¿Qué haces que no estás leyendo?

image«¿Qué haces que no estás leyendo?», podríamos decirle al amigo que se aburre, al adolescente que en la playa se consume.

Estamos en agosto y algunos hemos hecho acopio de libros para un pasar, para pasar el mes. Es como cuando viene una guerra y acumulamos azúcar y aceite para sobrevivir. Sabes positivamente que esos alimentos son insuficientes, pero sabes también que ligan con cualquier otra producto para completar la dieta.

Cuando llega agosto nos llevamos unos cuantos libros –o muchos– para asegurarnos alimento espiritual o el puro entretenimiento. Luego, cuando acaba el mes, hemos incumplido parte de los planes. Por ello, algunos de esos volúmenes regresan a sus estantes sin haber sido completados. No importa.

La lectura es un placer, un placer de los sentidos y del conocimiento, un plan de evasión y también un reconocimiento: a la inteligencia de los otros, a la sutileza con la que esos otros expresan las cosas, a la frase afortunada que justifica un libro, al párrafo que nos salva.

Estoy leyendo ahora un volumen que no parece muy adecuado para el ‘dolce far niente’ estival. Se titula a ‘El acontecimiento de la literatura’ (Península, 2013). Su autor es Terry Eagleton. La obra es un análisis enjundioso de la literatura, de su definición posible y de los rasgos probables que emplearíamos para determinar que un libro es literatura y que, en cambio, aquel otro, no. Eagleton es altamente sofisticado y se vale de la lógica para avanzar en su objeto de estudio.

Sin duda no es lectura para el ocio. Pero Eagleton es una fiesta irónica y dispone de una mirada ocurrente. Pone numerosos ejemplos y sus abstracciones las alivia con el humor inglés. No siempre le entiendes todo lo que dice, no siempre captas todas sus referencias eruditas o no siempre estás de acuerdo con lo que sostiene. Pero una página suya justifica el esfuerzo y el placer que procura.

A fin de cuentas, leer es descubrir un acierto, la fortuna de una expresión, su sonoridad, belleza o imageconocimiento. Un libro es un diálogo del autor consigo mismo y un tanteo con otros interlocutores potenciales. Nosotros, los lectores, tal vez hallemos en las últimas líneas de una página una iluminación, un logro verbal y emocional, lucidez o jovialidad.

Yo no les recomendaría ‘El acontecimiento de la literatura’, de Terry Eagleton, como lectura veraniega. Pero también les diría que yo he obtenido beneficio de sus páginas luminosas. Eso es lo que hemos de procurar: acopien libros y lean por placer buscando y hallando en cada párrafo, en cada estrofa, en cada línea, en cada verso, en cada palabra la recompensa. Permítanme acabar con algo trivial y archisabido. La lectura es el placer de lo inmediato, un tónico o un tóxico que nos administramos en grandes o pequeñas dosis y que tiene efectos secundarios.

Yo aún me resiento. Y eso… que no soy alérgico a casi nada.

2 comentarios

  1. Hemos de leer con gusto. Propiamente con placer, lo que no significa necesariamente divertirse. Perdonen el tópico. Es como hacer senderismo: cansa, pero te reporta gran placer. ¿La pega o la ventaja? Que en el senderismo has de seguir la ruta marcada para llegar a la meta, que es la mayor recompensa. En cambio, en la lectura, tú puedes abandonar determinada ruta después de un paraje sublime y agotador. Te vas a por otro libro y encuentras inadvertidamente otro pico. Pues adelante. Los estudios académicos los hacen los profesores. Los disfrutes literarios los obtienen quienes leen para averiguar, para confirmar una lucidez, para descubrir que sabías lo que creías ignorar. También ciertos profesores. Por ejemplo, el disfrute que me ha procurado la novela de terror no tiene precio y ello a pesar de los párrafos perezosos o de las páginas insufribles, descuidadas o sobrantes que contienen. En toda obra hay algo fallido y en toda lectura fallamos una o varias veces los lectores. Pero como el goce no se mide ni la lectura es un certamen, pues nos aliviamos con nuestros pequeños o grandes descubrimientos.

Deja un comentario