Lo que sabemos de Irak

0. WikiLeaks y Julian Assange. ¿Qué es WikiLeaks? ¿Qué sabemos de la campaña de Irak y qué sabemos de WikiLeaks? Julian Assange, de quien nada conocíamos hasta hace poco, dice en El País: «El mayor abuso es la guerra contada por los periodistas. Periodistas que participan en la creación de guerras a través de su falta de cuestionamiento, su falta de integridad y su cobarde peloteo a las fuentes gubernamentales». El cataclismo informativo que ha provocado con sus últimas revelaciones sobre Irak es enorme. Ignoramos cuáles serán sus efectos.

Ahora, gracias a Internet, mucho se sabe. ¿Pero la tortura y el abuso de la guerra contados por los periodistas son hechos recientes? Hay que comprobar las pruebas y el crédito de lo narrado o mostrado. Lo que se cuenta, ordenadamente relatado de acuerdo con una cadena causal, debe ser verificado: el periodista o el historiador tienen que autentificar lo que han visto y pueden contar y lo que otros han visto y cuentan. Decía Heródoto de Halicarnaso en Los nueve libros de la historia: “debo contar lo que se cuenta, pero de ninguna manera debo creérmelo todo, y esta advertencia mía valga para toda mi narración”. O como Tucídides afirma en la Historia de la Guerra del Peloponeso: “no he querido escribir lo que oí decir a todos, aunque me pareciese verdadero, sino solamente lo que yo vi por mis propios ojos, y supe y entendía por cierto de personas dignas de fe, que tenían verdadera noticia y conocimiento de ellas”.

1. El infierno tan temido. Publicado el 19 de enero de 2005. Precisamente en el momento en que nos estábamos horrorizando con las nuevas imágenes de torturas en Irak, en este caso infligidas por el ejército británico, nos enterábamos de que al menos veintiséis personas habían muerto y otras tantas habían resultado heridas al hacer explosión cuatro coches bomba en Bagdad. Son imágenes y más imágenes que se añaden hoy, 19 de enero de 2005, a otras también sobrecogedoras, fotografías que vamos recibiendo, que nos van degradando, como le sucedía a Risso en El infierno tan temido, aquel cuento de Juan Carlos Onetti. Son instantáneas que hacen de los terroristas y de los torturadores unos retratistas atroces, unos guionistas improvisados de snuff movies.

«Los terroristas han entendido enseguida que la cámara tiene el poder de captar un acto atroz y convertirlo en una imagen que provoque escalofríos a todo el planeta. Con ello, han descubierto un arma nueva y fundamental”, decía Michael Ignatieff. No sé qué pensar. El ejército británico, que vestía el uniforme más elegante del mundo, con ese caqui colonial que hemos admirado en las películas, el ejército británico, digo, tiene, sin embargo, una lamentable experiencia y tradición en sojuzgar brutalmente a sus súbditos del Ultramar. En uno de sus libros decía Enzo Traverso que algunas de las prácticas violentas más odiosas y brutales del nazismo se tomaron y se aprendieron de la dominación colonial británica en África. En fin, no sé cómo acabará todo esto, pero el caso es que aquí no nos vamos a zafar de sus efectos más perversos: nos llegará el estruendo de las bombas, nos alcanzará la metralla, y el espejo nos devolverá la imagen de unos occidentales practicando el mal y la humillación, el reflejo de una vergüenza, la vergüenza que acompañará a quienes conculcan los derechos humanos y se jactan de ello.

“En Irak, la imagen ha sustituido al argumento; incluso se puede decir que la imagen de atrocidades se ha convertido en su propio argumento. Cuando se ve una imagen horrorosa detrás de otra, da la impresión de que no sólo la sigue, sino que la justifica. De Abu Ghraib a las decapitaciones, y a la inversa, los espectadores nos vemos atrapados en un bucle, un espanto que suscita otro, en un torbellino cada vez más oscuro y sin fin”, concluía Ignatieff. El horror de una infamia, el espanto cotidiano de una ignominia, la repugnancia moral. Todo esto amenaza con llevarnos al mismo abandono o a la misma dejación o a la misma derrota a que se entregaba Risso, aquel protagonista suicida del cuento de Onetti, lejano destinatario de unas fotografías crueles.

2. La tortura y la alegría obscena. Publicado el 12 de mayo de 2004. A los muertos vistos en una guerra que se quiso corta y expeditiva, relámpago, deberemos sumar ahora a sus vecinos: los torturados a los que obscenamente no sólo se les inflige daño o suplicio, sino también la ignominia de su imagen avasallada con representaciones y dramatizaciones del dolor y de la humillación. Hay actores que ejecutan su infame papel (¡mujeres!) ante lo que suponemos que será un vasto público fuera de campo pero al que adivinamos numeroso, entregado, riendo a mandíbula batiente, con esa furia ruidosa le que da a uno la irresponsabilidad colectiva. Parafraseando y analizando las palabras de Virginia Woolf (1938) decía Susan Sontag en Ante el dolor de los demás: «Los hombres emprenden la guerra. A los hombres (la mayoría) les gusta la guerra, pues para ellos hay ‘en la lucha alguna gloria, una necesidad, una satisfacción’ que las mujeres (la mayoría) no siente ni disfruta. ¿Qué sabe una mujer instruida -leáse privilegiada, acomodada-de la guerra?» ¿Gloria, necesidad, satisfacción por las que sentir o disfrutar? Vistas hoy las imágenes de mujeres torturadoras que se empeñan en representar bien su papel ante la cámara, transcurridos muchos años desde Virginia Woolf, ¿cuál es la pregunta y cuál es la respuesta?

Hace un año me atreví a pronosticar cómo acabaría el conflicto. «Sea cual sea el resultado bélico», decía en un artículo, «me aventuro a decirles que esta guerra acabará ganándola la televisión». Reparemos en el conflicto del Golfo: en aquella guerra casi no pudimos ver la muerte en directo: los corresponsales estaban aquejados, como Fabrizio del Dongo en Waterloo, del desconcierto, de la ignorancia, y sólo transmitían comentarios atribulados sobre lo que ellos mismos no veían. Salvo el bombardeo de un refugio, inmediatamente asumido como error o daño colateral, nada más pudo contemplarse. El resto fue un repertorio de imágenes filmadas con visión nocturna y sin encarnadura real. Las emisiones estaban filtradas militarmente y sólo una cadena norteamericana las difundió a todo el mundo. Fue entonces cuando recordamos que desde Vietnam no se filman las guerras. Y eso mismo fue lo que llevó a Jean Baudrillard a sostener en ‘La guerra del Golfo no ha tenido lugar’ la tesis interesante e insidiosa de la hiperrealidad. «En este foro que es la guerra del Golfo, todo se oculta», anotaba, «sólo funciona la tele, como un medio sin mensaje, mostrando por fin la imagen de la televisión pura».

En la guerra de Irak, por el contrario, gracias a Internet, a la CNN, a Al Jazeera y a otros medios, ese precepto se incumplió y vimos y seguiremos viendo muertos, muchos heridos y odiosos casos de tortura. ¿Cuánto tiempo podrá tolerarse la visión de los cuerpos cuarteados, humillados?, me decía entonces, hace un año. Es posible, añadía, que trate de imponerse una censura universal, incluso por piedad y horror. ¿No fue Eliot quien sostuvo que el ser humano no soporta mucha realidad? Pero ese ingenio que es la televisión necesita imágenes continuas, esas que con delectación y vértigo tecnológico emiten algunas cadenas, y si los efectos de la guerra duran demasiado tiempo (siempre duran demasiado tiempo), entonces el dramatismo de la muerte acabará por hacer insoportable y obscena esa visión. Por eso, a pesar de las primeras protestas de Rumsfeld por las emisiones iraquíes, protestas con ruido y aspavientos, siguieron apareciendo, incluso después del cese de los ataques, aunque sólo sea por la carrera noticiera e infernal a que se enfrentan los medios. Es difícil para los guerreros, para los muchachos en combate, mantener la moral bien alta y es difícil para un compatriota darle su apoyo si hay un pase televisivo de sangre y miembros amputados. Es difícil para la retaguardia civil aceptar la cordura de nuestros muchachos si, de repente, la pequeña pantalla se ve inundada de torturadores muertos de risa y de supliciados sometidos a contorsiones humillantes.

Hay un libro de Robert Darnton, titulado La gran matanza de gatos. Es un libro de microhistoria y se describen objetos menores, hechos aparentemente insignificantes que, bien analizados, cobran significado. Con esos hechos supuestamente irrelevantes se descubre lo que nos distancia a nosotros de nuestros antepasados, los individuos del Setecientos, por ejemplo. El ejemplo mayor del libro se dedica a un matanza de gatos ocurrida en el París del siglo XVIII. Cometida por unos artesanos en la calle Saint-Séverin es un suceso extraño, pero más raras son si cabe la actitud jocunda que adoptaron aquellos trabajadores cuando, según añade Darnton, recordaban su acto y las risas que les provocaba rememorarlo. Para un observador del siglo XX, viene a decirnos Darnton, este acontecimiento menor y sangriento no tiene nada de gracioso y tanto la muerte de aquellos animales como las bromas que se hicieron a su costa resultan hoy repulsivas. Este rechazo, esta repugnancia y esta incapacidad nuestra para comprender el hecho y su evocación son -añade el historiador norteamericano-el punto de partida que nos permite franquear el abismo cultural que nos separa de aquellos antepasados. Tomen este ejemplo que les propongo como una analogía simplemente operativa: no pretendo comparar la violencia cometida por unos artesanos contra unos gatos con la que unas oficiales infligen a unos varones humillados.

Ojalá que las imágenes insoportables del horror jocundo a que se entregan las torturadoras norteamericanas repugnen de verdad y nos incapaciten para comprenderlas. Habremos sido testigos de ese fenómeno que Furio Colombo llamó en uno de sus libros «rabia televisiva». Las imágenes de la violencia, de la tortura, de la muerte provocan una serie de reacciones imprevistas que no tienen por qué coincidir con las intenciones de los emisores, esos retratistas a los que suponemos cagándose de risa, como los marines retratados. Otra vez, el horror, el horror.

Hemeroteca El País

Justo Serna, «El mal menor», El País, 5 de noviembre de 2005

Nuevo artículo de JS:

«…Yo era pecador: digo que era, porque como dejé de ser piadoso malvivo en el infierno. En cambio, creo que el presidente católico de mi Comunidad aún tiene redención…»

Justo Serna, «Territorio católico», El País, 27 de noviembre de 2010

23 comentarios

  1. Madredediosmuyseñormio. Yo que quería glosar las virtudes de Dragó, y remitirles a cierto artículo de Mario Vargas Llosa aparecido este domingo, y me encuentro con que nisiquiera puedo leer el nuevo post. Si es que esto es un no parar.

  2. De esta «filtración» me he hecho estas preguntas: ¿Quién ha filtrado a Assange los 400.000 folios? ¿Qué quiere el filtrador? ¿Detrás de esta filtración no habrá intereses electorales nortemericanos, mejor dicho del partido demócrata? ¿No será una forma de desprestigiar
    al Tea Party?

  3. ¿Sabe lo que pasa, sr. Lillo? Que me parecía una frivolidad seguir hablando de Sánchez Dragó. No sé, con las cosas que están pasando y con los buenos libros que hay, me parecía una banalidad darle más cancha. Pero al mismo tiempo me corrijo y pienso que esos libros hay analizarlos, así como a los personajes del mundillo intelectual que tan triviales o bárbaros se ponen. Es decir, que si quiere «glosar las virtudes de Dragó», yo intentaré responder a sus comentarios. Si, por el contrario, decide no hacerlo, pues lo entenderé.

  4. Arnau, la pregunta que usted plantea sobre la filtración es muy muy pertinente. ¿Qué garganta profunda proporciona este material y con qué intenciones? Dice usted que parece una maniobra del partido demócrata para desprestigiar al Tea Party. Yo creo, por el contrario, que esta filtración pone en un serio aprieto a la administración demócrata. Fíjese en la reacción de Hillary Clinton y fíjese en el problema descomunal que esto supone para Barack Obama. Por otro lado, el asunto más sobresaliente de este fenómeno (torturas, muertes y violencias aparte, que son miles y espantosas) es la munición que puede lanzarse en Internet. Ni siquiera el Pentágono está libre de estos ataques: los rastros que dejamos luego pueden utilizarse en nuestra contra. Incluso el ‘Top Secret’ puede desvelarse, dirán los optimistas. Sí, ¿pero con qué fines?, dirán los escépticos.

  5. No, no, don Justo. Si el problema es mío. Si lo de que esto es un no parar es por mí. Ya me hubiera gustado hacer una glosa sobre las virtudes del señor Sánchez Dragón, Dragó, perdón. Pero que ando un poco liadillo y le leo, y me divierte lo que leo, pero no acabo de encontrar el momento. Seguiremos intentándolo…

  6. Hombre, hablando del Tea Party, aquí les dejo el artículo de Vargas Llosa al que me refería antes. Ejemplifica muy bien de lo que hablábamos cuando le dieron el Nobel.

    http://www.elpais.com/articulo/opinion/caras/Tea/Party

    Bueno, yo creo que todos sabemos lo que es una guerra, y más o menos imaginamos lo que estará sucediendo en Irak y en otras zonas del mundo. Ya saben que la industria de Hollywood ha sido muy dada a producir películas bélicas. Plantar tanques, helicópteros y todo tipo de armamento frente a una cámara no es nada sencillo, es una tarea muy costosa que puede aligerarse si se cuenta con el apoyo del Ejército de los Estados Unidos. Esta poderosa institución no tiene ningún inconveniente en prestar a los productores del film cuantas máquinas de guerra necesiten con tal de que la imagen final del susodicho ejército sea positiva. Eso quiere decir que nada de actos viles y rastreros, propiamente humanos: nada de saqueos de cadáveres ni maltrato a los prisioneros, nada de violaciones, ni robos y vejaciones varias. Si hacen eso con las películas, qué no harán para ocultar lo que sucede realmente en Irak y en otros países. Y les recuerdo que en suelo de EE.UU no se tortura. Sucede en Cuba, en Guantánamo. Y por lo que sé sigue sin estar cerrada pese a las promesas de Obama.

    Galaxia Gutenberg acaba de publicar un interesantísimo libro en el que pone de manifiesto las atrocidados cometidas por los aliados una vez ocupada la Alemania nazi. «Más de dos millones y medio de ciudadanos de a pie fueron asesinados y se cometieron las más viles bajezas». El autor del ensayo estima que en 1946, al año de acabar la guerra, nacieron en Alemania unos doscientos mil niños fruto de violaciones.

    Lo que quiero decir con todo esto es que la guerra es lo peor que hay, y que allí suceden cosas horribles. Pretender hacernos creer que un ejército va a invadir un país y se va a portar como un caballero me parece ridículo. Otra cosa es, como se dice, que la opinión pública no lo quiera ver o no lo quiera contar o escuchar. A mí todas esas filtraciones no me sorprenden ni me escandalizan, más bien confirman mis sospechas.

  7. Sabemos, en efecto, qué es una guerra y el tipo de crueldades a las que se puede llegar. ¿Por parte de quién? Por parte de un combatiente celoso de su tarea o de alguien cagado de miedo o de quien ha negado humanidad al enemigo. Pero hay controles legales y, en la lucha contra el terrorismo, hay cortapisas bien claras que no se pueden saltar (de eso iba mi artículo ‘El mal menor’). La legalidad en la guerra no es una utopía: es un objetivo paradójico pero razonable. El proceso de civilización nos lo exige. Por eso me parece simplemente cínico el artículo que Salvador Sostres publica en El mundo (25 de octubre) sobre esta cuestión: nos acusa de bellas almas o de tontorrones por escandalizarnos de estas violencias. En una guerra siempre hay alguien a quien se le va la mano, dice. Ciento y pico mil, de los cuales más de sesenta mil son civiles, es mucha mano: no es una cifra menor. Tampoco es un mal menor. No es ni siquiera un daño colateral. Es una brutalidad criminal. Un delito que si se demuestra alguien deberá pagar.

    Lo anterior no quita para que nos preguntemos cuáles son los efectos directos o propiamente colaterales de las revelaciones de WikiLeaks, esos cuatrocientos mil documentos que se han puesto en la Red y que incriminan a los ejércitos ocupantes y al ejército y al gobierno locales. Permítanme una metáfora gastada e inoportuna: la bomba informativa ha estallado y las consecuencias son imprevisibles porque, en efecto, afectan a la seguridad nacional. Y afectan al propio Obama. Qué desastre político.

    Hace unos años escribía a propósito de algunos casos descubiertos: «Ojalá que las imágenes insoportables del horror jocundo a que se entregan las torturadoras norteamericanas repugnen de verdad y nos incapaciten para comprenderlas. Habremos sido testigos de ese fenómeno que Furio Colombo llamó en uno de sus libros “rabia televisiva”. Las imágenes de la violencia, de la tortura, de la muerte provocan una serie de reacciones imprevistas que no tienen por qué coincidir con las intenciones de los emisores, esos retratistas a los que suponemos cagándose de risa, como los marines retratados».

    En realidad, todo es mucho más grave e Internet multiplica los efectos: ya no es sólo la imagen; es el registro, la minucia castrense con que los ejércitos dejan huella. Ya lo dije tiempo atrás: yo estuve en Información Militar durante el Servicio. Bien recomendado, me suponían afecto al ejército aún franquista. Eso suponían hasta que un día sospecharon de mí: «ay, Serna, Serna, qué comunista que eres». Eso dijeron, yo, que era una persona tan moderada: simplemente aspiraba a escribir como reportero o como periodista de opinión en la revista de la Región Militar. En ese negociado de espías en el que estuve, todo se registraba, todo se anotaba, todo se archivaba. En la esfera castrense sé que no hay detalle por ridículo que sea que se deseche. Pero sé también que los documentos comprometedores sufren un expurgo masivo: yo mismo tuve que cumplir órdenes triturando material valiosísimo para futuras, para hipotéticas investigaciones.

    ¿Imaginan que hubieran salido a la luz los expedientes que yo sólo destruí bajo la terminante orden de mis superiores? Mi papel fue minúsculo (entre otras cosas gracias a mi proverbial lentitud manejando aquella máquina:al fin y al cabo temía triturarme la mano). Pero si lo que destruí se hubiera publicado, el escándalo habría sido mayúsculo. Una parte importante de la sociedad civil estaba fichada y una parte de los mandos y oficiales del Ejército español estaban sometidos a espionaje con calificaciones de afectos o desafectos.

    En todo esto sorprende el candor del ejército americano y británico: ese registro de las torturas que no denunciaron pero sí registraron, conservando tanto papel. Esas cosas acaba saliendo: o bien porque hay filtraciones; o bien porque hay un soldado valiente que incumple una orden negándose a destruir material comprometedor. Yo no fui valiente: temía a mis superiores enérgicos y africanistas. Pero me sigo preguntando cuál es la naturaleza de garganta profunda: quién ha suministrado esas anotaciones de la muerte diaria o de la tortura cotidiana. Eso, en el caso de que no sea una inmensa falsificación, cosa que no parece probable por la reacción de los gobiernos norteamericano y británico. La guerra tiene un nuevo frente.

  8. «Tariq Aziz, el rostro internacional del régimen de Sadam Husein, ha sido condenado a pena de muerte en Irak por su relación con la depuración de los partidos islámicos chiíes, según la televisión iraquí Al Iraqiyal. Aziz ha sido condenado a morir en la horca por el Tribunal Penal Supremo junto al antiguo ministro de Interior Saadun Shaker y el secretario personal del ex dictador Husein…»

    http://www.elpais.com/articulo/internacional/Irak/condena/pena/muerte

  9. Perdone, Justo, que irrumpa, de nuevo, aquí con algo que es del comentario anterior, pero me gustaría que lo vieran todos. No debió usted, en su lectura, de llegar a lo que aquí se dice, que me es imposible comentar:

  10. El Gran Wyoming, actor español (aparece en muchas películas del Cine Español efectivamente). Gran creador de programas para televisión. Crítico, sagaz, ácido.
    Estoy con Muñoz Molina -La noche de los tiempos-, otra persona sagaz y ácida. En su trabajada prosa, vemos a Juan Negrín, el político que la Historia de España intenta recuperar, aquí convertido en un personaje entrañable, que habla con Ignacio Abel, el marido de Adela que tiene una amante, Judit Biely. (Se ven en el salón de Madam Mathilde).
    Juan Negrín toma cervezas con su vozarrón y su corpulencia. Interesante.

  11. Señor Serna y contertulios. Si no me equivoco, ayer se celebró un debate sumamente interesante en el Colegio Mayor Rector Peset. Yo pretendía acercarme, sobre todo por el interés que me suscitaba la intervención de Luis Mateo Díez, pero tuve reunión de padres en el centro, tras la cual, como en la cola del Mercadona, tuve que dar números para que cada una de las madres, me aleccionara con respecto a las virtudes, defectos y peculiaridades de su vástago. La conclusión es que abandoné la sala tarde y haciendo eses por la calle. (Incluso llegué a llorar un poco, pero no lo digo mucho, que yo soy muy macho) El caso es que no pude ir a Rector Peset. ¿Alguien estuvo?

  12. Entro aquí para escaparme un poco de la realidad y me encuentro con esto. En fin… es lo que hay.
    Sí por favor, que alguién cuente el debate de ayer o algo agradable, optimista , alegre.Yo quise ir pero últimamente las actividades se multiplican.

  13. Para combatir el exceso de glucosa en la sangre se utiliza la insulina. Para ello se utiliza una fina y sutil aguja hipodérmica que, a diario, inyecta la medicina para equilibrar el trastorno metabólico.
    El artículo de hoy en El País, “Territorio católico”, me ha parecido como esa aguja hipodérmica: fino y sutil pero incisivo, capaz de llegar al lugar idóneo para inyectar la insulina que acabe con la dulce visión de la Comunidad que pretende transmitir nuestro empalagoso presidente.
    Enhorabuena por ello.

  14. Buenas tardes. Quiero contestar, en primer lugar, a Ana Serrano.

    Ana, entiendo su escándalo. Puse referencia a esa noticia en un comentario del blog. No sé si lo vio. Es éste:

    https://justoserna.wordpress.com/2010/10/24/lo-primero-que-se-me-ocurre/#comment-14959

    Por favor. Le pido, querida Ana, que relea lo que escribí sobre dicho libro. ¿Cuáles son las palabras que empleo para definir el libro? Asco, incredulidad, estupor, aburrimiento, barbaridades, «tontadas que difícilmente se aguantan».

    Y añado: «En el libro de Sánchez Dragó y Boadella, todo gira en torno al sexo. Dale que te pego con el sexo propiamente oral: un bla bla bla de proezas amatorias que recuerdan a las exageraciones de los cazadores fanfarrones».

    Y concluyo: «Página tras página, el libertino (uy, qué miedo) nos relata sus lances amorosos con chicas y más chicas que por supuesto caen rendidas ante un Casanova de evidentes atributos. Mientras tanto, Boadella hace de compinche riéndole las gracias; hace de claque, aplaudiendo sus corridas; hace de palmero, de espectador que jalea. Él representa su papel de catalán puritano, algo reprimido y doméstico, un ancianito melindroso».

    Por supuesto, no quise entrar en los detalles sicalípticos o simplemente fantasiosos o potencialmente delictivos de ese volumen.

    Deliberadamente titulé el post así: «Lo primero que se me ocurre». ¿Por qué? Porque no podemos dar crédito a lo que leemos. Si es cierto, es repugnante (pero humano, una secreción humana). Si es fantasioso, es patético e inmaduro (también humano, una secreción humana).

    Vaya unas poluciones, las de FSD. Y vaya papelón el de Boadella: es coro creyendo ser corifeo.

  15. John, le agradezco su descripción metafórica de mi artículo. Ojalá la columna sea eso que usted dice.

    En cuanto a la discusión en el Colegio Mayor Rector Peset entre Josep Lluis Barona y Luis Mateo Díez… sobre ciencia y narratividad, pues diré algo. Quizá bajo la forma de post.

  16. Lo siento, Justo. No había leído la última nota de su anterior hilo y pensé (lo digo aquí), que no había llegado a ese fragmento del libro. Su comentario lo leí atentamente, como siempre y por eso me atreví a traer la noticia, porque, una vez más, estamos de acuerdo. Pero le pido mil perdones por haber hecho explícito lo que usted trataba de evitar. Le ruego que borre mi enlace, cosa que yo no puedo hacer. Si pudiera, ya lo habría quitado y le pido nuevamente disculpas. No volverá a ocurrir

  17. No, Ana, porelamordediós, no me pida disculpas. Usted no había visto el comentario con enlace. Ahora, al releer mi post, comprueba que me produce asco el tono chulesco y faltón (y algo más grave) de FSD. Ana, no quiero borrar su enlace, porque no se tiene que disculpar. FSD alardea de haberse acostado con chicas de trece años. Imagine qué me puede parecer. No lo puedo comentar… Pero creo que FSD simplemente es un fantasma: como decía en el post, sus palabras recuerdan «las exageraciones de los cazadores fanfarrones”. Quiero pensar que todo es una fantasía de un tipo que ha perdido los concordantes.

    Un abrazo.

  18. Hoy, en ‘El intermedio’, siguen denunciando el contenido del que seguro va a ser éxito de ventas: ‘Dios los cría…’. No me podía creer lo que he escuchado de FSD, lo que ha publicado Planeta y publicitado la COPE. Qué fuerte.

    Estoy indignada.

  19. Recién puesto este post, dije que cambiaba y dejaba de hablar del volumen de Boadella-Sánchez Dragó porque me parecía una frivolidad. Es una fanfarronada patética de alguien que larga y de otro tipo que aplaude asombrado. Luego añadía: «No sé, con las cosas que están pasando y con los buenos libros que hay, me parecía una banalidad darle más cancha. Pero al mismo tiempo me corrijo y pienso que esos libros hay analizarlos, así como a los personajes del mundillo intelectual que tan triviales o bárbaros se ponen».

    Trivial y bárbaro.

  20. Justo, me pongo pesada, pero es que quiero dejarlo muy claro. Había leído su comentario sobre ese libro detalladamente; me había quedado claro (no podía ser de otro modo)que estaba… diremos asqueado con su lectura. Me consta que a usted las declaraciones de esa persona le tienen que repugnar tanto si son ciertas como si no lo son, pero es que estaba convencida de que, al dejar el libro sin terminar, no había llegado a esa declaración nauseabunda, que no se había enterado del nuevo «detalle» de ese individuo y, por eso traje la noticia aquí, para remachar lo que usted decía con más detalles nauseabundos. Lo que no había visto era el último comentario suyo con el enlace y, escima, con mi poca pericia en estas lides, yo quería poner el enlace para pincharlo y me salió la imagen.

    No, Isabel, no creo que venda más por esto. Lo que dice sobre el asunto está literalmente mostrado en todas partes. La gete no suele necesitar más; en todo caso el escándalo y lo que digan la prensa y las redes. Nadie vende mucho, dos o tres escritores venden hoy; uno de ellos, la otra estrella de la semana. FSD no vende hace muchísimos años, desde Gárgoris… Se lo aseguro y tengo datos.

Deja un comentario