Inversión poética

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5. El fin de la poesía (18 de abril) 

El fin de la poesía es poder ser leída, recitada, escuchada: escuchar ese lenguaje creador, fundador de realidad. ¿Comunicar? Más que transmitir, su fin básico, su primera acción, es el nombrar que instaura el ser y la esencia de las cosas, como sostuvo Martin Heidegger. Las cosas carecen de nombre y ese pequeño dios que es el poeta se adueña de la palabra, forcejea con ella emprendiendo una acción que es propiamente lingüística. Pero el suyo no es un decir caprichoso, una explosión de verbosidades. El decir del poeta es una acción fundadora, aquella que establece y fuerza los límites de la expresión, de lo enunciable. El poeta hace público todo cuanto después hablamos y tratamos en el lenguaje cotidiano, añadía Heidegger en Hölderlin y la esencia de la poesía. Por tanto, ejecuta una acción constitutiva que permite su uso colectivo, su perduración: no es mero ensimismamiento expresivo, sino arte propiamente creador. Es por eso por lo que el poeta no toma el lenguaje como algo preexistente, como un material ya moldeado del que servirse con rutina y pericia, al modo de un artesano resabiado: la poesía misma hace posible el lenguaje primero al nombrar y al forzar el sentido último de las cosas designadas, dificultosamente designadas. Hay, pues, algo de originario, de primitivo: hay propiamente la instauración del ser y de sus nombres, de cada uno de los seres que lo materializan, que lo actualizan. Por eso, por ser el diálogo el fundamento de la existencia humana, por ser el diálogo el propio acontecer del lenguaje, la tarea de la poesía es instauradora. Hay, sí, una tradición con que el poeta acarrea; hay otros poetas que lo preceden, pero al final es en cada instante de expresión poética, de iluminación, cuando el creador rehace lo ya hecho, lo expresado. Ése es su fin, su objetivo; y ése es su fin, su final.

El jueves 17 de abril asistimos a un acto poético en la Casa del Libro de Valencia. En esa circunstancia, la voz quebrada y potente de Miguel Veyrat agigantaba cada uno de los poemas recitados, creaciones que expresan estados de ánimo frente al mundo, frente a la interioridad también quebrada y frente a un exterior amenazante pero aún prometedor. Al escribir (y al recitar), hay que hacerlo como si ese acto de enunciación fuera el último. O el primero, en términos de Heidegger. La creación –la escritura– puede parecer un juego. Desde luego no lo es: no induce al reposo inactivo, o a la familiaridad.  No es un adorno que embellezca la existencia. Tampoco es pasajera exaltación, añade Heidegger. La poesía acalora y enfría a la vez: despierta el elemento fantasmagórico que las rutinas nos velan y destapa ese lado irreal que nos desfamilariza. Nos creemos habitantes de una realidad palpable y ruidosa, nos creemos como en casa, y de repente un poema enérgico recitado con impostación suficiente nos altera o conmueve: no es acaloramiento. Es tensión.

En tensión nos puso Veyrat, dando voz a la palabra primera en la que resuenan los ecos remotos de lo primitivo, de lo primordial, ajeno al lenguaje neutro y meramente transitivo de la prosa ordinaria del mundo. Recitaba con pausa, buscando el significado insólito de los vocablos viejos cuando se expresan en contexto nuevo. En muchos momentos, su poesía tiene el propósito (heideggeriano) de inaugurar el lenguaje-mundo, una arrogancia de naúfragos que se saben dioses, de cigarras que esperan sobreponerse a la muerte y al amanecer que cesa: sus versos trata de hacernos regresar al momento primitivo en que las palabras y las cosas coincidían, a aquella fase en que el hombre robó el fuego o en que la cigarra cantaba sin freno. ¿Lo consigue? Quiero pensar que la voz de Veyrat consiguió doblegar a los presentes, al público allí reunido y a quienes le acompañábamos en la mesa: a Juan Planas, a José Vicente Peiró y a mí mismo. Juan Planas, qué descubrimiento. No sólo como poeta: también como persona, como fino humorista a quien seguiré en sus crónicas en El Mundo. Me prometo leerle de continuo… Como a Veyrat. Siempre

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4. Invitación (17 de abril)

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miguelveyratanniemouriere.jpg Fotografía: Annie Mouriere 

3. Miguel Veyrat (16 de abril)

El arte más persistente no es mero asalto; la creación más conmovedora no es la que nos deslumbra de una vez, con el estrépito de lo evidente. La obra se recibe al principio con resistencia, pues nos incomoda, pero hay un momento en que su arte nos derriba: reduce nuestra incredulidad hasta adueñarse de la impresión. Creemos apropiarnos de ella, de la obra, cuando en realidad se nos apodera; es entonces cuando nos preguntamos por qué antes no veíamos su estallido, por qué no estábamos ni estamos tocados por la inspiración del autor. Tendemos, entonces, a confirmar la idea del arrebato, a creer en la teoría de los estros: un creador, conmovido, escribiría igual que expulsa, expelería lo que le trastorna. Pero no es exactamente así. Al menos no siempre es así. La obra es elaboración y reelaboración de esbozos, compilación, elección, rechazo, descarte. La improvisación como arrobo místico que trastorna es algo excepcional: excepcional en todos los sentidos de la expresión. Lo que hay es una percepción embotada que finalmente fluye y se la encauza, como si se consumara lo que llevaba tiempo en sazón. Por eso, frente al tópico más extendido, Nietzsche llevaba razón cuando decía: «Los artistas son a menudo individuos desenfrenados precisamente, en tanto que no son artistas». En cambio, cuando obran como tales, se someten a unas disciplinas poco comunes para así expresar con contención lo que antes no tenía forma o no se sabía que se sabía. Expresar con contención lo bello, pero también el espanto, lo que debilita y acongoja al hombre, lo que le hace hijo de la decadencia, de la incapacidad. Eso sí: sin moralizar, por favor; sin mejorarnos, sin reforzar el prejuicio o la pereza perceptiva. El buen poeta hace de la palabra su empeño, abreviando, condensando y expandiéndose a la vez, siendo profundo, no pareciéndolo. Ése es el auténtico creador, pues –como dijera Nietzsche otra vez– lo que distingue a la mente propiamente original no es que sea la primera en ver algo nuevo sino que vea lo viejo como nuevo, que vea de otro modo aquello que ya ha visto todo el mundo y que había pasado inadvertido. Nada más. Nada menos.

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2. Luciérnagas (15 de abril)

En los poemas de Juan Planas Bennásar que he leído, una mansión es el centro del mundo. En ellos, el autor se proyecta en una mirada y en una voz que no son suyas: son las de alguien que avanza tentativamente por los corredores de una mansión, por los pasillos de una oquedad, de la nada. Son la mirada y la voz de alguien que observa tras las ventanas sin saber qué hay más allá, ese resto inacabable del mundo. Estos poemas afirman un sentimiento de angustia ante lo desconocido, pero sugieren también audacia ante eso que malamente se distingue fuera de la casa. Juan Planas se afirma de modo plural, poniéndose en el lugar de alguien que observa y que para mirar acarrea vivencias dolorosas o placenteras, incluso sueños lascivos, con evocaciones de personajes de los que nunca llegaremos a saber gran cosa: Edith, Nicolás, Elizabeth, Emir son ectoplasmas de la experiencia, seguro.

En Alrededores…, un narrador –porque es, propiamente, un narrador– enuncia y se expresa adoptando la perspectiva de ese ser recogido pero que se aventura avanzando por los espacios de la casa, sumido en el desconcierto y en la amenaza del mundo que está del otro lado. Insisto: hay una imagen poderosa que es la de la propia mansión, ese centro desde el que se divisan destellos. ¿Símbolo maternal de protección y acogida? En realidad, no es sólo eso. Si tal cosa sostuviéramos, estaríamos reduciendo de manera simple la potencia interpretativa de dichas palabras, confusas, ambiguas, abiertas. La mansión es un yo rodeado: más que protegido, un yo solo, aislado, ajeno a ese mundo que nos amenaza y del que el observador no se puede librar. Insisto: la mansión es un yo cercado por la ignorancia del adulto y por un miedo prácticamente infantil: como son el pánico y el desconcierto del hombre.

Nosotros, los lectores, miramos desde una vivienda señorial que intuimos abandonada, acosada por objetos quizá inútiles, por fenómenos  tal vez extraños, por sonidos indescifrables, por luces equívocas, por luciérnagas que alumbran y, a la vez, oscurecen. Las luciérnagas –que se nos muestran como motivo central de la expresión angustiada del poeta– son luces indirectas, insuficientes y ubicuas, que sirven para iluminar breve, escueta, intermitentemente. Las luciérnagas carecen de todo sentido o destino, pero alumbran desde su pequeñez: son destello mínimo de un mundo sumido en sombras. ¿Iluminan para sí mismas o para quien mira desde la mansión? Desde luego son restos de luz sin objeto, lo que queda de un sol escondido que sobrevive en lo ínfimo, en lo infinitesimal.

Toda casa tiene una ubicación. Ignoramos cuál es la que ésta tiene, a pesar de que el poema expresa la mirada desde dentro de la mansión, o justamente por eso, con el punto de vista de un personaje que vislumbra.  Las observaciones están puntuadas, acotadas, con hechos que regresan, con sentimientos pretéritos, con pasados que se evocan, con nombres (Edith, Nicolás, Elizabeth, Emir) que se repiten como cifra y misterio: son palabras de cuya certeza no hay prueba y que al lector le sirven para confiar y para esperar. ¿Quién es ese personaje que nos guía? «Hay un mujer muy pálida», leo en Duellum: una sirvienta, una sirvienta que atiende llamadas telefónicas periódicas. Siempre hay un interlocutor que reclama al señor de la casa. Y siempre hay un teléfono negro que perturba. Pero el señor no está, está de viaje. Como un ritornello demente, en Alrededores… hay repetición y leves variantes que van afirmando todas las posibilidades:

–El señor no está en casa. Dicen / que no volverá nunca

–El señor no ha llegado y dicen / que es inútil la espera

–El señor no ha vuelto. No volverá / porque nadie le espera

–El señor no ha llegado. Dicen / que no tiene motivos para ello

–El señor no ha venido. No hay ninguna estrella / en el cielo que pueda traerle de regreso

–El señor no está en casa. En realidad / la casa está sitiada por espectros

–No, el señor no ha vuelto. Dicen / que los alrededores están tomados por la muerte

–No, el señor no ha llegado. Dicen / que decrepitud sólo es falta de esperanza

–El señor no está en casa. Quizá el viaje / o alguna vieja herida le retenga en Tennyson

–El señor no está en casa / y sólo existen los alrededores / repletos de luciérnagas

La sirvienta responde dando largas porque no sabe o, mejor, responde diciendo exactamente que no hay espera… ni larga ni corta, pues no está previsto el regreso del señor. ¿Una sirvienta como protagonista? Más aún, ¿alguien que «lleva unos meses al servicio / de alguien que no conoce»? En realidad, es un sujeto adventicio: lo que queda de la identidad cuando el yo está evacuado, cuando además la casa está sitiada por espectros: literalmente por la muerte. Desde luego, me ha trastornado Alrededores. Lo he leído dos, tres veces. Aún sigo repasándolo, anotándolo. Hay una atmósfera de ruina y desolación que me ha hecho evocar a T. S. Eliot y a Ezra Pound, autores a quienes Planas cita. Una crisis que me recuerda La caída de Casa Usher, de Edgar Allan Poe. Hay un sentimiento de podredumbre y un presentimiento de muerte, de jardines anegados, sombríos, húmedos: un desecho moral que me recuerda a H. P. Lovecraft en aquellos relatos en los que una mansión enferma acoge a un habitante maldito e irrecuperable, alucinado. Hay una recreación del acoso, del sitio a que está sometida la residencia, que me hace pensar en Casa tomada, de Julio Cortázar. Pero no se trata de la erudición literaria, pues hay numerosas ficciones y poemas que hacen de la mansión la figura central: prescindo de fundamentar esas sugestiones que Alrededores… me provoca.

Al final, lo relevante no es la casa, sino lo que la circunda: esos alrededores que son cerco y posibilidad. Seguimos allí, averiados en parte, sin cicatrizar: sigue allí, en un lugar «donde ocultarse del gentío / y desafiar los ciclos del tiempo, sus instantes / de creación y sus periodos de derrumbe». ¿Saldremos? Lo que hay fuera es la vida, un ovillo, pero esa vida sólo la intuimos, no la distinguimos con claridad… Exactamente como nos sucede a cada uno. No hay paraíso. «El paraíso es sólo un soborno / y su precio un exceso», leo en Alrededores O, mejor, no hay que confiar en «la hipnosis de un soborno / y un paraíso en sombras», según se dice en Duellum. No hay paraíso que nos compense, podríamos añadir con Nietzsche. Hay que vivir ese eterno momento que no tiene sucesión ni progreso. «Puro deleite del instante / que se aniquila, / desaparece / y después nada». Nada. ¿Por qué razón?

–La muerte nos sacude sólo una vez / pero repite cuando la olvidamos.

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1. Inmersión poética (14 de abril)

Empiezo una semana de inversión poética. Era previsible. Después de Nietzsche, de demorarnos en el desgarro poético y en la tortura expresiva de Nietzsche, ¿qué esperaban? ¿Una reflexión sobre el nuevo Gobierno, sobre el poder? Me reservo para otra ocasión… Ahora, por el contrario, prefiero entregarme a las letras o, mejor, a la república de las letras. Como hoy es día 14, catorce de abril, pienso en la República y pienso en la República de las Letras, en el poder que algunos escritores tienen para abordar lo inefable, ese bullir de las palabras que son pensamientos o destellos. 

Escribiré inversamente. Es decir, iré sobreponiendo y sobreponiéndome: colocando una encima de la otra las reflexiones que las últimas lecturas me produzcan. Esta semana de inmersión poética concluirá con una presentación de libros en Valencia: Instrucciones para amanecer, El incendiario, Fronteras de lo real. Desde este modesto puente de mando les invito a asistir, sabiendo que los poemas de Miguel Veyrat, que las escrituras sobre las que voy a reflexionar, no son música para los oídos: son tortura y culpa, exhumación, un mero atisbo de lo que nos importa, de lo que entrevemos y nos angustia al percibirlo o al nombrarlo. Me sucede con los libros de Veyrat. Gracias a él he descubierto, mirando con el catalejo, los poemas de Alrededores o La mansión de las luciérnagas y Duellum, de Juan Planas Benássar. He dicho puente de mando –desde el que se mira con el catalejo–, he dicho culpa y he dicho nombrar: inmediatamente pienso en Joseph Conradante quien siempre acabo rindiéndome. Permítanme esta breve expansión.

El domingo 13 de abril, en una cadena televisiva, emitían la versión cinematográfica de Lord Jim. Siempre he pensado que el bello Peter O’Toole y la dirección artística de ese film –las cuidadas imágenes y su ambientación– son superiores al guión de Richard Brooks. ¿Por qué razón? Porque en la novela de Conrad todo es relato e ignorancia, espacio vacío que se completa con conjeturas, con giros imprevistos, con aproximaciones tentativas del capitán Marlow, que no sabe nada o casi nada de lo que realmente importa. Ahora, Edhasa reúne todos los relatos en los que Marlow es narrador u observador o personaje. Las he leído por separado y espero poder leerlas en ese volumen. En cualquier caso, me emociona volver a comprarlas para fantasear con la lectura inacabable de lo desconocido, de lo que no acaba de verse bien.  Siempre me gusta leer sin comprender enteramente, sin percibir claramente las cosas. Un exceso de luz deslumbra porque, como ya dije, ver no es conocer. Quizá sea mejor aventurarse de modo tentativo, pues. En Alrededores o La mansión de las luciérnagas, de Juan Planas, las cosas no se ven bien y quien habla avanza tanteando. Tanteando pero sin abandonar la casa…

29 comentarios

  1. Kant said,

    Abril 14, 2008 at 12:12

    Una ve más, don David, he de callarme para que ud. hable. No es la primera vez que me pase, ya se lo dije (aunque no sé si me creyó). Este es un buen ejemplo. Esperaba con sumo interés (1) que interviniese y (2) caso que se produjese, su intervención. Ha sido tal como esperaba y comparto pero, obviamente, expresada con mejor verbo que yo. Muchas gracias.

    No obstante, me atrevería a solicitarle un favor que ya apunte unas intervenciones mías más arriba de este “post”. Comentaba con doña Marisa Bou – siempre demasiado humilde – que sería interesante que alguien con más luces que yo en la materia – y pensaba en ud, claro – pudiera orientar a los contertulios que ahora se inician en el sr. Nietzsche en lecturas adecuadas en él (o sobre él) para no lanzarse a la piscina del “Así hablaba…” pues, a la postre les iba a resultar contraproducente. ¿Nos haría ud. el favor?

    No me excuso una labor, les explico porqué no lo hago yo mismo. Independientemente de su superior formación filosófica, se da el hecho que comencé a leer a don Federico a los quince años (ahora soy consciente de la barbaridad…) merced a un profesor de ciencias exactas (¡qué paradojas tiene la vida!) que entre H.P Lovecraft (un perfecto desconocido en aquella España, cara-al-sol), la historieta francesa (acá aún no se había inventado ese estúpido, innecesario, absurdo e incorrecto anglicismo “comic”) y las enseñanzas de don (Juan) Carlos Castaneda (¡inmersión antropológica sin escafandra autónoma!) me “metió” en vena a don Federico de rondón, ni orden, ni concierto, así que entre esa edad y mi final de COU, a los diecisiete, me lo había leído todo – en Alianza Bolsillo, obvio – y llevaba, con él, una considerable empanada mental que sólo los años y las relectuaras me han aquilatado. Pero, dale, no creo que sea esta la mejor forma de iniciarse en el maestro.

    Lo que sí le expreso, y en ello me ratifico, es en mi abierto desprecio intelectual hacia el pensamiento débil. Sin duda como concepto global y con las excepciones puntuales que, dadas unas circunstancias muy concretas, podría admitir en caso de que otra cosa no hubiere (circunstancias esta que, honradamente, veo muy difícil de encontrar si en vez de meter nuestra nariz en nuestra especialidad académica, levantamos la frente, miramos al horizonte y vemos el mundo del conocimiento en toda su extensión). Considero que los hipotéticos beneficios que haya aportado al maltrecho pensamiento ilustrado (o neoilustrado) de la actualidad apenas pasan de un florilegio intelectual de salón mientras que, contrariamente, ha nutrido generosamente la cabeza hueca (“bonehead”) en la que se encontraba la intransigencia y la reacción occidental – vamos, nuestros propios integrismos en su faceta religiosa y política – y que, gracias a ello, no sólo a partir de Lyotard (y quiero suponer, en contra de su propia voluntad) han levantado vuelo si no que ha permito la extraordinaria lucidez en la que vive la derecha europea.

  2. Alejandro Lillo said,

    Abril 14, 2008 at 15:04

    Tras mi particular travesía del desierto por fin puedo escribir algunas palabrillas…

    Señor Kant, lamento con mi comentario haber estado a punto de romper su promesa sobre el señor Freud. No querría tentar a la suerte pero, debo confesarle que me gustaría mucho conocer tanto el origen de esa promesa como su animadversión hacia el insigne doctor de Viena. Estoy seguro que tendrá argumentos de peso que corroboren su opinión, y uno siempre está deseoso de aprender cosas nuevas. Si me lo permite, más que de “trinidad” preferiría hablar de tríada para referirme a estos tres pensadores. La palabra Trinidad tiene demasiadas connotaciones religiosas; además, a mí no me van los dogmas de fe; prefiero lo de “tríada” porque me evoca a la Tríada Capitolina, formada por tres dioses pagados que, como decíamos en otros comentarios, son humanos, demasiado humanos. Y yerran como tales.
    Sobre Lou-Andreas estoy completamente de acuerdo con el señor Kant y la señora Fuca. Salomé no solo era una mujer muy bella, sino extremadamente inteligente y, como tantas otras, injustamente tratadas y muy poco valoradas.

    Dos cosillas más: cuando Salomé rechazó a Nietzsche, éste, pocos meses después, comenzó a escribir su Zaratustra, de ahí tal vez provenga el “rencor a la mujer” de la que hablaba don Paco Fuster.

    Para acabar, me gustaría llamarles la atención sobre una fotografía (seguro que la conocen) que expresa perfectamente el carácter de esta espléndida señora: ella aparece subida a un carro con el látigo en la mano, dispuesta a fustigar a las mulas que la llevan…. una foto que merece la pena. No se la pierdan.

    Mientras escribía han aparecido otros comentarios, y no querría desaprovechar la ocasión de felicitar efusivamente a don David P. Montesinos por su excelente ensayo “La juventud domesticada”. Mi más sincera enhorabuena.

  3. Alejandro Lillo said,

    Abril 14, 2008 at 15:05
    ¡Opps! Se me olvidaba el enlace a la foto.

  4. Mientras mi última intervención en el post anterior se peleaba a muerte -y perdía- con las dichosas cifras y letras y la no menos patosa conexión a Internet, llega el nuevo y poético post. Pues sea, hablemos de poesía. Mejor dicho, hablen ustedes que yo iré tomando nota de lo que habría que leer para acercarme a sus conocimientos del tema. Y no, señor Cantarelo, no se trata de humildad, sino de cruda sinceridad. Tendría yo que dedicar el resto de mi vida (suponiendo que fuera muuuuy larga) a leer una media de seis o siete libros diarios para empezar a poder ntercambiar opiniones con ustedes. Pero como parece que mi sinceridad se interpreta como falsa modestia, no la utilizaré más. Pero, por favor, les tomo la palabra en la espléndida idea de que nos vayan orientando (a los neófitos) en aquellos libros que ustedes consideren de obligada lectura para los que tenemos \

  5. ¡Vaya! Se ha cortado. Ahí va el resto:
    «hambre de saber».
    También quiero pedirles, a los que vendrán el jueves a la presentación de Veyrat: ¡No me sean ustedes ectoplasmas y dénse a conocer, corcho!

  6. Pues sí, Viva la República, y de paso la Libertad, don Justo. Me alegro de que haya descubierto al gran poeta que hay entre el enorme corpachón de Juan Planas y su desolada timidez. Veo que acerté al encomendarle la escritura de un prólogo para la reedición de El Incendiario.
    Deje a la gente con sus pudores, doña Marisa, nunca sabremos qué se esconde de verdad tras ellos. Y que conste, por si los ectoplasmas, que en latín vulgar «mascus», de donde viene máscara, quería decir precisamente fantasma. Los reconocerá usted por su discurso, a falta de nick, el que lee usted aquí a diario, que en todos ellos, estoy seguro, es absolutamente auténtico

  7. Me sumo a la conmemoración de la República española y les cuento una pequeña anécdota recién sucedida. En mi centro de trabajo hemos tenido un debate con dos veteranos de la resistencia antifranquista. Algún alumno, y me parece magnífico, ha cuestionado algunos de los logros que atribuían los conferenciantes a la República, así como denunciaba sus derramamientos de sangre durante la guerra. Lo que no me parece tan magnífico es que han sido algunos adultos, padres de alumnos y similares, los que, no queriendo participar en el debate al que se invita a todo el mundo, han cuestionado el derecho del centro a realizar este tipo de «actos partidarios». El temor, supongo, es que poner sobre la mesa una bandera tricolor y declarar este día en el Instituto como el de la Segunda República supone «intoxicar» ideológicamente a sus hijos. La puñetera disuasión, la falsa neutralidad que siempre favorece a los malos, el miedo a que nos expresemos libremente… ¿qué educación quieren para sus hijos? La de la amnesia, me figuro. Eso sí, con la tele y lo que tragan en Internet con su venia no hay toxicidad… la hay cuando dos viejos defienden su posición y llaman a los jóvenes a rebelarse contra todas las formas de tiranía. Viva la República.

    Ya había oído hablar de Alejandro Lillo y sabía que mi libro le había gustado. Ahora toca hacer profesión de modestia y restar importancia a la alabanza, pero no, no pienso hacerla… es más me complace enormemente que le guste y más tratándose de alguien con buena mano profesional para el mundo bibliográfico.

    Señor Kant, voy a terminar adorándole y no me va a quedar nadie con quien meterme en este blog. Gracias por su amabilidad. Lo de mi formación filosófica lo dice usted creo por lo de mi titulación a la que se refería Paco Fuster… Ya le cuento algún día cuando los niños se hayan ido a la cama la cantidad de perversiones e indignidades a las que hube de entregarme sin rubor para obtener dicho título.

    Si le apetece hablamos más profusamente algún día sobre el asunto del «pensamiento débil». Creo que en ocasiones ciertas confusiones -y me refiero a lo que dije en la intervención anterior- son de origen semántico. Le pongo un ejemplo, el pensamiento débil en el sentido del hermenéutico Gianni Vattimo -fuertemente influido por Nietzsche- se refiere a la caída de las viejas macrointerpretaciones del ser, que, desde el cristianismo hasta el marxismo, se han visto desfondadas en nuestro tiempo por complejas razones. Pues bien, cuando se atribuye este tipo de adjetivos a otros autores reputados como conservadores, entonces se parte del prejuicio de que lo que proponen es que todos «debilitemos» nuestra aspiración a la justicia y la libertad para dejar pasar al capital globalizado, el modelo del consumo frente al del ciudadano y todas esas cosas. Otro ejemplo, cuando el tontorrón de Fukuyama habla del «final de la historia», lo que dice es profundamente reaccionario y no tiene nada que ver con lo que dice Baudrillard con la misma denominación, sin embargo, quienes simplifican prefieren quedarse en la creencia de que significan exactamente lo mismo.No creo estar muy lejos de la Tesis 11 sobre Feuerbach cuando dice Marx que los pensadores pueden limitarse a interpretar el mundo o pasar a transformarlo. Hay pensadores etiquetados como postmodernos profundamente reaccionarios, otros -y yo siempre cito en estos casos a Foucault, pero acepto la referencia que hace usted a Lyotard- que me parecen indispensables para la constitución de un discurso contemporáneo sobre la resistencia. Y por cierto se está haciendo ya.

    Mis preferidos sobre el tema Nietzsche.

    -Nietzsche y la filosofía (Pierre Deleuze)
    – Nietzsche, la filosofía, la historia (Michel Foucault) Aparece en «Microfísica del poder, ojo, es necesario hacerse con la edición de La piqueta, pues las demás traducciones son horrendas.
    -La sociedad transparente (Gianni Vattimo) No es específicamente sobre Nietzsche, pero se trata de una exposición sobre cómo queda el pensamiento contemporáneo una vez asumidos los efectos de su dinamita.
    -Nietzsche y el círculo vicioso (Pierre Klossowski)

    Por cierto, me parece sumamente esclarecedor en relación a las implicaciones de la teoría del superhombre el visionado de El Padrino y Apocalypsis Now, en especial esta última… Y no bromeo: la serie House de cuatro tiene mucho más Nietzsche dentro de lo que parece.

  8. Amigo Justo. De alguna manera, magnífica, he revivido mi libro releyendo tus interpretaciones. La estructura es la clave atmosférica de Alrededores o la mansión de las luciérnagas y, también, de Duellum. También es posible que ambos libros sean el mismo libro desde tiempos diferentes… pero ahora su laberinto ya sólo puede recorrerlo el bendito lector.

    Un abrazo y mil gracias

  9. Ay, discúlpenme todos. Ayer no pude estar presente pero, con retraso, me sumo al 14 de Abril. “Salut i República!”

    Lamento especialmente por el sr. Lillo, no poder responderle con el tiempo, el espacio y el cuidado que querría pero me encuentro atrapado estos días en un proyecto de ineludible compromiso que me tiene acogotado. Discúlpenme, especialmente ud. don Alejandro.

    Atendiendo, pues, de esa forma, a lo que él me indica y haciéndole una excepción – dado que me/les prometí que no iba a volver a entrar en el tema de Freud – pero visto su argumento, me convenció de lo contrario. Verá ud: lo mío con el sr. Freud tiene que ver con la falacia de considerar “ciencia” a lo que sólo es una opinión… y no la más acertada, por cierto. Eso es todo.

    El psicoanálisis, para mí, sería respetable siempre que se considerase a si mismo un recurso tan válido para una persona como el de un confesor católico o un chamán siberiano y tan útil para la sociedad como cualquier otro pensamiento humano. Sin embargo, don Sigmundo y sus seguidores, se envuelven de un halo de irrefutabilidad científica y se dedican a pontificar su Verdad Absoluta. No me gustan las Verdades Absolutas, tienen tendencia a convertirse en religiones, dotadas de sagradas escrituras y dogmas sólo al alcance de sus sacerdotes lo cuales acaban por convertirse en intermediarios imprescindibles entre las personas y su propia razón. “Non placet”. Es mi opinión, claro, vale tanto como la de cualquier otro, veamos entonces los hechos, son objetivos.

    La aplicación práctica de las doctrinas freudianas sobre los individuos ha sido desastrosa: terapias innecesariamente largas, centradas en las obsesiones del sr. Freud e ignorantes de cuestiones antropológicas y genéticas, contraproducentes en demasiadas ocasiones y, en la mayor parte de los casos, estériles. Una praxis que, si algo ha tenido de positivo, ha sido que mil sectas de psicólogos hayan nacido y crecido corrigiendo los errores de bulto del fundador del psicoanálisis contemporáneo y de sus sucesores ortodoxos, que aún quedan y no son pocos. Por su parte, para la sociedad ha sido perfectamente inútil, más allá de darle temas a las películas al sr. Woody Allen y regalarle alguna figura retórica a algún contertulio, poco más podrá ud encontrar en el mundo real, no en el intelectual, del sr. Freud.

    Pido hechos y el hecho es que en un siglo no han sido capaces de probar ni uno solo de sus postulados de forma científica, o sea, de forma empírica concretada en una ley. Ni uno solo de sus postulados ha podido ser demostrado. Ni uno solo de sus argumentos, contrastado universalmente. Esos son los hechos.

    Si le gusta don Sigmundo y algo quiere aprovechar de él, llámelo filósofo y absténgase de ninguna terapia con sus seguidores. Si le aburre soberanamente, como es mi caso, limítese a tildarlo de charlatán y aprecie el estudio psiquiátrico y psicológico desde otras propuestas más realistas, menos dogmáticas, más humanas y menos cerriles.

    Por otra parte, nada que comentar sobre su opción preferencial de la “tríada frente a la “trinidad””. Soy de su misma opinión. De hecho, escribí “trinidad” por provocar. En efecto, el concepto destila un talante dogmático-religioso. Y es que, don Alejandro, con ello quería subrayar lo peligroso que es para la mente libre que la admiración por un pensador pase a ser devoción por él, o sea, que lo racional pase a emocional porque, entonces, en nada nos diferenciamos de los creyentes y, como decía precisamente el sr. Nietszche, hay que ser superior a ellos “por altura de alma”.

    Su aportación fotográfica, de verdad, genial. Sólo la había visto en una publicación de los años 70 y tenía, aquella, una reproducción en papel tan deficiente que hasta parecía falsa. Lo más gracioso del caso es que ahora reconozco “otra” foto del trío en la que se recorta hábilmente la parte superior – la cual se convierte en la “nueva” foto – para que no se advierta el carrito y la fusta. Casi, casi, le podría decir que ese recorte “photoshopiano” – esa censura – que he visto la perpetró algún converso al “nietszchismo”, uno de eso que, le digo, dejan de usar la razón y pasan a usar lo que no son las témporas para adorar a su ídolo. Especialmente, si son novicios.

    Don David, siempre a su servicio, y, por lo demás ¡qué actitud la de esos padres! Si me lo permite, usaré esa anécdota de forma categórica en algún otro foro.

    Y, para todos, especialmente ahora que es inminente la presentación de los libros del sr. Veyrat en València (Casa del Llibre el jueves 17), les voy a rogar que me disculpen por unos días. Como decía al principio voy a estar realmente ocupado. En fin, que no deserto, que estaré “ahí” pero inactivo durante unas jornadas… No se librarán tan fácilmente de mí.

  10. serna no avanza. Es un cansino que tantea o……… tontea. Alguien puede decirme què significa todo eso que ha dicho? Blablablablablablabla!

  11. He leído “Instrucciones para amanecer” de Miguel Veyrat y he quedado sumida en la niebla; la verdad es que es una poesía difícil y obscura que precisa de un lector atento para no perdernos por el camino, aunque supongo que a Miguel no le importará que nos perdamos en su laberinto. Este lector perspicaz debe intentar entender –mejor debería escribir intuir- lo que el poeta nombra pero no aclara.

    Los dos conceptos que más se repiten en mi mente después de la lectura de este poemario son los de la muerte (desolación, desaparición) y la palabra (canto, verso, lenguaje). Nos morimos cada día, cada momento, como escribía hace siglos un grandísimo poeta: “Antes que andar el pie se mueve / camino de la muerte”, o “Ya no es ayer, mañana no ha llegado, / hoy pasa, y es, y fue, con movimiento / que a la muerte me lleva despeñado”. También repite esta idea nuestro Miguel Veyrat en sus poemas pero encuentro un diferencia esencial; mientras Quevedo nos decía que sólo el amor podría salvarnos de la muerte:

    “Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
    venas que humor a tanto fuego han dado,
    medulas que han gloriosamente ardido,
    su cuerpo dejará, no su cuidado;
    serán ceniza, mas tendrán sentido;
    polvo serán, mas polvo enamorado.”

    Miguel Veyrat confía en la palabra, ella será la única que pueda salvarnos:

    “Escribir es hacer el amor
    a un nombre. Un nombre escondido
    cuyas resonancias
    alumbran los poemas –a intensas
    oleadas, que nos llevan
    a la ruptura y a la muerte.
    ¿El lenguaje mata? Guarda
    la culpa en el secreto
    de su origen. Pero el canto
    es existencia: Y el poema
    una travesía de la muerte
    del poeta –sólo el lenguaje sobrevive,
    recipiente de lágrimas o cadena
    significante: Donde respira a veces
    la tragedia o el esplendor del sentido”.

    La vida sin la palabra no tiene sentido, sin palabras no somos más que fantasmas que vagamos sin rumbo, sin ideales, somos muertos vivientes.

    Me gustó esta obra de nuestro querido poeta, ahora voy a leer “El Incendiario”, ya os comentaré mis impresiones. Mañana está con vosotros en el pensamiento, en esa presentación de los libros de nuestro poeta y amigo Miguel Veyrat, ¡será un éxito!, espero que nos lo comentéis en este espacio virtual.

    Ps. Para Kant, que estos días nos lee pero no escribe. ¡Menuda cariña tienes! Te marchas unos días y no nos comentas nada de la poesía de Miguel; sé que lo has leído y supongo que nos comentarás tus impresiones cuando acabes con tu “compromiso”, ¿verdad? Sabes que siempre son interesantes tus reflexiones.

  12. Donde escribo que «mañana está con vosotros en el pensamiento» quise decir «estaré». Un saludo cariñoso.

  13. Señores yo no leo poesia normalmente y a Juan Planas no lo conozco pero quiero acercarme mañana a la presentación de Miguel Veyrat. Me da cosa ir porque es un poeta difícil y me pone pensativo y con mal cuerpo. Supongo que es lo que debe hacer la buena poesía no?

  14. Desde lejanas tierras, allende Latveria, en un extraño momento de ocio en el que no me quise privar de leerles, cuatro breves notas por orden de intervención y un apartado especial – por entrañable – para don Miguel Veyrat.

    Para doña Marisa Bou. Espero, apreciada dama, que no se refiera ud. a mí cuando habla de “falsa modestia”. Cuando interpolé mi opinión de que, a veces, parece demasiado modesta, fue sólo para animarla a continuar por su línea de expresarse sin tapujos ni vergüenzas, algo que he observado en la evolución de sus participaciones y que, personalmente, me resulta muy gratificante.

    Para don David Montesinos. Descuide ud, caballero, podrá ud seguir debatiendo ferozmente conmigo, sabe que en mi tiene un irreductible contrincante que no desistirá en su encono “contra mundum”. Así que, sepa, que lo atravesaré, sin piedad alguna – cual freman a sardaukar – caso que las cosas llegaran a tal punto.

    Para doña Francisca (Fuca para uds): Sra. mía, en cuanto regrese a mi País, la complaceré. Tengo alguna plana que otra escrita sobre la obra de don Miguel y, con gusto, la compartiré con ud… aunque, ya veremos cómo para no atormentar a nuestros contertulios, ni desviar la atención del “post”.

    Para don Pedro. ¡No me sea ud. quisquilloso, hombre! La buena poesía no debe porque dejar mal cuerpo y cara de pimiento abstraído… ¿A ud le dejó así la palabra escrita de don Miguel?… pues dígaselo a la cara. Pocas veces se da esta circunstancia en el planeta de los literatos, aprovéchela.

    Para don Miguel Veyrat. Volteriano ciudadano, incendiario amigo: sabe de sobra que haré lo imposible para estar presente – y sin máscara, claro – en la presentación de su obra en València. Como, en ocasiones, lo imposible me cuesta un poco de realizar, si acaso no pudiera cumplir con mi asistencia, le mando desde este cyberlugar mis más sinceros deseos de que goce del triunfo que se merece.

    Por (pen)último, don Justo, puesto que también ud, amable hospedero de nuestra tertulia-e, estará en el acto de mañana jueves, a las 19’30 en La Casa del Llibre, igual suerte le deseo.

    Para acabar, para todos los contertulios y callados lectores del “blog” que puedan asistir a la presentación, una sincera recomendación: ¡háganlo!, vayan uds. Les aseguro que la divisa kantiana – la del Kant original, obvio – resplandecerá esa tarde: “sapere aude”… “atrévete a pensar”… y ello, entonces, de la mano de la poesía ¿es posible encontrar algo más hermoso?

    ¿Y los que no puedan?… ay… ese es el rigor de los Dioses Inmortales…

  15. “La obra se recibe al principio con resistencia, pues nos incomoda, pero hay un momento en que su arte nos derriba: reduce nuestra incredulidad hasta adueñarse de la impresión. Creemos apropiarnos de ella, de la obra, cuando en realidad se nos apodera; es entonces cuando nos preguntamos por qué antes no veíamos su estallido…»

    Qué bonitas palabras, Justo, para hablar sobre la poesía de Miguel Veyrat. Estas palabras tuyas me han recordado cierta definición de “lo sublime” que, a mi modo de ver, encaja también en la poesía del señor Veyrat:

    “Definir lo sublime como lo inaferrable que nos aferra es, fundamentalmente, subrayar su propia paradoja: su disolverse en el momento mismo que nos atrapa. De manera que la experiencia de sentirse atrapados se acompaña siempre de la experiencia de sentirse perdidos.”

    Por lo demás, desearle suerte a don Miguel en su presentación, que seguro será un éxito. Espero que en los próximos días nos cuenten a los que desgraciadamente no vamos a podes asistir los pormenores de la gala.

    Señor Kant, muchas gracias por su explicación. Sin duda lleva usted razón en cuanto a que el psicoanálisis no es una ciencia. Es muy difícil que algún día lo llegue a ser en la medida en que su objeto de estudio es el ser humano en su individualidad. Ya sabe que en el psicoanálisis cada caso es único y que como tal debe ser tratado. No coincidimos en el resto de sus afirmaciones (dogmáticos los hay en todas partes, hasta en las panaderías), pero no quiero alargarme en demasía. Sin duda habrá otras ocasiones para debatir sobre este asunto con más tranquilidad. Sin embargo, no puedo evitar convidarle a que sea usted más benévolo con Sigmundo pues él, al igual que Marx, estaba confuso y algo desconcertado por la importancia, magnitud e implicaciones de sus investigaciones. Los comienzos siempre son difíciles, y más en asuntos tan novedosos y revolucionarios como los que estos dos autores dieron a conocer al mundo. Ya conoce usted aquella frase de Vilfredo Pareto, (lo siento pero cito muy de memoria): “dadme errores, errores fructíferos, llenos a rebosar de sus propias correcciones. Podéis quedaros con vuestra estéril verdad”. Algo habrá que reconocerle a nuestro doctorcito.

  16. Gracias a todos por las palabras tan hermosas y acertadas acerca de la poesía. Estoy a una hora de la lectura, en el hotel, aanotando mism libros y me preocupa el mal cuerpo de don Pedro, que vendrá a pesar de todo en un acto de arrojo, aunque espero que las palabras de Justo, repetidas oportunamente por don Alejandro, le tranquilicen. También doña Francisca (Fuca para Kant) insistió en que a pesar de la niebla, la obra la había arrebatado, y es que como muy bien vio doña Marisa en el poema que reprodujo hace días, aquí estaremos siempre arañando la niebla con las uñas, intentando ser metáfora de nuevo, metáfora de la vida, que es como quería el gran Brodsky, «una conversación previa al silencio». Ojalá que a quienes no puedan estar les llegue algo del temblor que a buen seguro destilará de mi palabra, medio como el amor, de conocimiento, de acercamiento al otro y a lo otro, para caminar juntos al encuentro final con la nada.

  17. No pude asistir a la presentación de los libros de Miguel Veyrat, pero desde estas tierras alicantinas le doy mi más sincera enhorabuena por sus obras. Gracias al blog de Justo Serna he conocido al periodista, crítico y fantástico poeta que es Miguel Veyrat. Me hubiera encantado conocerle en la presentación de Valencia.

  18. «Was bleibet aber, stiften die Dichter» (Hölderlin)

    Hace algunos años, asistí en la Facultad de Filología a una conferencia sobre poesía. Concretamente fue una conferencia que pronunció el profesor Josep-Anton Fernández sobre la poesía de Maria Mercé Marçal. Lo de menos es el tema. Fernández empezó la conferencia con una cita de Hölderlin que desde ese momento, se fijó en mi memoria, donde vuelve como una constante cada vez – que son pocas, la verdad – que abandono mis manuales y mis ensayos para entregarme a la lectura de unos versos.
    Esa cita es la misma que he puesto como epigrafe de este comentario:

    «Lo que permanece, es lo que fundan los poetas» (Hölderlin)

    He querido rescatar esta cita como homenaje a un poeta – a un fundador que diría Hölderlin – y amigo, nuestro amigo Miguel Veyrat, a quien ayer tuve el placer y el gusto de poder acompañar en su presentación en Valencia. Como no soy un entendido y hasta la fecha, sólo he podido leer algunos poemas sueltos de Miguel (prometo este verano dedicar el tiempo que merecen a los tres libros que me dedicó), sólo diré que fue genial escucharle. Justamente mientras recitaba Miguel su poesía, coincidia con nuestro amigo David P.Montesinos en señalar que los poemas de Miguel ganaban mucho al ser escuchados recitados por él mismo. La verdad es que sí Miguel, nos encantaste a todos con tu voz grave y tu sentido del ritmo y la entonación. Senzillamente genial.

    Dicho esto, quiero aprovechar para agradecerle a Miguel su presencia en Valencia y a Justo el haber hecho posible esa velada poética. Igualmente, no olvido a Juan Planas y a Jose Vicente Peiró, que en pocos minutos nos ayudaron – a mi al menos – a entender un poco mejor lo «suya» (como dijo Peiró) que es la poesía de Veyrat.

    En resumen, que fue una velada muy agradable. Fue una placer poder conocer personalmente a Miguel y sólo espero que el contacto fugaz que tuvimos ayer tenga continuidad en el futuro.

    Esperaremos con interés ese nuevo libro que nos prefiguraste porque como tu dices:

    Después de Auschwitz
    después de Guantánamo y Gaza
    nosotros seguiremos escribiendo poesía

    Nosotros no sé si escribiremos poesía (yo en mi caso lo veo difícil), pero tu seguro que si porque como dice Hölderlin, eso es lo que queda cuando todo se desvanece y se pierde en el tiempo: la poesía.

    Un abrazo para Miguel y a ver si algún dia podemos coincidir de nuevo todos bajo la Luna, no de Babel, sino de Valencia.

  19. ¿Qué puedo decirles yo, que no hayan dicho ya mis compañeros, sobre la poesía de Miguel Veyrat?
    Debo empezar por pedir fervorosamente disculpas a los demás participantes: Juan Planas, José Vicente Peiró y Justo Nieto. En contra de mi costumbre (soy de una puntualidad exagerada) llegué tarde. Pero después de la presentación, tuve la ocasión de departir con ellos, cosa que resultó muy placentera.
    En fin, cuando llegué, ya Miguel desgranaba sus poemas, con su voz fuerte y atractiva, que añadía más sugerencias aún a las que sus hermosas palabras provocaban. Quedé sin aliento. No supe qué decir. Puede que incluso, sin darme cuenta, pusiera en mi cara una sonrisa beatífica, que en modo alguno casa con mi manera de ser. Tal fué la impresión que me produjo nuestro querido poeta. Espero que se prodigue más por estas tierras, que vuelva a gratificarnos con sus poemas y su voz. Gracias, maestro.
    Por cierto, querido Cantarelo, ha quedado demostrado que no es usted un «hacedor de imposibles». Si esto le suena a reproche, es porque me quedé con las ganas de conocerle en persona… Supongo que otra vez será, espero que pronto.

  20. Querida Marisa Bou, me temo que el inconsciente le ha jugado una mala pasada. En este blog se ha confundido a Justo – siempre graciosa e involuntariamente – con Victor de la Serna que ya es confundir; incluso a mi de la misma Casa del Libro de Valencia me llamaron un dia por teléfono diciéndome:»ya tenemos el libro de Julio Serna que nos pediste…». Ahora bien, lo suyo me ha hecho aún más gracia. ¡Ha convetido usted al Sr.Serna en Justo Nieto!

    La confusión podría ser entendible por la coincidencia en el nombre, aunque a mi se me hace muy difícil imaginarme – quizá estoy equivocado – a Justo Nieto en una velada poética. No lo acabo de ver.

  21. Cierto, cierto. Mil perdones a mi buen amigo Justo Serna. Quiero pensar que el lapsus (¡que horror! se ha debido a que no había comido todavía y a mis dos neuronas les faltaba combustible. De otro modo, no me lo explico. Dudo que haya dos \»Justos» más justamente diferentes… Olvídenlo, si pueden, y no me lo tengan en cuenta. Gracias, Paco, por la corrección.

  22. Me alegro de que hayáis disfrutado con los poemas de nuestro amigo Miguel Veyrat, oír recitar al propio poeta sus versos es un lujazo que no todos nos podemos permitir, otra vez será. Me acordé de vosotros a esas horas de la tarde (estaba en una asamblea intentando mejorar nuestra parcelita de mundo, convocando una huelga en la enseñanza para pedir que la religión pase a enseñarse –ya que parece que no se puede suprimir- fuera del horario lectivo y sus dos horas se les restituyan a las asignaturas a las que se las roban; en 2º de Bachillerato, en este nuevo Decreto, le quitan una hora a Historia para dársela a religión, ¡un fraude!), ¡cómo os envidiaba! Al llegar a casa, acabé de leer “El Incendiario”, también me gustó pero menos que “Instrucciones para amanecer”; creo que leí estos libros en un orden equivocado, debería haber empezado por el primero o haber dejado un tiempo de demora entre ambos.

    “El Incendiario” también es un libro de dudas e incertidumbres, sólo la muerte que nos alcanzará algún día parece estar fuera de toda duda:

    SOLO
    LA MUERTE
    NOS LIBERA
    DEL HORROR
    DE LA MUERTE.

    En este poemario las palabras acuden en ayuda del poeta, aunque aparezcan desnudas; sin embargo, en su último libro, todo se fractura, incluso las palabras, parece que quieren escapársele, aunque siempre nuestro Miguel Veyrat las atrapa para escribir versos impactantes, que nunca dejan indiferentes.

    Y ahora
    nos empeñamos
    en conocer y comer
    y comer manzanas
    cosechadas
    por nuestras hermanas
    que lanzan al viento
    sonidos
    inventados
    que destruyen
    el orden que
    rompen el muro que
    deshacen
    el santo nombre
    y cantan el Yo Tú Ellos.
    Nos salvamos: Re
    escribiendo el libro
    ya nunc
    a seremos como dioses.

    ¡Enhorabuena, Miguel! Como dice nuestro amigo Justo Serna (¡qué pena no oír su discurso, debió de ser muy interesante, menos mal que puedo leer sus comentarios!), seguiremos leyéndote. A mí aún me queda por leer “Fronteras de lo Real”, tus escritos sobre poesía, iré leyéndolos poco a poco. Un abrazo.

  23. Hoy viernes a las 17.30 h. caminé hasta Cibeles para reunirme con los republicanos. He esperado hasta las 18.15 h. y nadie había en la plaza ¿.

    Me encuentro de visita unos días y quise aprovechar el evento.
    Extrañado, he entrado en un ciber y ojeado la llamada de la Sra. Pavlova. He visto que ha sido un error mío y es mañana sábado la concentración.

    Intentaré ir después de haber visitado por la mañana Aranjuez. Espero estar a las 17.30 h. junto al Banco.

  24. Quiero compartir la experiencia vivida estos días con todos, sobre todo, y sin desmerecer a quien no pudo asistir, a quienes compartieron conmigo la de la emisión y recepción del canto. Algún día profundizaremos en esto.
    Sólo quiero decirles que la emoción sentida por mí al sentir cómo mi voz encontraba sus mentes ha sido irrepetible. Estoy roto en estos momentos. Y sus comentarios me confirman en la idea que siempre tuve de lo irrepetible del arte producido en directo ( aunque el guión esté previamente establecido, escrit, impreso, editado, encuadernado). Cada poema es irrepetible cuando se emite y cuando se recibe. Gracias de nuevo por el calor recibido estos días, tanto escrito como sentido en directo. Vuelvo ahora a mi cueva preñada de aroma de lantanas, a estudiar y escribir. No sé cuándo volveré a «comparecer». Mientras tanto, el testimonio de mi amor para todos tanto a quienes se han sentido motivados por los testimonios aquí producidos, como para quienes prefirieron mirar hacia otro lado.

  25. Regresé. Tarde pero aquí estoy, asumiendo mi fracaso.

    En efecto, doña Marisa, debo descubrirme ante usted y ante don Miguel Veyrat y disculparme: no pudo ser. Mis excusas para justificarlo sólo serían eso, excusas, que en nada afectarían al resultado final: no pude estar y eso esos son los hechos. Aunque, leyendo la última intervención del poeta en este mismo “post”, debo sentirme reconfortado por sus amables palabras hacia los ausentes (entre los que yo me incluí) y herido por no haber podido compartir con los que como ud. sí estuvieron, especialmente – como fue comentario coincidente – al calor de su voz. Su obra está al alcance de cualquiera que la quiera leer pero su voz, ay, eso sólo fue para los afortunados que pudieron apreciarla en vivo y en directo.

    Un último apunte, sra. Bou, no le dé demasiada importancia a la impertinencia que deviene del celo del novicio. Parece bastante evidente para cualquier lector medianamente instruido, el sentido del leve “lapsus” que tuvo con el apellido de don Justo. De esos yo he tenido para contar a pares, parece que no tenemos la misma suerte que otros, uncidos de sabiduría pluscuamperfecta.

    Doña Francisca, creo que ya sé cómo resolver el asunto de mi opinión sobre la poesía del sr. Veyrat sin tener que importunar al resto de los contertulios. Haré una pequeña gestión con el sr. Serna y creo que podemos resolverlo, que yo no tengo “cariña” (aunque sí, tal vez, puede que un poco de “morro”). Ya le adelanto que: (a) no me gusta la niebla… esa niebla; (b) la incertidumbre la entiendo desde su valor cuántico – y adivino a la Nueva Física tras la intención del poeta – con lo que la hace substancialmente diferente de la duda, una duda, a su vez, que si es sinónimo de cuestión, aplaudo, pero si lo es de impotencia, abomino; (c) parece que (casi) nadie se ha enterado que la muerte no es nada y si es algo, no es muerte, es otra cosa, ominosa y obscura, sí, pero no es la muerte, tal vez sea, el morir; y (d) sí, sin duda, para leer la obra de una sentada, hay que seguir el curso cronológico de su publicación o, en efecto, dejar pasar un tiempo prudencial entre un trabajo y otro… hasta en esto es enigmática la obra del sr. Veyrat.

    Especialmente para el sr. Moreno: donde sí llegué a tiempo, yo, fue al acto en homenaje a las víctimas republicanas del franquismo redentor que se celebró en el Cementerio de València. Les adjunto el nexo de la noticia por si a alguien más le interesa; entre otras cosas, porque esta capital de provincias – que a más no llega – tiene en su haber un desprecio hacia la memoria histórica de su pasado rojo que ya llega a sonrojar – y nunca mejor dicho – a los propios militantes del PP. http://www.levante-emv.com/secciones/noticia.jsp?pRef=2008042100_16_435695__VALENCIA-Memoria-junto-fosas-comunes

    Concluyo, don Miguel, lamentando una vez más mi ausencia. Don Justo no fue el único amigo personal mío que estuvo en el acto y sus opiniones – sin ud. delante, claro – fueron coincidentes en valorar la calidad de su poesía escrita y la calidez de su voz al recitarla. A la vez que ambos coincidieron en haber percibido la misma volatilidad del tiempo cuando la compañía era tan agradable: a todos se les hizo el acto corto. Le ruego que nos avise para una próxima presentación suya, trataré de estar allí. Un fraternal abrazo.

  26. Domina Francisca se lo apuntó en una entrada anterior con unos versos de El Incendiario, sólo la propia muerte física nos libera del horror a la muerte que nos inoculan en vena desde niños las distintas ideologías religiosas. A mí tampoco me gusta la niebla, querido Kant, y menos «esa», por eso procuro denunciarla e invitar a penetrarla por todos los medios. Tiene usted razón, una lectura sosegada aclara muchas cosas. Y también acierta cuando asocia la incertidumbre expresada a lo largo de toda mi obra con lo que llama «la nueva física» y que ya apuntaba en Parménides. El principio de incertidumbre formulado por Heisenberg fue, en efecto, una revelación para mi, en el más estricto sentido de la palabra (no el sobrenatural, por supuesto). En todo caso, gracias por intentarlo. Y me alegra haber pasado con bien el examen de sus amigos.

  27. […] En otros de sus poemarios, Juan Planas me había hecho reflexionar sobre la amenaza del mundo, sobre el yo rodeado de sombras, sobre el cerco del que no puede escapar. Ahora, me hace reparar en un fin, en la muerte. “[Desde siempre lo supe. Escribo / porque temo a la muerte]”, me dice la voz en cursiva e interior. Pero ahora no: ahora la voz que se expresa directamente lo hace desde la indiferencia de quien se sabe superviviente: sobrevive en lo que no sabe, en lo externo, en lo que ya hizo y es resto y no posesión. […]

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