La tele que me crió

«Los padres que se sirven habitualmente y por largo tiempo de la televisión como de una especie de niñera electrónica abdican de su papel de principales educadores de sus propios hijos. Este depender de la televisión puede privar a los miembros de la familia de la oportunidad de interactuar unos con otros por medio de la conversación, la actividad y la oración en común«, Karol Wojtyla.

La tele que me parió. Hace años leí un libro que me divirtió mucho, un volumen del que aprendí grandes e importantes cosas y en el que pude volcar mi nostalgia más irracional. Me refiero a La tele que me parió, de Pepe Colubi. Lo publicó la editorial Alba en 1999 y sé que luego se ha reeditado.

Cada capítulo era la monda. El autor diseccionaba la historia televisiva con inteligencia muy gamberra, es decir, con gran sentido del humor. Al tiempo que describía el fenómeno se lo pasaba en grande. Tanto, que los lectores nos partíamos de risa. Hablo de memoria porque ignoro por dónde andará  mi ejemplar. No sé, pues, si hoy me agradaría como cuando lo leí.

El caso es que en su momento me entusiasmó tanto, pero tanto y tanto, que no pude dejar de regalárselo a un muchacho muy querido de la casa: un chaval que tiene dos años más que mi hijo; es tan zumbón  como él. Le recomendé especialmente el capítulo dedicado a la teletienda, capítulo que habíamos disfrutado con mucho placer cuando leíamos la obra en familia. Ya ven: la televisión une mucho. 

Por supuesto, el apartado dedicado a la venta televisiva no era el único desternillante. Prácticamente todos tenían su guasa. Hoy lo recuerdo no porque quiera hacer broma, sino porque empiezo un post en el que a lo largo de varios días hablaré de la televisión que me crió, la que disfruté siendo niño y la que padecí tiempo después.

Estoy motivado para este tema: sigo viendo privadamente Mad Men y la verdad es que me ha hecho evocar la tele de los sesenta. Hablaré de series y hablaré con desorden, con presunto desorden. Por supuesto, los lectores podrán apreciar un hilo conductor, un motivo que me llevará de una a otra (como en La biblioteca del hijouno y dos–, post que no tardaré en reemprender con la tercera entrega). Desde luego no pretendo tratar enciclopédicamente cada serie aportando datos eruditos. Solo quiero recordar con media sonrisa.

Empecemos…

Viaje al fondo del mar. «Era un navío muy vistoso de bandera estadounidense comandado por el almirante Nelson. Allí aprendimos las palabras periscopio y escotillas o la orden inmersión, inmersión. Y aprendimos a convivir con el capitán Lee –de aspecto anguloso y severo, como si cargara con alguna pena interior– y con Kowalski, que debió de ser el primer polaco que descubrí en televisión. Decir que el ambiente era opresivo sería ennoblecer el discurrir cotidiano del Sibius. Todo era más sencillo: el submarino era holgado y además sorteaba con agilidad de cetáceo las acometidas de los bichos marinos, terrestres o extraterrestres. La tripulación tenía sus más  y sus menos, pero siempre triunfaba el espíritu de grupo. Los recuerdo a todos uniformados con camisas y pantalonos muy estrechos». Leer más aquí.

Embrujada. «Resultaba la madre perfecta. Yo tenía dos o tres modelos de madre. En cine, por su simpatía cantarina, Doris Day, y por su elegancia y belleza, Grace Kelly. ¿Y en televisión? Sin duda, Samantha Stephens. Era capaz de hacer prodigios moviendo levemente la nariz, una nariz que recuerdo respingona. Hacía un mohín con su apéndice, un breve acompañamiento musical reforzaba el acto y, zas, se cumplían sus deseos. Qué maravilla, cuánto adelanto. En casa, por el contrario, había que levantarse y hacer las tareas; en España, en fin, las madres aún eran morenas y muchas de piel cetrina. En cambio, en Estados Unidos había seres maravillosos. Entiendan la palabra en todos sus sentidos…» Leer más aquí.

El túnel del tiempo. «Me parecía un portento glorioso. Desplazarse a un momento o a otro de la humanidad, pero con los conocimientos y la experiencia del siglo XX: qué admirable prodigio. Había unos mandos con numerosos botones y monitores que ponían en marcha una especie de generador o dinamo, esa espiral que absorbía a los viajeros. Las vueltas que daba el cacharro mareaban: a los viajeros del tiempo y a los espectadores adultos que no comprendían la fascinación de los niños. Recuerdo siempre a mis mayores lamentando los extraños giros del aparato, tan semejante por otra parte a las alteraciones psicodélicas de los sesenta. Parecía, sí, una experiencia de escape, una disolución de los límites de la conciencia y por supuesto una superación de las fronteras». Leer más aquí.

Los Picapiedra. «Su casa está en Rocadura: una zona residencial, una inmensa urbanización de bungalows, es decir, de viviendas unifamiliares. Wilma y Pedro Picapiedra disfrutan de una comodidad material evidente. Pedro trabaja en una pedrera o cantera, pelando la montaña a lomos de un dinosaurio gigantesco. Wilma, si no recuerdo mal, ejerce sólo de ama de casa. Atiende a su maridito cuando éste regresa. Como todo el mundo sabe, el esposo es algo bruto y, por eso, suele gritar de alegría (Yabba-dabba-doo) o suele dar órdenes terminantes a su mujer: ¡Wilma, ábreme la puerta!» Leer más aquí.

Colofón. Miras la pequeña pantalla y escribes. Recuerdas y escribes. Glosas brevemente lo que era amplio e impreciso, que eso es la memoria. Y al hacerlo,  al contar lo que fue tuyo y únicamente tuyo, derrochas y te pierdes. ¿Pero qué estás haciendo? Alguien observa y espera que añadas algo, que retuerzas lo sabido; o que des un giro, otra entrada. ¿Pero qué estás haciendo?, te preguntas otra vez.

Deja de mirar. Dejas de mirar.

Hemeroteca del día

«…No ensuciemos la lengua. «Silenciar los nombres directos de las cosas, cuando las cosas tienen nombres directos, ¡qué estupidez!», se lamentaba Antonio Machado. Eso es: no empleemos las palabras para enredar. «Solo un espíritu trivial, una inteligencia limitada», concluía Machado, «puede recrearse enturbiando conceptos con metáforas» o hablando cuando debería callar.»

Justo Serna, «Hay que callar», El País, 19 de enero de 2011

39 comentarios

  1. Bueno, nunca he pensado que la TV fuera buena o mala. Creo que, como la Literatura, el Cine, la Música. Vives con todos ellos. Son medios. Me acuerdo ahora del libro de Marshall Mc Luhan: Comprender los medios de comunicación.

  2. En «El acento», de El País, del 14 de enero puede leerse un comentario editorial titulado «Desconcierto en el purgatorio». Al final se dice lo siguiente:

    «[El papa] Ahora se ha metido en el lío del purgatorio y ha exigido para los suyos nombres del santoral. Le ha faltado pronunciarse sobre la incógnita que mayores inquietudes genera: y el limbo, ¿qué pasa con el limbo?»

    La respuesta a esta pregunta está en un artículo que publicó El País hace cinco años. Se titulaba «¿La Iglesia debe pedir perdón?» Allí se trataba esta cuestión, la del limbo, abordada en su momento por Wojtyla.

    http://www.elpais.com/articulo/Comunidad/Valenciana/Iglesia

  3. Si yo fuera uno de sus entrañables trolls, lo tendría muy fácil hoy: «¿Qué?, Serna, sólo te faltaba citar a Wojtyla… No te aclaras»

    Dicha esta primera payasada, debo agradecerle el esfuerzo de ver la serie -dos capítulos al día, qué animal-, pues estoy entre quienes van por ahí aconsejándola, seguramente porque compartir cosas importantes -aparte de constituir un gesto amistoso- permite abrir el abanico de temas sobre los que a uno le apetece hablar con gente que puede decirle algo interesante. Compartir el interés por una serie de la tele tiene sin embargo algo peculiar. No se trata de si «¿habéis visto la entrevista de…» o de cierta película que pusieron ayer, sino de un espacio que es «televisivo» en toda su dimensión. Llevo toda la vida leyendo y oyendo a intelectuales hablar en contra de la televisión -Baudrillard, Sartori, Bourdieu-. Esto tiene mucho de impostura, pues conozco infinidad de tipos que la segunda cosa que me dijeron era que nunca veían la tele, y con el tiempo y la confianza he ido descubriendo que más o menos la ven lo mismo que yo, que pensaba que la veía en exceso. Me hace pensar también en si no sería un error educar a un hijo pensando en excluirle completamente del aparatito, como he visto algunos casos. Creo que sería mejor enseñarle los usos inteligentes del asunto, no sé.

    Dice Justo con ironía que la televisión unía a las familias. Yo guardo cierta nostalgia de aquel tiempo en el que los de clase hablábamos de «eso que pasó anoche en la tele», que podía ser que Alex Haley había encontrado a su ancestro Kunta Kinte, que Sandokan había rajado enterito a un tigre de Bengala con su Kris (cuchillaco malayo que alucinas) o que Dewi Sukarno se había puesto a gritar en el plató porque Mercedes Milá le había preguntado si cobraba por acudir a las fiestas de la jet europea. Ahora, cuando en clase les pregunto a mis alumnos si vieron tal cosa ayer, tengo suerte si hay uno que lo vio. No sé si se dedican a mejores cosas, pero tengo mis dudas de que esa dispersión de focos de atención sea un positivo ejercicio de libertad, consecuencia de que ahora proliferan los medios de información y entretenimiento y que nos hemos liberado por fin de los residuos de la premodernidad, de los que la existencia de una o dos televisiones eran la mejor expresión. No sé, es un poco como si las personas estuvieran ahora más solas que antes.

    Nostalgias aparte, creo que en relación al personaje de Draper toca Justo la cuestión esencial de la serie. Yo empecé a cambiar mi consideración del personaje -que al principio me producía antipatía sin más- el día que descubrí que no era quien decía ser, y que, de alguna manera, su porte altivo, su supuesta distinción, sus infidelidades perfectamente adaptadas a la cultura del ejecutivo… todo ello forma parte de un proyecto desesperado por huir de un pasado que ha de blanquear al precio que sea. No hay crímenes ni, probablemente, nada de lo que avergonzarse en su pasado… pero el caso es que a él sí se lo parece, y por tanto es un hombre en fuga de sí mismo.

    La presentación de cada capítulo tiene no por casualidad un aspecto onírico. En las pesadillas, soñamos que caemos, que todo el mundo sobre el que construimos la identidad que «vendemos» a los demás va por los aires, que todas las supuestas certezas que los demás tienen sobre nosotros están asentadas en realidad sobre bases terriblemente frágiles.

    Comparto la sensación de que hay cierta tendencia a la sobreactuación en gestos cotidianos, pero creo que eso forma parte de la necesidad de «actuar» en público que tienen los personajes. El mundo de la Madison Avenue (llamada la «avenida de la publicidad») sólo admite en su seno a hombres capaces de mostrar una gran convicción en cada uno de sus actos sociales, hasta los más aparentemente insignificantes. No olvidemos que la publicidad no tenía entonces demasiado tiempo, que era un mundo de escritores, algunos de ellos deseosos todavía de triunfar en el mundo de la «ficción», es decir, escribiendo guiones y novelas. No hay mayor impostura que la convicción del publicista, pues lo que va a hacerle rico es mostrarse muy seguro de sí mismo justamente ante el cliente. «Esta frase le hará rico, señor». Si no el publicista no hace ver que cree en su spot o su eslogan, jamás se lo creerá el público. El problema de esa euforia, de esa certeza que uno exhibe respecto al camino que ha elegido en la vida, es que está tan asentada en bases dudosas como la de cualquiera de nosotros.

    Creo que lo de los contrapicados tiene que ver también con eso. Aparece sobre todo en las oficinas, ese territorio que pretende aparecer ante el extraño como hechizado por el optimismo ante la rueda de la fortuna, un lugar donde no hay un segundo que perder, no por amor ascético al trabajo -de nada está más lejos la mentalidad de los «mad»- sino porque cada instante constituye una oportunidad inmejorable de obtener el éxito. Se trata de aparecer como grandiosos, de que los demás les miremos desde abajo. Eso tiende a cambiar en los espacios privados, los que son previsibles, como el hogar o el bar, o aquellos otros en que uno aparece de forma irregular, como esa casa de hippies consumidores de hachís en donde vemos dejarse caer alguna vez a Draper.

  4. Buen comentario sobre Mad Men. Y una buena serie de TV. Pero hay más: Gilmore Girls, Dos metros bajo tierra, Dexter, The Tudors, Weeds (con Mary Louise Parker).

  5. Gracias, sr. Montesinos y sr. aleskander62, por comentar favorablemente mi glosa sobre ‘Mad Men’. No he acabado, ciertamente. La serie me va a tener entretenido duarante días y días. Aparte de ver las distintas temporadas, voy a escribir la reseña (amplia y con ganas) de la guía oficial de la serie. Aparecerá en el próximo número de Ojos de Papel. Gracias a Rogelio (y a Alejandro…).

    Otra cosa, la cita de Wojtyla no es pura coña. Procede de un libro muy serio que leí a finales de los noventa, justamente poco despues de escribír una reseña crítica de ‘Sobre la televisión’, de Pierre Bourdie. Se titula ‘La televisión es mala maestra’. ¿Autores? Karl R. Popper John Condry y Karol Wojtyla. Lo tengo en la edición de Fondo de Cultura Económica.

    Madre de Dios.

  6. Estamos tan enganchados en casa con ‘Mad Men’ (y sólo hemos visto cinco capítulos), que no hacemos más que elucubrar sobre el pasado –y presente- de Donald Draper. Coincido con el Sr. Montesinos: Draper está huyendo de sí mismo, pero ¿cuál es su pasado? ¿Qué le atormenta? ¿Cuál es el malestar de Betty Draper?
    Estoy deseando leer esa reseña, don Justo.

    La TV de mi infancia en familia: José Luís Balbín, Mayra Gómez Kempt, Narciso Ibáñez Serrador, Fernando Jiménez del Oso, Constantino Romero, Andrés Aberasturi, Joaquín Arozamena, Rosa Mª Mateo, ‘Vacaciones en el mar’, ‘La bola de cristal’, ¡Tocata!, y muchos más que ahora no recuerdo… ¡Ah, sí!, y por supuesto, Angela Channing (y Chu Lin).

    Vuelvo a coincidir con David P., en el uso inteligente de la TV.

    Serie que les recomiendo y de la que aquí no se ha hablado: ‘En terapia’.

  7. Los valores culturales de una época se pueden captar de muy variadas formas, y creo que la serie de Mad men permite que muchos jóvenes puedan captar a través de esta serie o analizar con cierta perspectiva histórica a “la familia feliz de clase media americana”. Puede que en el subconsciente colectivo de los jóvenes europeos de generaciones posteriores a la nuestra hayan quedado grabados a fuego como algo natural conceptos como “la América profunda”, el conservadurismo y la hipocresía moral de la sociedad norteamericana. Pero esta sociedad es también la pionera de la contracultura, el movimiento Hippie el rock and roll .La serie muestra la complejidad y contradicciones de esa sociedad que desde una mirada europea resulta a veces ajena, incomprensible y llena de tópicos como muy bien señaló Francisco Fuster en “América para los no americanos”. Creo que puede dar claves para conocer cómo se ha ido produciendo esa regresión en los valores y los modos de vida de una sociedad con un dinamismo difícilmente ponderable desde una perspectiva europea autocomplaciente.

    Tiene algunos temas como el papel de la mujer que me parece que está magníficamente tratado. Esa identidad femenina carente de un modelo en el que poder ver su futuro como mujeres y no sólo como esposas o madres. Aunque el papelito de ellos es de morirse: hombres fuertes, sexualmente potentísimos, grandes bebedores, fumadores compulsivos, siempre impecables…. Todo para luego echarse a llorar como niños, como las criaturas que son, totalmente dependientes de la mujercita que tienen en casa

    Hemos empezado la segunda temporada y empiezan a desvelarse algunos interrogantes,
    Además de Draper que me parece un personaje muy obvio en cuanto a sus insatisfacciones y que refleja muy bien ese malestar interno, quién me tiene desconcertada es Peggy. Ya veremos, también tiene un pasado….

  8. ¿Dónde echan Mad Men? De la serie de los zombies vi algunas imágenes… Muchas más, sin embargo, recuerdo de Viaje al fondo del mar, qué gozada;-)

  9. Sr. Planas, ‘Mad Men’ la echan en Canal * y creo que en Cuatro.

    Yo la veo en mis DVD.

    Luego me sumo a tan sugerentes reflexiones… Diré lo que pueda.

  10. Uso inteligente de la TV, uso inteligente de la Literatura, Teatro, Cine, Internet, Música.
    Y de los viajes.
    Mad Men, como Gilmore Girls, Two Feet Under, Dexter, Weeds, vale la pena comprarlas.

  11. Oiga, aleskander62, David P. Montesinos y usted tienen razón. Y ese argumento lo suscribo desde hace años: no hay como ver series a la carta.

    Le pongo un enlace a un artículo mío, ya lejano, en el que hablaba de contraprogramar. Aunque está publicado en 2002, las palabras están pensadas en 1999. Imaginen qué tiempos:

    «Si de verdad aprendiéramos a ver televisión, el vídeo sería el recurso principal: dictaríamos la agenda televisiva de acuerdo con nuestros gustos infames o elevados, y éstos no los atribuiríamos a los programadores, al Gran Programador. Ahora bien, admito que ese uso de la televisión nos empeña en un costoso aprendizaje del gusto, de la libertad y de la soledad: como señalaba Gabriel Tarde a propósito de la prensa de hace un siglo, nos entusiasma sentirnos acompañados en soledad, nos entusiasma compartir al mismo tiempo una misma agenda o un mismo medio, unos mismos contenidos. ¿De qué podríamos hablar, si no, entre nosotros? Pero, si hacemos ese aprendizaje, la difusión de lo infame no cabría imputarlo a esos programadores dolosos, sino a nosotros mismos, a nuestras propias inclinaciones. Si de lo que se trata, como parece insistir Bourdieu, es de crear horizontes emancipatorios, ¿no hubiera sido más razonable ilustrar e ilustrarnos para la autorrealización o, mejor, para la responsabilidad? En vez de imputar al medio la mercantilización y la manipulación, ¿no hubiera sido más razonable superar la parálisis de esa jeremiada apocalíptica proponiéndonos ver televisión de otro modo o, mejor aún, aprendiendo a apagarla? Pero si propongo apagar la televisión, no es porque sea nociva, mala o manipuladora, porque la imagen anule el pensamiento o porque sus productos sólo se conciban y se difundan según una lógica mercantil, sino por todo lo contrario, por la riqueza, por la calidad y por la variedad que contiene. Mientras el espectador no pague por la televisión que ve, mientras no le duela el dinero que cuesta, mientras sigamos pensando en el medio como algo gratuito, el espectador se abandonará a la irresponsabilidad de una programación dictada. Para evitar esa parálisis, y hasta que las cosas cambien, hasta que los usos de la televisión cambien, tal vez convendría contraprogramar con el magnetoscopio. No es el medio, sino su uso aquello que dicta los contenidos de los que nos servimos».

    http://www.uv.es/~jserna/BourdieuC.htm

  12. Un libro parecido al de Pepe Colubi es lo que me gustaría escribir algún día (aunque dudo mucho que tuviese el mismo interés). Como dije en la presentación de «América para lo no americanos», algunos de los mejores recuerdos de mi infancia y adolescencia van asociados a las series de TV; series americanas y también españolas.

    Precisamente este pasado viernes escuchaba de fondo mientras trabajaba en casa algunos capítulos de dos series que forman parte de esa infancia dorada que mi memoria ha idealizado: «Padres forzosos» y «Los problemas crecen». Ambas las están reponiendo en FDF, uno de los canales de Telecinco en la TDT. Por lo visto (yo lo descubrí el otro día), todos los días entre semana pasan algún capítulo. También están reponiendo «Cosas de casa» (en mi libro titulé así un capítulo, en homenaje implícito a estas series), aquella serie sobre una familia afroamericana que hizo popular en los noventa al personaje de Steve Urkel.

    Series americanas recuerdo muchas, muchísimas: aparte de esas dos primeras que he citado, recuerdo haber visto «Las chicas de oro», «Salvados por la campana», «Sensación de vivir», «Primos lejanos»…

    También recuerdo algunas españolas como «Farmacia de guardia» o «Médico de familia».

    Un apunte al hilo del tema de las series: desde que vivimos con la TDT me ha llamado la atención una curiosa paradoja: los que se vendía como la televisión del futuro, resulta en muchos casos una vuelta al pasado. Viendo el otro día estas series americanas, viendo «Los Simpson» cada mediodía, viendo «Alf» (todas las noches entre semana en «Boing», otro canal de Telecinco) o viendo «Aquí no hay viva», «Los Serrano» o alguna otra serie española de las que se reponen en estos canales, me retrotaigo muchos años en el tiempo y me entra una nostalgia inetivable, y eso que no hablo de las series de dibujos animados que devoraba y darían para otro capítulo aparte.

    Recuerdos de una etapa vital ya pasada, memoria de «aquellos maravillosos años»…

  13. Hablando de series a la carta, hay otra serie de la que también guardo un gratísimo recuerdo. Ahora la venden en DVDs, pero recuerdo que hace unos años la vendieron por entregas junto con la revista «Tiempo». Durante unos meses para mí era una especie de rito comprarla el lunes en un kiosco de Valencia y verla el martes por la noche en casa, a razón de dos capítulos por sentada. Era una serie ambientada en la Roma antigua y producida por la BBC, que la vendía con el reclamo de ser «la mejor serie de la historia de la televisión». Su nombre: «Yo, Claudio».

  14. Comparto la nostalgia por alguna de estas series. No todas, claro. Alguna de las que nombra las detesto, particularmente ‘Farmacia de guardia’: con aquella musiquilla…

    Entiendo su admiración por ‘Yo, Claudio’. De todos modos, de las que cita, prefiero ‘Alf’, la serie de aquel alienígena de Melmac (creo que se llamaba así su planeta). Era un tipo memorable por lo egoísta y rastrero. Bueno, también era simpático. Recuerdo cuando a uno de sus anfitriones le espetó: «estoy tan aburrido que hasta me interesa lo que haces». Qué tiempos: como usted dice, volvemos al pasado.

  15. Realizamos un corto hace ya unos años sobre la comunicación y el aislamiento a través de los monitores de TV.

    Decidme si ha pasado la prueba del tiempo.

  16. Los Picapiedra. Una serie mítica de mi infancia.

    Aunque supongo que lo que yo vi fueron reposiciones.

  17. Vamos para atrás. Retrospectiva en estado puro.
    Fdo: Uno de los que los vio en blanco y negro en una marconi con ‘banyes’.

  18. Retrocedemos, sí. O no tanto. Una parte de estas series, como dice Francisco Fuster en un comentario en este blog, las están reponiendo en la TDT. Agustín Celis Sánchez dice que vio algunas reposiciones. Quienes vimos estas series en los sesenta, efectivamente teníamos teles en blanco y negro, generalmente enormes, unos armatostes con pulgadas y tapetes sobre los que colocar figuritas o souvenirs. Mi televisor era un Kolster, marca de resonancias centroeuropeas. Yo envidiaba a los amigos que tenían un Telefunken. No me pregunten por qué.

  19. «El tono pendenciero, retador, la furia verbal, el descaro, la mentira, el resentimiento… Hay que soltar lastre ya; hay que abandonar también la política de vuelo gallináceo ya. Es cierto que la libertad de expresión ampara la posibilidad de proferir palabras gruesas, pero los que se saben impunes insultando o acusando genéricamente también nos violentan…»

    Justo Serna, «Hay que callar», El País, 19 de enero de 2011.

  20. No sé. Es probable. Mi Kolster era muy robusto, pero Telefunken era una marca más extendida, más popular. Sólo mi familia tenía un Kolster. Cuando eres muy joven y sobre todo gregario, la particularidad no te agrada.

  21. La TV es un gran medio de comunicación, pero, como Internet, también puede producir un aislamiento. Por eso me imagino que tendríamos que combinar con Cómic, Teatro, Deporte, Yoga y Técnicas Corporales. Vida. Amigos. Blogs …

  22. Acabo de escuchar en un telediario las últimas declaraciones de Ramón Luis Valcárcel, el presidente de Murcia. Se refiere otra vez a la agresión padecida por su consejero de Cultura. Relaciona ese ataque con la tensión partidista. Ya no habla la izquierda una y solo una como responsable. Ahora habla de morirse. Nuevamente una metáfora. Echa mano a los dichos populares y encuentra uno que él juzgará apropiado: «Entre todos la mataron y ella sola se murió». ¿Es posible ser más desafortunado?

    Parece mentira que ciertos políticos, que ciertos representantes públicos puedan decir cosas tan insensatas. ¿No podía haber evitado eso de “Entre todos la mataron y ella sola se murió” para hablar de una persona herida?

  23. Recordemos que en política también hay mujeres y hombres sensatos. Como en todo. Deseamos que el mundo cultural y sociopolítico mejore. Hay cauces para mejorar nuestra sociedad. A través de escritos, opinión.
    Estoy con Yeats (una excelente edición de Antonio Rivero en PRE-TEXTOS y con Antonio Gamoneda, Edad, que le valió el Premio Nacional de Poesía.

  24. «En la propaganda política del totalitarismo había un viejo principio: el del enemigo único. Por mucho que se disfracen, por mucho que se maquillen, esos que tan variados veis son uno y trino, una clase, una especie.»

    ¿Y dónde colocamos (si es que hay que ubicarlos) a toda esa gente que dice que «todos los políticos son iguales»? ¿En la desafección? ¿En la derecha?

  25. Sí, señor Serna, diga usted que sí, que resulta insoportable escuchar cómo estas gentes de la derecha se sacuden todas las culpas de encima, para echarlas indiscriminadamente sobre la izquierda, venga o no venga a cuento. El pobre Zapatero es culpable incluso de que el lobo se comiera a la abuela de caperucita. Ya sé que éste no es el lugar para ello, pero quiero copiarles algo que me ha llegado hoy en un correo y que acrecienta mi necesidad de emigrar a otras tierras con políticos más benignos. Lean, por favor, lean:

    Valencia se estrella

    Camps intenta desprenderse del GP al no poder pagar el canon y la organización de la carrera

    Viernes, 19 de noviembre del 2010

    MIGUEL MARTÍNEZ / Oviedo

    La Comunidad Valenciana busca desesperadamente un comprador para su Gran Premio de Europa de F-1. Ni siquiera el cambio de fechas –de agosto a junio– ha servido para mejorar el hipotético rendimiento. La crisis en la construcción ha minado la idea de hacer rentable la carrera urbanizando el entorno del puerto. La Comunidad se gasta en cada GP alrededor de 30 millones de euros y el grifo no da para más tras ir al rescate de los 25 millones de deuda generados por Valmor, la empresa que, en teoría, iba a gestionar el evento de una forma privada.

    Barberá, Ecclestone y Camps presentan, en mayo del 2007, el proyecto valenciano de la F-1. MIGUEL LORENZO

    Durante la celebración de la última carrera en Valencia, el pasado 27 de junio, Francisco Camps rogó a Bernie Ecclestone que le liberara del contrato que ha firmado y que contempla aún dos años más. El propietario de los derechos se negó en redondo y recordó a Camps que ya había accedido a cambiar de fechas la carrera para intentar mejorar su rentabilidad. Ecclestone le vino a decir a Camps que buscase a alguien que organizase la segunda carrera española que, además, se hiciera cargo de su canon. Ese canon (los derechos por organizar la carrera) es de 18 millones de euros por temporada, a lo que hay que sumar todo el gasto de montaje del circuito y su organización. Todo lo paga el anfitrión, que no tiene derecho ni a la publicidad estática ni a los derechos de televisión. Nada que no sea el ingreso por taquilla y, por supuesto, no a todas las localidades, pues Ecclestone se reserva para él la venta del lujoso paddock club, cada una de cuyas entradas cuesta 4.000 euros.

    Los ingresos por taquilla no llegan a los 10 millones de euros, y el gasto entre canon y organización pasa ampliamente de los 30 millones, algo insostenible. Durante la semana de El Pilar, Camps intentó traspasar la organización de la carrera a Alcañiz, que rechazó categóricamente esa posibilidad. Ahora negocia con Portimao (Portugal), pero Ecclestone ya ha advertido que no renunciará a un solo euro de los 18 millones anuales firmados. De momento, en el Mundial-2011 publicado por la FIA se mantiene el GP de Europa, pero aún se desconoce la sede.

    EL INICIO

    Todo el embrollo comenzó en los meses previos a las elecciones autonómicas del 2007, cuando Camps ideó otro de sus megaproyectos, inventándose un circuito urbano a lo Montecarlo. El presidente valenciano aseguró entonces que el GP «no le costará ni un euro a las arcas públicas» porque, según él, todo quedaba en manos privadas. Camps también dijo que reportaría millones de beneficio. Un dato sintomático del valor añadido que anunció Camps: el hotel Hilton, abierto por aquellas fechas, lleva ya cinco meses cerrado. Y es que, tal y como reconoció en su momento Maisa Lloret, diputada socialista en las Cortes Valencianas, «los gastos de la F-1 se han trasladado a la Generalitat bien a través del Circuito de Cheste, la Agencia Valenciana de Turismo o la Sociedad Proyectos Temáticos». El negocio, según ella, es muy curioso: «Los gastos los paga la Generalitat y los ingresos me los quedo yo».

    CUENTAS OPACAS

    Nadie sabe en Valencia cuánto cuesta la F-1 , que, en tres temporadas ha perdido casi la mitad de espectadores, pasando de los 112.000 del 2008 a los 75.000 del 2010. Se llevan invertidos en el trazado urbano 90 millones de euros y la perspectiva de recuperar ese dinero con la urbanización de la zona es remota. «Las cuentas de la Generalitat en materia deportiva y cultural -aseguraba recientemente Enric Morera, portavoz de Compromís- son una auténtica vergüenza y un insulto a los valencianos, ya que el canon de 18 millones que se paga a Ecclestone se ingresa, íntegro, en cuentas de paraísos fiscales británicos».

    Editorial
    La opinión del diario se expresa solo en los editoriales. Los artículos exponen posturas personales.

    Camps & Ecclestone

    Viernes, 19 de noviembre del 2010
    Los delirios de grandeza con trasfondo electoralista que han caracterizado no pocas actuaciones de la Generalitat valenciana desde que la ocupa Francisco Camps se están viendo seriamente tocados por la realidad de la crisis. La Valencia liderada por el PP, que aspiraba -y aún aspira-a desbancar a Barcelona como punta de lanza del arco mediterráneo sin reparar en medios para ese objetivo, no ha tenido más remedio que dar por insostenible la continuidad de uno de sus proyectos estrella, la organización del Gran Premio de Europa de fórmula 1, porque le genera un déficit de más de 20 millones de euros anuales.

    Es preciso recordar que la concesión de ese GP, concebido como réplica al que se disputa en Montmeló, se fraguó en vísperas de las elecciones autonómicas y municipales del 2007, y que Bernie Ecclestone, que hace y deshace a su antojo en la F-1 , condicionó públicamente la adjudicación a que Camps y la alcaldesa Rita Barberá ganasen los comicios. Un grosero anzuelo que funcionó. Pero la viabilidad financiera del antojo se basaba en los beneficios de la urbanización del entorno del puerto -por donde discurre el circuito de la carrera- y la crisis ha truncado el cuento de la lechera. De esta forma, Camps ha quedado atrapado en su maniobra y ahora está en manos de un Ecclestone con el que tiene muchas similitudes en cuanto a ambición y el método para verla satisfecha. Las víctimas, como suele suceder, son los fondos públicos, y en este caso, además, los aficionados al motor, con cuya ilusión se mercadeó electoralmente. Lamentable.
    P.D.: Como no obstante todo ésto, aún hay quienes verán que la culpa es de Zapatero; para quien así lo crea, agradecería me hicierais saber el cómo, el cuándo y el por qué de ello.

    ¡Así nos va por estas tierras, antes habitables y simpáticas!

  26. Realmente creo que hay dos opciones políticas mayoritarias, la socialdemocracia y la democracia cristiana. Deben o deberían tener buenos representantes, ser sensatos y trabajar. Hay más opciones políticas. El Partido Verde u otros.
    Se necesita una vertebración social mejor, de manera que los políticos respondan a las demandas sociales y los ciudadanos encuentren un cauce para su expresión y sus propuestas de mejora.
    Todos los políticos, como todos los profesores u oficinistas no son iguales.
    Y todas las opciones políticas, ONGs o sindicatos tampoco proponen lo mismo.

  27. Hola, buenas tardes. Me perdonarán si no respondo a algunas de las cuestiones que me plantean. No tengo la gripe que ha pasado David P. Montesinos, pero estoy abúlico. O algo así.

    Bueno, a ver si renuevo el post. O me reactivo…

  28. Unas papas, una cervecita, una buena sesión de ‘Mad Med’… y mañana será otro día.

  29. José Reig, Carmen García Monerris, Antonio Sanchis, Flora Sanz, Jose Ignacio Pastor, Marisa Bou…

    «¿Listas sin militancia o militancia sin listas?», El País, 20 de enero de 2011.

    «… acabaremos encontrándonos con la paradoja de unas listas elaboradas sin los militantes y de unos militantes que, por la falta de voz en la elaboración de las mismas, acaban sintiéndose huérfanos de listas. Si los propios militantes no se sienten identificados o implicados en las listas ¿lo estarán los ciudadanos a los que se quiere representar e ilusionar? La democracia y la transparencia son una exigencia estatutaria e interna a los partidos, pero, sobre todo, un clamor ciudadano».

  30. Colofón. Miras la pequeña pantalla y escribes. Recuerdas y escribes. Glosas brevemente lo que era amplio e impreciso, que eso es la memoria. Y al hacerlo, al contar lo que fue tuyo y únicamente tuyo, derrochas y te pierdes. ¿Pero qué estás haciendo? Alguien observa y espera que añadas algo, que retuerzas lo sabido; o que des un giro, otra entrada. ¿Pero qué estás haciendo?, te preguntas otra vez.

    Deja de mirar. Dejas de mirar.

  31. 1. … Y, sin embargo -vaya por la cita del final del post, que no quiero que se me escape- el verso de Machado habitaba en el más metafórico de los mundos posibles:
    «Y cuando llegue el día del último viaje
    y esté a partir la nave que nunca ha de tornar,
    me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
    casi desnudo, como los hijos de la mar.»

    Machado es posiblemente el más grande poeta español porque son imágenes como ésta las que le otorgan esa densidad a la vez tan inteligente y emotiva por la que nunca debemos dejar de regresar a sus versos.

    2. El asunto de la Fórmula Uno en Valencia, sobre el que Marisa Bou nos concede nuevos momentos para la indignación, podría ser una buena metáfora de lo que ha sido la Valencia de los últimos tiempos: no es lugar para seres humanos… Será otra cosa, pero no ha sido hecha, desde luego, para nosotros. Qué pena.

    3. La serie «Embrujada» fue mítica en mi casa. Mi madre la adoraba. Es irónico, me hace pensar, como comenta el blogger, en esa imagen siniestra de las brujas horrendas y manipuladoras a las que en otros tiempos echaban la culpa de todo, de ahí la trascendente función simbólica de las hogueras. Pero sí, aquella Samantha era rubia, burguesa, biencasada y anglosajona. Eso demuestra que se puede ser casi cualquier cosa, incluso supuestamente libertina, como en Sexo en Nueva York, siempre y cuando no se sea pobre, que es lo único que realmente no nos está permitido. Desde entonces han proliferado las series y las películas sobre brujas, y suelen ir dirigidas a un público juvenil. La razón es que la brujería permite -como dice Umberto Eco sobre la magia- «saltarnos» los pasos, llegar a la verdad y hacer uso de su poder sin las pesadas mediaciones del razonamiento y el trabajo.

    Una mujer, en referencia a series como Sexo en Nueva York o Las chicas Gilmore, me comentó que con mucha frecuencia las protagonistas aparecían comiendo. En una sociedad que condena -sobre todo en las mujeres- la comida como pecado de voluptuosidad y dejadez, este tipo de escenas actúan directamente sobre el imaginario de quien se ha acostumbrado a la privación de comer lo que se desea como parte de una disciplina, esa disciplina odiosa de la sociedad de la imagen donde ser bella y delgada parece haberse convertido en la mayor de las tiranías.

    4. Circula un chiste sobre el asunto murciano. Aparecen varias personas con distintas edades y pelaje. Cada una muestra su horror y su indignación ante la agresión, pero hay una que sólo se pregunta: «A ver cómo rentabilizamos esto». Abajo aparece un acertijo: «Adivinen quien de los cuatro es político de profesión».

    Una apreciación, creo que hemos de saber atribuir responsabilidades en la dirección correcta y en su justa medida. La oposición no es responsable de una agresión por el hecho de haber sido crítica -por más que su crítica haya sido dura y tenaz- con el gobierno. Y esto vale también para la oposición a Obama en los USA, puesto que es inevitable establecer comparaciones entre el asunto murciano y el de la congresista tiroteada. Ahora bien, si desde nuestro discurso alentamos la violencia, convertimos el insulto y la descalificación del oponente en práctica común y llamamos a la gente a pensar que el otro es malvado por esencia y está deslegitimado para existir, entonces, de alguna forma, sí estamos siendo responsables. Si yo me paso la vida alentando el odio, la rabia y el racismo entre mis alumnos -pongamos por caso- es ridículo que después me desmarque de la violencia que ellos practiquen.

    A lo largo de mi vida me he enfrentado a actitudes extendidas entre gente supuestamente de izquierdas que consideraba violentas. No me gustaron ciertas actitudes de algunas -muy minoritarias- feministas radicales que parecían no responder más que al lenguaje del odio. He dicho lo mismo respecto a supuestos nacionalistas que aplaudían el terrorismo. Y lo mismo para algunos que, hasta no hace mucho, consideraban que la «dictadura del proletariado» legitimaba las formas que históricamente ha ido tomando el estalinismo.

    Digo todo esto para que se me entienda: no conozco el caso murciano, pero la derecha representada por el Tea Party «educa» hoy a un sector muy considerable de la ciudadanía norteamericana en el odio y la violencia. El tipo que disparó es un loco, pero si hostigamos la violencia tendremos violencia.

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