escribí mi comentario anoche en documento word y lo he puesto esta mañana desde el trabajo. Parece que la sonrisa no se ha volcado bien y Vd. no lo ha entendido.
    Sr. Kant, no puedo hacerle planteamientos freudianos, ya le dije que no conozco el psicoanálisis, pero me resulta curioso ¿qué quiere? :-)

  23. Moda, magia, religión, alma…, lo siento señor Kant, pero aprecio el psicoanálisis (creo que en su justa medida) y no me siento identificado con ninguno de esos téminos. Supongo que todo dependerá de cómo se lo interprete. En ese sentido coincido plenamente con Pavlova y firmo cada una de sus palabras, pues yo no hubira podido explicarlo mejor. Más arriba dije: “Ambos [Freud y Marx] fracasaron en su intento por construir sendas ciencias de sus disciplinas, pero eso no quiere decir que no haya verdad en sus palabras.”. ¿O es que aaso la verdad sólo está en la ciencia? El inconsciente existe, le guste más o menos y aunque no se pueda demostrar de manera positiva (abrir la cabeza y señalarlo), me atrevería a decir que le sucede como a los agujeros negros, que sólo se advierten porque la luz no llega a ellos. No se si la comparación es acertada, pero lo que quiero decir es que le prueba de que existe el inconsciente está en que las más de las veces no actuamos guiados por impulsos racionales y lógicos, sino por fuerzas que seguirían siendo misterioras (eso sí que sería magia) si no hubiera sido por los estudios pioneros, con errores (no me cansaré nunca de repetirlo), de don Sigmundo. Permítanme exponerles un ejemplo: ¿Cómo se explica que los hijos de padres maltratados tiendan a provocar situaciones de maltrato en su vida en pareja? ¿Es eso un comportamiento racional y consciente?

    En cuanto a lo “revolucionario” del psicoanálisis. El campo psicoanalítico es ingente y en él caben infinitas interpretaciones y usos. Uno para nada desdeñable es la de la transformación de la sociedad a la vez que la del individuo, véase entre otros muchos la Escuela de Franckfurt. Lo que está fuera de toda duda es que el psicoanálisis es un saber muy incómodo, como ya indiqué anteriormente, y es potencialmente subversivo. Le recuerdo, además, que el origen del psicoanálisis – sin duda burgués – no determina el espectro social sobre el que se pueda aplicar. Marx y Engels también fueron burgueses. El psicoanálisis americano o argentino es distinto al lacaniano o al kleiniano. Como le he dicho anteriormente, hay de todo en la viña del señor.

    Señor Kant, yo también estoy disfrutando mucho con este post, y le diré otra cosa: más de uno debe estar frotándose las manos… :-)

  24. Estupendo post.

    Solo dos letrujas porque ando sin tiempo para nada.
    Dice un amigo mío, biólogo molecular y neurólogo para más INRI que los problemas mentales se dividen en tres categorías a saber:
    Leves, de primarios, tratables por psicólogos.
    Menos leves de personas inteligentes pero obsesivas, tratables por psiquiatras.
    Graves, los de verdad, que precisan de un neurólogo y de la química.

    Sigan bien. Abrazos.

    M.

    (comparto y firmo absolutamente todo lo que dice Kant)

  25. Me gusta que a algunos de ustedes les haya gustado la carta de Freud y lo hayan escrito. Dices, amiga Isabel, que a cuántos les gustaría escribir como yo a mi edad. No creas… A mi lo que me gustaría es que Fran y nuestro amigo Kant releyeran mi primer comentario para ver que no lo han entendido.

    A Fran le digo que mi intención de leer a Popper es inversamente proporcional a las veces que me lo pida con esas formas. Si lo que quiere es que no lo lea, continúe. Yo le doy la buenvenida al blog y me tomo la molestia de buscar la carta de Freud para recomendársela amablemente, con la mejor intención y usted me lo «agradece» tergiversando mis palabras y invitándome -con un imperativo, curiosa forma- a que lea a Popper. Me dice que no me entiende y luego que esto va mal. Y tanto que va mal. Tan mal como que yo le pongo dos ejemplos de autores totalmente diferentes a Freud para que vea -como dice Eduardo- que no es preciso estar de acuerdo con un autor o que la obra de éste sea vigente para leerlo con interés, y usted me dice que los estoy comparando con Freud. Me hace gracia porque me dice hablando de Freud: «No es ciencia!» Bueno y quien ha dicho que lo sea. Yo no. Pero es que Popper si es ciencia y Freud no. Y no sigo porque podría seguir…

    Al Sr. Kant le digo lo mismo: relea mi comentario. La carta de Freud es simplemente una recomendación. Una cosa curiosa que me recomendó un amigo, me gustó y pensé que a ustedes también les interesaría leerla, para ver como escribía Freud con 17 años. Tan simple como eso. No entiendo porqué me dice: «Don Paco – don Paco Fuster – que la carta del joven don Sigmund esté escrita de tal guisa que ni ud, ni yo hubiéramos podido escribir algo así con diecisiete años, en fin, no es un argumento muy de peso». ¿Argumento? ¿Cuando he dicho yo que la aporto como argumento? Es una recomendación. Solo he dicho que dudo que yo la hubiera podido escribir a esa edad. No la he usado como argumento para defender o criticar ningun juicio o postura.

    En cambio, usted si usa la carta como argumento para decir -ni más ni menos- que es una muestra de la imparable infantilización de Occidente. Eso si que me parece a mi un argumento de poco peso. Decir que una carta de cincuenta lineas demuestra el proceso de infantilización de Occidente. Aparte de que no estoy para nada de acuerdo con generalizar hablando de todo Occidente (yo no me incluyo en ese «Occidente», no considero para nada infantil respecto a Freud, otra cosa es que él escribiera mejor que yo), me parece que ese tipo de afirmación no se puede basar en una carta.

  26. Pués a este autodidacta le fué de mucha ayuda la lectura de Totem y Tabú y «El porvenir de una ilusión» para poder sacarse el concepto del Dios omnipresente, cerador y tutor, que de pequeño le habían metido con un calzador.
    Y para conocer nuestro interior, descifrar la ambivalencia de los sentimientos del ser humano.

    Sr. Lillo no difiero en casi nada de lo que Ud aporta en sus escritos.

  27. Salve. Venía dispuesto a seguir con lo previsto – entrar al texto del sr. Serna – pero me veo aludido y, con algunas respuestas a esas alusiones, igual se puede leer a don Justo con el matiz que pretendo apuntar. Dejo, pues, para otro momento el texto del “post” y paso a las últimas alusiones. Uds. me comprenderán.

    Veamos, sra. Pavlova, la enfermedad mental se da en todo el orbe humano, se esté atiborrado de salchichas en Wall Street o famélico en Rawalpindi. Y le aseguro que hay psiquiatras realizando una ímproba labor en lo más desfavorecido del mundo sin que nadie les preste especial atención.

    Obviamente, no todo lo digno de consideración ha de ser ciencia. Yo mismo me revelo a la “cientifización” de nuestra sociedad en la que parece que si tu actividad no es “científica” no vale. Pero, otra cosa es cuando hablamos de la intromisión en la salud de otro ser humano. Me da igual que sea física o mental, considero inadmisible al curandero, al charlatán. Es exigible la ciencia. Y si encima, ese curandero, ese charlatán, arrastra su propia pretensión ideológica, peor. Peor porque está utilizando un método bastardo basado en convencer a quien tiene dudas, angustias o temores que está enfermo y que él, el psicoanalista, es el único que lo puede salvar. En otras palabras, como ya indiqué anteriormente y el sr. Lillo no me acepta, por reproducir las artimañas inmorales de las creencias monoteístas y sus iglesias.

    En efecto, doña Ana, muy tontos debemos de ser por perorar sobre un charlatán que murió en el 39. Y más tontos hemos sido perorando los últimos dos mil años sobre las majaderías de otro charlatán, un tal Saulo, que se inventó un prodigioso carpintero galileo que iba, nada más y nada menos que a salvar a la Humanidad… hace eso, dos mil años. Y ya ve, aquí estamos… esperando la parusía con inquisiciones, iglesias, sectas e iluminados al baratillo. Es que no aprendemos. Compramos la cabra y el ramito al primer encandilador que pasa.

    No se puede ud imaginar lo que me alegro que su terapia le funcionase. Don Sergio prefirió leer a don Isaac Asimov (y salió ganando). A millones de personas en todo el globo le funcionan terapias generalmente conocidas como chamánicas. Es indudable. Pero eso no niega la mayor: sigue siendo magia. Los experimentos, con gaseosa.

    ¡Doña Isabel! No me enfadé. Ya supuse que los cuadritos eran sonrisas. Es más, no hubiese hecho ni falta ponerlas, se adivina en su escritura su intención. A veces me expreso con severidad pero de ahí no debe colegirse mal humor. De hecho, me estoy divirtiendo con todo esto. Me pasa como a la sra. Bou. Sólo lamento no poder dedicarle más tiempo pero me entró el “post” de don Justo en un momento un poco complicado, con la salud algo tocada y no puedo darle la atención que merece.

    Por otra parte, es lógico que le cause sorpresa hacer un planteamiento psicoanalítico sin saber que lo hace. Ya contaba la sra. Pavlova el ejemplo de su asistenta. Es cierto, ese lenguaje se ha entreverado con el cotidiano. Exactamente igual que el marxista, el futbolístico, el taurino, el cristiano… es un fenómeno lingüístico bastante común. Pero que porque el sr. Botín comience un discurso diciendo “Hoy comenzamos una larga marcha…” deduzcamos que el propietario del Banco Santader es un maoísta me parece excesivo; así que no creo que porque aquella buena señora crea que su hijo tiene un trauma el psicoanálisis adquiere mayor solvencia científica.

    Verá, don Alejandro, como a su primera cuestión ya contesté al hacerlo a doña Ana Pavlova, no me reiteraré en que cada cosa tiene su lugar, y hay un lugar para la ciencia y hay otro para la opinión (e incluso para la magia). Pero he de insistir en algo que considero fundamental: no se trata de un “a mi me parece” o de un “sentimiento de identificación”, es, como siempre, de hechos. Y el hecho es que el psicoanálisis emplea una terminología científica pero no un método tal, así, cuando se le piden resultados contrastables, es incapaz de darlos. Lleva cien años sin darlos. Y esos son los hechos. Lo otro, literatura. No desprecio ésta, ojo, pero no quiero ser atendido por un literato, quiero ser atendido por un científico.

    Lo veo preocupado por el inconsciente. A ver, me pregunta “¿Cómo se explica que los hijos de padres maltratados tiendan a provocar situaciones de maltrato en su vida en pareja?” Yo podría decirle que por una praxis social aprehendida y resolvía el tema pero no, prefiero responderle… porque Yahvé sabe que las mujeres son malas por naturaleza y requieren ser castigadas cuando desobedecen a sus maridos. Y como prueba de cargo le presentaría alguna Carta a los Corintios del antedicho Pablo de Tarso. ¿Demuestro con ello la existencia de dios? ¿la validez de la ideología paulina?… ¿demuestro algo respondiendo eso?…

    Voy a insistirle en algo que ya expuesto – y perdonen por la nueva reiteración – señalo y acuso de charlatán al sr. Freud en su vertiente clínica, en el trato pseudomédico que dispensa a sus “pacientes”. Y no me puede dar datos objetivos y concretos que me lo rebatan. Que, de rebote, al reflexionar sobre el papel del sexo, la represión personal, bla, bla, bla… la sociedad burguesa occidental de la industrialización pudiera encontrar vías para liberarse de sus propios demonios, valga la expresión, pues muy bien, estupendo. Pero nada más. De nuevo, literatura y ahora aún voy más lejos, literatura propia de un lugar y de un tiempo, ni universal (sería interesante saber qué opinaba don Sigmund si llega a saber que en Japón HOY se festeja al falo en distendida procesión callejera en la que todos los géneros y edades comparten alegría postrándose ante un pene de varios metros) ni intemporal (Piense que un médico de hoy podría curar la infección producida por una flecha caída sobre un hoplita de Alejandro, un psicoanalista, si atiende desde su criterio lo que se escribe en “El Banquete” de Platón, no sólo no entendería absolutamente nada, es que obtendría unas conclusiones cuando menos risibles. Y no siendo ni intemporal, ni universal, ya ve, se ratifica que no es ciencia.

    ¡Gracias, doña Miranda! Un saludo.

    Bien, sr. Fuster, voy a volver a leerle el comentario, igual me equivoqué. Aunque considere ud también la posobilidad de que igual no hemos sido doña/don Francis y yo los que lo hemos leído mal, igual ha sido ud. el que no ha sabido expresarse. Pasa en las mejores familias.

    Y como me he excedido más que sobradamente con mis puntualizaciones y dado que mi resfriado va a más, me disculparán uds que me retire (especialmente ud. don Justo, de cuya confianza estoy abusando). No obstante, cuando regrese – quiéranlo los Dioses Inmortales – seguiré en don Paco Fuster, tras haberlo releído, claro.

  28. Me jugó una mala pasada el dedo, no me revelé, de manifestar nada oculto, me rebelé de resistirme, claro.

  29. ¡Vaya,señor Kant! Acabo de leerle y no sabe cuanto me alegra saber que fué un error «táctil» el que le hizo «revelarse».
    De no ser así,el fallo hubiera sido muy revelador.
    Espero con impaciencia la respuesta a Paco Fuster (¡hola, Paco!), pero creo que valdrá la pena esperar.

    Ahora bien, no seré tan mala que no le desee una pronta recuperación de ese resfriado que le aqueja. ¡Salud, caballero!

  30. Aparezco sólo un instante y, antes de nada, saludos para todos.

    Supongo -mejor dicho, sé- que no hace falta hablarles a ustedes de la íntima relación (por no divagar sobre el arte y ceñirme un algo así al post de Justo) de la medicina -y no importa si del cuerpo o no sólo de él, si eso fuera posible, que lo dudo- con la magia, las liturgias de la invocación al sol o a la luna, con las preces a los poderes inaccesibles del espíritu, la autosugestión, la autoridad moral de los chamanes. Esta tribu es bastante antigua y muy primitiva: puro lenguaje ocupando el lugar de las cosas, puro discurso dialéctico usurpando la acción y llamando ¡a eso! síntesis, puro simbolismo tomando cuerpo y mostrándonos todo cuanto no somos -esas carencias constituyen uno de nuestros inventarios favoritos- como si fueran -¿podrían ser acaso otra cosa?- lo que, al fin y a la postre, somos: deseo insatisfecho, deseo cumplido, deseo ahíto. Etc.

    Si a una parte significativa de todo ese material fluctuante, a la que sea, le queremos llamar subconsciente colectivo o inconsciente más o menos voluntariamente oculto o desconocido o traumático o logarítmico o biológico o incluso, rizando el rizo, científico, pues, vale. Qué más da. Puedo buscar más palabras igual de asombrosas en cuanto tenga tiempo y humor.

    Viene lo anterior y lo que le seguirá, supongo, a cuento de que nunca he creído en el psicoanálisis, como en tantas otras cosas, pero eso no significa nada (ni para ustedes, por supuesto, ni tampoco para mí). Creer o no creer en algo -en lo que sea- es tan irrelevante como negarle de manera genérica su posible utilidad (para el otro que somos o no somos, el que padece nuestros mismos problemas o el que, al revés, los tiene de otros colores y de otras medidas -por extenderme sobre un ejemplo que se citó más arriba: no es grave no tener falo, salvo que seas hombre y quieras utilizarlo para labores propias de tu sexo y no de tu género, como es obvio:-)

    Así las cosas -qué cosas, cuáles- recuerdo dos cartas a mi hijo que se perdieron entre los insomnios de un libro pero, también, al menos en este instante, los meses finales en la vida de mi madre. El alzheimer la tenía postrada en estado casi vegetativo y sin embargo… fue durante esos meses -y sólo durante esos meses de puro escalofrío y ternura- cuando sentí que ella me agarraba febrilmente la mano, sin recordarme, sí, sin saber mi nombre, sí, sin entender la situación, por supuesto, -¿quién podría entender esa situación: un médico, un sacerdote, un psicoanalista, un apóstata, un visionario, un lector de Freud, Marx, Saulo o Popper?… No. Qué va. Mucho más simple. Cualquier hijo de vecino la hubiera entendido.- y sin embargo, sigo, estaba, ahí, mi madre aferrada a mi mano y mirándome como quién mira a su hijo, a su propio hijo, sin importarle otra cosa que el hecho biológico de la maternidad, el regreso al primitivismo más arcaico y elemental, el regreso al silencio o más allá, al no-lenguaje, a la tribu alrededor del fuego para entrar en calor y ahuyentar a las fieras, a los malos espíritus, a las sombras goyescas de la memoria todavía sin edificar, virgen y todavía humana. ¿Es ese origen nuestro desenlace? (La pregunta chirría tanto como las múltiples y variadas, posibles o imposibles respuestas)

    En cualquier caso y como es obvio no se puede -ni, sobre todo, se debe- extraer ninguna conclusión ni sintética ni hormonal de mis palabras. Sólo pasaba por aquí y me apeteció saludarles. Bona nit.

  31. Verá, Kant, no voy a discutir, entre otras cosas porque usted no escucha (no lee) y hace muy bien; yo tampoco escucharía si trataran de demostrarme la existencia de Dios, pero tampoco me molestaría en rebatir al contrario como lo hace usted, lo cual quiere decir que usted es mucho más amable, más didáctico o se cree con más capacidad de convencer que yo y le compensa, cosa que a mí no, ni me interesa, pero sí quiero aclarar, aunque lo sabe, pero se pone «chinche», qué le vamos a hacer, que al contar el caso de mi asistenta, no trato de demostrar que psicoanálisis adquiera mayor solvencia científica ¿Por quién me toma? Ah, debe ser que como soy de las que se curan con magia, ya estoy descalificada intelectualmente. De acuerdo, pero lo que yo he hecho y hago no es una terapia, en primer lugar; en segundo, aunque el psicoanálisis no sea científico, si funciona (siempre en gentes mucho más simples que usted, de eso no hay duda) me da lo mismo, como me da lo mismo en qué consisten los milagros, ni por qué sale andando un paralítico de las putrefactas aguas de Lourdes. Si funciona, alabado sea Voltaire, como funcionan los miles de medicamentos que no lo son y que se llaman placebos.

    Sé que estadísticamente está demostrado que en los manicomios no hay cáncer ni prácticamente ninguna enfermedad más que la locura y que, cuando se tiene un dolor muy hondo bajan las defensas y uno está más proclive a coger de todo; que los chamanes estos llamados psicoanalistas lo que tratan es de activar los mecanismos que hagan que uno sepa controlar esos dolores para no caer enfermos y manejan esa estadística para tratar de ayudar y que eso no es una ciencia, pues bueno, pues estupendo.

    Ah, y me consta que hay muchas de estas buenas gentes que se dedican a la magia que hacen ímprobos esfuerzos para ayudar a los más desfavorecidos, pero sin salir de aquí siquiera. En casas de acogida de maltratadas, de niños violados, andan estas personas con sus magias ayudando, no hace falta que me lo cuente a mí. Sólo he dicho que el hambre es lo primero.

    A veces, cuando uno va a los científicos y le hacen toda clase de pruebas (esto lo sabe usted muy bien, querido Kant) y no le encuentran nada, pero uno sigue malito, pues le puede aliviar un psicólogo e, incluso, aunque uno no sea tonto.

    En fin que se mejore usted, no se destape que tiene una tos muy fea.

    No se preocupe, Señor Planas. Yo, para tratar de sacar conclusiones de las palabras sintéticas u hormonales (¡¡!!) de alguien, ha de ser un científico :-) :-) todo lo demás lo considero charletas de salón y meras opiniónes sin más trascendencia que las mías. A mí es que mi psicóloga me ha enseñado a crecerme (digo esto con gesto displicente y parpadeo suficiente), perdone. A mí, sus palabras lo único que me han producido es emoción y ternura. Ya no pido más de nada ni de nadie, ya ve.

    Buenas madrugadas.

  32. Buenos días,
    Desde mi intervención no había vuelto a entrar al blog, motivos víricos me lo impidieron.
    Sólo quería decirles que mis conocimientos de Freud son muy básicos, no como los que tienen ustedes.
    No obstante, me tomaré mi tiempo durante el día (cuando mi hijo y el virus me lo permitan) e intentaré acabar de leerlo y aprender algo más de sus comentarios.
    Sr. Kant, pienso que los razonamientos de Freud, las causas que atribuye al desarrollo del malestar en el enfermo, hoy en día siguen siendo vigentes. Y si no es así, ¿por qué cuando uno va a consulta, lo primero que hace el profesional es adentrarse en la infancia de la persona? ¿Será porque es cierto que la mayoría de problemas mentales en el ser humano derivan de su infancia?…

  33. Qué espléndido experimento sociológico está resultando este “post”, don Justo. Con todo, me veré obligado a volver a postponer mis puntualizaciones a su texto en aras a responder alusiones pendientes o nuevas. Llegará el momento en que pueda hacerlo, descuide, ya me conoce.

    Vaya por delante, y antes de adentrarme en casos individuales, que me resulta curiosísimo lo rápidamente que han perdido uds, en general y con gratificantes excepciones, su buen humor. Hubiera comprendido algún roce en algún momento puntual pero esas reacciones… No sé… Es como si a algunos les estuvieran mentando “lo más santo”. Sí… mmm… muy curioso… tiendanse en el diván… ja, ja, ja…

    En fin, perdón, nos habíamos quedado en don Paco Fuster. Volví a leerlo, claro. Despreciando su último párrafo que se limita a un “link”, de los tres que aporta coincido plenamente con ud. en dos y sólo le puntualizo algo del tercero. Parece que le resulta ofensiva la proporción de coincidencia pues, en su respuesta, en lo referido al párrafo en cuestión, se queja de mi observación: “No entiendo… (…) ¿Argumento? ¿Cuándo he dicho… (…) en cambio, usted,…”).

    Independientemente que la carta que aporta es un argumento – revise la segunda acepción del término en el DRAE – pretendiera ud considerarla una curiosidad o no, lo cierto es que mi observación sigue siendo igualmente válida. Lo penoso, en este caso, es que al final ha sido ud quien no entendió lo que quise decir. A ver si ahora lo capta: NO dije en ningún momento que “una carta de cincuenta líneas demuestra el proceso de infantilización de Occidente” (sic), por consiguiente, NUNCA afirmé que la infantilización de Occidente se base en una carta, ni en esa ni en ninguna otra.

    Lo que le dije es que la carta del sr. Freud con 17 años es equiparable a millones de cartas de chicos de 17 años de aquellos años y aquella clase, porque hasta la Primera Guerra Mundial la madurez que se le exigía a los varones era infinitamente más inmediata que la que se pide en nuestros días. Y con que vea la edad media del matrimonio de la primera mitad del siglo XX y lo compara con el de la segunda mitad, huelga mayor explicación. O simplemente, vea en nuestros días esas jóvenes parejas de treintañeros que consumen Play Station con juegos diseñados para adolescentes. Si ud no es de éstos, le felicito pero si es incapaz de reconocer ese fenómeno sociológico y/o para evaluarlo se contenta con ver su propio caso, señor, nada más tenemos que hablar del tema.

    Perfecto, sr. Moreno, es precisamente eso lo que estoy diciendo. El Freud filósofo es espléndido. Lo que pasa es que eso no niega la mayor: el Freud terapeuta es un camelo.

    Doña Marisa, no sabe lo que agradezco su alegría.

    Sr. Planas, si básicamente coincido con ud, lo que me parece que está quedando claro es que, en último extremo, aunque sólo sea cuestión de creencia… ¡adelante!… crea ud en lo que quiera… pero no convierta en un enfermo a una tercera persona y, al final, a mi me la trae al pairo que uno o un millón de personas crean en ese charlatán. Lo que me aterra es pensar en las otras tantas que se ven sometidas a un “tratamiento” que no tiene nada de ciencia y sí mucho de magia, personas que si “se curan”, alabado sea Asclepio, es por causas ajenas a esa terapia pero que, en realidad, tienen más posibilidades de caer en procesos depresivos pues repiten la técnica del pecado-arrepentimiento judeo-cristiana. Ese es mi temor.

    Sra Pavlova, ¡me encantan esas paradojas!… como yo no leo (?), ud no me discute (!)… brillante. Comprenda, pues, que para una buena descalificación intelectual no hace falta la magia, uno se basta por si mismo. Por lo demás, como le decía al sr. Planas, por mí, como si quiere ir arrodillada a Fátima, si a ud le vale a mi plim… pero no trate que los demás vayamos y, encima, que la sigamos porque lo que nos está proponiendo es serio.

    Está visto que compartimos virus, sra. Peris, esperemos que nos pase pronto. Le respondo a su cuestión: no. Cuando uno va a la consulta de un médico éste no le pregunta por su infancia como no sea para saber si está vacunada de todo. El mito de la influencia de la infancia sobre la vida adulta está abrumadoramente desacreditado por psicólogos de toda escuela que no sea la psicoanalista pura y dura. A ver, que existan casos de infancias traumáticas que influyan en adultos conflictivos no quiere decir que todos los adultos conflictivos hayan tenido una infancia conflictiva. De ahí que sea tan importante el conocimiento estadístico de los resultados de los tratamientos psicoanalíticos. Resultados que los “profesionales” se niegan a dar y, ya le digo, llevan un siglo negando el estudio estadístico de sus prácticas amparados en la credulidad de la generalidad que les permite impartir sus ritos sin control científico alguno. Ya sé que parece inverosímil pero también es inverosímil el contenido y obligaciones del Acuerdo General del Comercio de Servicios y los países de la Organización Mundial del Comercio lo han firmado… Obama nos pille confesados.

    Don Justo, palabra que esta tarde, bien pertrechado de Efferalgan 1000gr, pasaré a hacerle algún comentario sobre su texto. Y, para el resto, por favor, no se tomen tan a pecho estas cosas, sólo es magia… ;-)

  34. Ay, ay, ay, Kantillo amigo; la paja y la viga. Dice usted: «Vaya por delante, y antes de adentrarme en casos individuales, que me resulta curiosísimo lo rápidamente que han perdido uds, en general y con gratificantes excepciones, su buen humor.» Se me enfada tanto que ni poniéndole paréntesis jocosos me «perdona». Y vuelvo a puntualizar; no es que: «… como yo no leo (?), ud no me discute (!)…». Usted no lee, punto. Yo no le discuto porque yo no discuto a nadie que esté muy convencido (del modo que está usted convencido) porque lo respeto, porque no me gusta que me metan el dedo en el ojo y porque me da igual.

    «por mí, como si quiere ir arrodillada a Fátima, si a ud le vale a mi plim… pero no trate que los demás vayamos y, encima, que la sigamos porque lo que nos está proponiendo es serio.»

    Majo es, je, je. No trato de nada, querido amigo. Hablo de mi experiencia personal. Nada más lejos de mí que hcer proselitismo. No, no voy a Fátima, ni a Lourdes (ni a Freud ni a Kant, el de aquí). No soy mujer de fe, qué le vamos a hacer.

    Bueno, a ver si le comienza a hacer efecto el Efferalgan 1000gr. Un abracito.

  35. ¡Por Zaratustra y las Termópilas, señor Kant! ¡Quítese la máscara de una vez! ¡Si usted es tataranieto de Freud! ¡No intente negarlo, lo leí en su carta astral!

    Decirle debo que le doy la razón a Paco (Fuster, of course) y que no creo que se trate de imponer aqui nada a nadie. Y le diré una cosa más. Es un secreto, así que no se lo diga a nadie. (Estamos todos como una p. cabra), solo que a unos se nos nota más que a otros, así que déjese de pamplinas y hábleme de su madre (una santa, seguro).

    Y ahora regreso a las profundidades del inconsciente, ni hábitat natural, de donde provengo. Ya volveré más en serio en forma de neurosis (o de obsesión patológica, quien sabe, que es fin de semana y hay que dejar un rato suelto al «ello».

  36. Perdón… espero que por mis anteriores declaraciones la ira de la Gran Verga no caiga sobre mí (¡que no caiga nunca, por Tutatis!) y deje mi inconsciente al aire (con lo nocivo que se ha vuelto últimamente), espachurrado junto a mis vísceras. :-) Buen fin de semana a todos.

  37. Leí a Freud hace muchísimos años, cuando estudiaba en la Universidad, y el recuerdo que tengo de su lectura es positivo; me interesaba lo que decía y cómo lo decía; tal vez, si lo releyera ahora, cambiaría de opinión, no lo sé.

    Me parece que ninguno de los contertulios cuestionó el papel de los psiquiatras, las enfermedades mentales existen y ellos son los responsables de curarlas. El problema es que, algunas –muchas- veces, las pastillas no curan y hay que recurrir a otros métodos, y yo soy de las que creo en el poder de la palabra. En lo que discreparemos es en quién tiene este poder: los psicoanalistas, dirán unos; los curas, dirán los creyentes religiosos; los amigos, diré yo. La palabra cura, sin ninguna duda; cuando somos capaces de verbalizar nuestros problemas, estamos en fase de curación; nunca necesité psicoanalistas, pero respeto a todos aquellos que confían en ellos; sin embargo, no podría vivir sin amigos.

    Me gusta la conclusión de Justo Serna y estoy completamente de acuerdo con él; vuelvo a copiar sus palabras:

    “El arte del que habla Lagache es escuchar sin premuras, es saber amoldarse al material, saber sacar algo que el propio paciente ignoraba poseer o conocer. ¿Cómo? Siguiendo a Freud, el psicoanalista ha de mostrar “una actitud receptiva”, ha de provocar “una atmósfera que no sea desfavorable”, ha de tener “paciencia hasta que se desprenda la plena significación” de lo que se le cuenta. ¿Son éstas actitudes mágicas? En realidad, son virtudes humanas que deberíamos practicar en nuestras relaciones, siempre tan apresuradas. Freud decía que el psicoanalista debería tener una disposición especial: la llamaba atención flotante. Es la disposición para escuchar con sentido participativo y distante a la vez, con sentido crítico y amistoso: nuevamente, sin prisas. No sé si de ahí se deriva la ciencia. Lo que sí sé es que resulta un buen programa de vida”.

    Estoy de acuerdo con este programa de vida, escuchar con sentido crítico y amistoso, sin prisas. Es lo que hacen las amigas, también muchos –algunos- psicoanalistas; la diferencia es que unos lo hacen gratis y otros cobrando.

    Ps. Espero que nuestro amigo Kant se recupere de su resfriado y no pierda su sentido del humor; es una de las cosas que más me gustan de su personalidad. Y yo creo que sí lee con atención y escucha, aunque algunas veces se equivoque en sus interpretaciones; es humano ¿verdad?

    Y sí, amiga Marisa, as meigas hainas, por lo menos en mi tierra.

  38. Sí, mejor fin. Jamás pensé que pudieran compararse las reflexiones de Freud sobre la mente humana y sus conclusiones, por muchas sectas que haya podido generar —por otra parte muy fáciles de desenmascarar— con el pensamiento mágico que dio lugar a las patrañas que contribuyeron al nacimiento del cristianismo, implantado, no lo olvidemos, por los bárbaros germanos con su especial y violenta Jihad contra Roma, con la cruz y la espada, como más tarde haría Mohammed con el alfange y la media luna. Salud y buen fin de semana.

  39. Después de leer lo que se ha escrito en el blog sobre S. Freud podría ser difícil aportar nada sobre los aspectos literarios,filósoficos,psicológicos de la obra de D. Sigmundo.
    Solo quiero recordar el tiempo en el que se desarrolla el trabajo, porque surge el psicoanálisis y la verdadera profesión del mismo.Empiezo por el final.Freud era médico y en su tiempo tenía que diagnosticar y tratar unas enfermedades que eran desconocidas.Las enfermedades mentales, tal como se conocían en ese tiempo, eran incurables porque no tenían, o al menos eso se creía, bases histopatológicas o fisiopatológicas (los dos fundamentos de la época postgalénica).Luego vendrá Cajal, la biología molecular y empezaremos a comprender algo del funcionamiento del cerebro y su relación con lafunción mental. Freud que conoce la obra y el trabajo de Charcot, le quiere dar una base científica al hipnotismo y otras terapéuticas que empleaba Charcot en la histeria, la neurosis, la psicosis (así las denominaban en aquellos tiempos para bien o para mal).Se da cuenta que Charcot ha fracasado y emprende un nuevo camino.El psicoanálisis era una forma terapéutica para afecciones que no tenían terapéutica.Es parangonable con la leucotomia, tan criticada como lo es el psicoanalisis y tan demoledora para la personalidad o más.Pero en aquellos tiempos (Egas Moniz-1933), tampoco había ninguna terapeútica para conseguir calmar a los enfermos agitados,con tendencias suicidas u homicidas.No se puede juzgar a Freud o Moniz con nuestros conocimientos y nuestra mentalidad.Ahora se puede integrar a un paciente mental con terapias mucho menos agresivas (aparentemente) y calmar a los agitados, sin necesidad de sujetarlos con camisas de fuerza,ni seccionarles el cerebro….
    Freud y Marx fueron dos genios en su tiempo y son dos fracasados en la actualidad.Hay que conocer la sociedad en la que vivían para analizar su «fracaso».Pero tengo que reconocer que sus obras,su pensamiento ha influido en el pensamiento actual.

  40. Lo dicho, susceptibilidad a flor de piel. Me resulta increíble, en serio.

    Gracias, gracias por el abracito, doña Ana (Pavolova), simpática. Y no descuide ud tampoco la medicación.

    Sr. Fuster, no sé si en algo apreciará lo que le voy a decir pero que me haya respondido, aún de forma que considero displicente, me muestra de ud. una dignidad a la hora de reconocer un error que admiro. Más allá de “tener o no tener” razón en algo – pura fruslería por su intrascendencia pues hoy la puedo tener yo pero mañana ud y ser yo el equivocado – me indica un temple personal que solo puedo aplaudir. La displicencia puede curarse con ironía pero la condición de patán no se pierde nunca y afortunadamente para los contertulios, ud no es de esos.

    Don Alejandro, yo también comparto con el sr. Fuster la idea de no imponer a nadie. Por eso no quiero que se me imponga a mí (y a otras personas desvalidas en algún momento de su vida) el comulgar con ruedas de molino; es demasiado festín para mi pobre estómago. Ahora, no sabe ud la sorpresa que me da desvelándome el secreto… ¿usted cree?… ¿de verdad?… ¡quien lo habría dicho!… pues, no, no se nota apenas nada. Y, por cierto, yo nací por generación espontánea.

    Bueno, don Justo, parapetado en mi mantita de lana, con un todavía humeante café con leche y una briosa copa de armagnac a su vera, voy a ver si puedo aportarle mi propia visión a las cosas que nos cuenta en su espléndido “post”.

    Un asunto que ya ha aparecido en mis anteriores intervenciones y que me presenta dudas, creo, más que razonables es la equiparación de los srs Marx y Freud en lo referido a “crear un modo nuevo de ver las cosas: a las cosas que carecían de nombre o de sistema les identificaron la totalidad a la que pertenecían” (sic). Si bien lo veo claro para don Karl, no así para don Sigmund. Y es que, esa, su frase, parece dar pie al desarrollo de su capítulo 2 (“Ser intempestivo”) en el que me parece apreciar que se le atribuye al vienés un tipo de originalidad del que, seamos sinceros, carecía. No hace falta – o tal vez sí, pero lo voy a dejar correr – recurrir a los clásicos griegos (y podríamos incluir textos babilónicos interesantísimos sobre los sueños y el inconsciente) para encontrar predecesores y coetáneos del estudio del comportamiento, la psique, e incluso de “su” propia especulativa, el inconsciente. Vengan a demostrarlo Wundt, von Hartmann o Helmholtz en Alemania, los estudios del dr. Sechenov en Rusia o don William James, en los EE.UU. de A, publicando ya en 1890 el clásico “Principios de Psicología”. En otras palabras, ni la psicología experimental ni la medicina neurológica era nueva cuando el sr. Freud comienza sus especulaciones.

    Más aún, en esa sociedad burguesa a la que tanto se alude y que, desde luego, es inextricable del nacimiento y éxito del psicoanálisis, junto a sesudos científicos ya preocupados por la materia cuando don Sigmund iba al colegio, encontramos otro elemento, en absoluto menor, que causó sensación en aquel mundo: el espiritualismo. No les descubriré que nuestro padre Newton era un consumado astrólogo (de hecho, tiene más obra hecha realizada sobre astrología que sobre física) pero, éste, ni era un precedente lejano ni anécdota intrascendente para aquella sociedad que vivió a caballo entre el XIX y el XX. Alfred Russell Wallace, codescubridor de los procesos de la evolución junto al sr. Darwin era un convencido espiritista, el biólogo Joseph B. Rhine promovió en la Universidad de Duke la creación del primer laboratorio parapsicológico del que hay noticia. William McDougall, a la sazón psicólogo, es precisamente el inventor de la palabra “parapsicología”. Psicólogos de irrefutable honradez y buena intención como don Alfred Binet y don Charles Féré publicaron el “El magnetismo animal” – cuyo título nos exime de mayor comentario – En el fructuoso año 1905 el psicólogo Charles Richet daba por presentada en sociedad una disciplina que llamó “Metapsiquica”. Quiero destacar especialmente la coincidencia en profesión, ambos médicos, y en origen, ambos vieneses de cultura germana, de don Sigmund con Franz Joseph Gall promotor de la “frenología” y de la “doctrina craneal”, en su momento, escándalo y desgarro en Austria y Alemania – sus obras fueron prohibidas – pero que despertaron pasiones e interés en las nuevas generaciones médicas a las que pertenecería el sr. Freud.

    Total que en aquel cambio de siglo se creó un “totum revolutum” de médiums, videntes, fantasmas, “sonámbulos magnetizados”, el cerebro, los comportamientos humanos… que campaban en un incierto espacio entre la curiosidad por “lo oculto” que la ciencia dispensaba en aquellos días a todo aquello y Madame Blavatsky y su Sociedad Teosófica con sus inauditos socios. Al final, don Sigmund fue un hombre – sagaz – de su tiempo y si lo suyo fructificó fue porque el campo estaba abonado y, bajo el público desgarro por las “nuevas” y, desde luego atrevidas teorías del vienés, la hipócrita sociedad burguesa la recibía con júbilo pues se adentraba en un campo de indudable – y morboso – interés por cuanto tenía de… tabú: el sexo.

    Lo que, por otra parte me pareció muy sugerente de ese capítulo 2 fue las observaciones que nos indica sobre el narcisismo del protagonista. Desde luego, las condiciones de tal retrato son aplicables para un gran genio pero, reconozcámoslo, también para un gran sinvergüenza. Ambos requieren de ese tipo de presencia física con la que se retratan. Interesante sería saber si las posturas las adopta el propio fotografiado “motu proprio” o fue cosa del fotógrafo.

    Me resultó muy ejemplificador el capítulo 4. No sé porqué me trajo a la cabeza el famoso viaje a los EE.UU. de A. que realizaron, dispuestos a conquistar nuevos mercados, el sr. Freud – ya impuesto en su autoridad indiscutible – y el sr. Jung – humilde escudero de quien creía gran señor – pero que acabó con la estigmatización del segundo por el primero. El error que cometió don Carl fue tratar de psicoanalizar a don Sigmund. Parece que cuando alguien quiso “urgar” en su mente (represiones, traumas, lapsus y demás jerigonza de la secta) sintió la necesidad irrefrenable de impedir en si lo que exigía a los demás. Qué cosas…

    Para concluir, sobre el capítulo 5, bueno, que el sr. Lagache hable de “arte” en vez de “ciencia” ya me resulta más tranquilizador y, para mí, eso ya es un buen inicio. Claro que su conclusión me parece algo optimista: si para desconectarlo de la creencia religiosa nos dice que el psicoanalista no es ni adivino ni hechicero porque necesita una formación, teórica, clínica, técnica, aplicada, en fin, nos está describiendo el papel de los seminarios para los sacerdotes católicos romanos.

    ¿Realmente, don Sigmund era una persona rigurosa en su profesión? ¿o lo era en la difusión de sus ideas?. ¿El psicoanalista es un interlocutor benévolo? ¿alguien que escucha sin prisas o alguien que prolonga las terapias por un tiempo más que injustificado?… Demasiadas dudas me genera esa conclusión. Desde luego, otras escuelas psicológicas no estarían de acuerdo con ese laaaargo tiempo que al final se traduce en una laaaarga minuta. ¿Interlocutor benévolo?… mmm… es una forma de verlo, hay otras, don Ramón Ferrer, en un artículo publicado en La Vanguardia el 12 de abril de 1997 (“La insoportable levedad del psicoanálisis”) nos dice: “Según Freud, la Psicología es más parecida a la Historia que a la Física: puede explicar, pero no predecir. El trabajo del psicoanalista, tal y como él lo propone, es parecido al de un arqueólogo excavando en la consciencia del paciente, al modo que ya habían planteado anteriormente otros autores. Sin embargo, los métodos empleados por Sigmund Freud pueden calificarse de inquisitoriales: anticipa las ideas al paciente, no cree en lo que éste le cuenta, y ejerce presión hasta conseguir que la persona renuncia a sus mecanismos de resistencia y admita la evidencia presentada a priori. Evidentemente el procedimiento puede generar errores de diagnóstico, como los que “sufrió” el propio Sigmund cuando una joven paciente murió de linfoma abdominal dos meses después de haberla “curado” de histeria (el tumor fue “interpretado” como causa provocadora del proceso histérico, satisfactoriamente erradicado, según nuestro genio). El proceso de trabajar los problemas psicológicos mediante charlas, según el propio Freud, “nunca puede finalizar”. La terapia nunca lleva a la felicidad, sólo prepara a la persona para soportar los “disgustos vitales”. Parafraseando al profesor Scheperd en su obra “Sherlock Holmesy el caso del doctor Freud”, veamos cuáles han sido las causas de la popularidad alcanzada por las ideas del médico vienés. Freud era un maestro de la narración y de la retórica, amparado en sus aficiones históricas y en algunas de las corrientes pseudocientíficas imperantes. Sus obras no son totalmente conocidas, incluso entre la gente culta, quizás debido a su gran volumen y a las muchas reiteraciones que surgen en su lectura continuada, lo cual genera una sensación de monotonía: independientemente del problema planteado en sus libros, siempre llegamos a las mismas conclusiones”.

    Me gustaría hacer alguna acotación más pero creo que me excedido – y mucho, tal vez la ocasión que más lo he hecho – con el espacio que dedico a mi participación, así que, por pura vergüenza y algo atolondrado por mi resfriado, lo abandonaré aquí.

    Sólo una última recomendación. Si pueden y tienen curiosidad, lean de don Richard Webster “Por qué Freud estaba equivocado: pecado, ciencia y psicoanálisis” (2002, Destino)

  41. Leí ese libro que nos recomienda (“Por qué Freud estaba equivocado: pecado, ciencia y psicoanálisis”, 2002, Destino). Me resultó curioso: un profesor de literatura que se profesaba darwinista y derribaba a Freud… a comienzos del siglo XXI. Bien está.

  42. Mientras tenga dominio de mis impulsos y sentimientos creo que nunca necesitaré un psiquiatra y muchísimo menos un psicológo.
    Nunca he tenido una depresión, pero la ansiedad en casi todas sus facetas me acompaña desde niño.
    Solamente en contadas ocasiones he tenido que recurrir a la farmacopea: algunas hierbas para calmar mis ansias y algún diazepam.

    Y como curiosidad: Para poder comprender el comportamiento de mi suegra fué de gran ayuda leer «La histeria», Alianza Editorial 1.969 que aún conservo.

  43. También para mí son fundamentales los amigos, Fuca, pero, a veces, por mucho que ayuden o que se les ayude, precisamente por ser amigos no se les puede dar la tabarra indefinidamente, precisamente porque se les quiere y la única diferencia con los psicólogos no es que cobren o no, es que, los unos, si son amigos no pueden ver las cosas con la distancia necesaria, con la suficiente frialdad y los otros, como no son amigos, sí. Además están preparados para ello, tienen experiencia, conocimientos específicos que nosotros no y manejan estadística. Como tu caso único, para ti y tus amigos, ellos conocen miles y muchos porqués y cómos. El simple hecho de colocarte frente a un absoluto extraño y contarle un problema, la cosa más difícil que hay, saber que la oye con frialdad absoluta y que eres un caso más, ya te hace ver tu problema insalvable, el que te ha hecho ir a alguien en quien no crees ni, en principio, confías como menos colosal. Lo malo es que eso que llamaban los dolores del alma, no se pueden paliar tomando una aspirina, sajando, trasplantado, colocando un apósito y uno recurre a todo a ver si tiene arreglo, si puede doler menos, si te dicen qué hacer y te quedas perplejo porque nunca te lo dicen. Jamás te dan consejo, te ensañan, a mí al menos, a defenderte de ti mismo, a cuidarte, a hacer lo mismo que cuando refresca y te pones un abrigo y, a veces, funciona.

    Mil gracias, Señor Kant, pero no tomo medicación de ningún tipo, ni Aspirina porque no suele dolerme nada; ahora, el Frenadol (como usted el Efferalgan 1000gr.), lo tengo preparado por si acaso. Y ya que le gustan, otro abracito.

  44. En correo privado, una persona ducha en este tema y sabedora de sus complejidades me dice no compartir el tono de algunas intervenciones: en ellas ve erudición pero no saber, añade.

    Yo le he respondido que uno no ha de buscar el saber académico en las intervenciones, sino las ganas de polemizar. Incluso ganas de polemizar con provecho y con humor (por qué no). No estamos en la Academia de Platón ni en el Liceo de Arsitóteles, desde luego.

    Yo planteo ciertos temas sobre los que ni siquiera me pronuncio con rotundidad, sólo dejando caer las posibles lecturas y relecturas que el hecho pueda tener. Luego, quienes intervienen hacen lo que juzgan pertinente. Escribo el blog valiéndome de una pequeña bujía (mis intuiciones y lecturas): avanzando a tientas por una sala oscura de la que no sé lo que conozco o, al menos, de la que no sé bien cuál es su disposición u orientación. Cuando acaba el tanteo, cuando acaba el post, nos hemos hecho un plano incompleto de la habitación. ¿Es al menos fiable? Desde luego, el lector ha ido familiarizándose con algunos rincones de la sala: se le han proporcionado detalles de un todo que en parte aún seguimos ignorando.

  45. Aunque usted quisiera (que no sé si quiere) no revelaré, señor Planas, quién me ha dicho eso (je, je). Es más, me manda un comentario sobre el señor Kant que es muy cariñoso y crítico a la vez. Pero, ya digo, no revelaré.

    Sr. Planas, saludos cordialísimos.

  46. je,je,je, Don Justo, ya sabe que nunca se me ocurriría demandarle tamaña osadía:-)

    Y sí, Don Miguel, mala luz sería la que no generase sombras.

    Dos abrazos.

  47. Sin duda, don Justo, tiene razón su tímido comentarista: la erudición no conlleva el saber, de la misma forma que el sigilo no comporta virtud. Denme hechos y rebátanme. Si no, callen.

  48. Ni saber ni erudición implican conocimiento. El conocimiento sólo lo otorga el arte. La soberbia, sí puede nacer de un exceso de erudición, de «saber» incluso científico. No de aquello que un gran poeta, Juan Ramón Jiménez llamaba «sapientia sapita». Le dejo a Kant el trabajo de traducirlo. Salud y Fraternidad ;-)

  49. D. Justo ha conseguido intrigarme,intrigarnos.
    Solo quiero decir que es muy difícil condensar en las líneas de un post los conocimientos acumulados en años.Habría que criticar la capacidad de síntesis y comunicación del blogger más que su sabiduría o conocimientos.

  50. Pues miren, veo bien diferente la sala obscura – presumo, una biblioteca añeja – a la que don Justo nos invita a entrar a la luz de su candil con el propósito de que otros enciendan los suyos para ver si entre todos vemos más, nos orientamos y reconocemos el lugar, a la cueva platónica en la que me temo que algunos de uds han ido a parar, que hay sombras, sí, pero no producidas por la luz sino que son los fantasmas de una realidad, externa y deformada, que tratan de aprehender persiguiendo quimeras. Denme hechos y yo veré mejor. No quiero más palabras.

    Y es que, las palabras son traicioneras. “Soberbia”, por ejemplo, tiene demasiadas madres. La del exceso de erudición, sin duda, don Miguel; mas, ¿cómo dejar de lado la envidia?, una madre cruel. ¿Y cómo olvidar, también, la propia ignorancia actuando como espejo invertido del sabio?, Oh, claro y la frustración… qué apropiado término para este “post”… también la frustración pare soberbia, algo lógico en aquel que se sabe superado por el tiempo y las cosas, aquel que piensa que ya no tiene tiempo para corregir, que erró y no va a va a rectificar… Erudición, envidia, ignorancia, sabiduría, frustración… palabras y laberintos de ideas… palabras y polisemias… palabras y, al final, solo palabras. Son divertidas cuando del “otium” se trata, pero si tratamos del “nec otium”, si ese “nec otium” ataña a la vida y destino de seres humanos, de personas concretas, las palabras, para mí, huelgan. “Facta!”

    De todas formas, caballero Veyrat, es en el “otium” donde viven las artes ¿no? Es lógico, pues, que allí campeen las palabras y los poetas. Le atiendo. Me dedicaré a la traducción que me propone. “Salut i República!”. ;-)

  51. No, caballero Kant, del «otium» no viven ni nacen las artes, absolutamente necesarias para entender la realidad, incluso para conocerla. El ocio en cambio sí crea mediocres consumidores del auténtico arte, y muchos imitadores amateuristas, pintores de domingo, poetas casticistas, oradores de Speaker’s Corner.

    No quiero entrar en polémicas. Coincido junto con muchos de quienes han participado con Fuca en su apreciación del párrafo de Justo que menciona, y coincido con Justo en todo cuanto ha expuesto. Creo que don Arnau, médico vetereano dio también en el clavo y las estimaciones de Alejandro y Paco Fuster también: en cualquier caso, Pavlova también dijo algo que considero muy valioso, el poder de la palabra unido a la estima, el amor de los demás expresado hacia uno, la mejor terapia para superar la pérdida de la autestima, causa de tantas y tantos desequilibrios que causan dolor personal y social, además de alivio para determinadas enfermedades mentales que ni siquiera la medicación química logra curar o paliar. Lamento la deriva polémica hacia uno de los más grandes pensadores y escritores del siglo XX, independientemente de sus imprescindible aportaciones, aún en desarrollo, a la ciencia médica y al arte de curar.

    Una pena que la serena a todas luces exposición de Daniel Lagache hubiese dado lugar a más confusión. ¡Ah! y el lema «Facta,non verba» es el lema entre otros de los marines USA. ;-) Feliz domingo, espero que no del todo ocioso…

  52. Parece que en lo que todos coincidimos es en el poder de la palabra, pero nuestro amigo Kant (parece mentira que no lo conozcáis después de haber compartido tertulia con él durante muchos meses; le gusta polemizar y es no sólo no es malo para un blog sino que es lo que le da vida –a hechos me remito, más de 60 comentarios en este “post”-) no quiere palabras sino hechos. Son hechos, no palabras, los testimonios de enfermos psíquicos, a punto de precipitarse en el vacío, que fueron “salvados” por las terapias psicoanalíticas; las enfermedades mentales existen y no siempre la química, como muy bien escribe nuestro querido Miguel, logra curar o paliar. También es verdad que muchas –algunas- veces estas terapias sirvieron para destruir la personalidad del enfermo (cuántos homosexuales fueron sometidos a terapias para curar su supuesta “enfermedad”, cuántas personas que se sentían diferentes fueron tratadas para intentar homogeneizarlas…). Es un tema complicado, de ahí la polémica, todos tenemos algo de razón en lo que decimos, aunque Kant radicalice sus posturas para que salgamos de nuestras cuevas y escribamos, creo que lo ha conseguido, sería un buen psicoanalista.

  53. como se divierten!! fuca interpreta a kant y dice que seria un buen psicoanalista. pero que va. pero como va a ser psicoanalista si no para de hablar. no dicen que los psicoanalistas no hablan??!!

  54. Efectivamente, yo me he divertido mucho leyéndoles. Ha sido una polémica muy interesante, que me ha servido para conocerles a todos un poquito más. Y lo más divertido es que, por una vez (y sin que sirva de precedente) voy a entrar al hilo de lo que dice Paco: los psicoanalistas no hablan, escuchan. Aunque suelen hacer alguna pregunta, de vez en cuando, para encauzar la perorata del psicoanalizado.

    Dicho esto, ¿cabría preguntarse si Paco es psicoanalista?

  55. No, Marisa, yo creo de este Paco peculiar que es un paciente potencial que aún no se ha dado cuenta de que precisa de terapia urgente. Kant ha insinuado algo acerca de ese mal tan hispánico, la envidia, aunque pienso que no tiene cura: el complejo de inferioridad que la genera es tan profundo como insondable nuestra mente. Los alemanes la han bautizado con el hermoso nombre Shadenfreude, alegría por el mal ajeno…

    Los psicoanalistas sí que hablan, Marisa, unos más que otros, pero quienes permanecen siempre en silencio son los de la secta lacaniana, para quienes KAnt guarda los más africanos de sus odios.

    Quiero creer con Fuca que Kant ha empleado con nosotros una mayéutica drástica para tirarnos de la lengua, pero no acabo de estar muy seguro… :-)

  56. Por supuesto, don Miguel, lo de convertir a Paco en psicoanalista fué una broma, quizá no muy bien traída, pero broma al fin y al cabo.

    Sobre todo porque, si ya resulta ardua tarea conocer a las personas que se explayan suficientemente en este blog (sobre todo si aceptamos que no todo lo que leemos coincide plenamente con la realidad), con mucha mayor dificultad podremos saber que clase de persona es la que interviene tan escasamente.

    Aunque algo nos dice sobre ella el que siempre lo haga para denostar a los demás.

  57. De principio a fin he mantenido el gesto relajado y contento con la lectura del último comentario de Fuca, sobre todo con aquello de: «Son hechos, no palabras, los testimonios de enfermos psíquicos, a punto de precipitarse en el vacío, que fueron “salvados” por las terapias psicoanalíticas», aunque quien está a punto de precipitarse al vacío, no tiene, necesariamente, por qué ser un enfermo psíquico. Hay vidas que uno entiende que, quien las padece, ne est´s dispuesto, no le compense seguirlas.

    Y sí que hablan los psicoanalísta, claro que sí, sobre todo cuando les llega un paciente de esos que no dicen ni una palabra en toda la sesión, que hay muchos.

    Ah, sí, la envidia, claro que no tiene cura y hay que saber vivir con ella y detectarla, que a veces se manifiesta claramente, pero otras permanece agazapada y acechante, mostrándose como afecto o interés y puede destrozar la vida al objeto de ella. También los católicos la definen como dolor del bien ajeno y creo que es una definición perfecta. Hay otra envidia más humana y, hasta cierto punto comprensible: el dolor por no tener el bien ajeno.

    Yo creo que Paco va mejor ¡ha escrito tres líneas! :-)

  58. Por favor, quiten la tilde a psicoanalista y lean «no esté» donde dice «ne est´s».

    Feliz domingo a todos, aunque se haga de noche a la hora del te. Grrrr.

  59. Me ha parecido soberbio el post de Justo. Comparto tanto su punto de vista como la opinión vertida en esos párrafos finales que tan bien describen y condensan lo que debe ser el psicoanálisis en general y la terapia psicoanalítica en particular. Aparte de las geniales, graciosas, y siempre, siempre inteligentes aportaciones de Pavlova, y los razonamientos rigurosos, inteligentes y tremendamente sugerentes del señor Kant, creo que Fuca ha dado en el clavo al señalar la importancia fundamental de la palabra.

    La palabra.

    La palabra como curación, como forma de alcanzar el conocimiento, como lo que nos hace humanos. En ese sentido, don Miguel, y sin ningún ánimo de polemizar, Lacan tiene mucho que decir. Al igual que usted, como veo cada día en su poesía. Porque hay algo que el lenguaje (que es vida, curación y conocimiento) no puede expresar; hay algo que no se puede decir con palabras. Expresar lo inexpresable, acercarse a ello, al menos, es la tarea del poeta: por eso emociona la(su) poesía, por eso impacta de forma algo misteriosa produciendo vértigo (como dice doña Isabel), por eso nos afecta de forma tan personal y tan difícil de explicar. Hay algo que escapa al lenguaje.

    Ha sido un post muy interesante.

    Por cierto, señor Kant, ¡Así que por generación espontánea! ¡Como la bélica Atenea (diosa también de la sabiduría), que salió de la testa de Zeus ya provista de sus armas. :-)

  60. Como ya dije en su momento estoy absolutamente abrumada de trabajo, así que debe de ser por eso, y por lo rápido de mi lectura que no entiendo nada o al menos no capto algunas respuestas.

    No hay un sólo argumento de los esgrimidos por Kant que no estén fundamentados en la más absoluta verdad científica. Estas argumentaciones, que no opiniones, han sido más o menos consideradas en equidistancia con ejemplos casuisticos o con opiniones, tan respetables como no (por defecto yo no respeto las opiniones en general, lo que no quiere decir que las desprecie o desconsidere, pero ese es otro tema) que no han aportado ninguna prueba extraordinaria para afirmaciones tan extraordinarias como que «a veces sirve». Argumento tan válido para el psicoanálisis como para la homeopatía, ciencia cuya base científica es pareja a la de Freud para sus entelequias.

    Así que por si no lo había dejado claro, vuelvo a reiterar que firmo todas las documentadas y certeras argumentaciones de Kant, quien por otra parte ha demostrado un envidiable espíritu crítico unido a una no menos envidiable y bien documentada información.

    Un beso a todos.

    M.

  61. Post Scriptum.

    Gracias a todos por su paciencia conmigo.

    Don Miguel, algún día habremos de hablar del “Otium”, república de mis amores. Ah, y no me toque ud. a mi queridísimo Tito Livio con su “Facta, non verba” que el lema de los marines de los EE.UU. de A. es “Semper Fidelis” ;-)

    ¡Don Alejandro!… “touché”… Oh, Ojizarca Eterna…

    Doña Miranda… gracias por la parte de su beso que me corresponde.

  62. Lo que sin duda es evidente, es la inmensa, la universal,la incesante palabreria a que da lugar el llamado psicoanalisis.Lo que no es ciencia es literatura, a veces literatura espúrea. Por favor que el psicoanalisis nos dé «unas cuantas palabras verdaderas» como diría el poeta de cuyo nombre no me acuerdo. En cuanto a Lacan, por favor,no creo que haya ser humano capaz de entender un solo parrafo.Como el titulo de MOliere «Las preciosas ridiculas». Yo repito:me he psicoanalizado durante mas de dos años. Es un camelo con resultados cero.

  63. Que tal.
    Mauricio.
    Creo que la falta de apertura y conocimientos, así como experiencia es lo que les hace falta a algunos, ya que aquellos que nos interiorizamos realmente en el psicoanálisis podemos entenderlo y aplicarlo con muy buenos resultados. Las personas que han sufrido trastornos psicológicos o patalogías, etc., han descubierto con la ayuda del Psicoanálisis a salir de esas turbulencias cognitivas. Saludos

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