Celebración de Javier Cercas

Por qué leer El móvil (1987), por qué leer El inquilino (1989), por qué leer El vientre de la ballena (1997), por qué leer Soldados de Salamina (2001), por qué leer La velocidad de la luz (2005), por qué leer Anatomía de un instante (2009), por qué leer El impostor (2014).

Etcétera.

No quiero agotar la enumeración completa de sus novelas, las de Javier Cercas: entre otras cosas por no aburrir y por no aturdir a los lectores.

Tampoco quiero demorarme en detallar los temas recurrentes de su columnismo y ensayismo, de los que No callar (2023) sería su mejor ejemplo.

Quiero celebrar, sin más justificaciones ni milongas, el nombramiento de Javier Cercas como nuevo miembro de Real Academia de la Lengua.

Me alegro muchísimo.

Tengo la suerte de compartir con él una amistad que me honra. Nos hemos confesado no pocas cosas en vivo y por correo. Convengo con él en muchos asuntos, pronunciamientos.

No siempre estoy de acuerdo con sus posturas, pero eso no me impide reconocer la honestidad política con la que se expresa o su finura y calidad como columnista.

Es algo aspaventoso, sí, pero me gusta ese coraje siempre educado, cortés, en un país con literatos que callan culpablemente.

Su creación más experimental y sus indagaciones, como dice Jordi Gracia en ‘El País’, son un acierto absoluto, mal que les pese a ciertos custodios.

¿Quiénes?

Pues no son pocos, pero destacaría a Félix de Azúa o a Arcadi Espada. En un hipotético certamen de enemigos acérrimos, ambos compartirían podio con Francisco Espinosa.

A mí, por el contrario, me chiflan sus opciones literarias, sus atrevimientos narrativos, su experimentación con el pasado, sus aleaciones entre realidad y ficciones, entre historia y memoria.

En sus novelas hay investigación compleja e irresuelta. Hay narración tajante, cervantina. Hay interrogación moral.

Pero sobre todo en sus obras siempre hay una trama y una prosa que nos atrapan, que nos envuelven.

Javier nos hace copartícipes del
proceso de descubrimiento que en cada novela emprende.

En Cercas, la realidad narrada es siempre extraordinariamente ambigua, cosa que nos hace involucrarnos.

Quien cuenta no tiene todos los datos o ignora en parte o por entero qué significado cabe atribuir a unos hechos que merecen interpretaciones contradictorias.

Y ahí, en ese punto, empieza la pesquisa, que es a la vez un autoanálisis del narrador.

Con sus ficciones no quiere producir mero entretenimiento, aunque esas novelas te atrapen desde la primera frase.

Con sus obras desea interrogarse sobre tantos actos humanos que tienen un sentido equívoco.

En efecto, buena parte de las novelas de Cercas son relatos de equívocos, de actos contradictorios, aparentemente incongruentes.

Son historias que detallan acciones que sus personajes emprenden con fines sensatos y, frecuentemente, con intenciones alocadas.

Esas acciones provocan reacciones y, por ello, luego se refuerzan, se corrigen, se alteran…, con nuevos significados que seguramente distan de lo que el personaje pretendía en origen.

Por tanto, quien cuenta en sus novelas sabe mucho y a la vez sabe poco de lo que sigue.

Pero eso que nos relata no son hechos sin significado: son acontecimientos investidos con algún sentido.

¿Cuál?

En Cercas, la realidad narrada es siempre ambigua. Ya saben: quien cuenta no tiene toda la información. O ignora qué significado cabe atribuir a unos hechos con interpretaciones contradictorias.

No se pueden imaginar el contento que esta noticia, la del nombramiento de Cercas, me provoca.

En la fotografía que adjunto, datada en abril de 2022, Javier y yo estábamos conversando para todos los públicos de la Llibreria Ramon Llull que acogió un acto de presentación.

Fotografia: Encarna García Monerris

No dejen de leer a Cercas. Y, si se empeñan, emprendan una relectura completa de su obra (yo ya la hice y volveré a incurrir).

Los rendimientos son mayúsculos.

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