El narrador omnisciente

1. Dios

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Siempre he querido tener unas palabritas con Dios, un encuentro de tú a tú para decirle lo que de niño no pude… por falta de arrestos. Cuando era un muchachito leía la Biblia con unción y con fruición: sintiéndome culpable, a la vez, por la dicha que aquellas páginas me procuraban, una felicidad muy materialista y carnal. Había escenas sicalípticas y batallas cruentas, combates cuerpo a cuerpo y movimientos de masas. Había soledades y penalidades, pero sobre todo había el mito hecho relato, narración inacabable: el mito del origen, de la moralidad, del pecado, de la muerte. Había la literalidad, pero había también lo figurado: esa hermenéutica infantil a lo que yo me aplicaba para sacar provecho y lección de aquellas enseñanzas. La cinematografía sagrada de Semana Santa multiplicaba las consecuencias de mis lecturas. Por eso, al poner rostro a los personajes bíblicos, películas como Los diez mandamientos confirmaban lo que aprendía: me provocaban un efecto de realidad y, por supuesto, de temor. 

Pero regresemos a la letra… Aquellas páginas las leía siempre, preferentemente las del Viejo Testamento, admirándome con la variedad de etnias que poblaban la antigüedad bíblica. Las leía sin parar quizá porque, en la biblioteca exigua que mi padre había conseguido reunir, las Escrituras ocupaban un lugar destacado y bien visible: la mirada siempre reparaba en aquella encuadernación severa de  las Ediciones Paulinas, en lomo de piel simulada. Conservo aquel volumen. O, mejor, lo conservaba hasta hace poco tiempo: ahora no lo encuentro entre los anaqueles de mi biblioteca confusa, urgente. Me siento culpable. Debo recuperarlo para volver a releer el Antiguo Testamento, el gran relato de la tradición, esa suma de textos en que aparecen pueblos escogidos e indómitos que se recuperan tras fracasos reiterados, malvados temibles que amenazan la fortuna y el patrimonio de los buenos, santos que son ejemplo de piedad y recogimiento. Pero sobre todo debo recuperarlo para volver a oír la palabra de Dios, ese ser distante y rigurosísimo que tanta desazón nos causaba a los adolescentes.

En aquellas páginas, siempre me angustiaba la presencia de la Providencia, omnisciente y omnipotente. Los creyentes de entonces temíamos, en efecto, la imagen imponente de aquel Dios severo y vigilante que imponía penas y penitencias a unos devotos pecadores, muelles. Siempre me sorprendía con el pie cambiado, con el pecado cometido; siempre con tentaciones invencibles. En mi ejemplar de las Ediciones Paulinas había unas pocas fotografías bíblicas: sí, fotografías de los años sesenta –calculo– en las que quedaban retratados tipos israelíes, palestinos, campesinos, artesanos, o en las que se mostraban parajes desérticos y oasis fertilísimos. O eso recuerdo. Era un modo de ilustrar la lectura piadosa en un mundo actualísimo, vertiginoso. El efecto que me provocaban aquellas imágenes era el de permanencia, vigencia: en Tierra Santa, los tipos humanos y los paisajes seguían siendo los mismos miles de años después. Eso quería decir algo…  De quien no había fotografía era de Dios, claro: una ausencia que aumentaba su enigmático poder para mi imaginación adolescente. 

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 2. Manuel Talens

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Desde que leí su primera narración envidio a  Manuel Talens. Envidio su portentosa imaginación, capaz de edificar mundos inexistentes pero extraordinariamente parecidos al real; capaz de recrear con la sintaxis lo que justamente quiere decir. Con una palabra de más, con barroquismos lujosos, o con economía verbal –escueta y exacta, pues– su escritura siempre me parece de una sonoridad precisa. No se trata de que escriba bien o bellamente. Es algo más sutil y más importante, por supuesto. Que su escritura sea de una sonoridad precisa significa que dice lo que quiere decir, pero sobre todo que cada personaje (narrador incluido) se pronuncia con el habla, con los modismos, con los idiolectos que le son propios. En general, todos ellos se comunican con gran corrección, incluso cuando los tipos retratados son vulgares o analfabetos: hay en sus voces una sabiduría antigua, popular. Una de las habilidades expresividades que distinguen las obras de Talens son sus exabruptos, sus imprecaciones, sus malas palabras, cuidadosamente dispuestas cuando toca y por quien toca. Hay también en la prosa del autor una capacidad probada para reproducir discursos culturalmente muy distintos, de espacios y de extracciones sociales muy diversas.

Cuando esto se da en un escritor, los críticos literarios suelen decir que el novelista tiene buen oído: que tiene buen oído para captar los registros particulares del pueblo, de los doctos, de los gobernantes, de los refinados y de los adocenados. Es un tópico, ya lo sé, pero en el caso de Manuel Talens, tal capacidad está suficientemente probada. Ahora bien, esa habilidad no sería gran cosa sin el humor. Saber reproducir lo que un capellán o lo que un campesino dicen –y cómo lo dicen– está bien. Lo que está mejor es que quien escribe consiga remedar esos discursos haciendo guasa con la expresión misma, bromeando con nuestro tenor expresivo, con esas fórmulas más o menos estereotipadas, con esos restos verbales del pasado que repetimos cuando hablamos. No es el único rasgo creativo de Talens, pero la ironía es decisiva en sus ficciones: más aún, la ironía posmoderna. «La respuesta posmoderna a lo moderno consiste en reconocer que, puesto que el pasado no puede destruirse –su destrucción conduce al silencio–, lo que hay que hacer es volver a visitarlo; con ironía, sin ingenuidad». Eso decía Umberto Eco y eso hace su aventajado discípulo, Manuel Talens.     

Ahora acaba de publicar una novela, La cinta de Moebius, en la que retoma pasajes bíblicos con libertad creativa y con documentación abundante, con recursos de escritor o de lector resabiado: con numerosísimos guiños posmodernos, con citas explícitas e implícitas, con alusiones crípticas o expresas. Hay hasta una bibliografía final. ¿Bibliografía? ¿De quién? ¿Del narrador o del escritor? Bien pensado, ese exhibicionismo erudito sólo puede deberse al narrador empírico. Fíjense que en esta novela Dios tiene una presencia definitiva. Es más: es propiamente su narrador. Así, con todas las letras. Si Dios es omnisciente, no le veo justificándose, poniendo acreditaciones o documentando sus afirmaciones. Es, pues, el escritor quien añade ese aparato crítico en el que se basa la ficción. Desde luego no es la primera vez que ocurre. En otra de sus novelas, Hijas de Eva,  hacía algo semejante: enumeraba los libros que le habían servido para recrear, por ejemplo, la Valencia de antaño. ¿Está obligado el escritor a hacer algo así? Por supuesto que no. A mis alumnos, siempre que puedo y viene a cuento (nunca mejor dicho), les expongo el caso de Hijas de Eva: el autor empírico de una ficción no está obligado a detallar su fuentes; menos aún, si una parte de esos libros son pura invención, como es el caso de aquella novela de Talens. Cuando eso sucede, ¿qué es lo que estamos leyendo? ¿Una bibliografía apócrifa que, al modo de Jorge Luis Borges, se burla de los usos eruditos? En fin, un lío… posmoderno. También Umberto Eco, naturalmente, se valía de estos recursos académicos para liarnos a su antojo y a su manera: para provocarnos una impresión, un efecto de realidad, que diría su amigo Roland Barthes.

No les voy a descubrir los contenidos de la novela, de La cinta de Moebius, obra en la que lamentablemente toda la bibliografía citada es real. Digo lamentablemente porque en ese apartado final, el dedicado a las fuentes, el autor parece haber abandonado el juego de la erudición apócrifa. Mezclar lo verdadero con lo verosímil es propio de las novelas. De las novelas. En éstas, no es extraño que el novelista disponga al principio o al final del texto, pero siempre fuera del relato, lo que llamaremos notas de autor: son esos apartados paratextuales que sirven para aclarar procedimientos o para justificar decisiones. Hay novelas, sin embargo, en donde las notas de autor son artificio y, por tanto, se integran en la narración misma, en su ficción. Así sucedía, por ejemplo, en El nombre de la rosa. Creo que Talens es capaz de gamberradas  como la que se propone en esta ficción, pero –quién sabe– quizá su parte edificante o su disposición académicamente correcta le han aconsejado reprimir la licencia de la bibliografía apócrifa, algo que se consentía en Hijas de Eva.

«Todo narrador de oficio sabe bien que, para ser verosímil, cualquier libro que aspire a reproducir el tiempo pasado debe apoyarse necesariamente en otros libros que lo procedieron. La siguiente es una lista no exhaustiva, aunque sí fundamental, de los que han sido utilizados», decía al final de Hijas de Eva. ¿Decía? ¿Quién decía eso? El apartado se titulaba «Bibliografía» y las palabras literales que he reproducido no podían tomarse propiamente como nota de autor: la mayor parte de los títulos de los libros eran inventados y, además, si quien decía hablaba de «narrador de oficio», entonces es que era el propio narrador –quien cuenta la novela– y no el autor empírico –quien la escribe– el que se estaba refiriendo a sí mismo. «Además, el narrador quiere expresar…», concluía aquella nota.

Si, ahora, Manuel Talens es tan temerario como para poner a Dios en el centro de un relato –cosa que supera lo previsible–, entonces no entiendo por qué no se deja llevar por la ficción hasta el final: hasta ese elenco bibliográfico fabuloso que acreditaría lo dicho. Pero dejemos este reproche erudito…: yo jamás me atrevería a ello, a idear ficciones con Dios como personaje. Pero no por contención piadosa (válgame Dios), sino por mi propia incapacidad para fantasear tan audazmente: nunca se me ocurríría escribir sobre Dios haciéndole protagonista de un relato o usurpando su papel.

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3. El narrador omnisciente

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El papel de Dios, justamente. Darle todo el protagonismo a la Providencia hasta el punto de descubrirnos su mundo interior y su entorno. Es de celebrar que un autor como Talens –ateo, supongo– se tome en serio eso del Reino de los Cielos haciendo de dicho espacio el lugar de la acción novelesca. Allí reina Dios, efectivamente, pero es Gabriel Arcángel (que es como firma) quien nos sirve de guía por aquellos dominios. No tenemos a Virgilio, sino a este ser alado y de sexo aplumado. Dicho personaje –que se halla básicamente desocupado desde la Anunciación a María– quiere hacer algo productivo, algo en lo que se reconozca. En este empeño veo un esfuerzo contrario a la alienación, ese estado anímico sobre el que los filosósofos  alemanes tanto han escrito… Alienación, enajenación: verse extraño, desubicado, no reconocerse en las obras o en los actos, en los productos finalmente resultantes. Gabriel desea sentirse necesario y desea también sentirse justificado. Desde luego es alguien que valora mucho la formación intelectual y, por lo que leeremos, alguien que tiene una tendencia progresista irreprimible. Un trasunto del autor, quizá? Y qué más da. Gabriel se preocupa por el estado general del Cielo y, más aún, por el estado particular de Dios. Si allá arriba las cosas no marchan demasiado bien, ¿qué podemos decir de esa copia deslucida que es la Tierra? Pero…, ¿quién cuenta todo esto, quién relata? Volvemos al problema que nos planteábamos más arriba. Desde luego no es una voz que se exprese en primera persona, sino un narrador omnisciente que es Dios, exactamente Dios, un mecanismo autogenerador, capaz de decir, de contar, de hacer incluso en estado latente.

Está en medio de la obra observándolo todo, el devenir del mundo. Ese Dios presente pero ausente a un tiempo es también el autor, que gobierna el destino de sus personajes con la autoridad de quien es responsable y creador. El Dios de La cinta de Moebius es efectivamente responsable: rige el curso del mundo y de sus criaturas, aunque –eso sí– con alguna dificultad insalvable. Frente al monstruo de Frankenstein, dejado por su creador, o frente a los Replicantes huérfanos de Philip K. Dick, abandonados, el Dios de Talens se ocupa del orbe. Pero al final ese mundo es igualmente caduco, por lo que habrá que resetearlo, que repararlo, tarea más propia de un autor que de Dios: un autor –Talens– que se descubre en su voluntad ideológica de rehacer voluntariosamente lo torcido o lo que juzga indigno. ¿Una intromisión autorial? Digo esto e inmediatamente recuerdo el consejo de Gustave Flaubert, sus reparos de novelista-demiurgo: «el autor debe estar en su obra como Dios en el universo: presente en todos lados, visible en ninguno. Dado que el arte es una segunda naturaleza, el creador de esta naturaleza debe actuar según procedimientos análogos: que se note en todos los átomos, en todos los aspectos, una impasibilidad escondida e infinita.»  

No me pidan más detalles ni me insistan con mayores pormenores. No diré más para no fastidiarles la novela. También me he reprimido al escribir la reseña para Ojos de Papel. Lo que un comentarista debe mostrar no es un resumen  argumental, sino escrutinio crítico y, sobre todo, entusiasmo lector: más allá de que coincidamos o no con la ideología del autor, con su plan de ataque o con su reelaboración del mundo externo. Yo dediqué tres días a leer, anotar y comentar esta novela… con Dios. En plena Semana Santa. Nada mejor podía hacer: reservarme una obra tan bíblica en fechas especiales para elevar mi decaído espíritu con levadura irreverente. Ahora, para expiar mis debilidades, haré la relectura completa de Todo Talens. O eso espero. Me lo piden el cuerpo y una penitencia que me han impuesto.

FIN

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4. Hemeroteca

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-Reseña de Justo Serna de La cinta de Moebius para Ojos de Papel (abril de 2008)

El escritorio de Manuel Talens. El sitio web del escritor.

Entrevista a Umberto Eco: la interviú que alguna vez habría que releer…

Naturalmente, Umberto Eco.

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5. Scriptorium

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«…Hay muy buena literatura sobre la venganza imaginaria. Estoy pensando, por ejemplo, en Manuel Talens. En Venganzas (Tusquets), un espléndido libro de relatos, Talens reunía un conjunto de cuentos, generalmente narrados en primera persona y enmarcados en una época crucial de la historia reciente, la que va de la República al final del franquismo. La clave de todas esas peripecias y personajes era la dignidad, la cualidad humana de aquellos que no renuncian a su condición y que se rehacen. Las ‘venganzas’ del título lo son, sí, pero desde esa dignidad. En alguno de esos relatos, el desquite se consuma desde la justicia poética: como es la muerte de Franco por asfixia excrementicia…» Más

50 comentarios

  1. Miguel Veyrat said,

    Abril 4, 2008 at 10:10

    El 7 de noviembre de 1936, Antonio Machado, bajo el fuego que atormentaba Madrid, cantaba así:

    “¡Madrid, Madrid; qué bien tu nombre suena, rompeolas de todas las Españas! La tierra se desgarra, el cielo truena, tú sonríes con plomo en las entrañas.”

    Tenía que venir ese pobre y pomposo pedante de Mariano Rajoy para falsificar al gran don Antonio y aprovechar un verso glorioso para pronunciar de nuevo con su silbante defecto bucal el nombre de nuestra nación de naciones. “¡¡¡Madrid, rompeolas de Ejjjpaña!!!” ha proclamado para vergüenza, si la tienen, de sus asesores literarios, atribuyendo esa frase a Antonio Machado, cuyo nombre no tiene derecho a pronunciar. Y perdón si me pongo radical en ésto… ¿Qué pretenden? Porque también se ha puesto a citar a Ortega… ¿Van a imitar ahora a Aznar cuando violaba la memoria de Azaña?

  2. Marisa Bou said,

    Abril 4, 2008 at 11:35

    Esta gente de la derecha viola lo que haya que violar sin que se les vaya un pelo del sitio. ¿Vergüenza? No la tienen, y la conciencia la tienen anestesiada por el sacramento de la confesión, que les absuelve de todos sus pecados. Y ese todos yo también hubiera querido ponerlo en negrita, como doña Pavlova.
    Pero el motivo de mi intervención de hoy es quejarme (negritas) de que ayer intenté intervenir por cuatro (negritas) veces y no pude hacerlo, porque intermitentemente vuelve a aparecer el dichoso cuadradito con letras y números que, desgraciadamente, nunca es lo que parece. Yo reproduzco las letras y cifraS que aparecen, pero indefectiblemente el monstruito informático me contesta que me he equivocado. Naturalmente, el texto que había intentado enviar, ha desaparecido. Vuelvo a escribirlo, reproduzco la nueva serie y ¡horror! ¿he vuelto a equivocarme? Así hasta cuatro veces. Comprenderán que eso merma un poco (negritas) las ganas de intervenir.
    Hoy he visto que no aparecía el fatídico impedimento y he aprovechado la ocasión. ¡Por favor, que alguien me diga que también le pasa, porque si no voy a sentirme más tonta de lo habitual!

  3. Gabriele said,

    Abril 4, 2008 at 11:41

    Para más inri, el político de Pontevedra dijo “Machao”(sic) en vez de “Machado”……….

  4. A mí también me pasa, doña Marisa, y a muchos otros. Pienso que es la medida de precaución antitrólica que coloca por la noche (los Trolls y Gremlins más acuciosos aparecen como las brujas de madrugada) Justo Serna para exasperación de Paco, muy persistente empero, y de otros. Luego lo quita. Le aconsejo querida amiga que tenga paciencia y copie su texto en el menú «editar», antes de operar el sistema numérico que da acceso a la entrada.
    ¡Ah! y agradezco a Justo que recupere mi airado comentario anterior, muy oportunamente, porque Rajoy y camaradas suelen escuchar primero la voz del Señor, que al parecer ahora les manda disfrazarse de nuevo de «demócratas de toda la vida». ¡Ahí es nada! Ortega y Machado, de una sola tacada… Y perdón por el ripioso pareado. Pero insisto, mal citados, castrados, manipulados, utilizados. Como manda la Biblia, seguramente, hacer con rojos y demás filisteos.

  5. Sólo una addenda acordándome en el anterior post y las refelxiones sobre la muerte que produjo. Releyendo a Spinoza, donde renuevo siempre el asombro, encuentro de nuevo una cita que ya utilicé en uno de mis libros: «El hombre libre no piensa en la muerte, sino en la vida» (Etica)

  6. Mire, Marisa, yo he encontrado el sistema de que no me borre el aparatejo este lo que escribo cuando Justo coloca lo de las letras y números por las noches para evitar la entrada de trolls y demás pacos: usted escribe y lo copia en el acto. Lo envía y le dicen que «na de na», que diría Rajoy y lo vuelve a mandar pegándolo de nuevo. A mí, de éste modo, a la segunda me lo admite siempre. Me parece que son los ceros y las oes, que vemos iguales, pero que la maquinita debe distinguir.

    Sí, también oí yo lo de Machao. Es un bochorno tan enorme… pero hay que reconocer que nuestros intelectuales (no sólo Lola Flores y Raphael) son proclives dejarse seducir por el poder, aunque sea contrario a sus ideas porque ya me dirán qué pintaba Alberti, Plá o María Zambrano o el propio Casals, dejándose visitar y adular por príncipes, reyes y aznares del momento. En los conciertos a los que va la familia esta a la que patrocinamos, la real, los artistas suben al palco a que les feliciten saltándose toda norma razonable a la torera; la primera dejar descansar a los artistas, dejar que no pierdan la concentración antes de su nueva actuación; la segunda, ir a verlos a su camerino que, vive dios, son los protagonistas del momento, pero a la familia real le molesta desplazarse y, sobre todo, se acuestan pronto y no van a perder minutos de su regio sueño yendo a saludar a los artistas al final.

    Perdón por el inciso, pero espero a que Justo termine.

  7. No conozco a Taléns, ¿es hermano o hijo del poeta Jenaro Taléns? Pero sí aprecio el comentario de Justo y lo leeré si se pliega como dice al consejo de Eco, nada nuevo, por cierto. Es lo que hizo precisamente T. S. Eliot para renovar la poesía europea, inane tras las vanguardias y la guerra con su prodigioso Waste Land, siguiendo el ejemplo de Ezra Pound, iniciador postmoderno de tal movimiento neorenacentista. Es la doctrina que yo mismo he seguido cuando pude empezar a madurar un poco como escritor, pasada la sesentena, por cierto.

  8. Señor Veyrat, acaba de abrirme usted una enorme puerta a la esperanza. Yo, escritora frustrada toda mi vida, pensaba que ya nunca podria hilar una obra coherente y digna de llamarse tal. Pero como ya pasé la sesentena, como usted dice, puede ser que aún me de tiempo de conseguirlo…
    Al menos, seguiré intentándolo, que en «intentar» y no en «culminar» soy gran experta.

  9. ¡Me olvidaba! Quiero agradecer a todos ustedes sus consejos para luchar contra la «caja tonta» filtradora de trolls. Sus soluciones resultan ahora tan evidentes que me avergüenzo de no haberlas descubierto por mí misma. Gracias y disculpen la tontería.

  10. Nunca es tarde para empezar, aunque yo hablaba de madurez credora, la misma de Tiziano cuando a los setenta años pintó su obra cumbre, lo importante es haber escrito toda la vida, como usted dice, Marisa. Intentarlo es lo importante. Adelante. Y no olvide el conseo del romano, «nulla die sine linea».

  11. Nulla dies sine linea

    La primera vez que descubrí esa sentencia yo era muy niño. La leí como lema de la editorial Sopena, de Barcelona, una casa fundada a finales del siglo XIX y de la que mi padre compró una Enciclopedia. Aquella obra de gruesos volúmenes aún la conservamos (y la conservaremos). Era, para mí, el pozo de la sabiduría, un depósito inacabable de fuentes y referencias. Tenía algo de saber menesteroso: una enciclopedia de tapas de cartón, sin restos de piel noble. Siempre me gustó y me incomodó aquella obra inacabable: no era la enciclopedia previsible de los años sesenta, la que tenían los padres de mis amigos, la Salvat. Se anunciaba en televisión: podía adquirise en fascículos (qué tiempos). La Sopena tampoco era la enciclopedia que después se impuso como obra de referencia imprescindible, la Larousse-Planeta (la Gran Enciclopedia Larousse), que los padres potentados adquirían. Años más tarde, yo también me vi comprando la GEL. La Sopena de mi infancia tampoco podía rivalizar con la Espasa o con la Británica. Ya dije aquí, tiempo atrás, que influido por Borges ambicioné tener esta última. Siendo sólo un adolescente me puse en contacto con el distribuidor español. Durante un mes, un importante comercial de la Británica me estuvo telefoneando a casa para ver si efectivamente compraba ese depósito del saber por el que yo había manifestado tanto interés. Charlábamos durante minutos y minutos sobre aquel repertorio, sobre su calidad. Para que todo fuera creíble yo engolaba la voz y me hacía el mayor, pero sólo para demorar el no, el no puedo, el no puedo adquirir esa joya que usted me propone en cómodos plazos.

    Al final seguí con la Sopena. ¿Frustrado? Me hecho mayor y sólo puedo manifestar simpatía por aquella enciclopedia menesterosa. Desde entonces procuro cumplir el lema de su editorial: Nulla dies sine linea.

  12. Queridos contertulios, me comprometí en el anterior “post” a tratar de iluminar algún aspecto de la gestión de intangibles continuando, en aquel, la explicación sobre la inaceptable objetividad de la calidad cuando se trata de servucción.

    No obstante, visto en qué se ha transformado mi buena intención, me doy venia a mi mismo para no cumplir con ello y a uds. el favor de no atormentarlos con mis comentarios.

    Como les dije entonces, les prometía que les avisaría en este “post” sobre dicha continuación y aunque, como les he dicho, no lo voy a hacer, sí les informo que lo que hice fue colgar en él mi respuesta, por si a alguien le interesara.

    Sigamos pues con dios – al que insisto en escribir con minúscula dado que es un nombre común, masculino, singular (otra cosa es que habláramos de Yahvé o de Júpiter o de Crom) – y dejemos de tocar la lira…

  13. Yo también, como miles de niños españoles me inicié con Sopena, pero recuerdo y he olvida el nombre, algo así como «tesoro de…», una colección de libros en octavo contenida en baulito de cartón, imitando el cofre se un pirata… Ese fue, como regalo de Reyes, yo era muy niño, apenas cinco o seis años, mi ilusionado primer contacto con los libros, su edición, su fascinación. Comprendo a Justo Serna.
    Perdonen que no hable de dios, es un tema que ha dejado de interesarme, salvo cuando sus partidarios empiezan de nuevo a torturar y matar, en todos los sentidos y dimensiones.

  14. UUUUUUUUUUUUUaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaUUUUUUUUUUUUUU!

    El sñor Kant está mosqueado y dice que se va. No se encabrone hombre ! No le haga ese favor a serna ! Enfadarse en la tonteria esta de serna. Mirelo ahora serna habla de Dios porque no puede hablar de Zaplana. Patetismo!

  15. Qué pesadez, señor Paco. Le respondo y sé inmediatamente que no debería hacerlo… Imagine por un instante que Kant, Veyrat, Pavlova y todos contertulios se aburren y se van, dejando este chiringuito. ¿Tienen toda libertad para hacerlo? Por supuesto. ¿Y…? Pues cerramos la ‘paraeta’. En este caso concreto, yo trato de escribir sobre Manuel Talens, no sobre Dios. Lea, señor Paco. Lea. Si yo tuviera que cerrar este puestecito, seguiría leyendo, que es lo que más me gusta.

  16. ¿Dónde ha dicho Kant que se va? Se ha enfadado conmigo porque, con las prisas de mi marcha, quizás le contesté de modo desabrido o él lo ha entendido así. Le pido mil disculpas y, de ningún modo quiero que deje su discurso inconcluso y menos si no tiene que rehacerlo, que dice tenerlo guardado. Le rogaría que colgase esa luz que quería enviarnos, que nada tiene que ver que no me guste conversar con quien no sé quién es para que, de hecho, lo lleve haciendo gustosamente mucho tiempo.

    Yo no me pienso ir del chiringuito. Si después de todo lo que me ha pasado aquí no me he ido, está claro que es que estoy en plantilla aunque fiche poco, en la confianza de que Justo no me va a echar.

    Por primera y última vez me voy adirigir al unineuronal Paco. Mire, chato, si esto de Serna es una tontería ¿Que pinta por aquí su talento y donosura? Verá, es que de Zaplana no se pude hablar porque Zaplana sólo da para un recorrido de ascensor, con el tiempo y poco más. Lo que no tiene interés no lo tiene y no hay vuelta quedarle.

    Buen sábado a todos.

  17. Antes que un piso de propiedad, -vivía en uno de alquiler-, lo primero que hice fué comprame una Sopena a plazos en el año 66. Tengo la edición del 65. Creo que dí una pequeña entrada de unas 100 pts. y 50 cada mes durante un año, o así.

    Era la única manera que tenía para poder entender los libros que leía con palabras, personajes, y términos muy desconocidos para mí.

    La tengo aquí y alguna vez la consulto. Claro que hoy con la rapidez y concisión de la informática, el polvo la está cubriendo. Para mí representó una gran ayuda. La Espasa era mi ambición tenerla. Hoy todo es recuerdo de un tiempo y situación lejano………

    Gracias D. Justo por traerla al presente.

  18. De Sopena a Vicens Vives

    Sr, Moreno: jamás, jamás me desprenderé de la Enciplopedia Sopena. Si no estoy equivocado (no la tengo aquí, ahora, a mi disposición), la edición que adquirieron mi padres era también de la misma fecha. La compraron en la Feria de Muestras de Valencia, en un stand de Sopena. Hablo del año 1968, más o menos. Habíamos llegado allí, a la Feria Muestrario, en el ‘Seiscientos’ familiar. Acudir a aquel evento en domingo era un motivo de esparcimiento. Veías novedades, adelantos, prodigios de la técnica y de la sociedad de consumo. De cuando en cuando, una gran editorial, que tenía su propio expositor, te ofrecía una enciclopedia, pagadera en cómodos plazos (supongo). Junto a la magna obra, recibimos también una ‘Historia de España Ilustrada’, de Vicens Vives, que llegaba hasta la actualidad: es decir, hasta mediados de los sesenta (recuerdo una fotografía de Manolo Santana…). Años después quedé muy impresionado cuando descubrí que Jaime Vicens Vives (así figuraba en la portada) había fallecido en 1960: pocos meses después de que yo naciera. Esa ‘incongruencia autorial’ (una obra actualizada hasta mediados de los sesenta firmada por alguien fallecido años antes) me hizo reparar en los ardides del mundo editorial.

  19. Estoy completamente enganchada a este blog. Acabo de entrar en casa (he estado en las Fuentes del Algar y he comido en un agradable restaurante en Guadalest) y lo primero que he hecho ha sido encender el ordenador, para que se fuera abriendo mientras iba al baño. Y me encanta encontrarles aquí de nuevo, hablando de libros entrañables. Yo no tuve enciclopedia, la compré después para mis hijos (la GEL) pero me la he quedado yo, porque soy quien la consulta. Ellos viven en ese vértigo moderno que no les deja tiempo para nada, pues las hipotecas exigen dedicación exclusiva al trabajo. Pero sobre todo he recordado que, cuando mis padres todavía creían que yo creía en los reyes magos, me dejaban los juguetes a la vista y los libros escondidos: revolvía toda la casa hasta encontrarlos, pues no dudaba que alguno me habrían comprado. Hoy en día, gasto en libros una buena parte de mi presupuesto para comida, porque me alimentan mucho más.
    También he recordado que las lecturas bíblicas me impresionaban, parece que a todos nos ha sucedido. ¿Quien no teme a un dios intransigente y justiciero? Pero cuando crecí y me di cuenta de la calaña de sus representantes en la tierra, cambié de lecturas.

  20. Ya no me acordaba. ¿Se acuerdan del otro lema de Sopena (no enric)?

    «Vale la pena tener un sopena».

  21. Yo, Marisa, yo no lo temo porque sólo me hablaron de él como de Aquiles o Cervantes; era algo más que estudiar, pero en mi casa no tenía otro significado. El problema era la doble lectura que tenía que hacer de las enseñanzas caseras. Yo sabía lo que fue la Inquisición, por ejemplo y que Fernando el Católico se volvió a casar, pero estaba avisada para no decirlo en los exámenes de bachillerato, que hice libre. Tuve una suerte enorme porque sólo he sufrido los miedos naturales, tangibles y el de que mi padre fuera a la cárcel por rojo, pero, en cambio, no he tenido enciclopedia ¡ni la maravillosa Sopena! (mi sueño también era el Espasa y lo sigue siendo, pese a todo). Borges decía que si le daban el Nobel se compraría el Espasa :-); ha sido un sueño muy general. En casa, como teníamos una librería y poquísimo dinero, siempre nos decían que mirásemos lo que quisiéramos en ella, pero con cuidadito y la frase constantemente repetida era «Papá puede vender libros, pero no comprarlos». Sigo, hoy día, sin abrirlos del todo para que no se note que han sido leídos, por la costumbre que adquirí entonces.

  22. Querida Pavlova, la doble moral ha sido un mal endémico en este país. Yo tuve que aprender por mí misma cual era el baremo más correcto, más coherente conmigo misma y con el respeto por los demás, que era aplicable a cada situación, pues no encontré, ni en casa ni en la escuela, la guía necesaria para ello. Aunque también a veces me he dejado llevar por la fantasía, la que -en los libros que leía- me enseñaba que otro mundo, otra forma de entender el mundo, era posible.
    Pero lo que dije antes sobre el temor de dios, hacía referencia al temor que siente un niño ante una historia de terror. Otros dioses, de otros panteones, resultaban más amables y leer sobre ellos era mucho más entretenido. Era el dios de Israel el que más me atemorizaba, ese dios que exigía tributos de sangre, que amenazaba con todos los males y que solo prometía hipotéticos premios, para alcanzar los cuales había previamente que morirse, tras haber llevado una vida de privaciones…

  23. Mi único miedo, Marisa, era el de que los míos murieran, porque sabía que nada había después y que jamás volvería a estar con ellos. Sudaba frío y tenía arcadas al pensarlo. Para mí no había dioses ni premios ni castigos que ellos pudieran imponerme, del mismo modo que la madrastra de Blanca nieves no podía hacerme daño; me lo dejaron claro desde chica y pocas cosas he agradecido más a mis padres. La doble moral era en el exterior. Yo sabía que la verdad estaba en casa, pero que no podía manifestarla fuera porque se castigaba por ello, porque había un señor muuuuy malo, muuuuy malo, que se llamaba el enano del Pardo (le hablo de mis 5-8 años), que le había destrozado la vida a mi padre, un ser mágico, maravilloso y bueno, que de todo protegía y salvaba.

    Esa extraña combinación de cosas y hasta una infancia rodeada sólo de adultos y sin un solo niño a mi lado, cosa de la que me quejé toda la vida, pesada y machaconamente, hicieron de mi infancia una época distinta a la común, pero, vista en la distancia, feliz y resguardada. Creo que, fundamentalmente, por la completa ausencia de Dios. Yo tenía ya uno, tangible, poderoso y que no castigaba, sí premiaba que se llamaba Papá.

    Mi castigo sería no hacer lo debido y estaría en mí, en la mala conciencia, en el dolor de herir y el premio en mí también, en la felicidad de hacer lo sabía que debía hacer, lo que me gustaría que me hicieran a mí.

    Yo no creo que Dios sirva más que de freno para aquellos que no tengan muy clara la moral natural. Y para controlar ¡Ah, el control! es tan necesario para los poderosos.

  24. ¿Qué me podríais decir sobre la inculcación del sentimiento de culpa, -hoy tan denostado por la sociedad- y que creo que es la clave por la cual se dota al ser humano de un «complejo de culpa» de la cual surge la «solidaridad» en los individuo@s?
    La razón te conduce al egoísmo, ergo es el sentimiento el que te lleva al altruismo..
    Creo que el complejo de culpabilidad adquirido en la infancia , se transforma en sentimiento produciendo esa cosa de lo solidario.

    La moral natural no la conozco. La naturaleza es amoral. Lo moral es un concepto humano.

  25. Y humanos somos, señor Moreno. De ahí que debamos dotarnos de unas normas de convivencia que no da la naturaleza. Puede que la razón lleve al egoísmo, pero ese mismo egoísmo nos hace cumplir las reglas, por cuanto queremos que loos demás las cumplan respecto a nosotros. Puro razonamiento. Mi libertad acaba donde empieza la de mi vecino.
    Amiga Pavlova, permítame una sana envidia por esa hermosa relación con su padre. Yo no lo conocí, así que no tuve ninguna, para bien o para mal. Y lamento que el «pequeño gran dictador» malograra los largos años de convivencia que una esperaría tener con un padre amante.
    Es curioso, en lo que coincidimos es en esa niñez atípica, rodeada de adultos y sin ningún niño con el que jugar. Eso tuvo su parte mala (la soledad) y su parte buena: nuestros adultos nos dieron todo el cuidado y atención que otros tienen que compartir con sus hermanos.
    Aunque, pensándolo bien, eso no es del todo cierto: Yo he criado a cinco hijos y pienso que mi amor se multiplicó por cinco, en vez de dividirse. Ellos fueron, mientras fueron niños, mis compañeros de juegos (esos que antes no tuve). Y eso, amiga, es un privilegio, que me enseñó a vivir conmigo misma y a amar la compañía cuando la tuve.

  26. Sí, de las que hacen el amor formando un nudo en ellas en primavera. Vaya, señor Serna, me conmueve que la tal señora émula de la genial bailarina, guarde esa devoción a un padre que tenía prohibido en casa, nada menos que a Juan Ramón Jiménez. ¿Es masoquismo puro o un complejo de Electra mal curado?

  27. Esto es de locos… ¿de done se sacaron uds que me voy yo-que-se-donde? o que estuviera enfadado con alguien. Les dije que iba un poco asfixiado de ocupaciones y en ellas me encuentro, sin tiempo mas que para leerles furtivamente, así que no puedo explayarme como me gustaría, por ende, callo, pero aquí sigo… ¡faltaría más!

  28. Ah y para los amigos de la estadística, “mi” enciclopedia, esa que comparte historia con la de algunos de uds – la inversión (porque fue un señor gasto en aquellos 60) de futuro que hicieron los padres y que nos abrieron las puertas a la infinitud del conocimientos, el asombro del saber y el placer del conocimiento – fue “la Durban” como se llamaba aquella gigante de cubiertas verdes y lomo del mismo color con franjas blancas y doradas… que no tenía nadie de mis amigos y que he ido actualizando hasta el presente en formato papel.

    Respecto a dios, en fin, les transmito alguna reflexión antropológica, al margen de mi reconocido ateísmo radical, para que se lo piensen cuando insisten con dios, como único dios. Los seres humanos llevamos unos doce mil años de edad holocena, o sea, de tiempo, tras la última glaciación, con una estructura de pensamiento igual a la actual. Podríamos retrotraer a la humanidad actual hasta unos sesenta mil años atrás. Y si les concediesen a los pobres neandertales la capacidad para especular en algo religioso, aún estiraría dispuesto a retroceder hasta los cien mil años para considerar el tiempo en el que los seres humanos y adheridos han especulado con alguna idea trascendente (no necesariamente con dioses, pero en fin, hoy me muestro generoso y se lo concedo al más optimista)… En ese mismo plazo de tiempo, la humanidad, toda la humanidad, en todos los continentes, ha desarrollados religiones que en su mayor parte dependen de un sistema interconectado de varios dioses… ¿sí?… bien…

    Entonces… ¿no les parece un poco extraño que sólo durante los últimos dos mil años, únicamente de forma agresiva, impositiva, violenta, intransigente y aculturizadora y siempre proveniente del mismo origen cultural caucásico-semítico se trate de introducir con fuerza la idea de una deidad única?… ¿No les da la sensación de ser una idea ajena a lo humano?… ¿No sospechan que, en el cómputo global de la especie – si no acabamos antes con ella – en el devenir de los siglos, ese dios, ese monoteísmo, quedará como una excepción criminal, simplista culturalmente, empobrecedora intelectualmente, represora anímicamente, vinculada con occidente, algo muy poco interesante para el desarrollo de la humanidad aunque fundamental para su crispación?… Pongan el tiempo y el espacio del monoteísmo en relación al tiempo y espacio del politeísmo y su sucesor natural (y en alguna ocasión, predecesor), el ateísmo, y verán que efímero, salvajemente efímero, ha sido ese dios-padre asesino, ese dios-hijo masoquista y ese espíritu colombófilo que conforman la charada religiosa cristiana.

    Espero que, al menos, el sr. Talens se haya divertido.

  29. Querido Kant, yo así lo entendí, pero ya ve: es usted un referente imprescindible. Aún callado es reconfortante saber que nos acompaña. Y mucho más haberlo recuperado para la reflexión colombófilo-cristiana.
    Las víboras, señora Bou, no sabría yo decir si lloran o no. Los lobos, sí que lloran aullando a la luna en una infinita añoranza nocturna de soledad. Como dice la propia y nerviosa contertulia, las víboras son posmodernas y hacen el amor en grupo, pero al igual que los lobos sólo atacan cuando tienen hambre y son cazados y exterminados por el lobo humano ganadero, mayormente en manada, y eso sí las víboras además sólo «pican» el calcañar humano o bovino cuando las pisan. Tiene razón la señora Bou, sólo se aprende compartiendo: el propio lenguaje humano nace cuando el hombre primitivo (ya me pierdo un poco entre lo diversos antecessor) precisa cooperar con otros para sus tareas vitales. Y del uso del lenguje nace el pensamiento. Ella hizo lo mejor que podía hacer con sus hijos, compartir juegos y lecturas. El papá de la señora Pavlova sabrá por qué prohibía a JRJ en su casa, como en efecto recuerdo haber leído aquí, pero sus razones tendría para evitar a sus hijos tal contaminación metapoética. Y los padres han sido siempre patriarcalmente soberanos en el mecanismo premio-castigo, prohibición-permiso. Eso era lo formativo.

  30. Viborova querido, no se me crispe, a ver si va a morder sin que le pisen. Dije hace tiempo que en mi casa estaba prohibido Juan Ramón, pero en mi casa, verá usted, había padre y madre para suerte mía y era mi madre quien prefería (prohibir, prohibir, la verdad es que nada estaba prohibido en mi casa), no ver ese nombre cerca de ella y sabía que era algo visceral, pero inevitable, puesto que una tragedia familiar que marcó a todos durante generaciones, pudo evitarla el poeta y, asustado, miró para otro lado. De todos modos, que yo sepa, nadie hay perfecto, salvo quizás usted, y que un padre o una madre se equivoquen, no creo yo que sea para restarles ni una pizca de amor.

    Si le place, puede leer el comienzo del texto que le enlazo y enterarse de por qué mi madre se enfermaba si veía cerca el nombre de JRJ.

    Mire, si alguien muy querido, compañero de juegos, se descerraja un tiro a los 24 años por «culpa» (habría mucho que hablar de esa culpa, pero para mi madre era así) de JRJ, yo entiendo la reacción de no querer oír jamás ese nombre.

    http://perso.wanadoo.es/margaroesset/presentacion.htm

  31. En efecto, enhorabuena, coincido con Kant, doblemente Ana. En efecto, es típico de personalidades como JRJ el mirar para otro lado cuando el culto a su propia personalidad produce efectos no deseados y/o sangrientos. Seguro que doña Viborova está mordiéndose la cola ahora.

  32. Mil gracias. Me abruman, pero yo sólo quiero explicar el motivo del rechazo a JRJ en mi casa primera. Ahora yo admiro profudamente a JRJ. No quiero que nadie se muerda la cola, sólo que piensen un poquito las cosas antes de decirlas ¿no?

    Feliz día a todos.

  33. Con respecto al tema del politeismo de los antiguos y al monoteísmo de los modernos, permítanme y reflexión, muy rápida. Los dioses griegos y romanos se parecen a los hombres, con sus vicios y sus virtudes. Sin embargo, con el dios de los cristianos, ocurre exactamente lo contrario: es el hombre el que debe parecerse a Dios, que es perfecto y libre de pecado. Ahí está el punto de inflexión. Los dioses griegos fueron hechos a imagen y semejanza del hombre mientras que en el cristianismo es el hombre el que ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios. La primera situación conduce a la tolerancia, a la riqueza y a la diversidad. La segunda, al dogmatismo y la culpa.

  34. Hombre, si se muerde la colita saldrá la serpiente Uroburos, o Kundalini en la cultura hindi, tercer ojo de la sabiduría. Acaso él ilumine el nudo primaveral de la víbora.

  35. Ayer, tras mi exabrupto contra Vivoroba (lo siento, me enfadé) perdí la conexión con Internet. Ahora, solventado el asunto, trato de ponerme al día… y quedo hondamente impresionada por la historia de Marga. Perdone, doña Ana, que no haga más referencia al tema, pero parece que aquí el paisanaje se nos aburre cuando hablamos de sentimientos.
    Volviendo al tema de dios (o de no-dios) me reafirmo en mi total ausencia de creencias inefables. Yo creo en el ser humano, con sus calidades y con sus imperfecciones, que son esencialmente características humanas.
    En el siglo XXI no tenemos necesidad de inventar ningún sistema de premio y castigo, basta con que desarrollemos nuestro potencial humano y lo pongamos en contacto con el de nuestro prójimo.
    El respeto mutuo es nuestro mejor premio y nuestro mayor castigo la ausencia de él.

  36. Perdonen mi silencio de hoy. Sobre todo por el hondo artículo que Pavlova ha enlazado: una suma de obligaciones me ha impedido escribir y comentar. Mañana martes 8 de abril, el Webmaster de epi.es procederá a actualizar la herramienta de los blogs contenidos en este servidor.
    Por ello no actualizaré el post hasta el día siguiente: miércoles 9 de abril.
    Disculpen las molestias

  37. Esto comienza a ser irritante, don Justo: de nuevo se ha perdido una intervención mía. Breve pero mía. En ella corroboraba a don Alejandro en sus opiniones y le indicaba a doña Marisa que no todo el paisanaje se aburría al leer a dos damas discernir sobre tema tan delicioso como el que trataban; que, no obstante, si querían cesar en sus prosa, así lo hicieran pero por propia voluntad, no movidas por la opinión flatulenta de algún almizcleño varón sumido en actitudes de “hombre de hojalata”. A ver si este permanece en su “post”…

  38. Nuevamente, disculpen. Que yo sepa han desparecido dos comentarios, al menos. ¿A qué se debe? Supongo que a las obras del servidor, de los servicios técnicos (que no soy yo quien ejecuta). Otro comentario mío en donde insistía en ello también ha desaparecido. Si no me equivoco, creo que ya han acabado las «obras». Quizá no esté lejos el día en que este blog migre de servidor…

  39. También ha desaparecido otro comentario mío que puse ayer de madrugada y que estaba hoy tempranito en que comunicaba a Justo mi decisión de leer La cnta de Moebius y mi gradecimiento por sus crónicas sin destripar la obra, pero qué vamos a hacer, las obras son las obras.

  40. Me acaban de comunicar que ya han acabado los trabajos de reparación del blog: desde luego si hay que sanear, se sanea, como decía Usillos (aquel personaje de ‘El milagro de P. Tinto’). Ahora bien, el aseo informático ha generado escombros y con los escombros se han llevado también –indiscriminadamente– los comentarios últimos: que no deberían haber desaparecido. Parece ser que todo esto ya ha acabado. Pido nuevamente disculpas. Hoy, a las 16 horas, pondré el nuevo post. Espero que les parezca interesante y que suscite –como habitualmente– controversia. Muchas gracias.

  41. Recibido su nexo (eso que llaman «link»), don Miguel. Muy agradecido. A saber qué nos depara el camino de losas amarillas…

  42. Por cierto, sra. Pavlova, yo sí le leí su comentario antes de que estas «obras-e». Lástima tanto texto perdido en el cyberespacio…

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