¿Para qué sirven las encuestas?

Blog de Campaña de El País (Comunidad Valenciana)

Hoy es día de encuestas en los periódicos. La ley del número es un instrumento muy útil en un mundo demoscópico y virtual. Empapelemos, pues, este blog con las primeras planas y preguntémonos sobre las encuestas. ¿Cómo funcionan? Me pongo severo y académico. Más adelante prometo volver con guasa. Ahora, si me permiten, yo les pediría que leyeran lo que aquí he escrito al tiempo que van mirando de reojo esas portadas. No son mera ilustración o adorno.

Empecemos por lo obvio. Una encuesta electoral es el retrato aproximado de una situación. Muestra estados de opinión, tendencias y corrientes de la gente. O al menos muestra lo que el entrevistado quiere hacer ver: en ocasiones, lo que quiere tapar, ocultar. Por eso, no es raro ni infrecuente que se den respuestas circunstanciales o variables.

Las encuestas nos dicen lo que harían ahora, en este momento, los electores. Pero los electores saben –ahora, en este momento– lo que los sondeos dicen que ellos harían justo en este instante. ¿Eso qué significa? Que los votantes pueden reforzar, modificar, desmentir, ajustar o corroborar lo que las encuentas predicen: precisamente porque saben lo que puede pasar. En este punto siempre me gusta mencionar a Emilio Lamo de Espinosa, cuyo libro La sociedad reflexiva (1990) es especialmente perspicaz. Cuando lo leí, hace ya bastantes años, prácticamente pasaba cada página asintiendo.

Vivimos sabiendo muchas cosas, disponiendo de múltiples informaciones: en función de esos datos de la experiencia individual y colectiva obramos. No es lo mismo actuar ignorando lo que otros hacen o confiesan que van a hacer, que sabiendo lo que los restantes dicen que harán: y eso que dicen que van a hacer es lo que quieren que los demás crean. No es un galimatías. Es lo que nos sucede en la sociedad de la información.

Cuando un experto en conducta nos dice que de acuerdo con la experiencia y lo declarado, aquello que haremos será equis. De repente nos vemos retratados, fijados, anticipados. ¿Qué ocurre? No todo el mundo acepta fácilmente esta predicción del comportamiento. Hay personas que se sienten molestas con la previsón del especialista: ¿que dicen que voy a hacer esto, que soy un mero exponente de una tendencia general? Pues en ese caso haré justamente lo contrario. ¿Por qué razón? Porque a mí no me adivina nadie, porque a mí nadie me retrata.

La sociedad de los individuos informados es también la sociedad de los individuos reflexivos. Ahora, de repente, compruebo qué pasaría si otros tomaran la misma decisión que yo: miden mis respuestas y veo qué consecuencias tiene al relacionarlas con las de otros. ¿Qué hago?

No es extraño que, al informarse, algunos individuos teman los resultados de su propia acción: sabían de antemano algo, responden y luego, cuando averiguan los efectos que se siguen si hacen lo que han dicho, cambian. ¿Entonces? En otros términos, cuando tomo una decisión ese acto experimenta un efecto de composición, según indicaba Raymond Boudon en La lógica de lo social: mi acción se pone en relación con la de otros, que la frenan o la refuerzan. Tal vez corrija lo que iba a hacer al ver las consecuencias. O no. Al descubrir los efectos de mi acción individual, ese conocimiento me confirma: no hay nada más confortable que sentirse acompañado.

Comparto lo que dice Josep Torrent al principio de su artículo de hoy. En su texto glosa los resultados valencianos de la encuesta de Metroscopia para El País. En ella, el PP aumenta su ventaja en esta Comunidad . El caso Gürtel no provoca conmoción ni consecuencia alguna: eso es lo que se sigue de la lectura. Pero, como añade Torrent, hay aún un 20% de votantes socialistas indecisos. ¿Qué harán? O, mejor dicho, en sus propias palabras: 

«La encuesta que hoy publica El País sobre las elecciones autonómicas dibuja un panorama que no puede ser más desolador para los socialistas valencianos que quedan por debajo de la barrera psicológica del 30%. Un golpe que, si se confirma el próximo domingo, abrirá un periodo de inestabilidad e incertidumbre en un partido que no levanta cabeza en la Comunidad Valenciana desde 1993. Solo si ese 20% de votantes socialistas indecisos se moviliza a última hora rebajaría la prepotencia de un PP que pronostica una victoria «histórica». Pero aún es pronto para anticipar acontecimientos. Como reza el tópico, la única encuesta válida es el escrutinio de los votos. Por eso es importante acudir a las urnas. Por eso y para elegir a los mejores y más honestos para gobernar».

No es mal consejo, no. Ahora sólo falta que los indecisos o los indiferentes lean las encuentas. Que reflexionen. Esto va con cada uno de nosotros. Hay que movilizarse, hay que conmoverse y finalmente hay que votar. Pero no se olviden de una cosa. Queda una semana, los hechos se presentan, se ven, se valoran y lo que ocurra en campaña siempre afecta…

12 comentarios

  1. Para orientar el voto, sí. Y para reforzar la expectativa, para cambiar o perfilar el retrato, para esperanzarse, para deprimirse, para contrariar al oponente, para socavar sus intenciones, para aumentar los respaldos, para contentarse, para engañarse. O para despertar.

  2. Las encuestas podrían también compararse con esos «trylers» (o como rayos se diga) que anuncian una película de inminente estreno, ofreciendo flases de los momentos más álgidos del film en cuestión: te llevan de susto en susto, perfilan uno u otro final, pero hasta que no ves la película completa no sabes qué final ha elegido poner el director. A veces, es el más descabellado, el más impensable, el que se nos presenta como definitivo. ¿Cómo acabará esto? ¡Ah, chi lo sá!

    Toda mi vida me he preguntado cómo se hacen estas encuestas. Si se entrevista al personal aleatoriamente, alguna vez podría tocarme a mí, digo yo. ¡Pues no, señores! A mí nunca me han preguntado…

  3. Muy buenos días a todos. Estoy completamente de acuerdo con los comentarios de Felip y del Profesor Serna, las encuestas sirven para orientar el voto, son una pequeña predicción, pero los sociólogos y estadísticos nos han enseñado que muchas veces no se contesta lo que se piensa, sino lo que «crees que el otro espera que contestes». Por tanto, la fiabilidad de una encuesta es la que cada uno quiera darle, y como en casi todo, uno es escéptico.

    De ahí que la «espiral del silencio» de Noelle-Neumann salga a relucir tras unas elecciones y muchos se pregunten qué pasó, si las encuestas decían que ganaría A y ha ganado B, o que obtendría X diputados y ni se acercó. Cada día más, las encuestas sirven como arma electoral, con un muestreo de dudosa calidad, que le da la razón a ese antihéroe moderno del Dr. House al decir que todo el mundo miente.

    El día 23 será el día en que la misión de las encuestas llegará a su fin -bien como predicción, bien como creadoras de opinión- y podremos decir que una u otra fueron propaganda, previsión barata o simplemente una manera absurda de gastar el dinero para convencer a los indecisos.

    Feliz domingo.

    P.D.: Atención a esa espiral del silencio, y a los votos de PSPV y Compromís a nivel autonómico. Lo dejo apuntado y podremos volver sobre ello a partir del 23 de mayo.

  4. No es demasiado precisa la analogía, pero este asunto de las encuestas me recuerda un poco aquello de MacLuhan de que el medio es el mensaje.

    Supuestamente las encuestas nos dan noticia de una serie de estados de opinión. Como sabe todo experto en estadística aplicada a las ciencias humanas, hay un margen de error. Así, el grado de aceptación de una nueva marca de rosquillas puede establecerse en base a estos criterios, que incluyen la información en positivo, y también la de su propio margen de error, de manera que podemos establecer conclusiones sobre la cuestión que nos interesa.

    En el tema electoral este criterio de verdad queda en situación de incertidumbre, se resquebraja. Si hubiéramos de entrar a valorar todos los mecanismos psicológicos que intervienen en el proceso de respuesta, podríamos tener aquí una discusión larga y sugerente, pero si tratáramos de ponderar numéricamente el efecto que sobre el problema denominado «intención de voto» tendrían todos esos factores, entraríamos en un laberinto que nos volvería locos o, mejor, nos haría darnos cuenta de hasta que punto los sondeos son un arma y no una mera corresponsalía informativa de cómo va la guerra.

    Lo explicaré con un ejemplo. Como sabemos, el entorno ideológico afín a la derecha trabaja con una gran empresa de sondeos, mientras que la izquierda trabaja con otros. Como el objetivo es satisfacer al cliente, los resultados de una y otra empresa divergen en proporciones que pueden no parecer muy grandes, pero que de cumplirse en las urnas podrían tener un enorme peso en la distribución del poder. Además, los diarios y partidos hacen el uso sesgado de toda esta información que les interesa a efectos propagandísticos.

    A partir de ahí, parece que lo útil desde el punto de vista del interés mercadotécnico sería extender la idea de que «nuestra victoria va a ser aplastante» o, si uno está en el lado perdedor, que «los pronósticos están girando en nuestro favor y el oponente puede llevarse una sorpresa morrocotuda». Esto es más o menos lo que pasa en las manifestaciones o en las huelgas, que los organizadores hablan de «éxito multitudinario» donde la patronal habla de «seguimiento residual».

    Pero no es tan simple, hay que modular mucho la política de declaraciones, pues las variables tiende a aumentar y dejar sin despejar un numero incontrolable de incógnitas. Yo, por ejemplo, moderaría ahora mismo ciertas declaraciones de triunfalismo como las que ha hecho -delirante- en las últimas horas la señora Barberá, pues hablar de un triunfo tan arrollador en todos los rincones del país podría generar un efecto llamada sobre los abstencionistas del bando contrario. De igual manera, ignorar en el bando socialista la evidencia de que la coyuntura les conduce hacia el descalabro puede adormecer a esos mismos sectores, lo que también genera un riesgo.

    Eso en cuanto a los «actores» del asunto. Pero ¿y los ciudadanos? ¿Qué nos hace creer que el «objeto» de estudio tiene ante el investigador un papel pasivo semejante al de las termitas investigadas por el etólogo? ¿No será que ante el sesgo de las preguntas la respuesta es igualmente sesgada? En otras palabras, el investigado también es «estratégico» y juega sus cartas. Muchas personas que conozco no dicen lo que van a hacer el día de los comicios porque con eso buscan ayudar a que se produzca un cierto efecto de sugestión. Algunos contestan por sistema una cosa en las encuestas y luego hacen otra en las urnas, y lo curioso es que cuando contestaron también respondieron sinceramente a su estado de ánimo. Hay quien actúa en función de causas psicológicas sumamente complejas. Por ejemplo, a algunas personas que conozco les da vergüenza reconocer que votan al PP, y hay quien proclamándose de izquierda, deja que sus allegados crean que vota a Izquierda Unida, pero termina decantándose en las urnas por el PSOE. Hay quien dice que no va a votar porque «odio a los políticos», pero luego acude discretamente al colegio. Puedo hablarles también de quienes tienen un familiar disminuido psíquico o con Alzheimer y le dicen a quien tiene que votar, o les que votan a un partido friki para divertirse…

    Qué lío, ¿verdad? Lo siento, soy escéptico. Temo que la misma lógica de simulación de la representación que encarnan los sondeos sostiene la fe que tenemos en el poder real de las organizaciones partidocráticos para «gobernar» nuestras sociedades. Los sondeos no expresan ninguna realidad «real» porque su verdadera función secreta es justificarse a sí mismos, o para ser más preciso, alimentar la ceremonia de autolegitimación de la representación a la que juegan los partidos, supuestamente con nuestra venia. El sondeo se sujeta a una metodología investida de rigor y tecnicismo, pero no representa más que una fábula, una ficción gigantesca a la que todos jugamos, algo así como un farol del poker elevado a proporciones tan gigantescas que abarca todo el cuerpo social.

    Pero la verdad dentro de la que pretenden moverse es un agujero negro, pertenece al espacio de lo indecidible.

  5. decir cuatro cosas. UNA– parece señor justo que sus articulos globeros sean un ejecicio lucido y legitino de historio del dia de hoy y del dia de mañana. DOS– sobre el articulo del pais decirle que parece escrito en los años 90. an cambiado mucho las cosas e incluso una gran mayoria de ciudadanos estan ya preparandose para el cambio que se nos viene en cima.como acurrio con la llegada de la crisis una gran mayoria de ciudadanos de cualquier ideologia se dio cuenta de lo que se nos venia mucho ante que por ejempla el SEÑOR ZAPATERO o cualquiera de sus respetados ministros. TTRES– yo tambien leo y la recominto el extrangeto de CAMUS y requuien por un campesino español sw SENDER. sobre la lealgtad los principios el destino la muerte….. CUATRO Y ULTIMO– estan en su derecho pero señores EL 20 % DE VORTANTES SOCIALISTAS INDECISOS MOVILIZADOS DE ULGTIMA HORA ENCARGADOS SE SALVAR AL SOCIALISMO PORQUE ¿VAN A VOTAR A SOCIALISTAS VALENCIANAS. UN ABRAZO.

  6. No hay que fiarse de las encuestas.
    La prensa y los medios de comunicación intentan crear realidad, pero la verdad finalmente puede cambiar. Y el voto está en manos de la gente. La Historia la estamos escribiendo ahora.

  7. Me perdonarán los demás intervivientes (que han hecho reflexiones de mucha enjundia), pero quiero dirigirme expresamente a quien firma ‘Salvate’.

    Sr. o sra. Salvate, es usted alguien que sorprende. O no tanto: creo distinguir a alguien conocido que se esfuerza por escribir raro. Quizá es lo que pretende de nosotros: pasmarnos con su prosa gráfica y ortográficamente extraña, dicho sea con todo el respeto. Permítame ponerme profesoral y tedioso: no redacta mal; redacta extravagante. O muy transparente, no sé. Le bailan las letras y sus razonamientos tienen una sintaxis y una ortografía trabajosas. Sus frases tienen osadías ortográficas la mar de dificiles. No es sencillo escribir así. Repito: es arduo escribir como usted lo hace. No pone un solo acento (para qué) y se le cuelan letras inverosímiles, Y la conclusión a la que llega –usted me perdonará– casi la anticipo: no le gusta que alguien indeciso pueda votar a los socialistas. O al menos se pregunta por qué habría de votar a los socialistas un indeciso. Casi estoy dispuesto a darle la razón. Espero que alguien indeciso no vote. Lo mejor es que se quede en casa reflexionando: el día anterior, el día de la votación y los días siguientes. Tendremos un segmento electoral muy reflexivo, sin duda. Esas personas estarán metidas permanentemente en la espiral del silencio, que nos recordaba Eli Gallardo.

    Reciba un saludo.

  8. Yo he estado a punto de decirle al tal salvate que se le ve el plumero. Escribir mal a propósito resulta mucho más difícil que escribir bien. Y aunque lo haga de forma tan enrevesada, se le ve venir de lejos. Después decidí ignorarlo, lo menciono ahora porque don Justo ha tenido a bien ocuparse de el. Pues sea, diga usted lo que quiera, pero dígalo con claridad, buen hombre. Y si no, deje usted de marear la perdiz.

  9. Sí, la verdad es que Salvate escribe raro, pero raro, raro.

    Cuidado que somos elegantes por aquí :-)

  10. […] Meses atrás me planteaba si las encuestas sirven para algo. No era una pregunta retórica. Las prospecciones del futuro voto retratan el estado de opinión que los encuestados quieren manifestar en el momento en que se les interroga. Que ese estado de ánimo electoral –cierto, falso o impostado– se conozca por los votantes condiciona a los que respondieron la encuesta y también a los que no se les preguntó.  […]

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